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El Zurdo conducía, Bread en el estéreo, “Make It with You”, y en vez de ir embelesado por la rolita, trataba de adivinar el siguiente paso de los mañosos.
Esa tarde, después de que Mendieta puso al tanto a Gris de la identidad del Minero, la detective llamó a Mendívil y lo ajustó. O nos dices lo que te inquieta o mandamos a los marinos por ti. El policía prometió colaborar. Márcale de nuevo a Mendívil, dale el domicilio en el que acabamos de estar y que investigue quién es el dueño y si posee otras propiedades; Castro no tenía esa información. Mendívil se negó abiertamente. Es muy-muy tarde, detective, cierran a las cua-cuatro. Te voy a pasar al detective Mendieta. Gris le dijo que no quería cooperar. El Zurdo tomó el aparato: Mira, cabrón, vas a despertar a quien sea, incluyendo a tu chingada madre, y le vas a pedir el nombre del dueño de esa puta casa, ¿entendiste? Es que. ¡Entendiste o no! Sí, se-señor. Te llamamos en media hora. Cortó. ¿Te pasó la lista de los novios de Larissa? Son catorce, dos están muertos. ¿Alguno te llamó particularmente la atención? Ninguno. Dos hombres delgados acabaron con Pedro, quizás el Minero mató a Larissa, por alguna razón tocó la tanga que encontraron en el piso, ¿era su amante y la visitó antes de que muriera?, ¿le pasó su ropa interior? Tenemos colillas sin filtro. Si Pedro era tan agradable como dicen, creo que alguien les dio la orden de acabar con él. El Grano Biz. Puede ser, aunque dudo que le enviara una amenaza escrita en computadora. ¿Y Larissa? Fue alguien que ella conocía, alguien con quien mantenía relaciones sexuales; se encontraron, ella o los dos se desnudaron y el acto no tuvo lugar, ¿por qué? No reportaron violencia en la habitación. El Minero. Tengo mis dudas, si él y un cómplice asesinaron a Pedro, según lo que vio la gringa Fairbanks, no los imagino venir con Larissa a tener sexo, si es que tenía esa clase de relación, pero antes, por alguna razón, la asesinaron, acuérdate, no hallaron nada en su vagina. Rosario se hizo presente veinte minutos después del disparo, ¿y si Larissa los hubiera contratado para matar a Pedro? Todos coinciden en que era incapaz. Es cuando aparece el Grano Biz. Gris, hay una ficha que se nos escabulle, ¿quién es? ¿Ha pensado en Camacho? Sí, un poco. No aparece en la lista. Quizá Mendívil no los puso a todos; en unos minutos que le llames, no olvides preguntarle de nuevo.
En cuanto se estacionaron en el hotel sonó el celular del Zurdo. Gris dijo que iba a su habitación, que de allí le llamaría a Mendivíl y que se verían en el restaurante. Era Montaño. Qué pasó, doctor, ¿ya tienes vieja nueva? Le bajó al estéreo. Estoy muy desconcertado, Zurdo, es la primera vez que me enamoro y es diferente, muy diferente a lo que había sentido antes; estoy leyendo al poeta que me recomendaste. ¿A quién? Gilberto Owen se llama, Me quedo en tus pupilas sin convite a tu fiesta de fantasmas. Órale. Creo que estuvo siempre enamorado y nunca correspondido, y por lo que veo así voy a vivir el resto de mi vida. Te vas a poner flaco. No importa, y voy a ir a Los Mochis. Doctor, aquí no hay nada qué hacer, estamos a punto de concluir; hazme caso, búscala, dile que la amas, que es la mujer de tu vida, y bájale los calzones; doctor, el sexo es el mejor pegamento. Zurdo, eres el mejor detective que conozco pero no me has entendido. ¿Pues qué chingados quieres que te entienda, doctor? Zurdo, es Gris, estoy enamorado de Gris. Callaron, Mendieta se quedó con la boca abierta, en cuatro segundos editó la película de sus compas. Te dije que era mejor que no intervinieras cuando proponías traerla a mi casa. Pinche doctor, ahora si me dejaste patidifuso, ¿cómo iba a suponer semejante cosa? Lo sé, así que voy a ir a Los Mochis para hablar con ella. Mira, no te muevas de allá, cuando lleguemos le dices lo que tengas que decirle, de verdad estamos en la recta final y de nada serviría perturbarla. Zurdo, cuídala, que no le vayan a dar un balazo esos desgraciados. Si la hieren te llamo para que la vengas a curar. Excelente idea. Dime una cosa, ¿le has llamado últimamente? Todos los días y le he mandado mensajes; me dijo que se salía para responder. Gracias por confiarme eso, doctor. Gracias a ti, amigo.
Mendieta no sabía qué pensar, le subió al estéreo, sonrió y se compadeció del forense; recordó a su compañera: Claro, eso sí podía dejarme frío y no el anuncio de su embarazo. Alison Krauss cantaba: “When You Say Nothing at All”. Su celular sonó de nuevo pero no quiso responder a Janeth.
Encendió el carro y enfiló rumbo a la casa blanca, sonreía levemente, recordó al doctor tirándole piques a Toledo pero nunca pensó que fuera en serio. Qué peli, con razón el cabrón no quiso ir a su boda.
Sería la media noche cuando lo identificaron los mari-nos que hacían la vigilancia y lo dejaron pasar. Encendió un foco que no habían usado los antiguos inquilinos, recorrió atento el primer piso, entre los restos de comida había trozos de quesadillas y frijol yorimuni. Mmm, si tenía alguna duda esto la despeja, reflexionó. Además, Fierro encontró granos de coca pura. Un marino lo interrumpió.
Señor, hay dos mujeres afuera que vienen a ver al patrón, quieren saber si se le ofrece algo. El joven sonrió discretamente. Pásalas, las chicas lucían como siempre pero estaban nerviosas, una de ellas intentó comprometer al marino pero este la rechazó displicentemente. Saludaron: Hola, ¿y el patrón? Chicas, siéntense, pónganse cómodas. El Zurdo pidió al militar que permaneciera en la sala. ¿No está el patrón? A lo mejor se lo llevaron los marinos. El patrón está bien, no se preocupen. ¿Cuándo volverá? No sabemos, ¿cómo se llaman ustedes? Las recién llegadas se vieron entre sí. Señor, creo que mejor nos vamos, dijo una y se puso de pie, la otra la imitó. El detective clavó la mirada en el vigilante e hizo un gesto afirmativo; el joven sentó a las chicas que no opusieron resistencia. ¿Cuántas veces han venido a esta casa? El Zurdo observó su maquillaje, sus cuerpos esmirriados, su ropa poco sensual. Nosotras no hemos hecho nada, dijo la que se veía más afectada. Tres. ¿Desde cuándo son amigas del Perro Laveaga? Nosotras damos servicio a domicilio y jamás nos hacemos amigas o preguntamos nombres, no sabemos quién es ese señor. Tenemos hijos chiquitos. Son clientes nada más. Mendieta dejó que se contemplaran las manos. ¿A cuántos atendieron aquí? Sólo al patrón, era el jefe, pero no sabemos su nombre. ¿Seguras? Sólo supimos el nombre del que nos pagaba y era muy codo duro, le decían el Grano. Había como diez, pero sólo el patrón nos respetó, agregó la más nerviosa. ¿El Grano es agarrado? Y muy malo, en cambio el patrón era muy bueno. ¿Había diez, dices? Yo vi ocho, junto con Valente. A ver, cuéntenme, cuéntenme cómo llegaron aquí. Por cierto no traemos para el taxi. Confiábamos en que el patrón nos daría. Por eso no se preocupen, ahora díganme quién las puso aquí. Valente. Trabajamos en el Apache 7, allí nos recogieron y nos trajeron. Contaron sobre la generosidad del señor y la mezquindad del que pagaba. Le platicaron que volvieron por iniciativa propia, que al fin pudieron estar con el señor pero que sólo se metió con una y no tuvo un orgasmo. Se veía ido, como que pensaba en otra cosa, pero era muy generoso. ¿Es usted policía? Sí, ¿entonces él que las trajo aquí fue Valente? Muy buen muchacho él. Eso es, ¿y conocen al Minero? ¿Quién es ese? Tuve una vez un cliente que era minero, venía una vez al mes de la sierra, pero hace años, cuando empecé. No lo conocemos. El patrón se cambió a un nuevo domicilio, creí que lo sabían. No. No hubiéramos venido aquí. Pero sí escucharon que se iban. Algo sí, sólo que para la sierra. De hecho veníamos a despedirlo. ¿Ese Minero no es el amigo de Valente? Nunca oí que lo nombrara así. Es un hombre delgado, que le gusta vestir con ropa clara y no es muy alto. Igual que Valente. El sudor de Mendieta se incrementó. Nosotras queremos mucho a Valente, se llevó a una compañera a vivir con él. Ellos nos trajeron la primera vez. ¿Y su excompañera, tiene muy arreglada su casa? Sí, es un espejo. La chaparrita es muy hacendosa. Y Valente feliz. ¿Cuántas veces la han visitado? Dos.