Una semana después
Reunión en los jardines de la mansión De Warenne
Callan comprendía el enojo de Amelia hacia él. La había abandonado. Le había hecho una promesa y no fue capaz de nada más que de enviarle una breve nota para que ella no tuviera que preocuparse más por lo ocurrido.
Se alegraba de haber seguido su instinto e investigado al inquietante desconocido. La información sobre Malcolm Merriweather era, como mínimo, preocupante. Tenía demasiados negocios cuestionables con sujetos de baja calaña e incluso se rumoreaba que andaba involucrado con la Yakuza, una clase de crimen organizado proveniente de Japón. Aunque hasta que no hablase con su viejo amigo Hiroichi, no lograría más información al respecto. En ese momento, que el país se había abierto al comercio hasta de sus elementos más peligrosos, parecían estar emigrando hacia occidente. Definitivamente Merriweather no era la clase de hombre que quería que estuviese cerca de Amelia porque era impredecible y, tal como había manifestado, no aceptaba que nada le fuera negado. Lo que lo llevaba a su decisión sobre lo que debía de hacer para lograrlo. Precisamente por eso había convocado a la ayuda de su hijo para llevar a cabo su plan… Estaba dispuesto a hacer lo que fuera por asegurarse de que Meli estuviera a salvo.
Pero la joven ignoraba todo aquello y lo fulminaba con la mirada como si fuese la última persona que quisiera ver en la faz de la Tierra. La comprendía, pero, en ese entonces necesitaba que ella lo escuchara y no huyese. Al menos no hasta haber terminado de oír sus palabas.
—Meli…
—Amelia, lord Douglas —lo corrigió tajante mientras se cruzaba de brazos y desviaba la mirada hacia donde se hallaba Rori. Pero Callan sabía que su hijo no se acercaría, a menos que realmente viera que la joven estuviera muy alterada.
—Amelia, necesito que me escuches, por favor.
—Y yo necesito regresar con mis amigas porque Cali quiere nuestra ayuda para preparar una sorpresa para Alexander —le respondió con indiferencia.
—Viendo que no me dejas otra opción… —Antes de que la joven pudiera decirle algo más, se apoyó sobre una rodilla mientras le sujetaba una mano—. Sé que no eres la clase de mujer que hace las cosas a medias y pretendes exactamente lo mismo de la gente que te rodea. Y te lo mereces, Meli, te mereces todo eso y aún más. No sé en qué en momento ocurrió…, aunque estoy bastante seguro de que fue cuando me golpeaste con tu tarjeta de baile y me insultaste. Me cautivaste por completo. Eres la única mujer en mi mente y la única que mi cuerpo anhela…
—¿Y su corazón, milord?
—Es tuyo. Por completo. Si tan solo lo aceptas —le susurró, y luego, tras tomarle y girarle ligeramente la mano, le besó la cara interna de la muñeca.
—Callan…, yo…
La vio llevarse la otra mano al rostro y cubrirse los labios en un gesto obvio por contener las emociones que sus ojos gritaban a voces.
¡Ella también sentía cosas por él!
—Lo siento… —Sin decirle nada más, Meli se liberó de su agarre y corrió a través del jardín hasta la salida del mismo.
Consternado, Callan la vio desaparecer entre el grupo de damas y apenas si fue consciente de indicarle a Rori que la siguiera y no la perdiera de vista. Creyó que confesándole sus emociones solucionaría las cosas, pero parecía que tan solo lo había empeorado todo. Porque, pese a la esperanza que vio brillando en su vida, también vio temor.
Abandonó su postura y se encaminó hacia las caballerizas donde había dejado a su montura favorita, Zeus. Tenía la suficiente confianza con sus anfitriones como para permitirse el ir y venir por la propiedad como a él le fuese necesario. Una buena cabalgata lo ayudaría a replantarse su plan y descubrir en qué se había equivocado… Aunque con cada golpe de cascos sobre la hierba de otoño su corazón no dejaba de gritarle cuál había sido su error. Estaba decidido a enmendarlo antes de volver a encarar a Amelia y para reiterarle su ofrecimiento.
***
Esa vez, cuando Amelia arribó a su hogar, le sorprendió ver de nuevo que su tío se hallaba de visita. No era que no adorase verlo, pero que viniera de manera tan asidua era algo, por completo, inusual en él.
Supo, en el momento en que ingresó al estudio, que lo que él estaba por decirle no iba a serle de su agrado. El hombre se veía tenso y preocupado.
—¿Tío?
—Meli, toma asiento, por favor. —Que ni siquiera le diera un beso en la mejilla apenas la viera era una señal inequívoca de lo grave de la situación.
—¿Qué ocurre? —Siempre prefiriendo tomar el toro por las astas, inhaló hondo y se preparó mentalmente para la noticia que estaba por recibir. Por unos instantes, le pareció ver el brillo de la lástima en los ojos de su tío, y eso la preocupó aún más que cualquier otra cosa.
—Lord Merriweather se me acercó hace unas horas atrás con una propuesta, Meli.
—No puedes hacer negocios con ese hombre, tío. Los rumores que circulan…
—Meli, sabes que nosotros no nos dejamos llevar por habladurías. Si no, ya hace tiempo que tú y tus amigas hubiesen sido expulsadas de la buena sociedad.
—¡Nosotras no hacemos nada malo! Las matronas no toleran que nadie, que no sean sus hijas, se destaque de manera alguna —masculló en defensa de sus amigas, y finalmente tomó asiento y se cruzó de brazos.
—Exacto. Meli, él… me pidió tu mano en matrimonio.
—¡¿Qué?! ¡No! ¡Me rehúso!
—Meli, escúchame…
—No, tú escúchame, tío. Cualquiera menos él.
—Meli, Meli, pequeña…, tenía esperanzas de que Rori viniera a hablar conmigo. Aunque debo decir que, cuando Callan lo hizo, no me sentí particularmente sorprendido. He visto la manera en que ese hombre te observa.
—¿Lo… hiciste?
—Él se casó muy joven y quiso a su esposa, Meli. —Al ver la tristeza en la mirada de su sobrina, de inmediato, se le acercó—. Pero la manera en que te mira a ti… Incluso, si no lo sabe, porque no me lo dijo con palabras, él te ama.
—Tío…
—Pero visto y considerando que lo rechazaste… Por favor, Meli, no voy a vivir para siempre y, antes de morir, quisiera verte felizmente casada. Sé que una familia es lo que más anhelas. —El hombre le acomodó un rebelde mechón de cabellos y le besó la frente—. Piénsalo, ¿sí? Eso es todo lo que pido. En una semana, me darás tu respuesta definitiva.
—¿Y si, aun así, decido no casarme con Merriweather?
—Yo me ocuparé de eso, pequeña. Ahora ve y tráeme uno de tus deliciosos tés fuertes que sabes preparar tan bien para tu viejo tío —bromeó el hombre al referirse a cuando ella le agregaba una pizca de brandy a la infusión para ayudarlo a relajarse y calmar sus nervios.
Solo que, esa vez, ella también bebería un poco de la misma. Cómo su vida había pasado de ser sosa y aburrida a repentinamente tener más pretendientes de los que hubiera imaginado algún día era todo un misterio. Pero su tío sí tenía razón en algo: tenía mucho en lo que pensar y sobre lo cual decidir antes de que la semana llegase a su fin y tuviera que partir a la casa de campo de los duques de Kensington.