Capítulo 12

Casa de campo de los Kensington

Unos días más tarde

Amelia consideró seriamente si la señorita Grey no habría tenido razón cuando le leyó las hojas de té al día siguiente de su primer encuentro con Callan y le dijo que muchos cambios ocurrirían en su futuro, pero que una sombra oscura la acechaba. Porque parecía que cada una de sus predicciones se estaba volviendo realidad. Solo que ellas las había desestimado hasta hacía unos momentos atrás.

Cuando Merriweather la acorraló fuera del solar, luego de haber transcurrido la mañana dibujando, Meli supo que ya no podría evitar más el tema en cuestión porque incluso si le había dejado a su tío una misiva informándole su decisión, era obvio que el maldito hombre no se daba por enterado.

—Señorita Amelia…

—Sé que mi tío debió haberle informado de mi decisión, pero…

—Estaba seguro de que fue un error. Que ni siquiera usted es tan egoísta. —El hombre se veía sorprendentemente calmo dadas las circunstancias, pero algo en el brillo de su mirada la asustaba.

—¿Egoísta? ¿Por no desear ser su esposa? —preguntó con cautela.

—Y así poner en riesgo a todas las personas que ama…

Amelia supo que tenía que hilar fino porque la brillantez en los ojos del hombre de repente pareció rayar la locura.

—Lord Merriweather, mi tío aún no sabe esto, pero Rori Douglas pidió mi mano al día siguiente de conocernos y yo acepté su proposición.

—¿El joven Robert Douglas? El hijo de lord Callan…, duque de Cumbria.

—Así es. Me siento halagada por su interés, pero comprenderá que me es imposible aceptarlo. Ahora si me disculpa. Le deseo una buena noche, milord. —Y se apresuró a huir de su presencia.

Unas horas más tarde, cuando escuchó golpes en su puerta y se encontró con el samurái observándola con una expresión sombría en el rostro, sintió que el corazón se le detenía. En especial luego de leer la misiva en la que Merriweather le informaba respecto a la desaparición del joven Rori Douglas durante su paseo a caballo de la tarde. Eso sumado a otro críptico mensaje, pero no de quien ella esperaba.

Querida Meli:

Es imperativo que aceptes la propuesta de M. o, de lo contrario, Rori pagará las consecuencias. M. es experto en recordarnos a todos lo fácil que los accidentes ocurren y lo frágil que los seres humanos somos…, como mi hermana Teresa.

Por favor, sé que no hace falta que te lo pida, pero quema esta carta luego de leerla o algo más que mi vida estará en riesgo.

Con afecto,

Angie.

Era de su vieja amiga Ángela. ¿Acaso ella estaba en la mansión? Pero, de haber sido así, debió haberla visto, ¿o no? Pero, primero, tenía que asegurarse de que Rori estuviera a salvo.

—¿Amelia?

—¿Me acompañas de regreso a la ciudad? Debo conversar con mi tío. —En el camino, le explicaría todo lo que había estado ocurriendo si era que Callan aún no lo había puesto al tanto. Porque, por lo que él le había comentado, había venido para asegurarse de que Urania, una de las hermanas mayores de Calíope, estuviera bien. Así que sospechaba que no estuviera al tanto del nivel de locura de Merriweather.

***

Residencia Chamberlaine, Londres

Cuando unas horas después Archivald vio ingresar a su sobrina Amelia a su oficina, con el cabello suelto y vestida con uno de sus viejos vestidos cubierto por su favorito y viejo abrigo carmín, seguida de cerca por el samurái del que tanto había oído hablar, supo que las noticias no podían ser buenas.

El momento en que ella —pálida como jamás la había visto en su vida, ni siquiera cuando fallecieron sus padres—, hizo aparecer su viejo anillo y lo depositó sobre su escritorio, supo la verdadera gravedad de la situación.

—Meli…

—Escúchame, tío… Tengo tan solo unas horas o Rori morirá. Ayúdame.

—Todo por ti, pequeña… Ahora, cuéntame la situación —la instó. El tiempo apremiaba y no era momento para diplomacias.