Dos horas después
—Por favor, tío. Jamás te he pedido nada —susurró Meli. Su voz, temblorosa.
—Pequeña, ¿estás segura?
—Sí. Por completo. —Amelia no titubeó cuando firmó. Era un poder que sería entregado a su marido donde aceptaba todas sus condiciones. Merriweather de seguro que querría revisarlo bien antes de agregarle su propia firma. Pero valía la pena. Si eso aseguraba que Rori estuviese sano y salvo, era un sacrificio que estaba dispuesta a realizar. El había sido un buen amigo para con ella. Cuando bien pudo haberle acusado de tan solo querer las conexiones y el poder de su padre, Callan, y hacerle la vida imposible debido a ello, fue todo lo contrario. En ausencia de sus amigas, él se volvió un querido aliado y entrañable amigo. Y no estaba dispuesta a permitir que sufriera daño alguno si ella podía impedirlo. Y todo aquello sin mencionar que, con el mismo sacrificio, cumpliría con el pedido que le había hecho su amiga Ángela a través de la inesperada misiva que había recibido.
—Con esto, autorizas al hombre que sea tu esposo a tener absoluto control de tus propiedades, pequeña, y asimismo le entregas toda tu fortuna —comentó el hombre mayor con preocupación—. Sabes que siempre tendrás un lugar a mi lado y eres mi heredera. En mi testamento, estipulé que todo lo mío será solamente para ti y tus descendientes.
—Tío… —Meli sintió el ardor de las lágrimas en sus ojos. Estaba intentando ser fuerte.
—Déjame hacer esto por ti, mi niña. En lo que a mí respecta, eres como mi hija, Amelia, y haré todo lo que pueda para protegerte. Llegué demasiado tarde para Teresa y jamás me voy a perdonar a mí mismo la vida que le tocó a Ángela, pero a ti sí puedo salvarte, incluso si debes pasar tu vida al lado de ese monstruo.
—Tío… —Sin dudarlo, Meli se levantó de su lugar frente al escritorio, lo rodeó y se lanzó en brazos de quien había sido su única familia desde que perdió a sus padres—. Te amo.
—Y yo a ti, mi niña. —El hombre carraspeó en un obvio intento por mantener control sobre sus emociones—. Ahora, salvemos a tu amigo, que nunca se sabe lo que este hombre es capaz de hacer. Si tan solo hubiese sabido antes de su regreso al Londres…
—Lo importante ahora es Rori, tío.
—Eres muy valiente, mi niña. Jamás permitas que nadie te haga creer lo contrario.
Un golpe en la puerta le recordó que no se hallaban solos y cuando el mayordomo ingresó cargado con un enorme paquete y una carta, ambos se alarmaron. Con dedos temblorosos, Meli leyó el contenido de la misma y destrozó el papel para encontrarse con un vestido color marfil añejo que Merriweather exigía utilizara en el baile de aquella noche.