Amelia sentía que le faltaba el aire, pero sabía que estaba haciendo lo correcto aunque parte de esa opresión no desaparecía hasta no ver con sus propios ojos a su amigo Rori sano y salvo en el baile.
Esa había sido otra de las condiciones de Merriweather, anunciar su próxima boda en el baile de esa noche. Que todos supieran que estaban comprometidos. Meli sabía que lo hacía para herir a Callan y para satisfacer su propio ego herido por su rechazo, pero ella tan solo quería atravesar el momento y poder regresar a su hogar para llorar todo lo que aún no había podido. Pero primero lo primero: mantener contento al odioso hombre y que su amigo estuviera sano y salvo.
Con lo que no contó fue con la intempestiva llegada de Callan que, luego de observarla bailar con su prometido, logró arrebatársela a otro de los invitados.
—¿Tan poco fui para ti?
—¿Perdón?
—Todos sabemos que el título del bastardo ese fue comprado. Tiene mucho poder y dinero, pero no es uno de nosotros y jamás lo será. Ni siquiera por contraer matrimonio contigo.
—Callan, por favor, déjame. Tú no entiendes.
—Lo entiendo todo. Me engañaste y también a Rori.
—Callan…
—Nos usaste para darle celos y asegurarte una propuesta matrimonial de parte suya. Y yo creyendo que realmente me amabas y que podíamos tener un futuro juntos. —El dolor en su mirada la estaba matando, pero sabía que decirle la verdad tan solo lo pondría en riesgo.
Fue entonces que vio por el rabillo del ojo a Rori acompañado de un desconocido. Y no se le pasó por alto el brillo de un arma astutamente escondida para que tan solo ella pudiera verla… Apuntaba directo a las costillas de su amigo. Lo odiaba, pero sabía lo que tenía que hacer.
—Tienes razón, Callan. Ese fue siempre mi plan. ¿Por qué quedarme contigo cuando puedo conseguir un mejor partido? Y ambos sabemos que la aristocracia no va a subsistir así eternamente. La industria progresa y avanza, se afianza, y solo aquellos que se unen a ese nuevo movimiento van a sobrevivir. Los títulos, como el tuyo, se van a volver algo obsoleto —soltó a bocajarro. Cada palabra la sentía como un latigazo en su alma—. Ahora si me disculpas, mi prometido desea bailar una nueva pieza conmigo. Hasta luego.
—Hasta nunca…, lady Thompson —masculló Callan entre dientes y la liberó.
El instante en que Meli estuvo al lado de Merriweather, vio cómo el desconocido guardaba el arma y le indicaba a Rori que se marchase del baile por una salida lateral. Su amigo estaba a salvo y así continuaría mientras ella cumpliera con su parte del trato.