Capítulo 4

Escalofríos empecé a sentir, solo de pensar en lo que me haría el más todonte, ¿de dónde venía ese miedo tan repugnante?, ¿por qué no era capaz de dar sosiego a mi alma con un poco de valor, no fue una, sino una centena las veces que me hubiera abofeteado por ello, los dos somos iguales pensaba, niños que en su carrera por ser personas, pasan por esta injusta etapa de pubertad, periodo ineludible tanto como necesario para la transformación de niño a hombre, pero porqué me tenía que pasar a mí, porqué el destino quiso que yo fuera el que sufriera, a veces en mis peores momentos de reflexión, me hubiera gustado ser él, y poder decidir sobre mi destino y no dejarlo en manos de unos adolescentes descerebrados, y así haber podido elegir que hacer yo con sus insignificantes destinos, pero por suerte enseguida volvía la razón a mi mente y desterraba de ella cualquier pensamiento infame que pudiera derivarse de esos aires de grandeza con los que alguna vez soñaba, aunque solo fuera por saber que se siente siendo tú el fuerte y no el que tiene que poner la otra mejilla siempre.

Sin que sirviera de precedente, respire muy hondo, como si fuera la última vez que fuera a respirar, casi me hago daño en los pulmones de la inhalación tan atroz como necesaria que hice, cuando el aire húmedo de la tarde hizo su trabajo en mi cuerpo, sosegando mi alma y oxigenando mi cerebro, noté como, por arte de magia, que mi excesivo miedo se había disipado, veía las cosas de otra manera, y aunque la idea de ¿qué pasaría con Raúl?, aún no la había desechado, si es cierto que la vi desde otra perspectiva, ¿será esto un amago de valentía?, ¿tendré yo dentro en mi mente o en mi alma algún as escondido y no lo sabía?, muy pronto saldría de dudas, en cuanto el camino del más todonte y el mío se volvieran a cruzar.

Con cierto dolor en el hombro y provisto de un cabestrillo que me cubría todo el hombro y parte del brazo, intentaba hacer los deberes de ese día, enfrascado como estaba en mis tareas, no oí sonar el timbre, solo me saco de mi estado de catalepsia la voz de mi padre, al llamarme, Nico, tienes visita, como si de un muelle se tratara, di un respingo y me incorporé, pensando solo por un momento que sería Isabel que al enterarse de mi nueva dolencia, venía a verme, pero nada más lejos de la realidad, cuando acabe de bajar la escalera, vi un chico, que una de dos o iba disfrazado del zorro o lo que tenía en los ojos era dos morados, tardé una milésima de segundo en darme cuenta de la situación, tampoco era necesario ser Sherlock Holmes para adivinar, que con esos dos ojos a la virulé, y el labio roto, era la última víctima del más todonte.

Hola Nico empezó diciendo, hola le contesté, ¿Cómo estás?

Estoy bien, todo lo bien que se puede estar, después de un careo con el dinosaurio, mi risa sonó estrepitosamente........... ¡discúlpame no era mi intención!, es solo que yo le llamo el más todonte, y tú el dinosaurio, ya tenemos una cosa en común, el esbozó una leve, muy leve sonrisa como queriendo agradar, bajo la mirada y dijo: en realidad tenemos más de una, levantó la mirada y al coincidir con la mía, supe a qué se refería, los dos sentíamos en nuestras carnes las airadas acometidas de los retorcidos cerebros de mosquito, de ese grupo, los dos sangrábamos de la misma manera y por la misma causa, y creo que los dos podíamos haber formado un grupo para hacer que el temblor de las rodillas y el ritmo acelerado del corazón hubieran ido al unísono.

Solo quería agradecerte lo que has hecho esta mañana por mí, ya me he enterado al igual que todo el colegio de que has sido tu quien ha avisado a don Anselmo, no sé qué hubiera sido de mí si no hubiera intervenido, con lágrimas apunto de aflorar a sus ojos, me miró y me dijo: No se cómo agradecértelo; No te preocupes le dije, cualquiera lo hubiera hecho; No estés tan seguro me contestó, cualquiera no se expone a lo que se te viene encima a ti, rompió a llorar y esas lagrimas purificadoras que derramaban sus ojos, hacían que mi autoestima subiera y por eso me atreviera a decir, no te preocupes, lo tengo todo controlado, falsa mentira piadosa que me salió de lo más hondo de mi corazón, y que hizo que me sintiera bien, al abrazar a aquel chico que lloraba desconsoladamente por lo que me pudiera pasar, creo que aquel instante de emoción y de cariño, hizo que mi mente madurara y que por un momento me sintiera, el protector que siempre había querido ser, así que me limite a consolarlo y darle ánimos, quien me ha visto y quién me ve, pensé; Si, allí estaba yo, abrazando y consolando a un chico que en realidad era como yo y adolecía de lo mismo, aunque desde ese día yo, sentí que empecé a ser otra persona.

Al rato nos soltamos, no queriendo abusar del momento, ya no éramos unos niños, no dijimos nada, solo nos miramos y vimos el uno en el otro una mirada de complicidad inusual ;hasta entonces, yo no sé qué hacer, dijo, no sé si podré estar a la altura, no te preocupes dije yo, ya se nos ocurrirá algo, pero lo más importante de todo, es que desde este momento ya no estamos solos, nos tenemos el uno al otro, los dos haremos un pacto, seremos hermanos de sangre, ¿te parece?, el me miró atónito y dijo...... ¿de sangre?, eso es le contesté, en ese momento, y como enfervorecido por el momento, apreté mi labio casi a punto de cicatrizar e hice que se abriera por uno de los bordes, con el consiguiente respingo de dolor, el hizo lo propio con el suyo, que al estar más reciente, no le costó casi nada, nos miramos y en silencio nos dimos las manos ensangrentadas, al unirse sentí como la adrenalina viajaba a mil por hora por mis venas, aprovechando ese estado y sin saber muy bien si se repetiría alguna vez dije: Ahora somos hermanos de sangre, lo que le pase a uno le pasará al otro, los sufrimientos de uno serán del otro, y nunca más volveremos a estar solos.

Estábamos solos en el salón, quizás por eso se oyeron tan fuertes las palabras, y por eso se notaron con tanta solemnidad, sea por una o por otra cosa, el pacto estaba hecho y sellado.

No me lo podía creer, no cogía dentro de mí, del gozo, en tan solo una semana, había pasado de ser un alma solitaria y huérfana de euforias derivadas del estado de ánimo, que se limitaba a ver las cosas desde lejos, sin atreverme a hablar con una chica, o tener alguna iniciativa propia, a tener una relación con una chica maravillosa, a tener un hermano de sangre con el que compartir las batallas del poco raciocinio de los malvados, y a tener los suficientes redaños como para templar los nervios y saber lo que quería y como cogerlo.

Nos despedimos con un fuerte y emotivo abrazo, adiós hermano le dije, adiós Nico, es ese momento caí en la cuenta de una cosa muy pero que muy importante, yo no sabía cómo se llamaba aquel chico, lo había visto alguna vez en el colegio pero estábamos en cursos distintos y nunca me había interesado por el hasta hoy, perdóname, es que no...... Sssss, calla no es necesario que digas nada, soy Pedro, pero prefiero que me llames hermano, yo también soy hijo único y hasta ahora no he tenido a quien decírselo, mis ojos se humedecieron de alegría, había encontrado un amigo y un hermano, y todo gracias a nuestros encauzados destinos.

Mi padre que había salido a despedirse de Pedro, lo había escuchado todo, o por lo menos lo último que habíamos dicho, él también tenía los ojos rojos, aunque su hombría, le había impedido soltar una sola lagrima, me sonrió, y me tendió la mano diciendo: No solo estoy orgulloso de ti, si no que me das envidia, ojalá yo fuera la mitad de persona que tú, te haces mayor a pasos agigantados, ya has dejado de ser niño, hoy has madurado y te has convertido en todo un hombre, enhorabuena........ Yo tomé su mano y me quedé callado, no sabía que decir, gracias Papa dije al fin, y entonces noté en su mirada, un halo de respeto hacia mí, aparte de lo orgulloso que estaba, mi padre me respetaba como persona, como ser, como hombre capaz de saber dónde está su camino y elegirlo libremente hasta alcanzar su destino.

Al día siguiente, viernes por fin, el sábado estaba a la vuelta de la esquina, por eso en cada una de ellas me paraba a mirar, por eso y por si estaba el más todonte claro, la mañana transcurrió tranquila, en clase todos me preguntaban que iba a hacer cuando viera a Raúl, estaban todos los chicos del colegio enganchados como si de una telenovela se tratara, preguntando a diestro y siniestro que pasaría, hasta ese momento ni rastro del culpable de mis desvelos, tampoco había visto a Pedro, así que pensé en meterme de lleno en mis tareas escolares y dejar que pasara lo que quedaba de mañana, sin pensar en lo que pueda pasar, si es que pasa.

Cuando sonó el timbre y las horas de clase pasaron a formar parte de la efímera historia de esa mañana, dando paso a un nuevo capítulo de la enrevesada telenovela a la que hacía referencia anteriormente, recogí mis cuadernos, mis lápices, mis apuntes con toda la parsimonia y el saber estar que pude albergar en ese momento, no dando importancia a la cosa, y aunque no sentía ni por un asomo el miedo que otrora me hubiera congestionado las entrañas, si es cierto que tenía cierto desazón y algún atisbo de preocupación por la incertidumbre de lo que pasaría ahora que las cosas habían cambiado dentro de mí, ¿Cómo reaccionaría, que haría, qué pensaría?, esas eran las preguntas que me invadían y que hacían que tuviera ese cierto recelo al que antes hacía referencia.

Cuando salí al exterior un multitud de niños se agolpaban en la puerta de salida, mentes en su mayoría sedientas de pelea, de sangre, o de algo con lo que entretenerse contando durante la semana, siempre que a ellos no les salpicara claro, se agolparon contra mí, casi no ponía los pies en el suelo, me llevaban como en volandas, para hacer que me enfrentara a según ellos mi ineludible destino; Le vi de lejos, fuera de la verja del colegio, estaba toda la fauna junta, el más todonte, el ogro y seis o siete hienas que les acompañaban y que no paraban de esbozar una sonrisa entre nerviosa y sarcástica que hacía que el grupo tuviera ínsulas de temible.

El cabecilla fue el único que no hizo ningún movimiento, los demás incluido el ogro de Manuel hicieron gestos que en la edad media eran casi normales, pero que a principios del siglo XX se me antojaban un poco pasados de moda, aunque el efecto que querían causar, lo causaron, se pasaba el dedo pulgar por el cuello de un lado a otro en señal inequívoca de que me iban a matar, cuanto más lo hacía, más se reían a coro las hienas enfervorecidas por la bravuconería del momento, Raúl tan solo esbozo una cruel sonrisa y se limitó a decir: No te preocupes que hoy no te va a pasar nada, no soy tan tonto como para hacer nada delante de tanta gente, lo dejaremos............. Digamos que para otro día, cuando la sorpresa sea una digna invitada a tan ceremonioso acto, en el que estaremos solamente los justos.

Los demás niños lejos de alegrarse por mí ya que podían ser ellos perfectamente los que estuvieran en mi lugar, lejos de alegrarse como ya digo, se enojaron la mayoría, su sed de sangre no había quedado cubierta y sin entender yo por qué tenemos los seres humanos estas reacciones tan impersonales y desprovistas de humanidad, me encamine hacia mi casa.