No sé cuánto tardé en llegar a casa, pero el caso en que ese día batí todos los records seguro, porque al momento de dejar a Isabel en su casa, estaba entrando en la mía.
Mi padre al verme, suspiró profundamente, como exhalando toda la tensión que había acumulado desde que habló con Samuel, pasé a contarle lo que me había pasado, pero de una manera demasiado efímera, pasando por encima de los hechos como de puntillas, con el único fin de acabar pronto y tener otra vez mí maquina entre las manos.
Él, lo notó al momento y aunque me preguntó por mi actitud, lo único que obtuvo como respuesta, fue una pregunta, ¿Dónde está?, donde está ¿Qué?, dijo, mi maquina Papa mi máquina, al elevar un poco el tono de mi voz, por encima de lo que él estaba acostumbrado, notó en mi estado de ánimo, que quizás estaba más alterado de la cuenta, y no entendía por qué, ¿Dónde la has puesto? Volví a preguntar en un tono intransigente.
Al momento noté en su mirada un toque de desasosiego, el me conocía bien y no entendía que me pasaba, su rostro se tornó compungido y triste, noté como la tristeza invadía su corazón cuando me dijo: En la salita, la trajo Samuel hace un rato; No sé qué cara tenía en ese momento porque en el momento que me dijo dónde estaba inicié la carrera y lo deje con la palabra en la boca, una actitud a la que no estaba acostumbrado y que denotaba que algo raro estaba pasando, algo había cambiado en mí, no parecía el mismo, y eso le preocupaba.
Solo cuando la tuve en mis manos respiré tranquilo, la volví a acariciar buscando el tan deseado tacto que noté en ella cuando la toqué en la buhardilla, una vez descubierto me tranquilice, el pulso se me desaceleró volviendo a su habitual ritmo, y la vena que se erguía en mi frente como un gusano recién comido volvió a su estado normal.
Hice acopio de todas las piezas, las ordené por tamaños, las engrasé, las limpié con sumo cuidado, una a una las cogí en mis manos, las sopesé, calibrando si le servirían a mi máquina, decidiendo si eran o no dignas de ella.
No me había dado cuenta, pero le dije a Isabel que empezaríamos el sábado siguiente, ni siquiera la he esperado pensé, pero eso no me detuvo, no creo que le importe si empiezo dije, engañándome a mí mismo.
Le cogí a mi padre la caja de las herramientas que tenía en la cochera, tome un bocado en la cocina y me dispuse a hacer mi trabajo; Me encerré en mi cuarto con todo lo que necesitaba para lo que iba a hacer, sin ni siquiera sospechar lo que el destino me depararía.
Era una sensación muy rara, la que yo sentía cuando estaba cerca de mi máquina, era como si ella y yo estuviéramos conectados de una forma etérea y no tuviera más remedio que estar cerca de ella, porque cuando no era así, notaba como su recuerdo tiraba de mí, como si me necesitara; ¿Pensáis que estoy loco?, no os culpo, yo también lo he pensado en muchas ocasiones a raíz de encontrarla, pero a lo largo de la lectura descubriréis la verdad.
Como si se tratara de un bonsái que necesitara cariño, una criatura que acabara de nacer y dependiera de ti en toda su totalidad, con ese cuidado con el que las madres curan a sus hijos, me puse manos a la obra.
El ambiente era perfecto, la calefacción central de la casa, permitía que estuviera todo el rato en el suelo, cerca de ella, puse un poco de música, el olor a tinta reseca impregnaba mis pulmones, restos de grasa se adentraban en mis manos, en cada poro, en cada grieta.
Una a una, fui limpiando las teclas, los engranajes, el rotativo, dediqué un buen rato a desmontar todos los elementos que estaban mal, con sumo cuidado; Ella me dedicaba de vez en cuando un pequeño gruñido, en forma de crujido, al extraer alguna pieza, como si le doliera; una locura, sí, lo sé, pero eso me parecía a mí.
Todas las piezas exteriores que de una forma u otra habían estado expuestas a la humedad y al paso del tiempo estaban mal, pero las interiores, las que no habían estado expuestas a las condiciones naturales, adormecidas en el manto del tiempo, permanecían casi impolutas, como si hubieran estado entre algodones para no ser dañadas, así que me resultó más fácil de lo pensé en un principio.
Una vez hube desmontado el carro, sustituí la palanca, que estaba muy corroída y casi a punto de partirse, al coger el rodillo en mis manos para limpiarlo e inspeccionarlo bien, noté algo raro, era como si algo se deslizara dentro de él, ayudado de una llave inglesa, hice girar el borde dentado que mantenía cerrado el interior del rodillo, y cuál fue mi sorpresa, cuando al ponerlo boca abajo, se deslizó desde dentro una nota y un pequeño papel que envolvía algo, me quedé atónito; ¿Qué era lo que mi maquina había mantenido en el interior de sus entrañas durante tanto tiempo?
Lo primero que hice, fue desdoblar la nota de papel y leer lo que decía, cuando lo hube hecho me quedé a cuadros, de golpe comprendí que es lo que me pasaba con mi máquina, y sentí miedo, mucho miedo. Era como si el anterior dueño estuviera poseído por la máquina haciéndolo infeliz de por vida, pero ahora el dueño era yo, y también me estaba pasando.
IRENE, MI AMOR, PERDONAME POR NO HABER SABIDO REACCIONAR A TIEMPO, POR HABERTE HECHO TAN INFELIZ, POR DEJARTE MARCHAR SIENDO TAN IMPORTANTE PARA MI, POR HABER PERMITIDO QUE ESTA MALDITA MAQUINA SE INTERPUSIERA ENTRE LOS DOS, POR QUERER SER QUIEN NO ERA, POR DESPERDICIAR MI VIDA; ANTES DE IRME PARA SIEMPRE, HE QUERIDO DEJARTE LAS DOS UNICAS COSAS QUE REALMENTE SON MÍAS Y QUE NACIERON DE MI, GRACIAS A LOS SENTIMIENTOS QUE TU PROVOCABAS EN MI MENTE, TE DEJO MI OPERA PRIMA, UNA NOVELA INEDITA, QUE NO FUI CAPAZ DE SACAR A LA LUZ, Y QUE TE PUEDE AYUDAR A VIVIR UNOS AÑOS Y UN ANILLO DE COMPROMISO QUE tenía GUARDADO PARA PEDIRTE EN MATRIMONIO, ANTES DE QUE ELLA SE CRUZARA EN MI CAMINO. ESPERO TU PERDON PARA QUE MI ALMA PUEDA DESCANSAR TRANQUILA, TUYO PARA SIEMPRE.
DAVID MARTIN
Quité el envoltorio al anillo y apareció ante mí un haz de luz cegadora, como un brillo mortal que hubiera estado sepultado durante muchos años, queriendo sacar de golpe toda la luz que yacía en su interior, un majestuoso anillo, con un diamante engastado en oro de veinticuatro quilates, toda una maravilla para los ojos del que lo contemplara, la luz que incidía en él, se transformaba al momento en varios haces de luz de color, provocados por el prisma que contenía dentro su corazón, tallado a conciencia por un artesano.
En el interior del anillo había una inscripción: Tuyo para siempre A32 B45, ¿Qué era esto?, ¿a qué hacía referencia?, no lo entiendo ¿Qué significan estos números?
Bajé a toda velocidad la escalera, busque a mi padre desesperadamente, lo encontré en la cocina, languidecía en un extremo de la mesa pensativo, picando algo pero sin saber muy bien qué, con la mirada perdida en el techo, lo saqué de su estado con mi aparición repentina, él, sobresaltado preguntó si me pasaba algo, mi cara debía de estar algo pálida, porque al momento me preguntó si estaba enfermo.
Háblame de David Martin, Papá, necesito que me digas todo lo que sepas, ¿a qué viene esa repentina curiosidad por ese señor?, luego te explico, dime lo que sepas por favor.
Mi padre arrugó el entrecejo, frunció el ceño y comenzó a contarme:
A principios de siglo, los periódicos de la época se hicieron eco de la repentina pero efímera fama de un escritor que escribía bajo el seudónimo de Ignacio B. Samson, escribía por encargo una obra llamada la ciudad de los malditos.
Nadie supo muy bien lo que pasó, pero al parecer, este muchacho que andaba enamorado de una actriz de la época llamada Irene, vendió su alma al diablo, para obtener fama y riqueza y hacer que ella se fijara en él, cosa que hasta ese momento no había hecho, eso es lo que dice la gente, pero yo nunca llegué a creérmelo del todo, después de varios éxitos literarios, se convirtió en el más famoso escritor del momento, hizo una fortuna, sus libros se vendían como rosquillas, no había en el mundo una librería donde no estuvieran sus obras, consiguió todo lo que se propuso, incluido el amor de Irene, pero quedó cegado por la avaricia, cada vez quería más y más, dejando a un lado los sentimientos de los seres queridos y pisoteando a veces los mismos, solo por el hecho de ser único e inimitable.
A la vez que iba creciendo su fortuna, su alma iba menguando, y su salud también, contrajo una enfermedad que por aquellos entonces no tenía aún cura, la gripe, esta, hizo estragos en sus pulmones, ni todo el dinero del mundo lo pudo salvar, dicen que su alma vaga aún por las calles de Barcelona buscando un sitio donde descansar en paz.
Lógicamente eso no es más que supercherías de criadas y cocheros que a falta de telenovelas por aquellos entonces, se alegraban la vida inventando historias.
Dicen también que Irene moría de amor por él y estaba despechada por no poder ser correspondida, tanto que él la amaba al principio, y sin embargo cuando la tuvo, parece como si hubiera olvidado de ella, fue languideciendo, marchitándose, apagándose su estrella, dejó los escenarios por él, luchó desesperadamente por su amor, pero, él, malgastaba la poca vida que le quedaba, encerrado en su mansión, escribiendo, día tras día, noche tras noche, letra tras letra.
Ella que no tenía familia, quedó sola en el mundo, aferrándose a las migajas de amor que le quedaban, dibujadas en algunas fotos y recortes de periódicos que ella había guardado.
Al final contrajo una enfermedad que en aquella época se confundía muy a menudo con la locura; demencia senil, fue ingresada en el manicomio de San lázaro, y allí está desde entonces esperando a su amor, dicen que aún lo espera, todos los días se arregla como si su amante fuera a recogerla en cualquier momento, en fin una lástima hijo mío, una lástima.