Capítulo 8

 

 

 

 

 

CUANDO Elsa bajó a la cocina a las cinco y media de la mañana esperaba estar sola. Sin embargo, no tuvo suerte. Rafe estaba sentado a la mesa, tomando un café y con la cara oculta detrás del periódico. Se detuvo junto a la puerta y pensó en la posibilidad de marcharse para no enfrentarse a él, pero no lo hizo. Era su casa, su cocina, y no tenía por qué escapar. Y menos de Rafe. Nunca había sido cobarde ni había huido de los problemas. Siempre había plantado cara a la dificultad, incluso cuando era una niña.

No obstante, la situación con Rafe era diferente a todo lo que había experimentado, igual que el tener que aceptar que un loco quisiera asesinarla. Se preguntaba por qué tenían que ocurrirle aquellas cosas justo cuando estaba a punto de conseguir todo lo que siempre había soñado.

—¿Vas a entrar o no? —preguntó él, con tono monocorde.

—Creía que no habría nadie despierto. ¿Llevas mucho tiempo aquí?

Rafe apoyó el periódico en la mesa y la miró de pies a cabeza.

—Unos cuarenta y cinco minutos.

—¿Por qué no has encendido la calefacción? Hace un frío espantoso.

—Ahora que estás despierta puedes hacerlo tú —repuso.

—He estado despierta casi toda la noche. Pero sospecho que ya lo sabes.

Rafe asintió.

—Si te hace sentir mejor, he dormido menos de dos horas.

—Eso es más de lo que he dormido yo.

Elsa se acercó a la encimera y se sirvió una taza de café. Cuando se sentó a la mesa, Rafe le señaló el periódico.

—Hay un artículo sobre la reunión de BSM de anoche y sobre ti.

Ella suspiró y bebió un trago de café.

—Es que Buenos Samaritanos se ha convertido en la organización de crecimiento más rápido de Maysville.

—Gracias a ti.

—En parte, sí —reconoció ella—. Ha sido mi creación, pero no sería nada sin el esfuerzo de todo el grupo.

—Hablas como una mujer inteligente y con clase. Nella Southwell estaría orgullosa de ti.

Elsa se tomó el comentario de Rafe como un dudoso cumplido.

—¿Cuál es tu problema? ¿Alguna anciana rica te rompió el triciclo cuando eras pequeño? Explícame a qué se debe tu aversión a la gente con dinero.

Rafe tensó el gesto, y, durante un momento, Elsa creyó que había dicho algo inconveniente. No pretendía herirlo con su comentario, pero de repente temió que hubiera algo en su pasado que justificara su actitud.

—No es necesario que me contestes —añadió—. No es asunto mío.

—Parece que a los dos se nos da muy bien meternos en la vida privada del otro, ¿no te parece?

—Te pido disculpas. No haré más preguntas personales.

—Antes de convertirme en agente de Dundee era policía en Knoxville.

Ella tomó el periódico y fingió un repentino interés por los titulares de la portada.

—No tienes que decirme nada sobre tu…

—Tienes razón. No tengo que decirte nada, pero tal vez deberíamos contarnos quiénes somos, de dónde venimos y por qué somos como somos. Sería una buena forma de aplacar la tensión sexual que hay entre nosotros.

Elsa abrió la boca para refutar que hubiera algo entre ellos, y menos tensión sexual. Sin embargo, al mirar a Rafe comprendió que no tenía sentido negar lo evidente y asintió.

—Está bien. Puede que valga la pena intentarlo.

—Fui un chico muy rebelde. Casi tanto como Troy.

—¿Por qué no me sorprende? —dijo ella, con ironía.

Rafe sonrió.

—Tenía muy malas compañías, problemas con las drogas y volví completamente loca a mi hermana mayor.

—¿Tu hermana mayor?

Rafe se dio cuenta de que a Elsa le había llamado la atención que no dijera nada de sus padres y decidió contarle lo que había pasado con ellos.

—Mis padres murieron en un accidente de coche; mi hermana tuvo que ocuparse de mí, y yo convertí su vida en un infierno —declaró, apenado—. Siempre me sentiré culpable por eso. Daría cualquier cosa para reconciliarme con Sandy, pero por desgracia… —se detuvo y la miró a los ojos—. Mi hermana te habría caído muy bien. Habríais tenido mucho en común.

Elsa comprendió que Sandy debía de haber muerto y lamentó que Rafe no hubiera tenido la posibilidad de enmendar las cosas.

Él carraspeó y trató de sonreír.

—Perdón, me he apartado del tema —añadió—. Roy Dutton, un inspector de la policía de Knoxville, se interesó por mí y me ayudó a darle un nuevo rumbo a mi vida. De no ser por él, habría acabado en la cárcel.

—Ahora entiendo por qué tenías tanto interés por Troy, por qué lo ayudaste aunque no lo conocías —afirmó Elsa, acariciándole una mano—. Eres un buen hombre, Rafe Devlin.

—Se llamaba Kendra Graham, y era abogada en Knoxville. Su familia era de clase media. No era rica, pero vivía bien. Sin embargo, Kendra tenía grandes ambiciones. Trabajaba en la oficina del fiscal de distrito y nos conocimos gracias a un caso. Nos gustamos desde el primer momento, empezamos a salir, nos hicimos amantes y le pedí que se casara conmigo.

Elsa no estaba segura de querer oír nada más sobre Kendra ni sobre las aventuras amorosas de Rafe. Pero la curiosidad pudo más que los celos.

—¿Y qué pasó?

—Digamos que las cosas no eran lo que parecían —afirmó él, evitando mirarla—. Creía que estaba enamorada de mí y que sería feliz casándose con un policía, pero estaba equivocado.

En aquel momento, Elsa comprendió que Rafe se había enamorado de una mujer que lo había dejado por un hombre rico, probablemente un millonario de la alta sociedad. Era lógico que tuviera aprensión por Ellison y Harry.

—Si te hubiera querido de verdad, no le habría importado que no fueras rico. Deberías considerarte afortunado porque te haya dejado por otro. Estás mejor sin ella.

Él la miró con una expresión extraña y después sonrió.

—En eso tienes razón: estoy mejor sin ella. Y dime, ¿preferirías a un rico en lugar de un pobre?

Elsa apartó las manos.

—¿Es una pregunta hipotética?

—Desde luego. Si tuvieras que elegir entre Harry Colburn y yo, ¿con quién te casarías?

—Es una pregunta injusta —protestó.

—¿Por qué es injusta? Has reconocido que tu relación con Harry apenas está empezando, así que estamos en la misma situación…

—No sé qué decir.

—Inténtalo.

—Me casaría con el hombre al que amara.

Rafe la miró con escepticismo.

—¿De verdad? ¿Aunque el hombre al que ames sea pobre y no tenga prestigio social?

Elsa se puso de pie y fue hasta la alacena. Sacó una caja de cereales, volvió a la mesa y dijo:

—Esto es ridículo.

Él se levantó de la silla, rodeó la mesa y se detuvo frente a ella.

—¿Por qué es ridículo?

—Porque si estuviéramos enamorados y me pidieras que me casara contigo, diría que sí. ¿Eso responde a tu pregunta?

—¿Y si Harry también te pidiese que te casaras con él?

—Si estuviera enamorada de ti, ¿por qué me iba a casarme con Harry? —replicó ella—. Esto es ridículo y lo sabes. Me estás provocando de nuevo, torturándome porque crees que soy como tu ex novia. Pero no soy así. Tú eres el que tiene problemas, no yo —arrojó la caja de cereales sobre la mesa con tanta fuerza que parte del contenido cayó al suelo—. No sigas tratando de enredarme en tu telaraña. Sé que te gustaría acostarte conmigo, pero nada más. Me encuentras interesante, porque soy distinta. Los hombres reconocéis a una virgen a kilómetros de distancia, ¿verdad? No creas que no sé lo que pasaría. Seríamos amantes hasta que termines tu trabajo, y después te marcharías sin mirar atrás.

—Elsa, creo que…

—Si lo que quieres tener conmigo es una aventura, olvídalo —lo interrumpió ella, elevando el tono de voz—. Quiero mucho más que eso. Quiero un compromiso. Algo que a ti te aterra. También quiero un anillo de matrimonio, una casa, una familia y un compañero con el que envejecer. Sí, quiero seguridad. Quiero un hombre que esté a mi lado. Y si tenemos hijos, quiero que seamos buenos padres. Buenos ciudadanos. Socialmente aceptables. ¡No quiero que mis hijos se avergüencen de mí!

Mientras Rafe la miraba boquiabierto, Troy entró en la cocina con cara de dormido y bostezando.

—¿Se puede saber qué pasa? Os he oído discutir desde mi habitación.

Elsa se quería morir. Se había dejado llevar por las emociones y había despotricado como una tonta. Decidida a corregir su error, enderezó los hombros, levantó la cara y miró a los dos hombres, que la observaban con desconcierto.

—No pasa nada. Rafe y yo sólo estábamos resolviendo unas diferencias, ¿no es cierto, Rafe?

—¿Cómo? Ah, sí. Sí, sólo estábamos intercambiando opiniones.

—Debían de ser diferencias graves, porque estabas gritando como una loca. No te había visto así desde la última vez que metí la pata —dijo Troy—. Y tú Rafe, ¿qué le has hecho? No es tan fácil sacarla de sus casillas.

—¿Que no es fácil? —preguntó él, tratando de contener la risa.

—Por lo general, no.

—Tal vez consigo sacar lo peor de ella.

—No —afirmó el joven—, sólo es tensión sexual.

—¡Troy! —exclamó Elsa, horrorizada.

—No te enfades. Cualquiera se da cuenta de que la electricidad que hay entre vosotros podría iluminar toda la ciudad.

A Rafe se le escapó una carcajada, y Elsa lo miró con visible malestar.

—Subiré a ducharme y a vestirme —dijo—. Mientras tanto, podéis divertiros a mi costa cuanto queráis. Pero en cuanto vuelva, quiero que actuemos como si nada de esto hubiera pasado. ¿Entendido?

—Perfectamente —declaró Troy.

—Ya me he olvidado —aseguró Rafe.

—Es impresionante lo mucho que os parecéis.

—Tengo la sensación de que eso no ha sido un elogio —bromeó Rafe.

Elsa gruñó, dio media vuelta y salió tan deprisa como pudo.

 

 

Frank se despertó con la sensación de que había muerto y estaba en el Cielo. No podía recordar cuándo había sido la última vez que había disfrutado tanto con una mujer. Leenie era el paraíso. Era hermosa, sensual y atrevida, y no tenía inhibiciones. Aunque habían hecho el amor tres veces, estaba excitado de nuevo y ansioso por deleitarse con ella. Alargó un brazo para tocarla y descubrió que la cama estaba vacía. Se preguntaba dónde estaría la mujer de sus sueños.

Entonces oyó la ducha. Apartó las sábanas y salió de la cama, dispuesto a tener una sesión de sexo bajo el agua. Pero antes de que pudiera llegar al cuarto de baño, su móvil empezó a sonar. Recordó que había dejado la chaqueta en la silla del comedor y cruzó la casa completamente desnudo.

—¿Diga?

—¿Dónde estás, Frank? —le preguntó Kate—. ¿Sabes qué hora es?

—No tengo la menor idea.

—Son casi las ocho de la mañana. Ya estoy en la WJMM. Daisy nos ha enviado un fax con información actualizada. Creo que deberíamos analizarla antes de que lleguen Elsa y Rafe.

—Creo que voy a retrasarme un poco. ¿Por qué no vas adelantando…?

—¿Dónde estás?

Frank oyó que Leenie entraba en el comedor. Se dio la vuelta y, al verla de pie junto a la puerta, desnuda y con el cabello húmedo, tragó saliva.

—En el paraíso, Kate. Te aseguro que estoy en el paraíso.

—Bueno, despídete del ángel que te acompaña y vuelve a la tierra lo antes posible.

—Te veré en una hora.

Sin esperar a que Kate contestara, Frank apagó el móvil y se lo guardó en el bolsillo de la chaqueta. Leenie sonrió sensualmente. Él se acercó, la levantó en brazos y la llevó al dormitorio.

 

 

Cuando Elsa bajó las escaleras, vestida y con las emociones bajo control, encontró a Rafe esperándola en el salón.

—¿Y Troy? —preguntó.

—Se ha tomado el café a toda prisa y se ha marchado —contestó Rafe—. Me ha pedido que te diga que esta noche tiene una fiesta, que se va a quedar a dormir en casa de un amigo y que no volverá hasta mañana por la noche.

—¿Ha dicho qué amigo? ¿Ha dejado un teléfono?

Rafe negó con la cabeza. Elsa frunció el ceño.

—Dale un respiro. Tiene veinte años, no doce.

—Tiene veinte años y un pasado lleno de problemas. Drogas, alcohol y varias noches en la cárcel.

—Tienes que confiar en él, Elsa. Está recomponiendo su vida…

—No voy a discutir contigo. Pero no olvides que Troy es mi hermano, mi responsabilidad. No la tuya.

En aquel momento llamaron a la puerta. Elsa se puso en tensión.

—Yo abriré —afirmó él.

Elsa abrió su bolso para comprobar que tenía todo lo que necesitaba: las llaves, el móvil y la cartera. Siempre que cambiaba de bolso comprobaba que no le faltara nada.

Rafe regresó con un enorme ramo de flores.

—Hay una tarjeta —dijo—. No la he abierto, pero el instinto me dice que es un regalo de tu querido Harry.

—Son preciosas. Ponlas en la mesa que hay junto a la ventana, por favor.

—De acuerdo.

Cuando Rafe pasó delante de ella, Elsa tomó la tarjeta y se inclinó hacia delante para oler las flores.

—Huelen maravillosamente.

Él gruñó y siguió caminando.

Elsa abrió la tarjeta y la leyó en voz alta.

—Espero ansioso nuestra cita de esta noche. Harry.

—¿Sólo «Harry»? ¿No «Con cariño, Harry»?

Antes de que Elsa pudiera contestar sonó el teléfono, y él se apresuró a atender.

—¿Diga? Sí, está aquí. Un momento, por favor.

Rafe cubrió el auricular con la mano y susurró:

—Es una mujer apellidada Hutchins. Dice que es del centro Bauer. ¿No es ahí donde está tu hermana?

Elsa le quitó el teléfono de la mano.

—Hola, soy Elsa. ¿Qué ocurre?

—Siento molestarte —dijo la mujer—, pero creo que deberías saber…

—¿Milly está bien?

—Sí.

Elsa suspiró aliviada.

—¿Qué ha pasado?

—Milly ha recibido un extraño regalo. Tal vez me pase al preocuparme, pero el repartidor de la floristería ha traído una corona con una tarjeta dirigida a la señorita Milly Leone.

—¿Una corona? ¿Qué tipo de corona?

—Una corona mortuoria, con una cinta que dice: «Descansa en paz».

—¡Dios mío!

Rafe le puso una mano en el hombro.

—¿Qué pasa? —preguntó, preocupado.

—Por favor, no dejes a Milly sola ni un segundo —le dijo Elsa a la mujer—. Voy para allá. Y no permitas que nadie se le acerque.

—Elsa, me estás asustando. ¿Qué es todo esto?

—Por favor, haz lo que te pido. Estaré allí tan pronto como pueda.

Elsa colgó el auricular y se volvió hacia Rafe.

—Alguien le ha enviado a Milly una corona de flores con una cinta que dice «Descansa en paz» —le explicó—. Sabes lo que eso significa, ¿verdad? Significa que Milly está en peligro.

Él la tomó de los hombros.

—Cálmate. Vamos a Menphis inmediatamente. Conduce tú; así podré hacer unas llamadas por el camino. Y la primera será a la policía de Menphis, para que envíe a alguien al centro Bauer de inmediato.

—Oh, Rafe, nunca pensé que esto pudiera pasar. ¿Qué clase de monstruo es capaz de amenazar a una retrasada mental?

Él la abrazó con ternura.

—Todo se arreglará. Te prometo que nadie le hará daño a Milly. Pediré que envíen a un agente de Dundee para que cuide de ella. No te preocupes, yo me ocuparé de todo.