ELSA pudo oír a Harry tras ella. Sus pasos crujían en el hielo que se había empezado a formar en las destartaladas aceras. Le dolían los pulmones por el esfuerzo y por el frío, pero no dejó de correr y por supuesto no se detuvo para mirar atrás. Por desgracia, se encontraba en la peor zona del barrio, en un lugar donde casi todos los edificios estaban abandonados u ocupados por un tipo de gente que naturalmente no estaría dispuesta a ayudarla.
Estaba sola y no podía contar con nadie, así que pensó que necesitaba dos cosas: un arma y un lugar donde ocultarse. Harry era mucho más fuerte que ella, pero si perdía la pistola, tal vez tuviera alguna opción. En aquel momento, su máxima esperanza era que no se atreviera a matarla allí mismo ante la posibilidad de que los viera alguien. Con toda seguridad, la seguiría hasta dejarla sin opciones y sólo después, cuando se sintiera a salvo, la asesinaría.
Por desgracia tampoco podía llamar a nadie. Su teléfono móvil se había perdido, junto con el resto de sus posesiones, en el incendio de su casa.
—¡Elsa! —gritó Harry—. Nadie te va a ayudar. Te perderás. No conoces Honey Town, pero yo sí. No encontrarás ningún sitio donde puedas ocultarte de mí.
Elsa no le prestó oídos, y por supuesto, tampoco dejó de correr. Había empezado a nevar con fuerza y el cielo estaba totalmente cubierto, de modo que la oscuridad la protegía a pesar de que sólo era media tarde. Pero Harry tenía razón. No conocía bien la localidad y eso era una gran desventaja.
Avanzó hacia un edificio de apartamentos y empujó la puerta del portal, que se abrió inmediatamente. Aliviada, pensó que alguien la oiría y que dejaría que utilizara su teléfono; pero nadie la abrió y ni siquiera se dignaron a dirigirle la palabra.
Estaba a punto de volver por donde había entrado cuando vio que Harry la seguía al interior del edificio. Desesperada, corrió en dirección contraria.
—¡Ayúdenme, por favor! ¡Que alguien me ayude!
La fortuna se apiadó de ella y enseguida se encontró ante la puerta trasera del edificio, que también estaba abierta y que daba a un callejón lleno de escombros y basuras. Segundos después, oyó la voz de Harry:
—¿Por qué haces que sea más difícil de lo necesario?
Elsa siguió huyendo en dirección hacia lo que esperaba que fuera Sycamore Avenue. Si no recordaba mal, allí había una tienda de comestibles y una cafetería. Pero no sabía dónde ni a qué distancia se encontraba.
—No hagas nada estúpido, Devlin —dijo Fleming con voz rota—. Si me disparas, los agentes te matarán.
—Me arriesgaré. Encontrar a Elsa es lo más importante para mí. ¿Pero qué me dices de ti? ¿Estás dispuesto a arriesgar tu vida por esto?
—Dinos lo que necesitamos saber y tal vez no sean tan duros contigo más tarde —intervino Frank.
El comentario de Frank llamó la atención de los dos jóvenes agentes, quienes parecían tan confundidos como nerviosos por la situación.
Por fin, Fleming se decidió a hablar. Temblaba de los pies a la cabeza.
—Juro que no quería hacerlo, pero no he tenido otra opción. Es un canalla y sé que hablaba en serio cuando me amenazó con arruinar la vida de mi hijo Anthony. Dijo que tenía pruebas de que es un traficante de drogas y que se aseguraría de que volviera a engancharse otra vez.
—¿Dónde está Elsa? —preguntó Rafe, hundiéndole la pistola en el estómago.
—No lo sé, juro que no lo sé. Supongo que Cassie y ella consiguieron escapar de algún modo, que él disparó a Cassie por la espalda y que sigue a Elsa ahora. Hasta puede que ya la haya alcanzado.
—¿Quién? ¿Quién ha matado a Cassie y a Ellison Mays?
—Harry Colburn —respondió, rendido.
—¡Maldita sea! —exclamó Rafe.
—Es un verdadero cerdo —dijo Fleming—. Utiliza a la gente para obtener lo que quiere. Amenazó con matar a Ellison para que Cassie no tuviera más remedio que llamar a Elsa. Dios mío, si consigue matarla, nunca me lo perdonaré…
Frank decidió solucionar la situación de una vez. Se dirigió a los agentes y dijo:
—Creo que ya habéis oído lo suficiente como para saber que vuestro jefe ha cometido un delito, así que sugiero que uno de vosotros se lo lleve detenido y que otro nos ayude a Devlin y a mí a encontrar a la señorita Leone.
El más alto de los dos, un agente afroamericano en cuya placa se leía K.Wilkins, fue el primero en reaccionar.
—Jody, ¿por qué no te llevas al jefe a comisaría mientras yo ayudo a estos tipos?
El otro agente asintió, sacó las esposas y dio un paso vacilante hacia Fleming. Rafe se apartó, pero no dejó de apuntar al jefe de policía; además, introdujo una mano en su chaqueta y le quitó el móvil.
—Necesito tu teléfono, Fleming.
Sin esperar más tiempo, añadió:
—Será mejor que nos dividamos. Iremos por direcciones diferentes para cubrir más territorio.
—Sólo somos tres, pero sospecho que Elsa no se ha dirigido al sur, porque habría ido hacia la parte posterior de la casa —dijo Frank.
—En tal caso, no está tan mal. Tres hombres para tres direcciones —observó Rafe—. Vámonos. No tenemos tiempo que perder.
—Tú das las órdenes.
—Wilkins irá hacia el este y tú hacia el oeste. Memoricemos nuestros números de teléfono para que podamos localizarnos si alguien encuentra a Elsa. Ah, y antes de que os marchéis, llamad a comisaría y pedid ayuda.
Frank asintió y Rafe se marchó poco después. Todavía no era de noche, pero el cielo estaba tan cubierto que apenas podía ver.
—Te prometo que te encontraré, Elsa. Te lo prometo.
Al cabo de unos minutos, llegó a Sycamore Avenue.
El suelo estaba tan congelado que Elsa resbaló al llegar a la esquina y cayó al suelo. Se levantó tan rápidamente como pudo y vio que Harry se dirigía hacia ella y que la apuntaba con la pistola. Enseguida, oyó un nuevo disparo y la bala impactó en la puerta que ella estaba intentando abrir.
No sabía adónde daba; tal vez, a otra casa abandonada. Pero eso daba igual. Logró abrirla, y acababa de entrar cuando otra bala se incrustó en la madera.
Mientras avanzaba por Sycamore Avenue, Rafe oyó un sonido muy familiar; casi había sido imperceptible, pero reconoció el ruido ahogado que procedía de algún lugar situado a su derecha: era un disparo realizado con una pistola con silenciador.
Echó un vistazo a su alrededor y entre la nieve, que no dejaba de caer, y vio a un hombre a escasos metros que se encontraba de espaldas a él.
—¡Colburn!
Harry corrió hacia la entrada de un edificio. Rafe disparó, pero falló por escasos milímetros.
Elsa oyó el disparo y supo que no procedía de la pistola de Harry; había sonado demasiado fuerte para ser de un arma con silenciador. Sin embargo, no sabía lo que podía estar pasando. Cabía la posibilidad de que alguien estuviera disparando a Harry y también de que otro delincuente se le hubiera unido para ayudarlo a matarla.
Fue de habitación en habitación, buscando una salida. Por fin, llegó a la cocina y vio una puerta que parecía una buena vía de escape. Pero, por desgracia, estaba cerrada por fuera.
Ahora estaba atrapada, y por si fuera poco, sabía que Harry ya había entrado en la casa. Presa del pánico, miró a su alrededor en busca de algo que pudiera servirle como arma; y entonces vio un tablón bastante largo.
Lo tomó, se situó junto a la puerta que daba al resto de las habitaciones y esperó. Su corazón latía a toda velocidad, pero aferraba la tabla con firmeza. Sin embargo, no pudo oír los pasos de Harry. Parecía que se lo había tragado la tierra.
—¡Colburn! —gritó alguien—. Todo ha terminado para ti.
Era Rafe. Se sintió tan aliviada que quiso llamarlo, pero prefirió no hacerlo, por cautela.
—Llegas demasiado tarde, Devlin. Ya la he matado. Si no lo crees, ven tú mismo a comprobarlo.
—Estás mintiendo, Colburn.
—Eso sólo lo sabrás si vienes.
Rafe no se dejó engañar. Sabía que Elsa se encontraba viva en algún lugar de la casa, así que sólo tenía que eliminar a Colburn antes de que él pudiera matar a Elsa.
Agachándose, se acercó a las grietas de una de las paredes y se asomó a una de las salas. Colburn estaba allí. Sólo podía distinguir su sombra; sin embargo, eso era suficiente para disparar y lo hizo. La bala le dio en el hombro y el tipo gritó, pero huyó antes de que pudiera alcanzarlo.
Rafe no podía quedarse allí, esperando. Tenía que encontrarlo a toda costa. La sala sólo tenía dos puertas más, así que intentó adivinar cuál habría tomado. La de la izquierda estaba cerrada. La de la derecha, ligeramente entreabierta, como si alguien la hubiera utilizado recientemente; pero no podía saber si había sido Colburn o la propia Elsa.
Se decidió por la puerta de la derecha. Y cuando oyó el sonido de un percutor a su espalda, supo que se había equivocado.
Elsa salió de la cocina por una puerta lateral que daba a un pequeño pasillo entre el cuarto de baño y un dormitorio. Tenía intención de dar un rodeo de algún modo para localizar a Rafe, decirle que se encontraba bien e intentar capturar a Harry entre los dos.
Todavía llevaba el tablón. Siguió avanzando en la oscuridad y al cabo de unos segundos oyó una voz:
—Estás muerto, Devlin.
Elsa supo lo que iba a pasar y corrió hacia el lugar del que procedía la voz. Pero entró en la sala en el mismo instante en que Harry disparaba su arma.
—¡Rafe!
—Está muerto.
Harry Colburn se volvió hacia ella y la apuntó con la pistola.
—Está muerto y ahora es tu turno —continuó él.
Elsa miró hacia el lugar donde debía de encontrarse el cuerpo de Rafe y cerró los ojos.
Después, sonó otro disparo.
Sin embargo, no le habían disparado a ella. Y cuando volvió a abrir los ojos, vio que Harry estaba tendido en el suelo. Rafe estaba a su lado, con una mancha de sangre en el pecho.
Corrió hacia él y preguntó:
—¿Es grave?
—Me temo que sí.
—Oh, Rafe, Rafe…
—Eh, no te derrumbes ahora. Saca el teléfono de mi bolsillo y llama a Frank. Dile dónde estamos y que envíe una ambulancia de inmediato.
Rafe le dio el número que había memorizado y Elsa obedeció. Después, se inclinó sobre él para comprobar la herida; le abrió la camisa y vio que la bala había estado a punto de darle en el corazón.
—Escúchame, Rafe Devlin. No te atrevas a morirte a hora. Tengo planes para ti, grandes planes…
Rafe tosió y escupió sangre por la boca.
—¿Qué tipo de planes?
—Planes matrimoniales. Ya sabes, con niños y nietos y todas esas cosas.
—Entonces, será mejor que no me muera…
—¡Por favor!
Con Harry Colburn muerto, Van Fleming entre rejas y todo Maysville asombrado, Elsa hizo los preparativos para abandonar la pequeña localidad de Mississippi que había llegado a ser su hogar. Rafe y ella habían acordado que intentarían empezar de nuevo en otra parte, lejos de la pesadilla de Harry Colburn, así que decidieron dejar sus respectivos empleos y marcharse a Knoxville, la ciudad natal de él. Por mucho que le gustaran Maysville, su trabajo en la WJMM y sus amigos, su futuro no estaba allí; estaba con Rafe Devlin.
Estaba decidida a marcharse en cuanto Grace Tyree encontrara a alguien que pudiera reemplazarla. En cuanto a Rafe, ya había renunciado a su empleo y estaba contemplando la posibilidad de intentar recuperar su antiguo empleo de detective.
Mientras tanto, Troy y ella compartían una suite de hotel con Rafe. Cuando Elsa le preguntó cómo podía permitirse el lujo de pagar semejante alojamiento durante varios meses, él rió y dijo que estaba echando mano de sus ahorros.
—¿Crees que Troy querrá venir con nosotros? —quiso saber Rafe.
Estaban sentados juntos en el sofá. El pecho de Rafe estaba desnudo, salvo por las vendas que cubrían su herida. Había pasado una semana entera en el hospital y le habían dado de alta dos días atrás.
—Supongo que depende de Alyssa. Si se enfrenta a su padre, Troy se quedará aquí. Pero si accede a las demandas de Alden, Troy vendrá con nosotros.
—Aunque se quede aquí, Knoxville no está tan lejos.
—Sí, pero tú y yo nos hemos quedado sin trabajo y vamos a estar una buena temporada sin dinero. Tal vez debería decirle a Milly que viva con nosotros, por lo menos temporalmente.
—Estaba pensando que debería hacerlo de forma permanente, y opino lo mismo sobre Troy, si él quiere. En cuanto a Sherrie y Chris… creo que podría encontrarles empleos en Knoxville o en los alrededores.
Elsa lo miró, asombrada.
—Me confundes. ¿Cómo pretendes…?
Rafe hizo caso omiso y siguió hablando:
—En cuanto a lo que dices sobre nuestra supuesta falta de empleo, eso no es técnicamente cierto.
—¿Cómo?
—Tengo una gran influencia en la WKNB de Knoxville y estoy seguro de que puedo conseguirte el puesto de directora, si es que quieres trabajar cuando nos casemos.
—¿Quién diablos eres tú? ¿Se puede saber qué has hecho con mi prometido Rafe Devlin?
Rafe rió.
—Me temo que hay unas cuantas cosas de mí que no te he contado.
—Como por ejemplo…
—¿Recuerdas el paquete que le pedí a Kate que enviara antes de que regresara a Atlanta?
—¿El que estaba sobre el escritorio?
—En efecto. Está sobre ese mueble, así que levántate y ábrelo.
Elsa se levantó, cruzó la habitación, tomó el paquete y volvió al sofá.
—¿No vas a proponerme antes que me case contigo?
—Tú ya me lo has propuesto a mí, ¿recuerdas?
Elsa abrió el paquete y sacó una cajita pequeña. Las manos le temblaban porque sólo podía ser una cosa. Y en efecto, contenía un impresionante anillo de diamantes, absolutamente perfecto.
No sabía cómo era posible que Rafe hubiera encontrado el dinero para comprar algo tan caro.
—Por si lo dudas, te aseguro que es de verdad —dijo él.
—¿Pero cómo…?
Rafe le quitó el anillo y se lo puso en el dedo anular.
—Si querías casarte con un hombre rico, creo que has tenido suerte. ¿Qué te parece hacerlo con un hombre que tiene seiscientos millones?
—¿Seiscientos millones?
—Sí, millón más o millón menos.
—Rafe Devlin…. ¿me estás diciendo que eres multimillonario?
—Me temo que sí.
—¿Pero cómo es posible? No creo que hayas ganado todo ese dinero en tus trabajos. Además, me dijiste que fuiste un chico como Troy, bastante problemático.
—Y es verdad, pero los chicos ricos también se meten en líos. En cuanto a mis trabajos, los hacía porque me gustan; nunca he querido ser un empresario ni un hombre de negocios. Eso se lo dejo a los que adoran el mundo de las corporaciones.
—¿Quiere eso decir que puedo tener todo lo que desee? —preguntó Elsa, apretándose contra él con cuidado de no hacerle daño.
—Pide lo que quieras y es tuyo.
Elsa lo besó en los labios.
—Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Eso es todo.
Rafe estaba a punto de besarla a su vez, con más apasionamiento, cuando la puerta se abrió y apareció Troy.
—Voy a quedarme en Maysville de momento —declaró—. Alyssa le ha dicho a su padre que debe aceptar lo nuestro o que nos marcharemos de aquí, así que Alden se ha echado para atrás y nos dejará salir juntos.
—Eso es maravilloso, Troy —dijo Elsa—. Aunque me gustaría que vinieras con nosotros.
—Lo haremos tan pronto como terminemos los estudios. Y cuando terminemos y consigamos dos empleos, nos casaremos.
—Parece que lo tenéis todo pensado…
—Sí, es verdad. ¿Y qué hay de vosotros? ¿Cuándo será el gran día?
Rafe pasó un brazo por encima de los hombros de Elsa y la atrajo hacia sí.
—En cuanto tu hermana organice la boda más grande, cara y extravagante del año.
—Sí, claro —rió Troy.
—Lo dice en serio —puntualizó Elsa.
—¿Y eso? —preguntó Troy, frunciendo el ceño.
—¿Es que no te había contado que tu futuro cuñado es multimillonario?
—¿Bromeas?
—No, no está bromeando —dijo Rafe—. Soy multimillonario.
—¡Vaya! Caramba, hermanita… no sólo has conseguido cazar al mejor tipo de los alrededores, sino también al rico que siempre deseaste.
—Bueno, eso era lo que deseaba antes. Ahora sé que sólo quiero estar con Rafe, con dinero o sin dinero. Me casaría con él aunque no tuviera un mísero céntimo porque nuestro amor es mucho más importante que todo lo demás.
—El año pasado, en Saint Camille, supe que era tu hombre —dijo Troy, volviéndose hacia Rafe—. En cuanto a ti, supongo que sabes que te llevas a la mejor mujer, ¿verdad? Te aseguro que estaré cerca para recordarte que eres un canalla con suerte.
Rafe rió.
—No creo que necesite que me lo recuerden. He estado a punto de perderla y me he dado cuenta de lo mucho que significa para mí. Voy a pasar el resto de mi vida a su lado, dedicándome en cuerpo y alma a hacerla feliz.
—Ámame siempre —dijo Elsa— y siempre seré feliz.