JILL, la hija de seis años de Rafe y Elsa, avanzó por el pasillo central de la iglesia arrojando pétalos de rosa al paso de la novia. Cuando comenzó a sonar la Marcha Nupcial, todos se levantaron para homenajear a Alyssa, que parecía un ángel con su vestido blanco.
Alden acompañó orgullosamente a su hija y la llevó hacia el novio. La pareja había seguido los planes que habían hecho siete años atrás y no sólo habían terminado sus estudios sino que ella estaba a punto de doctorarse y él se encontraba en la facultad de Derecho.
Como madrina, Elsa se situó al frente, cerca de su esposo, que hacía las veces de padrino; su hijo de cuatro años, Jordan, se encontraba a un par de metros de Rafe. Sherrie y Chris llevaban cinco años viviendo y trabajando en Knoxville y estaban esperando su primer bebé, tras años de creer que no conseguirían tenerlo. Milly vivía con Rafe, Elsa y su acompañante a tiempo completo, así que el hogar de los Devlin, una mansión de mil doscientos metros cuadrados, parecía un circo.
Rafe trabajaba como detective y ella era jefa de la WKNB, la emisora que pertenecía a Devlin Inc. Pero al margen de unos cuantos lujos como el acompañante de Milly, la enorme casa, el Jaguar de Elsa y los extravagantes regalos que se hacían por Navidad y en los cumpleaños, los Devlin llevaban una vida bastante normal.
Mientras el cura iniciaba la ceremonia, Rafe y Elsa se miraron, recordaron su propia boda y repitieron en silencio los votos que había intercambiado siete años antes.
Rafe había hecho realidad los sueños de Elsa, pero no por ser millonario, sino porque la amaba. Hacía mucho tiempo que ella había aprendido que el amor era el único y verdadero tesoro de la vida.