Capítulo 1

 

 

 

 

 

ESTOY bien —afirmó Elsa, mientras se sentaba en el sillón de su despacho—. No quiero ir al hospital, sólo estoy un poco aturdida. Eso es todo.

Troy estaba arrodillado frente a ella, mirándole las rodillas enrojecidas.

—Al menos ve al cuarto de baño a quitarte las medias y desinfectarte las heridas.

A pesar de la situación, Elsa sonrió.

—Nunca pensé que llegaría a ver el día en que trataras de cuidarme. Y debo reconocer que suenas casi maternal.

Troy soltó una carcajada.

—Muy graciosa. Te advierto que si me dejas hacer de hermano protector tendrás que hacerme caso —declaró, con tono solemne—. Y si vas a gritarme, puedes hacerlo mientras el jefe Fleming y sus chicos estén fuera, interrogando a todo el mundo y estudiando la escena del crimen…

Elsa notó la inquietud que había en la expresión de su hermano y se preguntó que habría ocurrido.

—Dime qué has hecho, Troy.

Antes de que el joven pudiera contestar, la doctora Lurleen Patton entró corriendo en el despacho con una taza en la mano.

—Te he traído una infusión.

Lurleen le dio la taza a Elsa y suspiró exageradamente al verle las rodillas. Nadie habría podido adivinar que era psiquiatra. No sólo no había nada académico ni presuntuoso en ella, sino que, con sus treinta y ocho años, la locutora del programa de medianoche parecía una supermodelo. Era alta, delgada y elegante, y tenía una larga cabellera de color rubio rojizo y unos enormes ojos azules. Lo tenía todo: belleza, inteligencia y personalidad.

—Gracias —dijo Elsa, bebiendo un trago—. Troy, dime qué has hecho.

—He llamado a Grace Tyree y le he dicho lo que ha pasado.

Ella dejó la taza en la mesa y lo miró con irritación.

—¿Por qué has…?

—Porque además de ser tu jefa y amiga es la dueña de WJMM. Tiene que saber que el asunto ha ido más allá de las cartas y las amenazas telefónicas —declaró, tomándola de los hombros—. ¡Reacciona, hermanita! Esta noche han tratado de asesinarte. Creo que es motivo más que suficiente para llamar a Grace.

Elsa asintió, y Troy la soltó y se puso de pie.

—Troy tiene razón, Elsa —afirmó Lurleen—. La situación se está descontrolando. Es obvio que las amenazas son serias, pero no sabes quién está detrás de esto. La policía no puede hacer mucho. Lo que necesitas es un guardaespaldas a tiempo completo, y Grace tiene la obligación de contratar a uno para que te proteja. Después de todo, ella te autorizó a poner todos los recursos de la WJMM al servicio de los Buenos Samaritanos de Maysville.

—Sé que los dos tenéis razón, pero…

Elsa odiaba admitir que necesitaba ayuda y que el problema la sobrepasaba. No estaba acostumbrada a buscar apoyo en los demás. Toda su vida había sido la persona fuerte que cuidaba de todos. La esencia de Elsa Leone estaba compuesta por su férreo sentido de la responsabilidad y su monumental orgullo. Había perdido a sus padres de pequeña y había aprendido a arreglárselas sola. Se resistía a necesitar a alguien, porque no quería ser vulnerable, y se negaba a tener expectativas para evitar posibles desilusiones.

—Jed Tyree iba a llamar a su antiguo jefe —explicó Troy—. Grace dice que a partir de mañana tendrás a un agente de Dundee a tu disposición.

—¿Qué es un agente de Dundee? —preguntó Leenie.

—Un guardaespaldas —replicó Elsa.

Leenie abrió los ojos desmesuradamente.

—¡Qué envidia! Vas a tener a tu disposición a un tipo como un armario. Eso hace que casi valga la pena que hayan estado a punto de asesinarte…

—¡Cállate, Leenie! —se puso de pie y respiró profundamente—. Lo siento. No quería gritarte, pero te aseguro que a veces pareces una adolescente alocada en vez de una psiquiatra prestigiosa.

—Por si no lo sabes, que sea una mujer inteligente no impide que me gusten los hombres.

Lurleen hizo lo imposible para no sonreír, pero no pudo contener la necesidad de guiñarle un ojo a Troy. El joven tuvo que carraspear para contener la risa. Elsa los observó con detenimiento durante varios segundos.

—Para tu información, los hombres no me disgustan.

—Es cierto, no te disgustan —repitió Lurleen, con ironía—. Sólo los echas a patadas en cuanto se te acercan. Algún día, cuando reconozcas tu problema, deberíamos hablar sobre por qué desconfías de los hombres y por qué no les das la más mínima posibilidad de acercarse a ti.

—Dudo que éste sea el momento adecuado para tratar mis traumas.

Acto seguido, Elsa corrió al cuarto de baño y cerró la puerta con un golpe. Mientras se quitaba los zapatos y las medias desgarradas, trató de ordenar sus pensamientos. En primer lugar, tenía que asumir que aquella noche habían tratado de asesinarla. No le había dado importancia a la primera amenaza telefónica, porque había supuesto que se trataba de una broma. Después de la segunda llamada y de la carta que le decía que dejara como estaban las cosas de Honey Town, había tratado de descubrir a quién podía molestar que se pretendiera acabar con la delincuencia en la zona más peligrosa de Maysville. Aunque aún no tenía un nombre, sospechaba que quien quisiera detener el trabajo de BSM era alguien que podía perder un gran negocio si se echaba a los traficantes, los ladrones y los proxenetas de Honey Town. La única forma de averiguar la verdad consistía en indagar entre los ciudadanos.

Elsa arrojó las medias rotas a la papelera, humedeció unas toallas de papel y se limpió las rodillas. Cuando levantó la vista y se miró en el espejo tuvo la impresión de que se había maquillado tanto para la fundación de BSM que parecía un payaso. Sin dudarlo, agarró otra toalla y se quitó el colorete, el pintalabios y la sombra de ojos. Se sentía mejor con la cara lavada; sólo le quedaba quitarse el vestido para dejar de sentirse disfrazada.

Como pasaba muchas horas en la estación tenía varias mudas de ropa. La radio y la cadena de televisión eran su devoción y, desde que Grace la había puesto a cargo de Sheffield Media Inc., trabajaba a destajo para mejorar la programación. En los casi nueve meses que llevaba en el puesto, el índice de audiencia había subido, cada vez había más anunciantes, los ingresos habían aumentado, y hasta la vieja guardia de la ciudad se deshacía en elogios, gracias a que Elsa se había involucrado con BSM.

Mientras se quitaba el vestido para ponerse unos vaqueros y un jersey, reflexionó sobre cuál sería la mejor manera de resolver la situación con la policía y tranquilizar a Grace. En cuanto terminó de calzarse los mocasines salió del cuarto de baño, fue al escritorio y levantó el auricular del teléfono sin prestar atención a su hermano ni a su amiga. Cuando Troy le preguntó a quién llamaba, no le contestó.

—Residencia de los Tyree —dijo una voz masculina al otro lado de la línea.

—Hola, Nolan. Soy Elsa Leone. ¿Puedo hablar con Grace?

—Ahora mismo la llamo, Elsa. Espero que estés bien.

—No te preocupes, Nolan, estoy perfectamente. Te agradezco el interés.

Elsa aprovechó que Nolan había ido a buscar a Grace para explicarles a Leenie y a Troy lo que había decidido.

—Voy a decirle a Grace que envíe a un agente de Dundee como guardaespaldas y a otros dos para que nos ayuden a investigar quién tiene motivos para querer que BSM no se entrometa en sus asuntos.

—Me parece muy inteligente por tu parte —aseguró Troy—. No puedes detener a ese tipo si no sabes quién es.

—Observo que los agentes de Dundee tienen talentos múltiples —bromeó Lurleen—. Guardaespaldas, investigadores…

—¿Sabes lo que necesitas, Leenie? —dijo Elsa—. Un novio nuevo. ¿Cuánto ha pasado desde que te separaste de Pete? ¿Cinco meses?

—Seis, pero Pete y yo nunca tuvimos una relación seria. De todas maneras, tienes razón. Si tuviera un hombre en mi vida, no estaría fantaseando con tus viriles y apuestos guardaespaldas. Lo que necesito es acostarme con un hombre. Pronto.

—¡Leenie! —la reprendió Elsa, mirando a Troy por el rabillo del ojo.

—¡No seas ridícula! Tu hermano pequeño sabe mucho más de sexo que tú.

Elsa agachó la cabeza para ocultar el rubor.

—No me interesa hablar de la experiencia sexual de mi hermano ni de la mía.

—A mí tampoco, pero ya que me has aconsejado que me busque un novio, permite que te aconseje que aceptes salir con algún hombre.

—Ya que lo mencionas —dijo Elsa, con una sonrisa de oreja a oreja—, tengo una cita el viernes por la noche.

—¿Y quién es el afortunado?

—Harry Colburn.

Lurleen se quedó boquiabierta.

—Veo que cuando te decides a hacer algo lo haces a lo grande —manifestó—. Harry Colburn, un sueño de hombre. Pero será mejor que te andes con cuidado, he oído que es de los que saben conseguir lo que quieren…

—Te prometo que si trata de forzar a mi hermana, yo mismo me encargaré…

Elsa oyó la voz de Grace al otro lado de la línea y les pidió que se callaran.

—¿Elsa?

—Grace, lamento molestarte, pero…

—¿De verdad estás bien? —preguntó Grace, con sincera preocupación—. Troy ha dicho que no estabas herida, sólo aterrada. Jed ha llamado a Sawyer McNamara, su antiguo jefe en la agencia Dundee, y se ha comprometido a enviar a Rafe Devlin a Maysville, porque Jed ha insistido en que es el hombre perfecto para este trabajo. Por una parte, tú lo conoces; y por otra, Rafe ha trabajado varios años de inspector en la policía de Knoxville. Es la persona adecuada para dirigir a un equipo que te proteja e investigue quién te ha amenazado.

Elsa no se podía creer que el marido de Grace hubiera insistido en que Rafe Devlin se hiciera cargo del trabajo. Se obligó a no ponerse nerviosa. Estaba convencida de que el hecho de que no fuera capaz de olvidar el fugaz encuentro que había tenido con Rafe en Louisiana no significaba nada. Además, que le hubiera salvado la vida el año anterior cuando ella intentaba sacar a Troy de sus problemas no quería decir que Rafe fuera su príncipe azul. Y tampoco debía darle mayor importancia a lo increíblemente atractivo que le parecía, ni a la sensualidad que le despertaba su mera presencia.

Tenía una cita con Harry Colburn el viernes por la noche y debía concentrarse en ello. Harry era atractivo, sofisticado y rico. Por lo demás, no representaba un peligro para ella, porque no le aceleraba el corazón ni le erizaba la piel. No podía negar que Rafe también era muy guapo, pero no tenía punto de comparación con Harry. No era sofisticado ni rico, y lo más importante, la estremecía como nadie. Tanto que ni siquiera se atrevía a pensar en lo que podía pasarle si la besaba.

—¿Sigues ahí, Elsa? —preguntó Grace.

—Sí, y me alegro de que te hayas adelantado. Precisamente he llamado para pedirte que no sólo contrataras a agentes de Dundee para que me protejan, sino también para que investiguen lo ocurrido. No me van a amedrentar, y no voy a permitir que nadie se interponga en el trabajo que BSM está haciendo en Honey Town. Sólo tenemos que descubrir quién quiere detenernos.

—Sawyer ha puesto a todo su equipo a mi disposición —informó Grace—. Mañana volarán a Maysville. Te llamaré para avisarte cuando sepa a qué hora llegan.

—De acuerdo. Y gracias.

—Por cierto, he hablado con el jefe de policía y le he dicho que quiero que te proporcione protección policial hasta que lleguen los agentes de Dundee. Me ha asegurado que te mantendrían a salvo. Parece que te has convertido en alguien vital para la policía de Maysville.

—Te prometo que haré lo imposible para que esto no afecte negativamente a WJMM.

—Creo que sería positivo que le contaras al público lo que está pasando y por qué…

—¿Quieres que utilice las amenazas como publicidad?

—No como artimaña publicitaria —puntualizó Grace—. Creo que los ciudadanos de Maysville tienen derecho a conocer los hechos, y lo que te está ocurriendo es algo de interés público. Créeme, Elsa, si no confiara en que los agentes de Dundee podrán protegerte, te recomendaría que salieras de la ciudad inmediatamente.

—No lo harías, porque sabes que no me iría. Estoy en esta lucha hasta el final.

—Lo sé. Siempre das lo mejor de ti y acabas lo que empiezas. Ése es el principal motivo por el que te he puesto al frente de WJMM. Sin embargo, quiero que me mantengas al tanto de todo lo que ocurre y que sepas que si en algún momento sientes que no puedes seguir con esto, lo entenderé.

En cuanto terminó la conversación, Elsa se volvió hacia Troy y Leenie.

—Ya está resuelto. La policía nos protegerá esta noche, y a partir de mañana se encargarán los de Dundee.

—¿Sabes si va a venir Rafe Devlin? —preguntó su hermano.

—Sí. De hecho, Jed ha pedido que venga.

—¿Quién es Rafe Devlin? —quiso saber Lurleen.

—Es un tipo genial —afirmó Troy—. El año pasado le salvó la vida a Elsa y la ayudó a salvarme a mí. Será agradable volver a verlo, ¿no te parece, Elsa?

—Sí, supongo que…

—Ése es un hombre para ti —interrumpió el joven—. Un tipo de verdad, no un galancete esnob como Harry Colburn.

—Harry no es así —protestó ella.

—¿Has tenido una relación personal con el tal Rafe? —preguntó Lurleen.

—No es asunto tuyo. Pero no, no he tenido nada con él.

Troy sonrió.

—Aunque puedo asegurar que él quería tener algo contigo.

—No tenía interés personal por mí. Hacía su trabajo. Eso es todo —miró a Lurleen—. No quiero que andes por ahí propagando rumores sobre mi supuesta relación con Rafe. ¿Está claro?

—Como el agua —replicó la psiquiatra.

Elsa no quería que nadie pensara que entre Rafe y ella había algo más que una relación profesional. A fin de cuentas, era la verdad. El año anterior les había salvado la vida, porque era parte de su trabajo como agente de Dundee. Y cuando llegara a Maysville al día siguiente iría para ser su guardaespaldas, para formar parte del equipo que Grace había contratado para protegerla y ayudarla a descubrir quién estaba detrás de las amenazas.

Y si al verlo volvía a sentir mariposas en el estómago, encontraría la manera de no hacer caso a la sensación.

 

 

—Cree que he intentado matarla —dijo el hombre—. Es lo que querías, ¿verdad?

—Sí. Esta vez sólo quería advertirle…

—Avísame cuando quieras que termine el trabajo. He dejado la camioneta que usé anoche en las afueras de la ciudad. No hay forma de que la encuentren. Llámame si me necesitas antes de que vuelva de Menphis. Mantendré el móvil encendido todo el tiempo.

—No te necesitaré. No pretendo apresurar las cosas con ella. Necesita tiempo para asumir lo que pasó anoche. Aun así, no dejaré de presionarla con las amenazas. Si consigo mantenerla preocupada, no tendrá mucho tiempo para alentar a los de BSM.

—Sé que no es asunto mío, pero si esa mujer es un problema, ¿por qué no te deshaces de ella de una vez?

Él se había hecho la misma pregunta muchas veces durante las últimas semanas. Lo cierto era que la encontraba muy atractiva e intrigante, y que no dejaba de fantasear con la posibilidad de ser su amante.

—Digamos que tengo mis motivos.

—De acuerdo. Como te he dicho, no es asunto mío.

Después de colgar el teléfono, apagó la luz y salió de la habitación. Era la medianoche. Al día siguiente llamaría a Elsa para preguntarle cómo estaba y tal vez iría a verla. Necesitaba que supiera que podía contar con él, que era alguien en quien podía confiar.

 

 

Rafe maldijo entre dientes mientras subía al avión privado de la agencia. Lo molestaba que Sawyer lo hubiera sacado de su cómodo trabajo en Las Vegas. Vic Noble y él estaban protegiendo a un multimillonario que se pasaba el día jugando al póquer. Como se repartían la tarea en turnos de seis horas, disponían de tiempo libre para descansar o pasear por la ciudad.

Sawyer ni siquiera se había molestado en llamarlo; se había limitado a pedirle a su secretaria que le comunicara que tenía una misión en Maysville. Pero lo único que sabía Rafe de su nuevo trabajo era que Jed Tyree había pedido que fuera él, y que Frank y Kate formarían parte del equipo.

El avión de la agencia era muy moderno y contaba con equipo de última generación, pero a Rafe no le llamaba la atención. Poca gente sabía que pertenecía a una acaudalada familia de Knoxville. Sus padres habían muerto en un accidente de tráfico cuando tenía catorce años y, a partir de entonces, Rafe se había convertido en un adolescente problemático. Había quedado al cuidado de su hermana mayor, pero entre la adicción a las drogas y las malas compañías, había convertido su vida y la de Cassandra en un infierno.

Nadie en la agencia conocía con detalle la historia de Rafe, salvo Sawyer y Sam Dundee. Para los otros agentes, era un policía de Knoxville que se había retirado anticipadamente.

—Bienvenido a bordo —dijo Kate—. ¿Quieres un café?

Rafe aceptó encantado y se acomodó en un sillón del avión. Su compañera sirvió las dos tazas y se sentó frente a él.

—Frank está en la cabina, con el piloto —lo informó—. Enseguida viene.

Él asintió. Katherine Malone era una mujer hermosa. Rubia, delgada, atractiva y con estilo. Rafe no la conocía mucho, pero lo que conocía de ella le gustaba. Era muy amiga de Lucie Evans, otra agente de Dundee, y Rafe confiaba plenamente en el criterio de Lucie. Si ella confiaba en Kate, Kate era de fiar.

—No sé cuánto te ha dicho Daisy…

—No mucho —respondió él, mientras bebía el café.

—Esta misión es especial, porque es un favor para Jed Tyree.

—Sí, Daisy me lo ha comentado.

—¿Recuerdas a Elsa Leone, la ayudante de Grace?

Rafe se preguntó si alguien sería capaz de olvidar a la tímida, bella y protectora Elsa, que había arriesgado la vida para ayudar a su hermano.

—Por supuesto que la recuerdo. ¿Por qué?

—Tu misión es ser su guardaespaldas —explicó Kate—. Frank y yo seremos tus refuerzos y nos ocuparemos de la investigación.

Rafe terminó el café y dejó la taza en la mesita.

—¿Y por qué necesita un guardaespaldas?

—Alguien trató de asesinarla anoche.

A Rafe se le hizo un nudo en el estómago. No podía soportar la idea de que Elsa hubiera estado a punto de morir. En cuanto estuviera con ella se aseguraría de mantenerla a salvo.

—¿No imaginan quién puede haber sido? —preguntó.

Rafe pensó que, fuera quien fuera, tendría que vérselas con él.

Kate negó con la cabeza.

—Elsa dirige las emisoras de radio y televisión de WJMM en Maysville, a una hora de Menphis. En los ocho meses y medio que lleva trabajando allí, los índices de audiencia han crecido de un modo impresionante. Se ha involucrado mucho en una guerra contra el delito en una zona de la ciudad conocida como Honey Town. En realidad, ella es quien ha empezado. Al parecer, el barrio está infestado de traficantes, ladrones y proxenetas.

Rafe podía imaginar la situación con absoluta claridad. Había mucho dinero en juego, y si, como temía, la mafia Dixie estaba implicada, la vida de Elsa corría un grave peligro.

—¿Cuántas advertencias recibió antes de que intentaran asesinarla?

—Varias —afirmó Kate—. Llamadas telefónicas. Cartas. Pero anoche alguien trató de atropellarla con una camioneta en el aparcamiento de la WJMM. Logró escapar de milagro.

Rafe frunció el ceño y maldijo por lo bajo. Al ver la curiosidad con que lo miraba su compañera, sonrió tratando de ocultar su malestar.

—¿Lo sabe Jed? —preguntó ella.

—¿A qué te refieres?

—A lo que sientes por Elsa.

—No sé de qué hablas. Apenas la conozco. Creo que, como mucho, nos habremos visto tres veces mientras estábamos trabajando con Jed en Saint Camille el año pasado.

—A mí me parece que tres encuentros son suficientes para tener una idea sobre alguien.

—Estás loca si crees que…

—Creo que tu vida personal no es asunto mío —declaró Kate.

—Elsa Leone no forma parte de mi vida personal. Apenas la recuerdo.

—Cuanto más protestas, más me convenzo de que la tal Elsa se te ha metido en la piel.

—Te equivocas. Además, no quiero seguir hablando del tema —tomó las carpetas que su compañera había dejado en la mesa—. Será mejor que revise los antecedentes durante el viaje.

—Hay mucha información sobre Elsa en esos informes. Incluida su historia personal.

Rafe le dirigió una mirada reprobatoria, pero antes de que pudiera pensar cómo responder al último comentario, Frank Latimer salió de la cabina y se unió a ellos.

—Aterrizaremos en Mississippi en veinte minutos —dijo—. ¿Le has dicho quién es nuestro cliente?

Kate asintió. Frank se sentó junto a ella y miró a Rafe con detenimiento.

—Me imagino que no te habrá hecho gracia que te priven de la comodidad de Las Vegas, pero supongo que Jed sabía que querrías ocuparte personalmente de esta misión, que querrías encargarte de cuidar de Elsa Leone.

Kate soltó una carcajada, y Rafe le lanzó otra mirada fulminante.

Aquella misión iba a ser un infierno, por más de un motivo.