LA CIUDAD Y SU ENTORNO

LOS HECHOS RELATADOS TUVIERON SU ESCENARIO: calles, edificios, monumentos, rincones… También fueron protagonistas aquel día no tan lejano. Vamos a hablar ahora de ellos, porque tienen más historias que contar, algunas verdaderamente interesantes. Así conoceremos mejor las peripecias de esta extraordinaria ciudad a lo largo del tiempo. Seguiremos la numeración del plano anterior.

1 ALCALÁ

HOY DÍA la calle empieza en la Puerta del Sol, y se diluye bruscamente en la rotonda de la plaza Eisenhower junto al barrio de Ciudad Pegaso, lo que la convierte en la vía más larga de Madrid, con sus aproximadamente once kilómetros desde el punto que se considera el «cero» a partir del que nacen todas las radiales de España.

No sólo es la más larga, sino una de las principales arterias que se dirigen al noroeste y, realmente su prolongación ha ido determinando la propia historia de Madrid. Cuando la ciudad terminaba en la Puerta del Sol, más allá, en dirección a Alcalá de Henares y por tanto hacia Guadalajara, Aragón y Cataluña, partía un camino carretero que transcurría entre olivares.

 

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Aspecto actual del arranque de la calle de Alcalá.

 

Debemos mucho a los olivos. Sin ellos nuestra civilización no hubiera podido desarrollarse aquí. Además determinaron y lo siguen haciendo usos y costumbres muy concretos, y entre ellos influyeron siempre en la toponimia. Porque esta calle se llamó así, de Los Olivares, a la que acudía la gente a refrescarse en los desaparecidos Caños de Alcalá.

Fue la reina católica, doña Isabel de Castilla, quien mandó talar el bosque para evitar que fuera escondite para los bandidos que asaltaban a los caminantes que iban a Alcalá de Henares. Así que cambió su nombre. Con ello desapareció también el Humilladero de San Hermenegildo, donde se rendía culto a San Miguel, y en cuyos alrededores sucedían todo tipo de tropelías a manos de facinerosos, en concreto robos y asesinatos.

La importancia de la antigua Compluto (Alcalá) fue determinante en el desarrollo urbanístico de esta calle, que pronto fue dotada de palacios, iglesias, conventos, jardines y edificios primorosos. Su llegada al arroyo de Valnegral (hoy canalización subterránea), que regaba el prado que luego se transformó en el paseo del mismo nombre, no significó su fin. Continuó extendiéndose hacia el parque de El Retiro, en cuya entrada Carlos III situó la famosa puerta hecha por Sabatini, cuyas piedras conservan aún algunos desperfectos causados por diferentes conflictos, entre ellos el que nos ha ocupado aquí y el que protagonizaron los «Cien Mil Hijos de San Luis» cuando los liberales pusieron en peligro a Fernando VII. Al duque de Angulema se le fue la mano un tanto.

Pero antes de seguir debemos recordar algunos edificios que fueron protagonistas hace doscientos años, como la casa de la Aduana, en los primeros números de la calle, obra de Sabatini. Hoy pertenece al Ministerio de Hacienda. Muy cerca Carlos IV situó el Depósito Hidrográfico, encargado de custodiar los trabajos de Jorge Juan o Antonio Ulloa en diferentes expediciones marítimas, aparte de multitud de documentos relacionados con los viajes o la naturaleza, sobre todo cartografías destinadas a la navegación. Aquí había una fonda llamada de La Cruz de Malta. Hoy día, con añadidos y reparaciones pertenece al Ministerio de Educación y Ciencia.

Santa Teresa fundó los Carmelitas Descalzos en el convento de San Hermenegildo. Hoy es la parroquia de San José y su imagen más sagrada es la de la Virgen del Carmen, una de las que más devoción tuvieron en Madrid, obra del francés Roberto Michel. La capilla de la Santa fue iniciativa de aquel Rodrigo Calderón que subió tan orgulloso a la horca ante el estupor de sus verdugos. Fue de sa mortizado por Mendizábal, con lo que sólo podemos ver hoy la iglesia que, según las crónicas, fue ocupada por las tropas francesas hace doscientos años. La parte del convento tuvo una vida un tanto azarosa. Tras servir para dirigir al ejército, fue el teatro Apolo y después el actual Banco de Vizcaya.

También estaba por entonces la casa de las Monjas Vallecas que luego fueron trasladadas, y el convento de la Concepción Real de Comendadoras de la Orden de Calatrava, las Calatravas, que habían venido desde Almonacid de Zorita. Hoy sólo queda la iglesia. Hubo también una hospedería regentada por Cartujos, con una imagen de San Bruno que hoy puede verse en la Academia de San Fernando.

 

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Casino de Madrid y Real Academia de Bellas Artes.

 

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Convento de Las Calatravas.

 

Hubo más lugares donde se aposentaron los oficiales franceses, como el convento de las Carmelitas Recoletas, a quien llamaban las Baronesas, puesto que había sido fundado por Beatriz de Silveira en 1650. Fue derribado en 1836.

Donde hoy está el Banco de España, había una iglesia también ocupada, la de San Fermín de los Navarros, en la Plaza de la Cibeles, donde también está el palacio que construyeron los duques de Alba en 1769, sobre las «casas de Buenavista». Aquí vivió la amiga de Goya, la duquesa de Alba, María Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, mujer extraordinariamente «desprendida». Como había muerto en 1802, no pudo ver lo que pasó el 2 de mayo, cuando ya había sido ocupado por Godoy como regalo del Ayuntamiento, de quien se sospechaba que había tenido que ver algo con la muerte de su predecesora. El Príncipe de la Paz le dio uso militar, como Parque de Artillería y Museo. Hoy es el Cuartel General del Ejército de Tierra.

Al otro lado están los actuales Palacio de Telecomunicaciones, hoy Ayuntamiento de Madrid, y el célebre Palacio de Linares, por sus supuestos fenómenos paranormales.

 

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Arriba: la Cibeles en contraste con el Palacio de Linares.

 

Hemos hecho en este trabajo diversas menciones a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada por Felipe V en 1744 (aunque su actual nombre lo tiene desde 1873). Pues bien, está en la calle Alcalá, en el número 13. Su historia es larga desde que fuera situada aquí por Carlos III sustituyendo al Gabinete de Historia Natural. El edificio es obra de Churriguera, por encargo del ilustrado don Francisco Miguel de Goyeneche, conde de Saceda y marqués de Belzunce. Fue restaurado por Villanueva y es Monumento Nacional. Es de suponer que bajo su sombra sucedieron cosas terribles durante el levantamiento, cuando la calle acababa en la Puerta que lleva su nombre, donde está una de las entradas principales del Parque del Retiro.

También hubo una plaza de toros que luego fue trasladada a las Ventas del Espíritu Santo. En ella tuvo lugar el intento de atentado contra Fernando VII por parte de Richard y Gutiérrez en el año 1818. Les condenó a muerte, cosa propia de la época. No fue éste el único magnicidio que se perpetró en esta calle. En 1847 La Riva disparó contra el carruaje de Isabel II.

Terminamos recordando que el tramo entre Cibeles y la Puerta de Alcalá fue el Pósito de la Villa, donde se distribuía el grano.

 

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Derecha: la Parroquia de San José, con la Virgen del Carmen.

 

2 ARANJUEZ (Ver portadilla página 30)

ESTA VILLA DEL SUR DE MADRID, regada por el río Tajo, tiene gran importancia en la génesis de los hechos, y realmente, si nos damos cuenta, el motín de marzo es mucho más significativo que el levantamiento de Madrid por su gravedad. No olvidemos que el pueblo hizo abdicar a un rey y casi termina con su primer ministro. Allí quedó claro el caos que estaba viviendo la península Ibérica en ese momento y quizá hay que situar allí el nacimiento, o al menos la gestación de lo que sería la nación española durante el siglo XIX. También hay que señalar la poca importancia que dio Napoleón a aquellos hechos, que trató de utilizar a su favor, pero que terminaron actuando en su contra.

En lo que tiene que ver con nuestro paseo por lugares especiales, debemos resaltar el carácter admirable de esta población ribereña. Como sucede con todos los núcleos urbanos de estas características, su origen es insondable. Testigos son los numerosos útiles líticos que han aparecido en sus orillas, destinados a la caza y al tratamiento de la comida. Pero también restos cerámicos abundantes y sepulturas. Los visigodos transformarían algunos asentamientos, como el de Oreja, desde cuyo castillo se vigilaba bien toda la vega, lugar de paso donde abundaba la caza.

En tiempos de Alfonso VII, 1118, sabemos que existían diversas alquerías, como Aranz. Atraídos por la riqueza agrícola, la caza y la pesca, los santiaguistas llegaron a estas tierras en tiempos de Alfonso VIII, y el primer maestre fue Rodrigo Fernández de Fuente Encalada, aunque fue el comendador Pedro García de Orella quien le dio nombre. Hoy día, tanto la fortificación como el poblado son sólo sombras fantasmales de su pasado. Sin embargo la cruz de Santiago está en el escudo de Aranjuez, que fue considerada siempre zona de recreo, la Mesa Maestral de Santiago. Fue un maestre, Lorenzo Suárez de Figueroa quien crea un edificio cercano al actual Palacio Real, y que será quien atraiga a este lugar a los reyes y a su corte en busca fundamentalmente de diversión y descanso.

 

 

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Fuente de Venus. Jardines de Aranjuez.

 

Fernando el Católico fue nombrado maestre vitalicio de la Orden, con lo que creció la importancia de aquellos bosques abundantes en aves acuáticas, en especial en la llamada Isla de la Reina. En el siglo XVI se realizan varias obras hidráulicas y poco después Carlos I la adquiere como administración real (también fue Gran Maestre). Se crea entonces el Real Bosque y la Casa, ampliándose notablemente en época de Felipe II, que le otorga la consideración de Real Sitio. Se levantó entonces un nuevo palacio bajo la vigilancia de su arquitecto Juan Bautista de Toledo, a quien siguió el aposentador real Juan de Herrera. Éste encargó la dirección de las obras a Juan de Minjares. La afición mal disimulada del rey prudente por los logros de los alquimistas convirtió esta vega en un jardín botánico donde se cultivaron las especies que luego fueron llevadas a la Casa de las Aguas del Monasterio de El Escorial para que trabajaran destiladores y espagiristas.

El clima, la feracidad y belleza de lugar, determinaron un fenomenal desarrollo durante el siglo XVIII, siendo lugar preferido por Fernando VI y Bárbara de Braganza, quienes tuvieron que restaurar el palacio tras un incendio, proyecto de Bonavía. Carlos III permitió que se introdujeran ideas vanguardistas para su época en el diseño y dotación de los jardines. Y Carlos IV pasó allí sus mejores…, y sus peores momentos, como sabemos.

Pero lo más importante aquí, sin duda, es que es el lugar mágico donde se plasmaron una serie de conceptos esotéricos e iniciáticos con el soporte físico de los jardines. Un libro publicado en 1499, El Sueño de Polifilo (Hypnerotomachia Poliphili), fue el inspirador de un modo de hacer muy particular. Influyó poderosamente en diseñadores como Sabatini, arquitectos, jardineros, escultores y pintores, creando el gusto estético ilustrado, que mezcla lo sagrado con lo profano y mítico a partes iguales. En Aranjuez hay nereidas; están Hércules y Anteo; Ceres; bustos de emperadores romanos, reyes y otros personajes históricos y fabulosos; Apolo…, Venus, que contrastan con las pinturas religiosas abundantes en el interior del palacio. En definitiva, una búsqueda interior a través de lo exterior, no tan pagana como se cree.

 

3 ATOCHA

LA POPULAR PLAZA, sobre todo por la presencia de una de las dos estaciones de ferrocarril más importantes de la capital, tenía entonces una tosca puerta de ladrillo de tres vanos, por donde los madrileños iban a tres lugares sagrados. Desapareció para siempre en 1851.

No hay consenso sobre el origen de este nombre. Hay dos hipótesis. La más imaginativa sitúa el origen en una deformación fonética de Antioquía, supuesto que la imagen sagrada de la Virgen hubiese venido de aquella región. Siguiendo este rastro, habría sido tallada por el mismo San Lucas, ayudado por Nicodemo. Pero esto supondría grandes dotes de anticipación por parte del evangelista, puesto que siguió modelos posteriores o, lo que sería más sorprendente, inspirado por figuras paganas muy antiguas, puesto que es una Virgen que podemos encuadrar dentro de las «negras». Pero ya se sabe, los milagros son eso: milagros.

 

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El observatorio de El Retiro, sobre el antiguo cerro de San Blas, sobre
la zona de Atocha, un lugar importante de Madrid.

 

La otra tiene una leyenda más probable, que nos lleva a los tiempos de la conquista de Mayrit (arabización de matrice –agua madre–) por Ramiro II. Un caballero, llamado Gracián Ramírez, de Rivas de Jarama, iba con las tropas, y fue quien la encontró dentro de un atochar o espartal, planta común en esta zona de la meseta castellana. Habría este hombre dado muerte a su mujer y a sus hijas para que no fuesen mancilladas por los enemigos. Una vez terminada la batalla volvió a por la imagen, y allí encontró a su familia resucitada milagrosamente. Este hecho fue cantado por diversos autores, entre ellos Lope de Vega. También se dice que la ermita, que habría estado en Santiago el Verde, junto al Manzanares, fue trasladada por Gracián a su emplazamiento. Existe un documento que habla de la devoción que san Ildefonso tuvo por la imagen, lo que la sitúa en el siglo VII. Históricamente la ermita primitiva existía en tiempos de la ocupación musulmana, y una prevención para consentir su presencia y culto. Como se ve, todo anda muy liado, porque además la talla tiene aspecto bizantino decadente.

Sea como sea, en la Edad Media ya había un culto a esta Virgen de tal importancia que cuando llegó el Renacimiento, Carlos V consintió que García de Loaysa, el inquisidor, y Juan Juárez Hurtado de Mendoza, su confesor, defendieran que una comunidad de dominicos procedentes de Talavera se encargara del santuario. Adriano VI mostró su acuerdo con una bula. Los franceses contemplaron convertir el santuario en cuartel en abril de 1808, aunque el 13 de agosto al parecer, el general Pedro González Llamas entró allí para agradecer la victoria de Bailén. El 5 de diciembre, con motivo de la capitulación en Chamartín, la imagen hubo de ser trasladada a las Descalzas Reales, porque el santuario fue ocupado definitivamente por los soldados de Napoleón. Quizá por esto cuando volvió Fernando VII, fue el primer lugar donde quiso que se simbolizara su regreso ofreciendo la Gran Cruz de Carlos III.

Hubo otros dos lugares santos cercanos, uno la ermita del Cristo de la Oliva, más o menos donde está hoy el Museo Antropológico; y la de San Blas, en el cerro del mismo nombre donde el Retiro acaba en cuesta sobre la calle Poeta Esteban Villegas.

4 PUERTA DE BILBAO

LA ACTUAL GLORIETA DE BILBAO fue límite de la ciudad cuando allí estaban los pozos de la nieve y fue el solar del convento real de la Paciencia de Cristo.

Fue fundado este edificio religioso por Felipe IV y su esposa Isabel en 1639. Nueve años antes hubo un proceso contra unos judíos falsos conversos que vivían en la calle de las Infantas. Dice la leyenda que tenían en la puerta un Cristo y que se reunían para torturarle en una «fiesta de los azotes», ceremonia que, por supuesto, celebraban en secreto. Quiso la casualidad que fuera vista por uno de los hijos, quien lo contó a su maestro. Y éste fue a contárselo inmediatamente a la Inquisición.

Jorge Cuaresma, Miguel Rodríguez, Fernán Váez, Leonor Rodríguez, Isabel Núñez Alonso y Beatriz Núñez fueron quemados en un auto de fe en la Plaza Mayor, el 4 de julio de 1632. Las casas «mancilladas» fueron demolidas, y para resantificar el lugar, se alzó el convento citado, que fue de religiosos capuchinos con la advocación que conocemos.

Allí estaba el 2 de mayo, porque su desamortización y desa parición tuvo lugar a partir de 1836. Por tanto, aunque no tengamos referencias claras, debió tener su importancia ese día.

 

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Zona de la Puerta de Bilbao en el plano de Teixeira. Vemos el final de la calle Fuencarral, donde comenzaba el camino de este pueblo, y los pozos de la nieve.

 

5 IGLESIA DEL BUEN SUCESO

IMPORTANTE LUGAR DE REFUGIO y luego de represión de los madrileños, estaba a la sazón en la Puerta del Sol.

Hay confusión sobre cuando se construyó. Unos dicen que fue Juan II en 1438, con motivo de una peste; otros que fueron los Reyes Católicos en 1489 en Baza, con la categoría de hospital itinerante de corte. Carlos I lo emplazó en la Puerta del Sol con el beneplácito de Clemente VII en 1529 mediante una bula. A partir de entonces fue Hospital Real para sus asistentes.

La imagen de la Virgen del Buen Suceso fue encontrada en medio de una tormenta en el obispado de Tortosa por dos hombres, Gabriel de Fontanet y Guillermo Martínez, quienes observaron unos «resplandores» en las rocas donde se habían refugiado. Allí estaba, dentro de una tosca hornacina. Fue llevada al Hospital y situada en una capilla, pero los parroquianos presionaron para que estuviera en el altar mayor, acompañada de un hermoso retablo.

Fue lugar muy visitado por numerosos madrileños, en concreto el gremio de plateros tuvo allí su congregación.

Con la reforma de la Puerta del Sol de 1854, todo fue derribado y reconstruido en la calle de la Princesa, donde duró hasta 1975 para ser sustituido por un edificio de estilo modernista.

 

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Reconstrucción ideal del Hospital del Buen Suceso, frente a la fuente de la Mariblanca.

 

6 SAN BERNARDO Y LOS VOLUNTARIOS DEL ESTADO

FUE LA CALLE ANCHA, su nombre popular que la diferenciaba de la Angosta (Aduana). Pero antes se llamó de Convalecientes, por el hospital que en tiempos de Felipe II fundó Bernardino de Obregón. Hasta que la construcción del monasterio de Santa Ana de los Bernardos la cambió de nombre (aunque conservó el anterior durante muchos años).

Esquina a la calle de la Luna, estuvo preso don Rodrigo Calderón, Marqués de Sieteiglesias, hasta que fue ajusticiado en el año 1621, tras sufrir la persecución de don Gaspar de Guzmán y Pimetel, Duque de Olivares. Se le acusó de corrupción durante el reinado de Felipe III, y de haber envenenado a la reina Margarita. Popularmente se le recuerda por una frase famosa: «Tienes más orgullo que don Rodrigo en la horca», alusiva a la dignidad con la que accedió al cadalso, con gran molestia de sus acusadores que se sintieron ofendidos por su actitud.

En la casa donde estuvo el Noviciado de los jesuitas, tumba de la modelo de Goya, Cayetana de Silva, duquesa de Alba, se instaló la Universidad Central. Antes había estado en las Salesas Nuevas, entre las calles que hoy se llaman Daoíz y Divino Pastor. Éste convento fue fundado en 1798 por María Luisa Centurión y Velasco, marquesa viuda de Villena y Estepa. De corte neoclásico, exhibe en su fachada a San Francisco de Sales y la cofundadora de la orden Santa Juana Fremiot.

A pesar de que José Bonaparte derribo el convento de Santa Clara, las monjas siguieron viviendo en esta calle hasta que se unieron a las Calatravas.

También hubo un convento de benedictinos donde Felipe IV alojó a los extrañados de Monserrat cuando el alzamiento de Cataluña, una bella iglesia frente a la cual llegaron las primeras aguas que brotaron del Canal de Isabel II en 1858.

Pero el sitio más importante en nuestra fecha fue, sin duda, el cuartel de Voluntarios del Estado, al que llegó Velarde airado en busca de tropas con que oponerse a los invasores, hecho que ya conocemos.

La calle terminaba entonces en la puerta de Fuencarral, que se llamaba de Santo Domingo, unida a las tapias del parque de Monteleón. Saliendo por allí estaba el siniestro lugar que servía de quemadero para los inquisidores, lugar donde en 1857 se edificó el Hospital de la Princesa, por la heredera, la infanta Isabel Francisca.

 

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Restos del castillo de Torremocha, en Santorcaz, prisión del Estado para personalidades como el Cardenal Cisneros, la Princesa de Éboli o don Rodrigo Calderón, que tuvo su última celda en la calle San Bernardo.

 

7 CARABANCHEL

EN ESTE BARRIO estuvieron acantonadas parte de las tropas francesas. Un lugar interesante donde hubo una casa de postas romana, Miacium, en la calzada que iba de Segovia a Titulcia, sin que sepamos bien donde estaba esta ciudad, a pesar de que hay una localidad madrileña que lleva ese nombre. Anteriormente se llamaba Bayona de Tajuña, porque le recordaba la localidad francesa a Fernando VII. Fue el mismo rey quien permitió cambiarle el nombre a instancias del marqués de Torrehermosa. Es un lugar famoso por su misteriosa «Cueva de la Luna», con sus connotaciones esotéricas.

 

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La Cueva de la Luna de Titulcia, con sus misteriosos símbolos.

 

8 LA CÁRCEL DE LA CORTE

LA PRISIÓN DE LA CORTE estuvo en la plaza de la Provincia hasta 1767, en que se trasladó a la parte de atrás, al Oratorio Salvador del Mundo, anexo al Palacio de la Audiencia, después de Santa Cruz, hasta 1846.

Hay un documento que refiere en 1781 que: «… no cabían los presos en la reducida Cárcel de Villa. La higiene era lamentable. Sarnosos y dementes convivían con los demás reclusos. En 1803 hubo una terrible epidemia de tifus en la cárcel de Villa teniendo que ser trasladados los que no cayeron enfermos a Coslada y Ambroz». Alguno debió quedar, porque hubo un traslado a una nueva, la del Saladero, en el año 1833.

No sabemos si de este establecimiento es de donde salieron los reclusos que lucharon en las calles madrileñas para luego volver, porque en algún otro documento se cita el «presidiario del viejo puente de Toledo», sin que haya podido encontrar hasta ahora otra referencia a ese establecimiento.

En cuanto a las mujeres, que debían estar en algún edificio adjunto, o en los mismos hospitales de Atocha, también se escaparon el 2 de mayo, sin noticia de si volvieron o fueron detenidas posteriormente.

9 CARRERA DE SAN JERÓNIMO

ES ESTA CALLE PASO NATURAL entre el Prado y la Puerta del Sol. Recibe su nombre del monasterio de San Jerónimo del Paso, lugar muy importante en la vida oficial de la ciudad. Y también en nuestro día, porque ya sabemos que por aquí subieron las tropas represoras, disparando a todo lo que se movía, sobre todo en el palacio del duque de Híjar.

El monasterio tuvo su primer emplazamiento en El Pardo, junto al río Manzanares, lugar insalubre que obligó al traslado en el año 1503 al Prado Viejo.

Desde entonces fue centro político y religioso de la Villa, celebrándose en él algunas Cortes del reino e iglesia juradera para los Príncipes de Asturias. El primero que hizo uso de tal privilegio fue Felipe II el 18 de abril de 1528, quien además mandó hacer un velatorio real retirado.

Su imagen gótica es una de las más típicas y bellas de los horizontes madrileños, sobre todo porque al estar sobre el Museo del Prado ha sido vista en todo el mundo alguna vez, además no olvidemos que su claustro ha servido para ampliar la pinacoteca madrileña. Algunas de sus piezas son semejantes a las del segoviano Santa María del Parral, también jerónimo.

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Los Jerónimos, sobre el Museo del Prado.

 

La llegada de Murat significó la expulsión de los frailes, que fueron sustituidos por una caterva enloquecida de bárbaros que dejaron aquello destruido. Cuando volvieron, sólo pudieron hacerlo hasta 1836, en que pasó a ser Parque de Artillería.

Hoy, San Jerónimo el Real es el mejor punto para contemplar esta calle que asciende y donde hoy destacan las Cortes.

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11 EL CARMEN CALZADO (Ver portadilla página 46)

LA CALLE DEL CARMEN es una de las más populares de Madrid, y su nombre tiene una curiosa leyenda.

Hubo en ella un prostíbulo que exhibía en su puerta una imagen de mujer, bien vestida y al parecer articulada. Pasó por la puerta un discípulo de Bernardino de Obregón, que se sintió escandalizado pensando que aquella era una representación de la Virgen. Intentó comprársela, pero ante la negativa acudió al Santo Oficio, que se la entregó a la vez que mandaba a las mozas al «tostadero», junto a quien movía la imagen.

En el lugar se fundó en 1573 el convento de los carmelitas calzados, con el patronazgo del papa San Dámaso, aunque prevalece su nombre tradicional. Aquí fue la primera eucaristía de Juan Bautista Castaneo, que sería Urbano VII.

La iglesia ha tenido varias remodelaciones. Caras, puesto que es una de las más grandes de la ciudad. Algunas tuvieron lugar tras los sucesos de mayo, porque quedó muy deteriorada tras las luchas populares.

El convento se desamortizó en 1836, por lo que sólo queda hoy la iglesia, parroquia de Nuestra Señora del Carmen y San Luis.

 

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12 CONVENTO DE LAS MARAVILLAS (Ver foto página 61)

LA ACTUAL IGLESIA de los santos Justo y Pastor fue el santuario de las monjas de Las Maravillas, por la flor que tenía la Virgen en su mano.

Fue el hospital donde se atendió a los heridos de Monteleón y calles adyacentes, y su campanario forma parte de la lírica popular, como nos cuenta Pedro de Répide.

 

Campana de la torre de Maravillas, /si es que tocas a muerto,
toca deprisa, / de prisa toca,
Porque tocando a muerto, / tocas a gloria.

 

13 CALLE DEL ESPEJO (Ver foto página 45)

ESTA CALLE, que se llamó la Angosta del Espejo, tiene algunas de sus casas cimentadas en los restos de la muralla árabe, donde había sido reconstruida una torre de vigilancia de aquellas a las que se llamaba specula, de donde recibe su nombre.

 

14 PARQUE DE ARTILLERÍA DE MONTELEÓN (Ver portadilla página 58)

ESTABA EN LA ACTUAL plaza del Dos de Mayo, a quien se puso su actual nombre por razones legítimas. Se llega por las calles de San Andrés, Dos de Mayo, Daoíz, Divino Pastor, Ruiz y Velarde. Hoy día pertenece al barrio de Chamberí.

En tiempos anteriores, la actual Dos de Mayo se llamaba San Pedro y llegaba hasta el camino de la ronda, al que se accedía por el portillo de Las Maravillas. Todo formaba parte de una finca llamada de Monteleón. Allí existió un hermoso palacio de estilo churrigueresco al que se accedía por la calle de San Miguel y San José (dividida en las actuales Daoíz y Velarde).

Fueron sus dueños descendientes del conquistador Hernán Cortés, los marqueses del Valle, que eran también duques de Monteleón y Terranova. Tenía el edificio un aspecto magnífico en medio del jardín, con una huerta adosada. Lo primero que recibía al visitante era una primorosa fuente de mármol que representaba unas nereidas (espíritus elementales de las aguas), y sobre ellas podía verse el escudo de la casa. Las crónicas hablan también de una estatua del dios Neptuno, de la que no tenemos ningún dibujo.

Al interior se llegaba por una soberbia escalera cubierta por frescos de Bartolomé Pérez, que murió mientras los pintaba cuando se precipitó al suelo por descuido desde el alto andamio. Esto sucedió en el año 1695. La duquesa de Terranova había sido dama de la reina María Luisa de Orleáns, esposa de Carlos II el Hechizado. Dice Pedro de Répide que tenía un carácter recio y fuerte, en contraste con la dulzura melancólica de su ama.

En 1723 ardió en buena parte, de tal manera que quedó muy deteriorado, lo que no fue impedimento para que en 1746 se trasladaran allí desde el palacio del Buen Retiro el infante Luis Antonio Jaime y la infanta María Antonia Fernanda, que acompañaron a la reina Isabel de Farnesio en su viudez de Felipe V.

Tuvo la reina un carácter fuerte y la decidida voluntad de apoyar a su primer hijo Carlos III para que fuera rey. Como primera medida lo consiguió con los reinos de Sicilia y Nápoles. Luis Antonio de Borbón y Farnesio fue elevado al arzobispado de Toledo y de Sevilla a los ocho años, y después al rango cardenalicio. Sin embargo no tenía vocación, lo que le llevó a la renuncia en el año 1754. Pudo ser rey de España cuando murió su hermanastro Fernando VI, pero la habilidad de su hermano mayor lo impidió y además le alejó de Madrid. Fue hombre culto al que le interesó todo el arte. En este sentido el músico Bocherini formó parte de su círculo, junto al arquitecto Ventura Rodríguez y al propio Goya. Su hermana María Antonia fue esposa de Víctor Amadeo III de Cerdeña.

En 1807 es cuando el recinto se convierte en el parque de Artillería por iniciativa de Manuel Godoy, «príncipe de la Paz». Los cañones y sus municiones sustituyeron a las lechugas, y los caballos al ganado doméstico. Aprovechando la circunstancia se instaló allí un buen museo, Se extendió mucho, llegando hasta la huerta del Convento de las Salesas Nuevas, fundado en el año 1798 por María Teresa Centurión. En esta situación, rodeado de casas y calles, su capacidad defensiva era muy discutible, por no decir inexistente. Sobre todo porque sus tapiales no tenían tamaño ni consistencia.

Aquí fue donde se produjeron los hechos más renombrados y heroicos del 2 de mayo. Su suelo fue el receptor de la sangre de mil contendientes, unos heridos y otros muertos, pero todos bajas de una contienda feroz.

 

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La puerta del cuartel perteneció a don Antonio Menéndez Cuesta, quien la cedió en febrero del año 1868 para que fuera parte de un monumento que se instalaría a su lado, en el que Daoíz y Velarde fueron inmortalizados. Fue inaugurado al año siguiente, dotándosele de una verja de hierro para protegerlo. El arco estaba muy deteriorado, pero pudo se restaurado por unos setenta duros gracias al arquitecto José López Salaberry.

Hace cien años, en 1908, hubo una gran celebración para conmemorar el levantamiento y mantener su recuerdo. Para ello se engalanó la plaza con armas como fusiles con bayoneta, lanzas, un cañón y granadas. Allí fue la familia real con los ministros que, junto al alcalde, el conde de Peñalver, acompañaron a algunos descendientes de los héroes, como don Francisco de Villalón y Daoíz. De entonces también son nuevas medidas para sanear el terreno que, mal drenado iba deteriorando el monumento.

En aquellas fechas, cerca, estaba la Escuela Modelo, que fuera Biblioteca municipal tras la fundación por parte de Ramón de Mesonero Romanos.

 

15, 16, 17, 18 EL PRADO, LA PLAZA DE LA LEALTAD O DE LOS MÁRTIRES, NEPTUNO Y CIBELES (Ver foto página 75)

LA VERDAD ES QUE REALMENTE El Prado era un vallejo que venía regado por el arroyo Bajo Abroñigal, salpicado de huertas, pastos y espesas alamedas. El manantial nacía en el camino de Maudes, un lugar a evitar, por las leyendas asociadas a su castillo, con brujas y abundantes bandidos, a los que se unieron los protestantes a cuyas cabezas Felipe II puso precio. Hoy día está allí el viejo hospital de San Francisco de Paula, con su aspecto algo siniestro.

Sin embargo, el paseo comprende sólo la parte que va de Cibeles a Atocha, donde el elemento más destacable, sin duda es el Museo del Prado, una de las mejores pinacotecas del mundo.

José I quiso sensatamente hacer un museo en el Palacio de Buenavista (Cibeles), para evitar que sus propias tropas se llevaran el patrimonio artístico que iban encontrando. Eso inspiró a Fernando VII, que decidió hacer lo mismo en el caserón destinado a Gabinete de Historia Natural, cuyas obras había emprendido Juan de Villanueva en 1785 y que habría sufrido importantes agresiones durante la ocupación, al ser utilizado como cuartel de intendencia.

El dinero del rey sirvió para terminar las obras que duraron hasta 1819. Se inauguró como Museo Real de Pintura y Escultura. A partir de aquí fue incorporando obras y ganando prestigio hasta nuestros días, con sus colecciones únicas, a las que hay que añadir las del cercano museo Tyssen.

 

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No es menos vistosa la Plaza de los Mártires del 2 de Mayo, o de la Lealtad, por razones obvias, donde descansan los restos de algunos de los protagonistas de aquel día, frente al dios del mar Neptuno. El monumento sirve también para rendir homenaje a todos los Soldados Desconocidos caídos a lo largo de la historia de España.

19 CALLE FUENCARRAL

EMPIEZA EN MONTERA, y termina en la Glorieta de Quevedo. Es una calle importante con paisajes variopintos.

En 1808 terminaba en la Puerta de Bilbao. Allí estaban los pozos donde se guardaba la nieve para venderla en verano. Se llamó antes la Mala de Francia, y era la que utilizaban los correos camino de Irún, pasando por el pueblo que le da nombre.

Fue zona boscosa donde estuvo la quinta del Divino Pastor, pero Felipe II taló la zona para ampliar la capital, con lo que la calle cobró gran importancia.

Aquí vivió el afrancesado Leandro Fernández de Moratín, que tuvo que exiliarse, aparte de otras personas importantes.

20 CALLE HILERAS

RECIBE SU NOMBRE por dos hileras de árboles que eran de gran agrado de Fernando III el Santo, lugar de paseo favorito desde el convento de San Martín.

21 JESÚS DE MEDINACELI

HOY ES UNO DE LOS PRINCIPALES santuarios madrileños. Miles de peregrinos acuden allí los viernes para rendir culto a su imagen, capaz de realizar tantos milagros como los de Fátima o Lourdes.

Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma y valido de Felipe III, fue quien fundó un pequeño cenobio en 1606, que luego pasó a manos de los duques de Medinaceli.

La talla ha tenido una vida azarosa desde que alguien la hiciera en la Sevilla del XVII. Su primer viaje lo hizo en manos de capuchinos que fueron a Marruecos para que sirviera a los soldados españoles, que no pudieron evitar que cayera en manos enemigas. Éstos la arrastraron y vejaron hasta que los trinitarios la rescataron y trajeron a Madrid en el año 1682.

 

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Desde el primer momento tuvo fama de ser especialmente milagrosa, por lo que pronto empezaron las procesiones y asistencias de los nobles y la Casa Real. Se establece el primer viernes de marzo como día para realizar la romería grande.

El día de autos y posteriores el santuario fue testigo de mucho derramamiento de sangre, pero también víctima de la brutalidad. Al final de la Guerra se intentó repararlo, pero la desamortización del 36 lo dejó vacío hasta 1843, en que volvió a manos del duque de Medinaceli.

 

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22 POSTIGO DE SAN MARTÍN

EL PRIMER CONVENTO de Madrid fue benedictino, y dependía de Santo Domingo de Silos. Fue dedicado a San Martín.

Podría haber sido construido sobre un cenobio mozárabe, pero el primer documento de referencia habla de San Martín de Mayrit, en el año 1126, reinando Alfonso VII, y quedaba fuera de la villa más allá de la puerta de Valnadú.

Debido a que el prior era la autoridad máxima, surgieron controversias con el concejo matritense, que con el tiempo se saldaron con la incorporación a la jurisdicción de la ciudad, con lo que pasa a ser la más importante de sus parroquias, que tuvo que ampliarse con San Ildefonso y San Marcos. A principios del siglo XVII se escinde de Silos y su prior pasa a ser abad, que de todas maneras era nombrado en el célebre monasterio burgalés.

Este lugar fue protagonista en la Edad Media de otros hechos violentos, cuando Álvaro de Lara sitió una quinta real que luego sería el convento de las Descalzas, para secuestrar a Fernando III el Santo siendo niño, y a su madre doña Berenguela I de Borgoña. Corría aproximadamente el año de 1210. Fueron los frailes y los madrileños de la época quienes lo impidieron entre el fragor de las campanas que tocaban a rebato. Murieron muchos contendientes en aquella refriega. Años después pusieron una cruz de piedra con una leyenda que los recordaba, sustituida años más tarde por una de madera que duró hasta que todo fue derribado. Porque el recinto amurallado creció, y el convento quedó dentro de la ciudad. Hubo que abrir el Postigo de San Martín para dar acceso a las nuevas calles que iban construyéndose hacia el norte.

La costumbre de ir a rezar ante la cruz por las almas de aquellos ignotos luchadores duró hasta los tiempos del alzamiento contra los franceses.

«Pepe Botella» acabó con la iglesia…, y Mendizábal con el convento, que terminó siendo cuartel de la Guardia Civil. En los seis años de «La Gloriosa» —la Primera República (1868)— fue derribado para construir el edificio que fue a partir de entonces la sede central de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid.

23 PUERTA CERRADA

FUE ESTA PUERTA DE LA MURALLA llamada del Dragón, o de la Serpiente, y desde luego era serpenteante, puesto que tenía dos revueltas. Por esa razón fue cerrada, al estar constituida de tal manera que era imposible ver a su través. En sus recovecos se refugiaban de noche bandidos y asaltadores para realizar su faena con impunidad. De ahí viene el nombre que ha conservado.

Esa estructura tenía también la llamada Puerta de Moros, por dar al barrio de éstos, incluyendo foso y puente levadizo. Dice la tradición que en ella hubo una cruz de piedra que pidió que pusiera San Francisco de Asís, para señalar el camino del calvario que hubo en Madrid y que terminaba en el barrio de Lavapiés.

Según López de Hoyos, su antiguo nombre se debía a que la puerta tenía esculpido un reptil más o menos fabuloso en el dintel o en el mismo torreón que se elevaba encima. Por eso la atribuía a los griegos, pero no parece cierto, y sí que fue árabe, al igual que otras puertas que estos nombraron así en otros lugares.

El 2 de mayo ya no había puerta alguna, sino una plazuela por la que pasaron los sublevados camino de la Plaza Mayor.

 

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Reconstrucción ideal de lo que pudo ser la puerta del Dragón o de la Serpiente, hace mucho tiempo desaparecida.

 

24 LAVAPIÉS

AQUÍ ESTUVO LA JUDERÍA que posteriormente sería refugio de moriscos. A sus habitantes se les llamó manolos por una curiosa razón. Cuando tuvieron que convertirse, para hacer gala de su nueva fe, ponían siempre a su primer hijo el nombre de Manuel, que como todo el mundo sabe es el otro que se aplica a Jesucristo al significar Dios con Nosotros. Hacia la mitad del siglo XIX se les cambió el apelativo por el de chulos y chulaponas, que viene del término hispanoárabe chaul, que significa muchacho o muchacha.

Esto nos da pie para hablar de los otros personajes típicos de la época, que habitaban el barrio de las Maravillas, los chisperos. Recibían este nombre porque en gran mayoría eran herreros, y sus fraguas, infiernos de chispas.

 

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Por otra parte el término majo o maja, viene de las fiestas paganas romanas de las maias, que se convirtieron en los mayos cristianos. En su origen fueron exaltación de la primavera con toda su potencia fecundante. Esto explica que entre las ceremonias fuera la principal el cortar un árbol y ponerlo en medio de la plaza principal. El mayo, que así se llama, es indudablemente un símbolo fálico que aglutina las demostraciones de fuerza viril de los mozos. En ocasiones, el árbol se derriba con cuerdas empleando el mismo coraje que mostraron los madrileños alzándose contra los franceses.

 

25 PUERTA DEL SOL (Ver portadilla página 84)

SU NOMBRE VIENE DEL ASTRO REY que estaba esculpido en la puerta de un castillo que aquí levantaron los Comuneros de Castilla, dirigidos en Madrid por Gregorio del Castillo y Juan Negrete, que fuera diputado de San Ginés (he aquí otra revuelta en contra de un monarca debido a las maniobras centralizadoras de Carlos V, que habrían de terminar con el poder medieval de los señores y nobles castellanos). Fue derribada en 1570, quedando un espacio diáfano mayor que fue ampliado posteriormente.

Frente al Hospital del Buen Suceso, que ya conocemos, estuvo una estatua dedicada a Diana a la que los madrileños pusieron «La Mariblanca», esculpida por Rutilo Graci. (Ver ilustración página 122).

Quizá este es el lugar más concurrido de la ciudad a lo largo de su historia, entre otras cosas porque fue durante mucho tiempo mercado donde se realizaban transacciones de todo tipo de enseres y alimentos, como hortalizas y carnes.

En 1766 fue lugar importante donde tuvo lugar el famoso motín que terminó con la carrera de Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, empeñado en prohibir a los madrileños la capa larga y el sombrero ancho o chambergo, que ocultaban rostros y armas. Serían cambiados por capa corta y tricornio, más acorde con los gustos europeos de la época. La trasgresión había de costar seis y ducados y una docena de días a la sombra, que en caso de reincidencia se duplicarían. Carlos III tuvo que atender a los madrileños soliviantados y destituir injustamente a su hombre de confianza, con lo que demostró cierta debilidad de carácter.

Dos años después se edificó aquí el ministerio de la Gobernación, obra del francés Jaime Marquet, que tuvo un extraño olvido: la escalera. En realidad tenía que haberlo hecho Ventura Rodríguez, pero a este le encargaron empedrar, cosa que le debiera haber correspondido al francés, que era a lo que había venido. El mundo al revés, como tantas otras veces.

 

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Una de las fuentes que estuvo durante muchos años
en la Puerta del Sol.

 

Ya sabemos lo que pasó el 2 de mayo aquí, el lugar del choque brutal entre majos y majas, dragones y mamelucos. Pocos años después el cura Merino se planta ante el carruaje de Fernando VII, y mostrándole la Constitución de Cádiz, le espeta: «Trágala, tirano», de donde viene una de las principales canciones que hoy diríamos «de autor» de la época, reivindicativa y satírica a la vez:

 

Dicen que el Trágala es insultante,
pero no insulta más que al tunante.
Trágala... y muere, tú servilón,
Trágala... tú que no quieres la Constitución.

 

Terminar con este espacio señalando su gran importancia a la hora de vertebrar España, puesto que aquí está el Kilómetro Cero del que parten todas las rutas radiales. Quizá por eso siempre ha tenido tanto protagonismo en la historia. En general, casi todo el mundo despide el año, desde hace muchos, con las campanadas del reloj que la preside, enfrente de la estatua de Carlos III, sin olvidar todo cuanto sucedió alrededor de la Guerra Civil. Éste que esto escribe tuvo el honor de ser huésped de las mazmorras a las que se entraba por la calle del Correo unos cuantos días cuando era joven. ¡Eran otros tiempos distintos a los de hace doscientos años!

 

26 PASEO DE LA FLORIDA (Ver fondo portadilla de la página 104)

EN AQUELLA ÉPOCA este lugar era muy importante para los madrileños que descendían desde la montaña del Príncipe Pío para pasear junto al Manzanares. Aquí está la ermita que guarda los restos de Goya, el cronista de aquel día infausto, bajo la cúpula magníficamente pintada por él con los milagros de San Antonio, capaz de «hacer hablar a los muertos».

José de Churriguera fue quien construyó el antiguo santuario dedicado a San Antonio de Padua, en 1720, que fue derribado en 1768, para dos años más tarde —por orden de Carlos III— ser sustituido por otra que a su vez cayó bajo la piqueta en 1792.

Pero la devoción era tal, que Carlos IV tuvo que hacer otro, que encargó a Francisco Fontana, un italiano que hizo el pequeño y sobrio edificio donde descansa su decorador.

Cerca andaba el cementerio donde fueron a parar también los personajes que pintó en pleno fusilamiento en la cercana montaña.

 

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La ermita de San Antonio de la Florida, uno de los lugares de paseo preferidos de los madrileños de 1808.

 

27 CALLE DE LA PALMA

POR ESTA CALLE corrió mucha sangre, que quizá lavaron las aguas de un arroyo nacido en una fuente, junto a la cual, se dicen que había palmeras que justificaban su nombre.

28 HUERTAS DE LEGANITOS

DICE DE NUEVO RÉPIDE que la palabra viene del morisco al-gannet, o sea huerta, que aquí debía haber muchas al ser abundante el agua. Tanto que se formaban allí unos impresionantes torrentes que en una ocasión costaron la vida a un soldado demasiado confiado de la Caballería de Montesa.

Queda en esta calle el recuerdo de los «capones», o sea, los alumnos castrados del Colegio Real de Santa Bárbara de niños cantores, fundado por Felipe II. Fue su director en el siglo XVIII, nada más ni nada menos que Carlos Broschi, o sea Farinelli.

Cuenta la tradición que aquí San Francisco protegió a un delincuente que huía y le pidió que no le delatase. Los duques de Arjona colocaron en su casa una estatua que recordaba el hecho. Luego el edificio fue adquirido por los duques de Pastrana.

29 MONTAÑA DEL PRÍNCIPE PÍO

ANTONIO VALCÁRCEL PÍO DE SABOYA, conde de Lumiares, nació en 1748 en Alicante. Fue príncipe Pío de Saboya, marqués de Castel-Rodrigo y de Almonacid de los Oteros, también Grande de España y presidente de la Junta Suprema de Gobierno.

Realizó distintos trabajos arqueológicos en la región levantina, dejándonos trabajos interesantes, como Inscripciones de Carthago Nova, hoy Cartagena, en el Reyno de Murcia, ilustradas por el Excelentísimo Señor Conde de Lumiares, individuo de la Academia de Artes y Ciencias de Padua, que puede consultarse hoy día en internet (http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1369235).

Carlos IV le compró los terrenos que luego llamó Real Sitio de la Florida en 1792, delimitados por lo que es hoy día la Estación del Norte, la Plaza de España, y el Parque del Oeste, o sea, la famosa «montaña», en cuyas tapias fueron fusilados los mentados 43.

También fue este lugar protagonista en las luchas de 1936, al principio de la Guerra Civil, cuando otros madrileños pasaron por las armas al general Fanjul, mil quinientos de sus hombres y ciento ochenta falangistas, que quedaron bajo los escombros del «Cuartel de la Montaña».

Hoy, su cima está coronada por un templo egipcio. Si se pierden los documentos que justifican tal presencia, será el asombro de generaciones futuras que pueden decir muchas tonterías para explicar el fenómeno.

 

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Trasposición de tiempos: donde hubo tantos muertos en distintas épocas, descansa un templo egipcio: Debod.

 

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La Plaza Mayor de Madrid, centro del Madrid de los Austrias.

 

30, 31 PLAZA Y CALLE MAYOR (Ver foto página 56)

FUE LA MEDIEVAL PLAZA DEL ARRABAL. Hasta que Gómez de Mora la remodeló en 1619, con la estructura que hoy tiene. Tuvo que repararla en 1631, tras un incendio que obligó a quitar los hornos y techumbres de plomo. Una tarea que también tocó al arquitecto Tomás Román cuando ardió en 1672 la Casa de la Panadería.

Más modernamente, en 1790, se quemó la tercera parte de los edificios. Sabatini intervino como bombero jefe. Después, Juan de Villanueva le dio el aspecto que hoy conocemos, aunque la estatua ecuestre de Felipe III no se puso hasta 1848.

Ha sido siempre otro de los lugares emblemáticos de Madrid. Fue utilizada como salón de embajadores, plaza de toros, corte de justicia, con autos de fe como el representado por Francisco de Ricci en 1680, recepción de Carlos III cuando llegó a la capital, campo de batalla en el Motín de Esquilache y, por supuesto, lugar a destacar el 2 de mayo de 1808.

Su historia está unida a la de la calle del mismo nombre que la flanquea, que vio pasear el orgullo de Rodrigo Calderón, poco antes de ser ahorcado.

 

32 PALACIO GRIMALDI (Ver foto página 42)

COMO YA SABEMOS, su huésped más incómodo fue Murat, puesto que lo eligió como cuartel general. Luego ha sido utilizado en diferentes tareas administrativas, como cuando perteneció al Ministerio de Marina o cuando sirvió como residencia eventual de María Cristina de Austria o Victoria de Battenberg, antes de casarse con Alfonso XII y XIII, respectivamente.

Francesco Sabatini lo construyó como dependencia aneja al Palacio Real, en concreto vivienda de los Secretarios de Despacho, sobre un solar que era del rey y del conde de Sástago.

Es un edificio sobrio con añadidos clásicos. Recibe su nombre de uno de sus huéspedes, el marqués de Grimaldi, pero también fue residencia de Floridablanca y Godoy. Éste fue quien lo decoró con mármoles, esculturas, frescos y puertas primorosas.

33 PALACIO REAL (Ver portadilla página 24)

SE TRATA, DESDE LUEGO, de uno de los más impresionantes y bellos palacios absolutistas, utilizado como residencia por los monarcas españoles y sus familias, desde Carlos III hasta Alfonso XIII, a quien sucedieron los presidentes de la Segunda República. Hoy, como parte del Patrimonio Nacional, es visitado por multitud de turistas y utilizado como sede de actos oficiales.

El viejo Alcázar de Madrid no pudo sobrevivir, ni al incendio de 1734, ni al desagrado que causaba en Felipe V, acostumbrado a Versalles. Así que decidió edificar uno a su gusto, como residencia y centro de poder a la vez.

Su arquitecto fue Filippo Juvara, muy influido por la corriente rococó. Su proyecto era mucho más ambicioso, casi triplicaba al que se hizo, pero el rey se negó influido por la magia del lugar, que ya era un símbolo del poder, y para no alejarse del Campo del Moro.

Quizá falleció por la frustración que esto le produjo. Su sucesor fue Juan Bautista Sachetti, que realiza la dura adaptación de los planos a un sitio mucho más pequeño que el previsto. La solución fue verticalizar lo horizontal, y extender su influencia hasta San Francisco el Grande a través de un viaducto.

Las obras se iniciaron en la primavera de 1738, con materiales traídos de canteras de distintos pueblos, buscando la mayor calidad posible y restringiendo el uso de madera. Lo terminó el napolitano Sabatini en 1764, a quien nombró Carlos III, tras despedir a los responsables de la lentitud que había sido la constante hasta su subida al trono. Sin embargo el interior tendría que esperar más años, y el concurso de pintores de la talla de Tiépolo, Mengs o Bayeu.

Luego vinieron las innumerables remodelaciones que tuvieron lugar durante todo el siglo XIX y parte del XX, en que fue utilizado profusamente por todos los políticos, en especial Francisco Franco, cuya imagen permanece asociada al balcón principal que da a la Plaza de Oriente.

Desde sus ventanas se contempla la belleza de los Jardines de Sabatini, obra de Fernando García Mercadal, siguiendo los planos originales del italiano. También los del Campo del Moro, que fuera lugar de acampada y después cazadero.

 

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34 PASAJE DE SAN GINÉS (Ver foto página 54)

ESTAMOS AHORA en uno de los rincones más tortuosos, típicos y llamativos del Madrid absolutista. Su patrón es San Ginés de Arlés, que lo fue quizá de una ermita del siglo XIII de la que no tenemos memoria, que empieza con una bula de Inocencio VI en 1358.

El primer santuario se hizo en el año 1453 gracias a Gómez y María Guillén, y duró hasta 1642, en que fue sustituido por el edificio que conocemos hoy, incluyendo remodelaciones como la que reparó los desperfectos del incendio de 1824.

La primera guía del Camino de Santiago, el Codex Calixtinus, supuestamente escrito en el siglo XII por Aymeric Picaud, nos cuenta algo de este santo: «Un arrabal junto a Arlés, entre los dos brazos del Ródano, que se llama Trinquetaille, en donde existe una columna de mármol a la que ataron a San Ginés y lo degollaron; y aún hoy aparece enrojecida por su sangre. El mismo santo, apenas hubo sido degollado, cogió su cabeza con sus propias manos y la arrojó al Ródano, y llevó su cuerpo por el río hasta la iglesia de San Honorato, donde yace. Su cabeza, en cambio, corriendo por el Ródano y por el mar llegó, guiada por ángeles, hasta la ciudad española de Cartagena, en donde ahora descansa».

Muchos majos murieron en este lugar. ¡Paradojas!, el milagrero santo francés no pudo proteger a los madrileños de los soldados arlesianos.

35 TUDESCOS

CALLE ASOCIADA desde siempre a bribones y prostitutas, fue sede del Seminario de los Ingleses o Colegio de San Jorge, donde dieron clases los «tudescos», profesores jesuitas procedentes de Saint-Omer, en Flandes, con gran disgusto del rey de Inglaterra.

Esta calle desemboca en la plaza de Santa María Soledad Torres Acosta, flanqueada por la calle de la Luna, que en su confluencia con la de Desengaño, fue el emplazamiento del antiguo convento de Portacoeli, fundado en 1644. Actualmente es la parroquia de San Martín, continuación del que fuera el monasterio benedictino más antiguo de Madrid.

Los levantiscos madrileños pasaron por aquí, ya cerca del barrio de las Maravillas, hoy de Malasaña. Incluso en nuestro tiempo es un verdadero laberinto de calles estrellas y tortuosas, pero lleno de lugares de un gran tipismo, como los azulejos de una farmacia que aún sigue en ejercicio, que anuncian remedios «totales» ya desaparecidos (Ver foto página 20).

 

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Iglesia de San Martín, muy cera de la calle Tudescos. Barroco madrileño atribuido a Churriguera sin datos fiables.