AGRADECIMIENTOS

 

Agradezco a la Bandolera, porque este libro se inició gracias a su imagen, que salió de la nada y se metió por mis ojos, justo después que he terminado el manuscrito «Os Esquecidos»: yo le vi a esa hermosa joven caminando en una vía de ferrocarril, llevando una guitarra mientras cazaba al «maldito», todo para poder equilibrar las consecuencias de un gran mal y, finalmente, darle sentido a su vida.

Tan pronto como la visión clara y significativa de la Bandolera apareció en mi pantalla mental, recordé a mi escritor favorito de suspenso y ficción paranormal, el maestro Stephen King. Todos los que nos aventuramos en este maravilloso universo de escritura de ficción que trata sobre mundos paralelos o multiverso, le debemos muchas gracias a él, mi musa y modelo para admirar.

Por último, pero no menos importante, agradezco a la escritora y socia de esta creación, B. Pellizzer, por aceptar contar esta historia conmigo. Cada una tenía una parte de la trama; sentí que no había forma de escribirla sola, porque nuestra «balada» tiene mucho que ver con dualidades y asociaciones; y, para mi satisfacción, por una extraña «coincidencia», ambas llegamos a la conclusión de que B. tenía el complemento de la «contraseña» que abriría nuestro mayor tesoro; una era la cerradura, la otra, la llave; juntas —y solamente juntas—, logramos abrir el cofre.

¡Gracias por aguantarme durante todo el proceso, B.!

 

F.W.B.

 

Tengo muchas personas a las que agradecerles. De hecho, mi lista crece y crece con cada libro, pero me quedaré en lo básico, ese tío para quien, algún día, tendré que dar mucho dinero (¡ayudadme a hacerme rica!), mi amigo Rogério Rodrigues da Silva. No hay libro que yo escriba que no tenga un dedo o dos de prosa con este tipo. Él me centra, me concentra, me saca de la caja.

Gracias, Fernanda, por la invitación. Escribir este libro fue una de las experiencias más interesantes que he tenido. Aprendí, me enojé, me enamoré, y todo lo sentí demasiado. Esta historia, ahora, es parte de mi historia, parte de mi propia vida, ha vivido conmigo, caminado conmigo y se lo debo a ti.

 

B. Pellizzer