—La memoria más reciente que tengo de mi hermana mayor es cuando fui a visitarla a la cárcel; ella había matado a dos búfalos en un área no permitida, y cuando el dueño la persiguió para intentar arrestarla, abrió fuego con el mosquete de nuestro padre, el Señor Ernesto Barbueno, sheriff de la ciudad.
—¿Qué es un mosquete?
—Es un arma de cañón largo, mango de madera…
—Como un rifle...
—Si lo dices… Bueno, a Diana le gustaban las armas grandes, gracias a nuestro padre, que le había enseñado a manejarlas desde temprana edad; cuando el che intentó arrestarla, ella acabó por de dispararle.
—¿Lo mató?
—No. El tipo no murió, pero solo ha faltado un pelo. Mi hermana fue capturada después de pegarse con dos de los policías.
—¿Peleó con la policía? ¿Como que de puñetazos? ¿Es ella fuertetotota como tú?
—Es… era… —La mirada de Marysol cayó sobre la mesa, inmersa en recuerdos.
—Tía… ¿estás bien?
—Sí. Creo que las hembras aquí no son tan fuertes como los machos, pero entre nosotros, los demonios —dijo, con un énfasis irónico en la palabra elegida por Tico—, el género no determina la fuerza. Algunos machos son fuertes, otros son débiles; lo mismo se da con las hembras, y Diana era una hembra muy fuerte.
—Hombre y mujer, tía.
—¿Qué?
—Se dice hombre y mujer, esta cosa de macho y hembra es para animales.
—¡Vale! Pero me dejarás contar la historia de mi raza tal como es ¿o no?
—Vale. Entonces cuéntame más… como… no hay diferencia en la fuerza, pero ¿qué pasa con las otras diferencias?
Marysol lo consideró por un momento.
—Todavía eres muy chico para esas preguntas, ¿no crees, chavo?
—¡Háblame tú! Fuiste tú quien invadiste mi cabeza con esas manos demoníacas.
—¡Está bien! El género no hace la diferencia entre los daemons, no en la forma en que lo entiendes. Todos somos fuertes o débiles, tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones. La diferencia de sexo tiene más que ver con la atracción, ¿sabes? Cada uno se siente atraído por otro o igual, y solo entonces el género del daemon hace alguna diferencia: en el momento de la atracción. Pero incluso eso no es muy diferente, porque algunos de nosotros logramos cambiar de sexo por un tiempo.
—¡Guau! Así que, yo soy hombre, pero si fuera un daemon, ¿podría ser una mujer si quisiera?
—Mas o menos. No todos los daemons pueden transmutarse, pero muchos lo hacen. Mi hermana, por ejemplo, era muy aficionada a cambiarse, pero eso se debía a que se sentía atraída por otras hembras, y cuando sucedía que a la hembra que le gustaba prefería a los machos, se transmutaba.
—¡Genial! ¿Y cómo era ella? ¿Era bonita como tú?
—Ah, ¡ella era muy guapa! —Marysol sonrió—. Era un poco más baja que yo, su cabello era del mismo color, solo que más corto, era pequeña, pero un toro de tan fuerte De todos modos… fui a visitarla a la prisión, y ella estaba allí, tirada en el piso de la celda, siempre con esa cara seria, créeme, ella es más seria que yo… Es decir, era más seria … —Suspiró—. Cuando mi padre dijo que no iba a dejar ir a Diana, me quedé muy enojada, y decidí hacer algo para que no estuviera sola, así que fui a la granja del che que la había denunciado. Era un imbécil, porque la propiedad que decía ser suya no lo era. Él la había robado. ¡Era un ladrón! Los animales no eran suyos, sino de otro granjero que había dejado la granja...
—Oye, pero, si dejó caer a la popriedad, ¿qué daño hay en que otro tipo se ponga a cuidarla?
—La propiedad es algo para siempre de dónde vengo. Bueno, fui allá, me puse algo de ropa como esta que me gusta usar ahora, vaquera como tú dices, me metí un pañuelo en la cara, y me fui a invadir la Casa de Salermo.
—Así que el tipo se llamaba Salermo…
—Era el nombre de la casa.
—Y ¿casas tienen nombre?
—¿No nombráis vuestras casas? —Ante el signo negativo que Tico hizo con su cabeza, ella continuó—: Una casa tiene vida, necesita tener un nombre. Pero, eso no importa ahora. ¿Dónde me detuve?
—Invadiste la casa que tiene un nombre… ¿Entraste sola?
—Sí, sola. Solo que, cuando miré por una de las ventanas traseras, escuché la voz de él y de su esposa. Estaban haciendo magia, y escuché cuando hablaron el nombre del antiguo dueño de esas tierras, Garibaldi Antonini. El nombre de alguien tiene mucha fuerza y, como no sabían que yo estaba allí, me estaban entregando la fuerza de esa magia en una bandeja. Nunca me gustó usar magia, pero en ese momento fue bastante apropiado. En lugar de entrar y prender fuego a todo con los dos adentro, como pretendía, desvié su orden, que era mantener alejado a Garibaldi, y lo atraje hacia mí.
—Oye. Y ¿cómo se hace esto?
—Ya… no lo sé… De la misma manera que comes, bebes… ¡No sé! La magia, para nuestra raza, es rutina. No puedo explicártela. Usamos la voluntad pura y simple. Por eso no me gusta para nada, porque es muy común. No tiene nada de especial, ¿sabes? —Tico asintió con la cabeza—. Entonces, me convertí en el señor Garibaldi, dueño de ese lugar. Escucharon mi voz como si fuera la suya. Y luego, como que… dominé a los dos… los convertí en dos títeres y los hice que fueran a retirar la orden de arresto contra Diana. Seguí todo a través de un espejo de bolsillo.
—¡Párate! ¿Como es eso? ¿Fuiste a la cárcel, te quedaste en un pasillo echando un vistazo por un espejito, como en las películas?
—¡No! Usamos mucho los espejos para rastrear, porque los espejos son mágicos, deberías saberlo… no, por cierto que no sabes…, es simplemente mágico, algo que no podré explicarte, pero tan pronto como firmaron los documentos para liberar Diana, mi padre los llevó a la oficina del sheriff.
—Mientras tu veías a todo por el espejo…
—Sí. Y ordené al sinvergüenza de Getulio que se disculpara con mi hermana. La escena no deja mi cabeza, ¡estuvo genial! Se disculpó y miró a Diana, creo que estaba esperando que ella le agradeciera, no lo sé, pero ella solo miró al bastardo, así que él extendió la mano, porque eso es lo que hacemos cuando queremos terminar un asunto, nos damos la mano, y fue entonces cuando rompí el hechizo y le traje de vuelta.
Tico soltó una carcajada y dijo:
—Así que él se quedó mirando a tu hermana sin saber qué estaba haciendo allí.
—Sí. Y Diana pateó sus partes masculinas con tanta fuerza que el bribón cayó de rodillas gritando de dolor.
—¡Ouch! —dijo el niño, colocando su mano entre sus propios muslos y encogiéndose, como si él mismo hubiera sido pateado.
—Lástima que estuve una maga terrible, y creo que todavía lo soy, porque mi padre vio mi cara en un espejo sobre su mesa. Entendió todo en el acto.
—¿Qué pasó?
—Me arrestó con Diana. Dijo que, ya que había hecho eso para que ella no estuviera sola, bien podría hacerle compañía en la cárcel.
—¡Oye! ¡Lo lograste! —dijo Tico, absteniéndose de reír.
—Y el impostor también fue arrestado, porque cuando mi padre me localizó, descubrió que la granja todavía era propiedad del señor Garibaldi.
—¿Te soltó después de enterarse?
—Nooo... —respondió con cierta consternación—. Mi padre era muy estricto. No fue suficiente arrestar a las dos hijas, necesitaba hacer más para dar el ejemplo.
—¿Te golpeó?
—No… Nos llevó a la plaza pública y nos colocó frente a la población local como una cazadora de mierda y una maga de mierda. Todos se rieron y nos apuntaran los dedos, como si practicar magia correctamente fuera un don de genio. —Marysol sacudió levemente la cabeza, tomó el sombrero que le había presentado Jorge y se lo puso en el pelo como si estuviera activando el modo Bandolera, su mirada se volvió fría—. Fue en ese día que decidí mandar todo al diablo, y les mostré a todos que podía vencer la magia usando otras habilidades. Diana se unió a mí, pero no nos gustan los números pares, no son buenos…
—¿Por qué?
—Porque no.
—¿Pero por qué no?
—Entre algunas razones, cuando tenemos que decidir algo, votamos. Si empatamos, tenemos un voto de desempate, o un voto de Marte, como dicen algunos.
—Ya veo… Y ¿las otras razones? —Ante la cara de pocos amigos de Marysol, Tico sonrió con resignación y se calló—. Está bien, olvídalo, la historia, ¡continúa!
—Bueno, entonces empezamos a planear nuestros pequeños hurtos, que se hicieron más grandes, hasta que se convirtieron en robos. Fue donde necesitamos asumir nuestro estatus de ladronas y empezar a armarnos.
—Tu padre era el sheriff, pero ¿qué hay de tu madre?
Marysol se oscureció y no respondió de inmediato. Bebió todo el refresco del vaso de plástico, eructó y dijo sin mirar a Tico.
—Se fue cuando yo era muy joven. Se ocupó de sus propios asuntos y no tenía lugar para nosotros. Eso es todo lo que sé. —Tico bajó la mirada torpemente—. Diana y yo fuimos a buscar a alguien más que quisiera unirse a nosotros. Fue entonces cuando encontramos a esa frenética hawaiana.