Danielle logró lidiar bien con la situación y usar la excusa dada por Marysol de que su arma había disparado accidentalmente y que nadie había resultado herido. Cuando la gente llegó a la escena, incluidos algunos policías, Marysol ya había hecho que Tico y ella se quedasen invisibles, mientras la inspectora despachaba a los asustados y curiosos.
Al inspector jefe no le gustaría saber que, después de la más que delicada situación en Ciudad de Dios, ella había dejado que su arma se disparara en área pública. Pero ese era el menor de sus problemas, ya que tenía un fenómeno inexplicable ante ella: una mujer que apenas había salido del lugar con el impacto y aún había expulsado el proyectil como si escupiera un chicle.
Buscó a la chica blindada y a Tico, pero no los vio en ningún lado. Después de dar unos pasos, el niño se acercó detrás de ella, susurrando su nombre. Danielle se dio la vuelta casi dando un salto.
—¡Tico! ¿Qué pasa? ¿Quién es esa mujer? ¿Cómo no se lastimó?
Las preguntas salían en un ritmo frenético, parecía que no se detendrían, pero la mano firme de Marysol le tocó el hombro, y Danielle se volvió y miró a los ojos de la Bandolera que la ojeaba con curiosidad.
Con el dedo índice sobre los labios, Marysol le indicó a Danielle que se callara, a lo que la inspectora asintió, y Marysol sonrió a medias y le tendió la mano a Tico. El niño sostuvo la mano extendida de la Bandolera y entendió la señal para sostener la mano de la inspectora. Entonces, con una de las manos de Marysol aún sobre el hombro de Danielle, los tres formaron un círculo.
—A igual que yo, a mi hermana no le gustaba usar magia, pero había algo que hacía muy bien —dijo Marysol, mirando a Danielle a los ojos—. De dónde vengo, cuando alguien no puede lanzar un hechizo, sea cual sea, si toca a alguien que lo sabe, termina por hacerlo.
—¡¿Qué?! —Danielle preguntó con voz temblorosa.
—Si eres una versión de Diana, pues… voy a probarte.
—¡¿Diana qué?!
Marysol retiró la mano del hombro de la inspectora por un momento para pedirle que se callara; tan pronto como todos se callaron, tocó a Danielle nuevamente y cerró los ojos; los otros dos hicieron lo mismo.
Las leyendas decían que la magia podía fluir a través de los dobles; solo se necesitaba un gatillo para activar el potencial latente. Este gatillo podría ser cualquier daemon que se colocara como un canal de energía. Marysol se convirtió en el detonante para usar el poder de teletransportación de su hermana a través de su doble, y el poder oculto y dormido de Diana en Danielle fluyó a través de Marysol, haciendo que los tres terminaran en el apartamento de la inspectora.
Ruan tenía una cita de trabajo programada en una emisora importante. Había logrado inculcar en la mente de uno de los directores, mediante el simple uso de su espejo, que era perfecto para trabajar con el periodismo de investigación. Sus documentos falsos no serían verificados, su diploma de periodista no sería requerido. Ruan se sentía como en casa, rodeado de sirvientes que respondían a sus deseos sin pestañear; sirvientes que se convertirían en esclavos en un futuro prometedor.
Su primera gran sorpresa en este mundo se dio cuando se puso delante del dueño de la emisora, el gran jefe. En verdad, la sorpresa fue mutua cuando Ruan entró en la lujosa oficina y se encontró a un hombre de unos ochenta años, con cabello denso y platino, sentado en una silla alta. Entre ellos, en una mesa cuya superficie se reflejaba como un espejo, las manos arrugadas del viejo hombre de negocios descansaban. El reflejo de esas manos hizo que Ruan se sobresaltara, porque las manos reflejadas eran las de un hombre de cuarenta años.
—¿Cómo lograste cruzar con este cuerpo? —preguntó, sin demora, el presidente en un tono casi reverente.
—Ya no tienes el tuyo…
—Desafortunadamente, no. —Dio una sonrisa débil y sacó un cigarro de una caja al lado—. Ninguno de nosotros pudo.
Norberto Braga Filho parpadeó varias veces, como si no pudiera creer en lo que veía frente a él. Ruan estaba allí, sentado como un mortal, pero su mirada era inconfundible y su aura era muy fuerte. Después de años en el cuerpo de ese humano, que se había ido años antes porque no podía soportar compartir el espacio con algo tan fuerte y malvado, el daemon desertor había perdido muchas habilidades, incluida la magia, pero sintió la potencia y el ambiente familiar cuando el Maldito entró en su oficina. Ruan exudaba peligro, y Norberto sabía que quería tenerlo a su lado, era una necesidad, era una cuestión de supervivencia.
—Dijiste nosotros… —A Ruan no le gustó lo que sintió que escucharía, pero se contuvo y mantuvo su discreta sonrisa amistosa.
—Sí. Hay muchos de nosotros en este mundo. Pero, completo como tú… bueno… Supongo que eres el único. Llevamos años buscando.
Ruan no se molestó en revelarle a ese ser híbrido que Marysol también estaba allí. Sabía que, con ese cuerpo limitado de humano, Norberto no podía leer su mente.
—Sí… —Ruan aceptó el cigarro ofrecido como señal de paz, olió el aroma y lo encendió.
—¿Como conseguiste? Solo un mago muy poderoso podría atravesar entero e ileso.
—Soy un mago muy poderoso —dijo sin falsa modestia.
Aunque no estaba en los pensamientos de Ruan, puedo decirles que, en ese momento, una leve preocupación cruzó la mente del daemon. Recordó que Marysol también había cruzado ilesa, y no solo uno, sino dos mundos diferentes. Por un breve momento, consideró que quizás tuviera una oponente digna. Marysol siempre había sido mejor en las confrontaciones físicas y en el gatillo, mientras que Ruan se destacaba en «El Art». Si la Bandolera fuera superior a él en la magia… ¡No!
Se aclaró la garganta, alejó los pensamientos negativos y le dirigió a Norberto una mirada aguda. Una mirada que decía muy claramente quién era el de raza pura y quién era el mestizo; una mirada que dejaba muy claro quién había logrado superar un desafío y quién había fallado; una mirada que determinaba quién estaba a cargo y quién obedecía.
—Ahora que he sido aprobado en su empresa, quiero dos cosas: la primera, que me muestre los otros.
—Eso está fácil. Son muy populares… Es decir, no todos… A ver, lo que quiero decir es que son fáciles de verse. ¿Qué es lo otro?
—Quiero el puesto de director —dijo Ruan, quien acababa de refinar sus planes. Ya no sería un periodista de investigación.
Sonrió y se puso encantado de ver a Norberto, su nuevo subordinado, asentir con la cabeza en humilde acuerdo.
Danielle era una persona muy abierta y crédula, pero eso no impidió que se sorprendiera cuando vio a Marysol expulsar una bala de pistola de su cuerpo y, poco después, teletransportar a tres individuos. No, no tenía forma de digerir eventos de tales proporciones en tan poco tiempo.
Era solo un ser humano.
En el medio de su departamento, trató de no mirar a su alrededor, quería negarlo todo, por lo que empezó a murmurar:
—No, no, no. Estoy soñando. Es solo un sueño, una alucinación. —Abrió los ojos, pero la visión de Tico y de la «mujer» seguía allí. —¡Morí! ¡Es eso! Me dispararon en la favela, y mi espíritu está perdido porque no puedo aceptar que estoy muerta. ¡Sí! ¡Es eso! ¡Estoy muerta!
—¡Escúchame, mujer! —intentó Marysol, pero Danielle empezó de nuevo.
—No puedo escuchar nada. ¡Nada! —Se cubrió los oídos con las manos y se puso a cantar de manera infantil—: «Ahí, ahí, no escucho nada aquí; ahí, allá, no escucho nada acá».
—Ah, ¡por favor! ¡Nos seas ridícula! —dijo la Bandolera, quitando las manos de la inspectora de sus oídos.
—¡No! ¡No estás aquí! ¡Vosotros no estáis aquí! ¡Estoy muerta! —Molesta, se dio la vuelta y se dirigió al baño—. Tomaré mis pastillas para dormir, no he descansado durante todo este puñetero día. Eso es lo que necesito: ¡dormir! —Abrió el botiquín en una búsqueda frenética.
—¡Hostia! Si te crees muerta, ¿por qué demonios te drogarás, viviente?
—¡Me cago en la puta! A ver… si no estoy muerta, ¡me estoy volviendo loca! Eso es todo, ¡estoy loca!
—¡Deja de sandeces y mírame, mujer! Estoy aquí, estamos aquí —dijo Marysol, mostrándose a sí misma y a Tico con su dedo índice—. ¡Míranos! —ordenó, señalando el reflejo de los tres en el espejo—. ¿Ves nuestro reflejo allí en ese espejo? Los espejos nunca mienten.
Danielle bajó la cabeza, cerró los ojos con fuerza por un momento, pero luego los abrió y miró a Marysol a través de la superficie reflejada.
—¡SAL DE AQUÍ! —gritó y tomó su píldora.
Con manos temblorosas, se tragó la píldora sin agua, corrió a la recámara, cerró la puerta, se quitó los zapatos con los pies y se acostó en la cama esperando que la pastilla para dormir surtiera efecto.
Afuera, Tico le preguntó a Marysol:
—¿Qué vamos a hacer, tía?
—¿Y qué sé yo? ¡La mujer está tan loca que cerró la puerta para una alucinación! ¡Humanos! —Miró a Tico, que se veía triste, y le preguntó—: ¿Qué pasa, chavo?
Sin esperar una respuesta, empezó a caminar por el apartamento. Cuando vio el refrigerador, una sonrisa traviesa se deslizó por sus labios, y caminó por la larga habitación y abrió la puerta del aparato sin ceremonia. Tico le dio una palmada en la mano.
—¡No debes tocar no que no es tuyo! Mi madre me dijo que es de mala educación.
—Tu madre tiene razón, y sí que me estoy portando mal, pero esto es una emergencia—. La sonrisa en sus labios se ensanchó y ella se volvió más maliciosa. Sus ojos estaban fijos en las botellas de agua.
—¿Qué vas a hacer, demonia loca?
—Ayudarle al doble de Diana a anclar —dijo con voz arrastrada de alguien que está planeando una broma.
—Anclar?
—Ser real, despertar a la vida, poner los pies locos en el suelo…
—Y ¿por qué agua fría?
—Frío… ¡Genial! El hielo ayudará. ¡Gracias, chavo!
—¿De qué? —Tico frunció el ceño y siguió a Marysol, quien se apresuró hacia la puerta del dormitorio de Danielle sonriendo como una niña traviesa.
Frente a la puerta cerrada, Marysol la miró y la cerradura se abrió. Entró en silencio y vio a Danielle acostada en la cama, su respiración empezaba a ponerse pesada. Pensando en la fragilidad del cuerpo humano, Marysol lanzó un pequeño hechizo de protección antes de empezar su jugueteo.
—¡No lo hagas, tía!
—¡Quieto! Yo sé lo que hago. —El tono de voz era el de una niña terca con un fósforo encendido a punto de ser arrojado al jardín de un vecino—. Cortemos el efecto de esta droga ahora.
—Ella puede agarrar una gripa.
—Quédate tranquilo, chavo, ya me encargué de eso. Ahora… disfruta.
Marysol apretó los labios, recordó cuántas veces había despertado a Diana de la misma manera, a veces eran rocas en lugar de hielo. Recordó las muchas veces que no había logrado escapar de la ira de su hermana, y de los golpes que recibía de Diana. Aún a la luz oscura de esos recuerdos, ella roció el agua helada en la cara y el pecho de Danielle sin piedad. La inspectora lanzó un grito de pánico, levantó el torso y se sentó en la cama con los ojos muy abiertos, la boca ancha y la respiración acelerada.
—Tenemos que hablar, mujer. No es hora para siesta —dijo, presionando sus labios para evitar reírse. Tico temblaba y lentamente salía de la habitación, al revés. Danielle movió los ojos de lado con cierta dificultad y vio el frasco vacío en las manos de la extraña.
—¿Qué hiciste?
—¿Entiendes ahora que soy real?
Marysol se echó a correr tan pronto como sintió que Danielle avanzaría hacia ella; corrió por puro instinto, ya que no había razón para que la daemon temiera ser lastimada por la humana. Ella solo huyó de Danielle porque, en su dulce engaño, revivió un momento en que esa joven despierta con agua helada era su hermana.
Cuando Danielle la alcanzó y la dejó caer en el piso de la habitación, fue que Marysol volvió en sí porque, a diferencia de los golpes de Diana, los de la inspectora no la lastimaban. Reconocía que Danielle tenía fuerza y disposición, que sabía cómo golpear, pero no sentía el dolor que le causarían los fuertes golpes de su hermana. Vio la indignación de Danielle, que se parecía mucho a la de Diana, pero ella también vio que la inspectora estaba asustada y actuaba más por impulso que por querer golpear a alguien.
Marysol no quería lastimarla, por lo que midió su fuerza empujándola y quitándola de encima. Danielle se tambaleó un poco, corrió hacia su bolso recostado en el sofá y recogió la pistola, que apuntó a Marysol. Recompuesta, la Bandolera ya no encontraba divertida la situación. De hecho, se sentía estúpida.
—¿Otra vez con eso? —Marysol inclinó la barbilla hacia la pistola; la mano de Danielle se estremeció—. ¿Entiendes que soy real y que todo realmente sucedió?
—¡Dios mío! ¿Quién eres tú? —Danielle se rindió y bajó la pistola, llevándose la otra mano a la frente.
—Si te calmas, te explicaré todo y responderé todas tus preguntas. No te lastimaré… En cuanto al agua fría… ¡Lo siento! Pensé que estaba lidiando con la otra…
—¿Me confundiste con alguien?
—No, no confundí. Eres tú.
—¡Eres el doble idéntico de su hermana! —Tico completó, y las dos se volvieron hacia él. Danielle no pudo ocultar su asombro.
—Tico, ¡relájate! Esto toca a mí —pidió Marysol.
—¿El doble de quién? —Danielle parecía atónita.
—No soy de este mundo… —comenzó Marysol.
—A ver… frente a lo que vi, no sé cómo, pero lo aceptaré como cierto. Así que… ¡Hostia! ¿Eres un extraterrestre, o qué? —Danielle se sentía ridícula, pero no se podía negar que la forastera no era un ser corriente.
—No. ¡Ella es un demonio! —respondió Tico, que estaba demasiado eufórico para contenerse.
La naturalidad con la que el niño había dicho esas palabras hizo que Danielle retrocediera unos pasos, hasta que su espalda se encontró con la pared.
—¿Qué?
—¡Genial, Tico! —dijo Marysol, molesta. —¡Ayudaste mucho!
Tomó algunas horas de debate, solicitudes de calma, reafirmaciones de que no era una alucinación, pero finalmente, Marysol logró convencer a Danielle de que era real, explicar sobre universos paralelos y decirle por qué la había buscado.