En la casa de Rogelio, Marysol descansó el cuerpo del médico en la misma cama donde habían dormido la noche anterior. Usó la guitarra para restaurar los huesos rotos de su brazo y preguntó:
—¿Qué pasó?
—Fui al bar para tratar de verte y terminé encontrándome con tu amigo.
—¿Fue él quien te hizo esto?
—Sí.
—¿Cómo? ¿Por qué él te lastimaría a ti?
—Creo que él no pensó que iba a hacerse daño. Dije que no podía derramar mi sangre, pero…
—¿Es cierto? ¿Puedo hacer que Sol sea inviable si no derrame su sangre?
—Creo que no. Estoy bastante seguro de que él sintió que le dolía el brazo cuando me lastimó.
—¿Qué hiciste para provocarle la ira?
—Le dije que no a él. Pero, Marysol, necesito advertirte, él es peligroso.
—Ya lo sé.
—No. No lo sabes. El Congreso Nacional, los medios de comunicación. Puede ser un daemon, pero sabe qué hacer entre los humanos. Esto ya no es solo entre tú y él.
—¿En serio que me vas a ayudar?
—Voy.
Marysol sonrió. Sintió un calor descender y expandirse en su pecho. Una sensación que ella no sabía, pero que yo sí sé y puedo decirles: era afecto. Esa calidez que aviva, esa comodidad que te hace olvidar que necesitas algo más y, por ese segundo, la calidez en su pecho era lo único que le importaba. Por ese segundo, ella quiso lo mejor para el médico. Pudo ver a la persona más allá de Ruan. Pudo ver, claramente, quién era quién. Nunca volvería a confundir a los dos. Nunca volvería a ver al Maldito en los ojos de ese hombre otra vez.
Un hombre.
No un macho.
Usó la guitarra y dejó escapar los primeros acordes. Rogelio sintió que la sangre circulaba por sus piernas, sintió la presión de sus propias caderas contra el colchón de la cama, miró las puntas de sus pies y movió su dedo gordo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Dándote lo que quieres.
—No lo quiero más.
Marysol dejó de tocar.
—¿Qué?
—Ruan es un poderoso mago; eres una luchadora muy fuerte. Mientras mi cuerpo esté debilitado, el suyo también estará de alguna manera, ¿verdad?
—Creo que sí, pero no estoy segura de cuáles son las reglas o cómo funciona.
—¡Mata al Maldito! Cuando termine la guerra, hablaremos de mis piernas.
Y he aquí, llegamos al punto donde, finalmente, las cosas comenzaron a desarrollarse para que estuviéramos donde estamos ahora. Yo, aquí, ante ustedes, contándoles esta historia como le gustaría a ella que yo la contara: con mi voz.
Después de que los dobles se conocieron y los daemons descubrieron que no podían lograr la complicidad de sus homólogos humanos, se pasaron semanas. Semanas que no pretendo contarles en detalles, porque siento que esta historia se está quedando demasiado larga.
A partir de ese momento, es relevante decir que Marysol y Ruan nunca se encontraron cara a cara. Pospusieron el momento. Estaban demasiado contaminados. Creo que la humanidad es realmente contagiosa.
Ruan se entregó a su proyecto de poder mientras esperaba que Marysol lanzara el desafío. Al frente de la emisora, el Maldito utilizó su poder de comunicación para manipular la información a favor de sus proyectos, y todo iba muy bien. La bancada de híbridos del Congreso y otras Casas Legislativas se fortalecían cada día, y los proyectos políticos del daemon parecían materializarse. Estaba muy cerca de conquistar su lugar de destaque entre los humanos, lo mismo que no había podido conquistar entre los daemons. Por supuesto que no tendría a Marysol a su lado, pero tenía a Solymar, y eso daba casi igual.
Solymar, después de expulsar a Marysol de su casa, trató de negarse la verdad a sí misma aún que no pudiera negar la realidad que la rodeaba. Sabía que la daemon no le había mentido, sabía que Ruan era un ser de otro mundo, y trató de encajar eso en su vida. Después de dos días, sin soportar más la confusión, decidió dejarle todo en claro a su novio, y él la convenció de que todo lo que Marysol buscaba era matarlo, y que no era justicia. Juró por todo lo que Solymar consideraba más sagrado, incluido el manto de la Virgen de Guadalupe, que la amaba y que no estaba con ella solo porque era la doble de Marysol; después de eso, los dos se volvieron inseparables. Por supuesto, aunque Solymar ya no imaginaba su vida sin Ruan y se sentía halagada por alguien tan poderoso como él preferir estar con ella cuando pudiera estar con cualquiera, no podía pensar en todas las mentiras contadas por el Maldito y sospechaba de casi todo. Especialmente de las mujeres, incluidas las nuevas, hechas por él mismo, que lo rodeaban.
Marysol, a su vez, dejó de luchar contra su amor por Rogelio. Decidió que sería más fácil así. Decidió que el amor era simple y, aunque era una emoción inusual entre los daemons, tomó ese amor por sí misma y superó la repulsión que sentía hacia el rostro del médico. Cada vez que Rogelio le sonreía, ya no era la sonrisa del Maldito lo que veía, sino la sonrisa del hombre inteligente que había renunciado a todo lo que más anhelaba solo por el privilegio de estar a su lado y luchar esa pelea con ella. A veces deseaba devolver el movimiento de sus piernas para que volviera a estar completo, pero aceptaba la negación del médico como muestra de amor. Simple. Lo único simple en su enlace.
Rogelio continuó con sus estudios. A veces se preguntaba qué tipo de lógica había usado para decirle que no a Marysol cuando ella decidió curarlo, pero no perdió mucho tiempo en esa reflexión. Rogelio no creía en ningún dios o entidad sobrenatural, sabía que cualquier cosa podía explicarse por las leyes más rudimentarias de la física, pero, aunque no creía en los dioses, podía ver la sabiduría en libros que aquellos que consideraba ignorantes llamaban sagrados, y entendía que había un tiempo para todas las cosas.
Un día tendría las piernas, y ese día, elegiría estar al lado de Marysol, ya sea entre humanos, ya sea entre daemons. Todavía no sabía cómo sería, cómo lo haría, pero sabía que sería así. Los ignorantes, los creyentes, los adoradores de los dioses dirían destino a su futuro, pero a Rogelio no le importaba. Cualquiera que fuera el curso de los acontecimientos, su destino sería construido por él mismo y, en el momento adecuado de todas las cosas, tendría todo lo que quisiera.
Danielle, por otro lado, no estaba interesada en esa guerra. Todo lo que quería era vivir en paz con su nueva familia. Ella había aceptado a Marysol como hermana y a Tico como un sobrino —tal vez—; todo lo que involucraba al niño todavía era confuso para ella. Anhelaba la paz. Anhelaba cervezas a los domingos junto con los que había aprendido a amar, y temía el día del duelo que, sabía, se estaba acercando. No es que considerara la pelea de Marysol sin gloria o injusta, podía ver las razones por las que la Bandolera necesitaba luchar, pero cuando Danielle pensaba en esas razones, pensaba que eran las razones de los demás, no sentía el dolor de la pérdida en sí misma. Entre los combatientes de esa guerra, ella había sido la única que había ganado. Ganó una hermana y recuperó a su hijo; sí, a veces ella lo miraba como a un hijo, uno que ni siquiera sabía que existía en otro universo.
En cuanto a Tico, él estaba diferente y ni siquiera sabía por qué. De alguna manera, sentía que Marysol y Danielle le estaban ocultando algo, y estaba molesto por eso.
Desde que Lorena se había mudado, Tico pasó a vivir con ella y las hermanas. De Robson, el hermano mayor, se desconocía el paradero. Tico vio a Danielle y Marysol algunas veces en ese tiempo. Marysol había decidido no hablar con él sobre las especulaciones de Diana de que él podría ser un daemon: ella no quería ocupar la cabeza del niño con cosas que él no podría soportar; tampoco quería dejar que esperara una familia diferente a la que lo había criado. La Bandolera sentía afecto hacia el niño, y si le dijera que había alguna posibilidad de que fuera un daemon, y eso se demostrara ser una mentira, él se quedaría muy decepcionado.
En la nueva casa, con un nuevo trabajo y limpia de drogas, Lorena tenía todo para volver a ser la madre cariñosa que siempre había sido antes de que asesinasen a su esposo. Pero estar limpia no significaba estar libre de adicciones.
Lorena no estaba libre de sus vicios.
Los días se extendían muy largos antes de ella, y nada parecía ocupar el espacio dejado por las drogas. Era como si fueran parte de ella, como si fueran algo importante que se le había sido sacado y que ella echaba de menos, que echaba mucho de menos, así que trató, por todos los medios, de volverse adicta a alguna droga.
Cualquier droga.
Probó cigarrillos, cerveza, marihuana, cualquier cosa que ocupase su tiempo y le diese la ilusión de escaparse de la realidad. A Lorena no le gustaba el mundo real, porque en el mundo real su esposo había sido asesinado; ella podría o no haber sido responsable de la muerte de su propia madre; ella necesitaba mantener una familia y un hogar; y, la peor realidad de todas, la que se quedaba más reacio a enfrentar: su niño, Tico, parecía no amarla ni respetarla más.
No sabía si era porque estaba de cara limpia, pero no reconocía a su hijo a los ojos del niño con quien compartía la casa, y quería desesperadamente reconocer a ese niño, porque solía ser la única cosa inocente en su vida. Tico era el único que había logrado escapar. Adentro, Lorena sabía que Tico había huido del infierno familiar a una vida que estaba lejos de ser segura; adentro, Lorena sabía que su hijo ya había pasado por el infierno en las calles, pero era diferente, porque lo que estaba escondido adentro, ella podía fingir que no veía. Todo lo que Lorena sabía sobre Tico era que, de vez en cuando, aparecía en casa, se duchaba, dejaba un poco de dinero y volvía a las calles, y en ese caso, las calles eran el lugar donde no veía a su madre drogada, a su hermano trabajando para el tráfico de drogas, o sus hermanas siendo abusadas por padrastros, y eso, para Lorena, era casi una garantía de que su hijo había mantenido su inocencia. Que, al menos, tenía derecho a tener una infancia.
Quizás las peores mentiras sean las que nos decimos a nosotros mismos, ¿verdad?
Pero ¿quién soy yo para juzgar a esa mujer?
El hecho es que, sin poder refugiarse detrás de la cortina adormecedora de drogas, Lorena tuvo que enfrentar toda esa vida y, en esa vida, su inocente niño no parecía tan inocente.
O tan niño.
Así que lo intentó, y lo intentó, y siguió intentándolo, pero por mucho que quisiera drogarse, no pudo. Ella no era una adicta en recuperación, era una adicta recuperada, y odiaba eso. Lo odiaba con todas las fuerzas de su ser.
Fue entonces cuando un vecino la invitó a reunirse con una congregación evangélica en el nuevo vecindario. Por ahora, me falta el recuerdo del nombre de la congregación, pero eso no importa, ¿verdad? Importa que Lorena fue allí y no tardó en sumergirse en ese mundo. Dio su vida a Jesús y adormeció sus sentidos con un alucinógeno diferente.
A Tico le gustó eso.
Prefería ver a su madre limpiando el piso de la pequeña casa cuidadosamente mantenida mientras cantaba cosas como «si delante de mí, el mar no se abre, Dios me hará caminar sobre el agua…», en lugar de tirada en los rincones, tirada en el piso lleno de vómito, sintiendo la necesidad de acostarse con alguien para mantener la adicción.
En cuanto a los padrastros… bueno… independientemente de la droga legal o ilegal que estuviera usando, Lorena estaba acostumbrada a tener pareja y, en ese sentido, no había nada que hacer, así que, unos días después de que comenzó a asistir en la iglesia, un nuevo miembro fue introducido en su hogar.
Aparentemente, era un buen hombre.
Trataba bien a su esposa, no maltrataba a las chicas, nunca levantaba la mano hacia Tico. El único problema del padrastro era ser demasiado recto. Tico, que estaba acostumbrado a ser libre, de repente tenía horarios de entrar y de salir; necesitaba irse a la escuela; no podía hacer esto, no podía hacer lo otro. Tico estaba hasta la madre con ello.
A menudo se había preguntado cómo sería tener a un padre, pero ese hombre no era su padre y, por más cariñoso que fuera, Tico no podía sentirlo como padre o como parte de su vida.
Era un extraño.
Era la representación perfecta de lo que sería un extraño, y Tico lo sentía como un ser completamente diferente. Nunca había sentido el apelo de la sangre con tanta fuerza; pero la sangre del extraño hombre le repugnaba.
No era su padre, y no tenía el derecho a serlo.
—Hice lo mejor que pude en tan poco tiempo, Ruan. Milagros, ¡yo no los hago! —Ariana justificó, mientras esperaba, al lado del daemon, que el programa de entrevistas saliera al aire. Norberto también estaba en la sala, y la pantalla se sintonizó en el programa cuyo título era Mega Pop, presentado por una exmodelo casada con uno de los productores.
—Lo sé, Irina.
—Ariana —corrigió ella, sonriendo—. ¿Por qué insistes en llamarme así?
—Eres muy parecida a alguien que conozco.
Extrañaba a su hermana, era costoso tener que aceptar a una copia de ella para aliviar la pérdida. Aunque le gustaba Ariana por ser una mujer activa, inteligente y sintonizada con el mundo, el doble de Irina no tenía ese fuego, esa pasión que había hecho a Irina tan peculiar.
—¿En serio?
—Muy en serio.
—Ando asustada por esto de otras personas que se parecen a mí. Ese desastre que aún no se ha explicado, esa muerta, todavía no lo he digerido. —Ariana se cruzó de brazos y se encogió. Ruan la miró seriamente, imaginando a Irina muerta.
Se quedó feliz cuando comenzó el programa y no tuvo que continuar pensándolo.
Cindy ya estaba diferente. Se vestía juiciosamente y su maquillaje estaba discreta. Un disfraz de buena chica para una casibuena chica.
Cindy era, por naturaleza, alegre y efusiva, casi extravagante. Ariana hasta podría refinar sus gestos, pero nunca, nunca podría eliminar la personalidad de la pelirroja. Fue solo cuando la presentadora le preguntó sobre la historia contada previamente y que, en ese programa, ella estaba tratando de negar, que Cindy intentó ponerse más seria. No quería cometer un error. No quería que Ruan se aburriera.
Empezó a contar la historia previamente ensayada y combinada, tratando de hablar sin que la presentadora la interrumpiera, pero se estaba volviendo cada vez más difícil, por lo que dejó que escapara un poco, un poquito de nada, de la vieja Cindy.
—Entonces ¿estabas escondida en esa clínica mientras te estabas recuperando, Cindy?
—No estaba escondida, solo me estaba recuperando…
—Y ¿por qué nos inventaste esa historia tan loca?
—No seguí la guía de los médicos para hacer un seguimiento inmediato con un psicólogo y…
—Así que estabas enloqueciendo, ¿verdad?
—No, no me estaba enloqueciendo, pero yo…
Nerviosa por no poder completar ninguna idea o frase, Cindy no lograba quedarse quieta en su silla. Balanceaba su pie nerviosamente y enrollaba su coleta alrededor de su dedo índice. Todo lo que le faltaba era la goma de mascar y una mirada afrentosa para ser la habitual Cindy, la que solía prostituirse en las calles. La presentadora ignoró el nerviosismo de la entrevistada y continuó:
—Veo que te cambiaste de estilo; te expresas mejor… Muy bueno psicólogo, ¿verdad? —dijo la presentadora en tono burlón, y el público se echó a reír, y eso fue lo máximo que Cindy pudo soportar.
—Yo me cambié, pero tú sigues interrumpiendo a la gente, todavía no dejas que tu audiencia sepa lo que quiere saber. Déjame recomendarte mi psicólogo, ¡lo necesitas, honey!
—¡Mira nada más! ¡Que envalentonada que estás! Lo que pasa, cariño, es que te estás tardando demasiado en responder, y tenemos tiempo y…
Cindy se levantó de la silla y fue al centro del escenario. Allí, sola, estaba lista para recitar el libro de Ruan, como si la presentadora no estuviera allí; como si el programa fuera suyo.
—Vine aquí para contarles mi historia y disculparme por el showcito que hice…
—¡Producción! Vamos a los comerciales… —dijo la presentadora, pero su micrófono se cortó repentinamente y ella no pudo terminar la oración. La orden de cortar el micrófono había venido del propio Ruan, quien también ordenó que Cindy recibiera toda la atención, luces y cámaras que necesitaba.
—¡Guau! ¿Te cortaron el micrófono, honey? —dijo Cindy con una amplia sonrisa antes de dirigirse a la audiencia—. Creo que alguien se va a tomar unas vacaciones forzadas, ¡yay!
Directamente desde la sala de producción, Ruan aumentó el volumen para poder disfrutarlo mejor. Mientras él y Norberto se aferraban para no reír, Ariana los miraba de uno a otro como si les suplicara que detuvieran esa exhibición.
—¡Relájate, Ariana! Ella se ve bien y, además, el público lo está disfrutando —dijo Ruan.
—Tuve poco tiempo, juro que lo intenté… pero me va que es un caso perdido.
Mientras Ariana caminaba de un lado a otro suplicando por un milagro de Nuestra Señora de la Semana de la Moda, Cindy tenía su momento en el escenario.
—Quiero decir que hay muy buenos profesionales que quieren ayudar a personas como yo, una mujer atrapada en un cuerpo de hombre. Estoy aquí, porque solo ahora acepté que realmente soy una mujer y no una travesti. Acepté que no fue magia, fue ciencia. No fue un mago misterioso que me cambió, fue un equipo de cirujanos competentes que me cuidaron todo ese tiempo y…
Interrumpió su discurso, puso su mano frente a su cara, fingiendo tratar de ocultar sus lágrimas, como si fuera imposible resistir a la emoción. En ese punto, la anfitriona original del programa estaba sentada con los invitados y tenía órdenes expresas de no tratar de interferir.
Cindy paseaba arriba y abajo del escenario, contando su experiencia. Su mejor amiga, Charlene Dayane, por supuesto estaba en la primera fila, mirando a todo. Charlene ya había sido transformada por Ruan y estaba viviendo los mejores días de su vida. Emocionada, Cindy llamó a Charlene al escenario, pero su amiga era tímida y sacudió su dedo.
—¿Qué pasa, mana? —dijo Cindy, recogiendo la nueva Charlene—. Ven aquí para vean lo beautiful que te ves, my diva.
A regañadientes, Charlene se levantó, pero no se movió y escuchó los aplausos y silbidos de algunos hombres. Cindy levantó su mano al escenario.
—¡People! Esta es Charlene Dayane. Ella también ha renacido. Mujer renacida, como yo. Pero Charlene es cosa del pasado, así que necesitamos un nuevo nombre para esta nueva mujer.
—Sí, necesito un nombre que combine con quien soy ahora —dijo Charlene con voz vellosa.
—Está guapa, ¿no es así, people? —dijo Cindy, haciendo pucheros a la cámara—. Y ahora ustedes pueden ayudar a elegir un nuevo nombre para esta belleza. ¡Producción! ¡Pon el teléfono en la pantalla, please!
Esa encuesta no ayudó a encontrar un nuevo nombre para Lady Dai, pero le dio a Cindy un nuevo espectáculo debido al éxito rotundo de su aparición que terminó con su voz histriónica tarareando, en un vergonzoso inglés, la canción Pretty Woman.
Cindy se balanceaba al oír su propia voz gritando un «Pretty woman, walking down the street…», cuando Danielle apagó el televisor. El inglés de la pelirroja hacía eco en sus oídos como un insulto; hasta Marysol se quedó boquiabierta y comentó, con la boca llena de harina de mandioca.
—Él se superó.
—Bebe esa chela, o te vas a atascar —aconsejó Danielle, al ver las miguitas volaren por la boca de la Bandolera.
Marysol bebió la cerveza helada; la presión fue tan fuerte que ella no pudo contener el eructo, y Danielle se echó a reír.
—¿Qué quieres decir con él se superó?
—Esa tía… Es obra del Maldito.
—¿Él pagó por su operación?
—No. Él la hizo a ella.
—¿La hizo? ¿Cómo la fabricó?
—¡Magia! Su historia original… la primera… esa era la verdadera.
—¿Sois así de poderosos?
—Él es un mago muy eficaz.
Con la boca abierta y la mandíbula caída, frente al televisor, Danielle dejó escapar algunos gruñidos. No sabía qué pensar. Cuando logró articular algunas palabras inteligibles, dijo solo tres, y fueron en un susurro:
—No es posible…
—¡Prepárate para el apocalipsis, Dani! El Maldito hizo algo bueno por alguien, y fue por dos humanas. Para que veas. Esa amiga de la tía… la larguirucha… no es ciencia tampoco.
—¿Algo bueno? Mary, ¿estás borracha?
—¿No ves cómo están felices?
—Sí. Pero lo hizo porque tiene algo de interés.
—¡Obviamente! Pero eso no le quita el valor a lo que hizo. Hay dos personas muy felices allí. En cuanto a por qué lo hizo, eso me toca a mí.
—¿No te preocupa lo que él quiere? No sé cómo funciona para vosotros los daemons, pero este es un tema muy delicado entre los humanos y, Mary, saqué el archivo de esa Cindy, nacida Cristiano, con una imagen de la antigua identidad y… ¡guau! ella ha renacido, literalmente.
—A lo mejor tienes razón… A lo mejor estoy viendo bondad donde no existe. Pero vi lo que él hizo a mi hermana… a mi banda. Yo sé lo cuanto él puede ser diabólico. Pero estas mujeres… esta felicidad… Es algo bueno. A lo mejor estoy viendo el bien porque necesito un descanso, un respiro de la guerra, ¿ya ves?
—Ya. Ya veo.
Danielle sí sabía cómo era necesitar un descanso, pero no creía nada de lo que Marysol estaba hablando. Marysol no estaba cansada de la guerra, no necesitaba un respiro; Marysol, lo que estaba, era enamorada de Rogelio. Y Rogelio era, en cierto modo, Ruan. Danielle no sabía si Marysol estaba mezclando cosas, mezclando daemons con hombres y confundiendo todo en su cabeza. No expresó sus pensamientos en voz alta, pero Marysol no necesitaba escuchar las palabras.
—Entonces… estoy pensando en seguir tus consejos y salir para distraerme. ¿Quieres ir conmigo?
—No. Me voy a quedar aquí y… no sé… mirar a la tele.
—Pues yo me voy a salir. A lo mejor voy a buscar a Rogelio, estoy cachonda. Necesito chocar mi carrito con el suyo.