Yo nunca había imaginado que transformar mi experiencia con la Bandolera en ficción podría convertirse en algo tan rentable. Por supuesto, el dinero era súper bienvenido, pero se me ponía difícil lidiar con la fama. Siempre he sido una chava tímida, guiada por mis miedos y, aunque haya compartido mi cuerpo con una de las criaturas más valerosas durante diez años, ciertos hábitos son difíciles de perder. El hábito de esconderme de las personas es uno de esos.
Poco después de regresar de nuestro primer viaje, apasionada por la misión de contar esa historia, ya que mi audiencia ya no la recordaba, elegí el papel. No tenía grandes pretensiones. Solo quería contarla. Era como si contarla la tornara más real. O tal vez fuera mi miedo a olvidarla. No lo sé. Tampoco sabía que Danielle enviaría ese manuscrito a dos editoriales. Al principio, confieso, me molestó la intromisión, pero sentí que la gente realmente necesitaba saber esta historia y, como dije, el dinero es bienvenido.
Siempre.
Por supuesto, todos los nombres fueron cambiados, algunos hechos fueron romantizados, pero todo se quedó grabado allí, en mi primer libro que —¡increíble!— estaba a punto de convertirse en un best seller: La Balada de la Bandolera.
En una de las muchas tardes de autógrafos, ya me dolía la mano, y yo pensaba en la forma más educada de retirarme para un descanso rápido, cuando escuché una voz familiar, y ello me obligó a quedarme un poco más. Cuando llegó su turno, sonreí contenta, era la primera vez que la veía desde el viaje en que la rescatamos: nuestro primer viaje después del regreso de Marysol.
—Tu amá debe ‘tar bien, pero bien feliz —dijo Talita, y yo la abracé. Estaba con Irene, por supuesto.
—Así que ¿estamos en este libro? —preguntó Irene.
—Por supuesto que sí —respondí.
—Y ¿dónde ‘tán los otros? —preguntó Talita.
—Hoy, no lo sé. Pero lo que sí sé es que están divirtiéndose.
—¡Ah, Sol! ‘Toy muy feliz por ustedes. De verdad. Pero yo ya me voy, porque Jorge tiene una gripa, y ya sabes cómo se ponen los hombres cuando se enferman; pero te espero en mi casa para un cafecito, ¿sí?
—Sí, Talita. ¡Promesa!
—Te tengo a ti y a Marysol como a dos hijas. Nunca estarán solas. ¿Entiendes, niña?
Sí, yo la entendía. Miré con amor a esa mujer que era tan parecida a mi madre en este mundo, su doble.
—El mundo es demasiado pequeño para que cualquiera pueda estar solo —dije—. Estoy bien, Talita, no te preocupes.
Más tarde supe que, mientras estaba allí, la banda estaba en un universo humano paralelo donde descubrieron que el doble de Ruan y Rogelio, un hombre llamado Ruggero, apenas había lanzado un libro de ciencia ficción.
Danielle obtuvo una copia, no solo porque había sido escrito por el doble de mi eterna pareja interuniversal, sino también porque la portada y el tema… bueno… la pusieron muy, muy nerviosa.
Cuando finalmente nos reunimos después de unos días, me lo entregó el libro con manos temblorosas, y no estaba segura si podía leer esas palabras en voz alta.
Como ya he dicho y repetido: las palabras tienen poder.
Aun así, estábamos todos juntos, y esa historia también necesitaba ser contada.