Hablaremos a la generación venidera del poder del Señor, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado … ordenó a nuestros antepasados enseñarlos a sus descendientes,. y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los enseñarían a sus hijos. Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos.
Salmo 78:4-7
La familia es el lugar donde desde temprano se debe aprender que las personas son importantes, tienen valor y propósitos en la vida. La familia es el lugar donde los niños deben aprender que los seres humanos se hicieron a la imagen de Dios y por lo tanto son muy especiales en el universo.
Edith Schaeffer, What Is a Family?
[¿Qué es una familia?]
A pesar de los cambios culturales y la decadencia de las normas morales que hemos visto durante la década pasada, la familia sigue siendo la unidad básica en la formación de la sociedad. Es cierto, el perfil actual de una «familia promedio» es diferente a la imagen que recordamos, pero los hogares donde crecen tus nietos son las incubadoras de la próxima generación. Estos niños y sus padres o guardianes pueden cosechar grandes bendiciones en sus vidas mediante el amor y las oraciones de los abuelos.
Una encuesta informa que: «Los abuelos de ahora viven más tiempo y participan en las vidas a través de las generaciones durante más tiempo que nunca antes. Tienen mayor contacto entre las generaciones y están cobrando más importancia que en cualquier otro tiempo».1 Otro estudio declara que «la fragmentación de la estructura de la familia a distancia, el divorcio y la cantidad de personas que tienen hijos tarde en la vida, aumentaron el desafío de mantener los vínculos entre las generaciones».2
Estos cambios sociales significan que mientras nuestras oportunidades para influir a los nietos pueden ser más ricas que nunca antes, también tenemos más barreras que vencer en comparación a las generaciones anteriores de abuelas. Pero nuestra fe en Dios, nuestro amor por los nietos y diligencia en la oración nos pueden ayudar a encontrar cómo vencer las barreras.
Quizá tus nietos se están criando en un hogar cristiano, aunque a veces este no es el caso. O tal vez solo uno de los padres es creyente, así que los niños reciben mensajes que resultan ser conflictivos acerca de lo que está bien o mal. Pero cualquiera que sea su ambiente, el poder de la oración lo puede transformar como demuestra la historia de Lorene.
Cuando la abuela Lorene supo que su nuera llevaba a Jenny, de tres años, a su trabajo de mesera en un bar, oró aun más fervientemente por su primera nieta. Aunque no tenía el derecho legal para intervenir, la fe firme en Dios de esta abuela la motivó a pararse en la brecha de oración por Jenny. Sabía que la oración podía hacer una diferencia.
«Durante casi dos años vi la fidelidad de Dios en la pequeña Jenny, mientras oraba por ella continuamente pidiéndole que la cuidara», escribió Lorene. «Ahora tiene dieciséis años, aceptó a Jesús como su Salvador y está viviendo con mi hijo, su segunda esposa y familia. Está prosperando en la escuela y ha aumentado su confianza desde que pertenece a un equipo que participa en desfiles. Es posible ver, literalmente, cómo cambian las circunstancias mediante la oración.
Podemos pedir por la paz en el hogar, por padres fieles y cariñosos, buenas relaciones entre los hijos, un hogar lleno del amor de Dios, por un vecindario que sea un lugar seguro para criarse. También podemos pedir que entre los amigos, miembros de la familia y abuelos que viven cerca se encuentren ejemplos positivos para los nietos.
En algunos casos, las oraciones de los abuelos hasta pueden evitar las crisis antes que estas sucedan. Gail aprendió el poder de esta verdad cuando temprano en la mañana recibió una llamada ansiosa en el trabajo. «Mamá, el médico quiere hacerme el amniocéntesis», exclamó su hija muy asustada. «El último sonograma muestra que hay un problema en la cabeza del bebé y quieren hacerme más pruebas. El médico ha dicho que hasta debo considerar un aborto si el problema resulta ser serio».
Inmediatamente Gail comenzó a orar y sintió que el Espíritu Santo le indicaba que antes de la prueba debía orar por su hija y yerno.
«En este tiempo, mi yerno no era cristiano y estaba poco dispuesto a aceptar oración personal», contó Gail. «Al fin aceptó y nuestro pastor se reunió con ellos en la iglesia donde oró por mi hija y el bebé. ¡Y Dios intervino! No hubo más problemas serios y el bebé nació perfectamente normal». Nunca debemos subestimar el poder de la oración.
Sally y Don adoptaron una niña, Shawna, de seis semanas de nacida. Los médicos dijeron que padecía el «síndrome de falta de crecimiento normal» debido al cuidado que recibió en el hogar donde pasó las primeras seis semanas de vida, y que no pesaba lo normal porque no quería comer. De cualquier manera, parecía que nunca iba a vincularse adecuadamente con sus padres adoptivos, quienes tuvieron muchas dificultades con ella durante su niñez.
Cuando tenía diecinueve años, Shawna quedó embarazada y después de dar a luz decidió retener a Cody. Sally y Don tuvieron un lugar especial en sus corazones y en el hogar para su único nieto. Shawna decidió casarse con el padre del bebé y planeó una gran boda, sin embargo, tres semanas antes de la fecha señalada, la canceló. Dos meses más tarde se casaron ante un juez. A las pocas semanas se separaron, Shawna estaba totalmente descontrolada por los efectos del alcoholismo y pronto se divorciaron. El juez le otorgó la custodia del niño a Shawna con la condición de que se quedara en la casa de sus padres para que estos la ayudaran a criar el niño.
Cada mañana Shawna iba a su trabajo dejando el niño con los padres. Sally, que era maestra, lo alimentaba y vestía antes de salir para su trabajo y cada mañana Don lo llevaba a una guardería. Por las tardes, los padres de Don lo cuidaban. Era un niño feliz, «bien adaptado» gracias al cuidado tanto de los abuelos como de los bisabuelos.
Entonces, cuando Cody tenía escasamente dos años, Shawna volvió con el padre del niño. «Dios me hizo ver que debía hacer todo lo que estuviera a mi alcance para hacer que esta relación funcionara», dijo Sally. «Don y yo habíamos considerado seriamente el tratar de adoptar a Cody para darle un hogar seguro, pero el Señor nos mostró que teníamos que dejarlo ir con Shawna. Lo único que pudimos hacer fue orar para que sus padres le dieran la clase de hogar que necesitaba. Animamos a nuestra hija para que cambiara su vida y la instamos a participar en un grupo de apoyo para alcohólicos».
La incertidumbre y la tensión continuaron. Pero los abuelos se mantuvieron presentes, cuidando a Cody si se enfermaba y asegurándose de su bienestar. Una vez le dijo a Sally que sus padres se «gritaban», y que cuando esto sucedía su mamá le decía que se callara y se quitara del medio.
¿Se arreglaría este matrimonio? Sally y Don oraban continuamente porque así fuera, para el bien del niño. Y ellos saben que es posible, con sabios consejos, y la voluntad de ambas partes para permitir que el amor de Dios cambie sus corazones.
«A pesar de los muchos problemas que hemos pasado con Shawna y Cody, no los cambiaría porque gracias a eso he aprendido mucho», dice Sally. «Reconozco lo que otras familias, al parecer «normales», están pasando detrás de las puertas cerradas de sus casas. Quiero a mi nietecito y le pido a Dios lo mejor para él. También quiero a mi hija y pido que ella alcance su potencial. Quisiera que en verdad esta familia venza las dificultades, y esto es mucho decir considerando cómo yo misma me sentí dentro de esta situación. Estoy orando para que esto se convierta en un testimonio de la gracia de Dios».
Abuela y abuelo en Alabama oran diariamente por Ralph, su nieto natural, y por dos nietos adoptados (hijastros del hijo) en edad de preescolar. Desde que Ralph era pequeño, ellos tienen una fotografía pegada al refrigerador con versículos debajo que usan para orar por él todos los días. A menudo cambian el versículo para atender alguna necesidad en particular. Desde que sus padres se divorciaron, los abuelos lo ven cada vez menos y están especialmente preocupados acerca de la falta de la enseñanza espiritual.
Primero oran por la protección de los tres nietos, pidiéndole al Señor que los proteja de las influencias malignas, en especial las cosas que vienen de la televisión. También oran porque la Palabra del Señor se siembre en sus corazones.
Merrie y su esposo tienen fotografías de los tres nietos en el frutero de la mesa del comedor. «Todas las mañanas después del desayuno, buscamos esas fotografías y oramos por ellos», dice ella. «Esto simboliza que queremos que los frutos del Espíritu se manifiesten en sus vidas. Específicamente oramos porque cada día se desarrollen los rasgos del carácter y por la intervención de Dios en cualquiera necesidad especial que tengan.»
Poco después que Bet se convirtiera al cristianismo, hace como treinta años, el siguiente versículo cobró vida para ella: «No trabajarán en vano, ni tendrán hijos para la desgracia; tanto ellos como su descendencia serán simiente bendecida del Señor» (Isaías 65:23).
«En ese entonces nuestros tres hijos eran adolescentes», dice ella. «Varios meses después de recibir esta promesa de Dios, descubrimos que el mayor de ellos, Pete, de dieciséis años, era adicto a las drogas. Durante los próximos dos años, mientras andábamos con él a través de los programas de rehabilitación, leía este versículo cuando me desanimaba. Y luego oraba: “Oh, Señor, esta es una desgracia. Y tu palabra dice que yo no tendré hijos para la desgracia …”».
Un día, cuando Bet repetía este versículo en oración, sintió que el Espíritu Santo le susurraba algo: «Esta no es una desgracia. La desgracia es no conocer a Jesucristo». Desde ese momento ella tuvo fe para creer en la salvación de sus tres hijos, e incluso por los descendientes de ellos que estaban por nacer.
Pasaron los años. Cuando Pete, que ya se recuperó por completo, se casó, Bet le regaló a la pareja una hermosa Biblia de piel, aunque ni Pete ni su novia eran cristianos en ese tiempo. Dentro, les marcó el texto de Isaías 65:23.
«Cinco años más tarde estaban esperando a nuestro primer nieto», dice Bet. «La esposa de Pete tenía problemas con el parto, y el médico quería hacer la cesárea porque el bebé estaba en una mala posición. Pete salió al pasillo del hospital donde estábamos esperando y nos pidió a su padre y a mí que oráramos para que Dios volteara al bebé a la posición normal. Varios de nosotros hicimos un círculo y oramos pidiendo a Dios que fuera misericordioso. Mientras estábamos orando, el bebé se volteó dentro del vientre materno».
Después de unos momentos llegó una enfermera muy apurada llamando a Pete para que fuera al salón de partos si quería ver el nacimiento del bebé. La nieta de Bet nació bella y saludable.
«Más tarde, me dijo Pete que luego del nacimiento de Susan, él comenzó a leer la Biblia que le di como regalo de boda», nos contó Bet. «Se emocionó mucho al ver que había marcado Isaías 65:23 y escrito en el margen la fecha en la cual reclamé al Señor por mis descendientes. ¡Susan nació dieciséis años después de ese mismo día! Dios es fiel a Su Palabra. Todos nuestros hijos vinieron a los pies del Señor, y también varios de nuestros nietos, incluyendo a Susan, de doce años. Cuando Dios te dé una promesa, agárrate de ella».
Bet aprendió a orar primero por sus hijos, y ahora está mejor preparada para orar por los nietos, sus hogares y familias.3
Desde que sus niñas eran pequeñas, Josie y su esposo Ralph, oraron por los futuros compañeros para las hijas, y por cada aspecto de sus vidas. Imagínate el disgusto que sintieron cuando Amber, de dieciséis años, comenzó a salir con Dean, un campesino que criaba cerdos y que era ocho años mayor que ella. Pero el romance floreció y por fin le dieron su bendición a Amber y Dean para que se casaran. Comenzaron bien, pero al año el matrimonio estaba naufragando y Josie y Ralph reconocieron que Dean era un marido controlador y usaba drogas.
El día que ayudaron a Amber a mudarse, Josie se sintió muy apesadumbrada. «Sabía que la separación era necesaria por la salud mental y seguridad de mi hija», recuerda. «Pero tenía tantas esperanzas de que esto no terminara en divorcio que rogué: “Señor, mi esposo y yo hicimos contigo un convenio de amor y fe para nuestras hijas y sus esposos. Te recuerdo que desde que Amber era una bebita, oré por su esposo, y no me doy por vencida con él. Te ruego, Señor, revela tu amor a Dean. Permite que te conozca cara a cara, yo sé que tú lo puedes salvar, y que tú puedes rescatar este matrimonio”».
Una noche Amber llamó con una noticia asombrosa: «Mamá, hoy Dean fue al bosque, se postró y entregó su corazón a Jesús. Parece que está muy arrepentido por todo lo que me ha hecho y me pidió perdón. Quiere que regrese».
«Bueno, no te sacamos para que te quedaras por siempre», respondió Josie. «Si crees que Dios está en todo esto, vuelve con él, cariño».
Después de aquel día en el bosque con Dios, Dean ha progresado en su fe cristiana mediante la oración, el consejo fiel y la enseñanza bíblica. Ahora su matrimonio es cristocéntrico y ya él y Amber tienen cuatro hijos. Josie y Ralph son intercesores que viajan por todo el mundo, y Dean se ha convertido en la persona clave de oración.
Una vez cuando Josie y Ralph estaban en Israel guiando un viaje de oración, ella sintió la urgencia de acortar el viaje y hacer arreglos para regresar a casa un día antes. Fue entonces que recibió la noticia de que Dean, que ahora tiene cuarenta y dos años, tenía angina de pecho, y reunió a su grupo de oración. En ese mismo momento, allá en Atlanta, Dean iba por una autopista de seis hileras manejando hasta la consulta del médico, cuando sufrió un ataque cardíaco.
Mientras rogaba no perder el control de su camión para no herir a alguien, salió de la autopista, se estacionó detrás de un edificio y entonces se cayó del vehículo. Alguien lo vio, llamó una ambulancia y rápidamente lo llevaron al hospital que estaba a una cuadra del lugar. Un cardiólogo lo operó inmediatamente y le abrió una arteria que estaba cien por ciento tupida.
Cuando el hospital llamó para advertirle a Amber que tendrían que operar a Dean del corazón, Megan, la hija de quince años, contestó la llamada. Megan, que siempre fue juiciosa e imperturbable, comenzó a orar por la completa recuperación de su padre con una fe inquebrantable de que Dios tenía el control de todo. Con rapidez empaquetó algunas cosas para su mamá, y cuando Amber llegó a la casa, le contó con toda calma lo que le había pasado a su papá.
Amber salió para el hospital mientras Megan se quedó con los tres hermanos menores. Mientras Michael, de doce años, oraba por su papá, lo dibujó en el hospital con cuatro ángeles rodeando su cama. Debajo escribió: «Mi papá vivirá y no morirá».
Cuatro días después de la cirugía, Dean regresó a la casa, y Josie fue a estar con él y la familia. Dos semanas más tarde regresó al trabajo. «Su rápida recuperación realmente fue un milagro, y le damos gracias a Dios por esto», dice Josie. «De nuevo le recordé a Dios nuestro convenio de amor y fe por las familias de mis hijas, no quería que mis nietos crecieran sin un padre. Oro diariamente por mis siete nietos, y cada vez que puedo los llevo, a cada uno de ellos, a un viaje de oración. Todos ellos están aprendiendo el poder de la oración».
Más y más, los abuelos como Josie y Ralph están llevando a sus nietos a dichos viajes de oración, en vacaciones breves, brindando así oportunidades de vincularse. Algunos planean viajes de «solamente primos» o viajes para acampar entre los de cierta edad. Otros hacen una visita de una vez al año para cuidar a los niños y que sus padres puedan pasar unos días solos. O mantenerse en comunicación con los nietos grabándoles audiocasetes de ellos mismos leyendo historias o cantando canciones locas.
Cuando los nietos aún eran jóvenes, Dorothy y Charles comenzaron la tradición de todos los años llevar con ellos a dos primos. Los abuelos permitieron que los niños participaran decidiendo a dónde irían. Con el propósito de hacer que los viajes fueran tanto divertidos como educativos, Dorothy y Charles le pidieron a cada uno que escribiera un breve informe acerca de sus experiencias en el viaje. Llevó varios años para que les llegara el turno a cada uno de los once nietos, que ahora son adolescentes o jóvenes adultos.
Hace poco, para el cumpleaños número ochenta de Dorothy, Charles compiló un libro «Yo recuerdo» para celebrar la ocasión. Todos los nietos escribieron algo acerca de esos viajes de vacaciones que habían disfrutado con «Do-Lolly» y «Do-Daddy», y los maravillosos recuerdos que guardaban de esas aventuras.
Otra abuela regularmente envía cintas grabadas a sus cuatro nietos que viven en el extranjero. Ella les lee un libro completo y luego ora por ellos. «Se sienten más cerca de mí cuando oyen mi voz, así que a menudo trato de enviarles cintas grabadas», dice ella. «Constantemente estoy buscando el libro correcto para la edad específica de cada niño. Las madres me cuentan que a menudo se van a dormir por la noche oyendo mis historias y oración por ellos».
Este versículo me estremece (a mí, Quin): «Reconoce, por tanto, que el Señor tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel, que cumple su pacto generación tras generación, y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos» (Deuteronomio 7:9).
¡Qué legado! Y qué privilegio es pasar a nuestros hijos y nietos la mayor herencia posible, el ejemplo de nuestra vida personal de oración, para que ellos puedan imitarla. Cada vez que tengo la oportunidad de cargar a uno de mis nietos, le hablo acerca del plan de Dios para su futuro. Una tradición de nuestra familia es celebrar anualmente la «ceremonia de bendición» en la cual todos los nietos vienen a una fiesta para que el abuelo y yo oremos por ellos. Con toda paciencia esperan en fila para recibir su bendición, seguida de refrescos y juegos.
Durante estos recientes años he visto a mis hijos adultos casi sobrepasarme en la oración. Desde que se convirtieron en padres, aprendieron la importancia de la oración fervorosa por los pequeños que Dios les confía. Juntos, nosotros los abuelos y los padres, estamos enseñando a estos niños a orar. Una cosa es cierta, a menudo nos oyen orar por ellos en voz alta, en situaciones cotidianas, no solo en la mesa o a la hora de acostarse, y están aprendiendo.
Una vez que Lyden y su papá LeRoy, estaban en el patio jugando pelota, LeRoy se lastimó un dedo al tratar de agarrar una pelota que tiró el de tres años al otro lado de la cerca. Enseguida Lyden agarró la mano dolorida de su abuelo y oró: «Por favor, Jesús, cura su dolor. Amén».
A través de nuestras oraciones, los nietos se pueden convertir en fuentes de poder para cambiar el mundo en cada área de trabajo. Fortalecidos por el Espíritu Santo y apoyados por nuestras oraciones, los hijos de nuestros hijos pueden influir a un mundo impío revelando a Dios a sus compañeros de escuela, maestros o compañeros de trabajo, y ser sal y luz en su generación. Solo Dios sabe qué pasará si oramos sinceramente por nuestros hijos y nietos, dejando que sigan nuestras pisadas de fe.4
Aunque uno mis oraciones a las de los padres, a diario también oro específicamente por todos mis nietos. Mi texto principal para orar es «El Espíritu del Señor reposará sobre mis nietos, el espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor [reverente] del Señor» [Isaías 11:2]. Pero agrego oraciones prácticas cuando veo ciertas necesidades en sus vidas, o cuando los padres me cuentan algunas preocupaciones por las cuales quieren que oremos. Así es como estoy orando en la actualidad:
Por Kara, de seis años, en primer grado: «Señor, te pido que encuentre amistades con ideas similares que te amen tan apasionadamente como ella. Te doy gracias por sus habilidades académicas sobresalientes y te pido que siga sintiendo el reto de sobresalir. Señor, haz que siempre tenga una mente rápida y un hambre profunda de conocimientos, con la habilidad de aplicarlos sabiamente en su vida. Señor, ayúdala a seguir desarrollando sus buenas cualidades de liderazgo».
Por Lyden, de cinco años, en kinder: «Te ruego que mejore la coordinación de sus ojos y manos para que pueda escribir lo que oye y aprende. Te doy gracias, Dios, por su dulce personalidad, su destreza deportiva y la habilidad que tiene en la computadora donde aprende sus lecciones de fonología. Te ruego que pueda mejorar sus hábitos para comer. Señor, te pido que lo ayudes a conseguir unos buenos compañeritos cristianos para que lo animen en su fe. Gracias porque él disfruta las historias bíblicas, construir cosas, jugar a la pelota y dormir en casa de su abuela».
Por Evangeline, de cuatro años, en el preescolar: «Señor, te pido que logre aumentar el peso ya que está menor de lo normal. Ayúdala a comer bien y hacer ejercicios. Te pido que madure y desarrolle buenas habilidades sociales. También te pido por un programa escolar apropiado que la ayude. Te doy gracias, Dios, por su rápida sonrisa, sus habilidades artísticas y el amor que siente por su nuevo hermano. Te doy gracias por el amor especial que siente por ti y sus libros de historias bíblicas».
Por Victoria Jewett, de cuatro años, en el preescolar: «Te pido que su salud pueda mejorar mucho y que la protejas de las enfermedades respiratorias. Señor, te pido que ella pueda hablar con más claridad y que tenga amistades especiales. Te ruego que siga teniendo éxito en sus clases de gimnasia, sin sufrir daños. Gracias, Señor, por sus habilidades manuales, lo mucho que le gusta cocinar, las muñecas y la ropa bonita, especialmente si es rosada».
Por Samuel, de cuatro años, en el preescolar: «Señor, ayúdalo a adaptarse a su nuevo hogar y el preescolar cristiano y que tenga muchos amigos honrados. Gracias, Señor, por su vocabulario excelente, su amor al canto, su creatividad, habilidades mecánicas y dominio de la Biblia».
Por Ethan, de tres meses, en la cuna: «Señor, gracias por este nuevo nieto que está tan alerta y curioso. Gracias por sus padres cristianos que lo criarán en tus caminos. Dales sabiduría para criar a su primer hijo. Te pido que siempre tenga un espíritu dulce y sereno. Señor, protégelo de las graves enfermedades de la niñez. A medida que madura, te pido que haga una temprana decisión de seguir a Cristo como sus hermanos y primos lo han hecho».
Cuando mi mamá vendió su casa de huéspedes en las afueras de Tallahassee, compró algunas cabañas para alquilar frente al estrecho del mar en Destin, Florida (EE.UU.), un pueblo de pescadores, adonde mis tres hijos les encantaba ir. Allí podían zambullirse, nadar a través de la isla Holiday Island, o ir con ella al cercano Golfo de Méjico para disfrutar del oleaje. Reunían caracoles, cocinaban cangrejos y pescaban, todo alrededor de su casa.
Pero no todo era juego. Si había que trabajar, ella también lo hacía de manera divertida junto a ellos. Aprendieron cómo recibir por teléfono las reservaciones para las cabañas, cómo alquilarlas y cómo ayudar a limpiarlas en cuanto los inquilinos se iban. Les enseñó a mis hijos reglas de seguridad, hizo que la obedecieran cuando les hablaba, y los premiaba con privilegios que estaban más allá de lo que nosotros pudiéramos hacer con ellos.
A los nietos hay que disfrutarlos y quererlos, decía ella. Creía firmemente en el pasaje que declara: «La corona del anciano son sus nietos …» (Proverbios 17:6). Cuando nuestros tres hijos volvían al hogar, no dejaban de hablar de sus aventuras y admitían que le habían contado algunos secretos especiales.
Ella cantaba con ellos, les leía y les permitía sentarse hasta tarde estudiando las estrellas. Hasta les recitaba pedazos de «elocución» que había aprendido en la escuela superior, poesías y escritos que aún recordaba de los años 1920.
A medida que mis hijos crecieron, la llamaban para que orase por ellos cuando tenían alguna dificultad, un examen en la escuela, un problema financiero, una ruptura en sus relaciones, y ella oraba con cada uno por teléfono. A veces, cuando la acompañaba durante sus momentos personales de oración, levantaba sus manos y decía en voz alta: «Señor, estos diez dedos representan a mis diez nietos. Ahora los traigo ante tu trono para orar por ellos …» y oraba específicamente por las necesidades de cada uno en ese día.
Mamá murió unas pocas semanas antes que mi hijo se graduara en la universidad. Durante su graduación él miró al cielo y dijo: «Cuánto quise que mamá Jewett estuviera aquí hoy para verme recibir este diploma. Con sus oraciones ella me ayudó a ganarlo». Todos derramamos algunas lágrimas, recordándola.5
Mi hija más joven, Sherry, escribió acerca de ella: «Lo que más recuerdo y atesoro acerca de mi abuela era su amor incondicional por mí. Ella me aceptó tal y cual era y nunca trató de cambiarme. Pasé muchos veranos felices con ella y recuerdo su famosa cocina, pollo frito, frituras y roscas de canela. Su risa y consuelo oportuno que a tanta gente bendijo. Una sabia mujer negociante, mamá Jewett invirtió en tierras, pero yo fui su mayor inversión, mostrándome el amor del Padre celestial».
Abuelos sabios dejan una perdurable impresión cuando otorgan su amor.
Señor, te pido paz para el ambiente donde se están criando mis nietos. Haz que tengan un hogar lleno del amor de Dios y un vecindario seguro. Te pido que a sus padres le des sabiduría y comprensión para cuidarlos. También provee papeles positivos que modelen sus vidas para que sean ejemplos fieles. Gracias por el don de estos preciosos niños. Amén.
Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. «Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa— para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra.
Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor».
Efesios 6:1-4
Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para fuera, sino con hechos y de verdad.
1 Juan 3:18
Mi pueblo habitará en un lugar de paz, en moradas seguras, en serenos lugares de reposo.
Isaías 32:18
Gracias, Señor, porque tú harás que los padres se reconcilien con mis nietos [nombres] y mis nietos con sus padres [Malaquías 4:6].
Señor, confío en que tú sanarás cualquier necesidad que haya en estas relaciones y fortalecerás los lazos de amor en esta familia.
Salmos 37:1-9; 68:4-6; 133; Filipenses 2:3-5.
Maneras en que puedes permanecer en comunicación con tus nietos y sus familias:
Hazles saber que oras por ellos con regularidad e invítalos a decirte sus peticiones de oración. Comunicarse por medio del correo electrónico es una buena manera de hacer esto, si tienes una computadora.
Si la localización geográfica lo permite, planea actividades, quizás comidas especiales o día de campo, que incluya a todos tus nietos y sus padres.
Planea excursiones cortas, viajes de fin de semana, o actividades en el hogar en el que puedas tener un tiempo individual con cada uno de tus nietos.
Bríndate a jugar con tus nietos, y busca oportunidades para enseñarlos a ser deportistas honrados.
¡A los niños les encanta recibir correspondencia! Envíales a tus nietos tarjetas postales cuando estés de viaje, y con frecuencia escríbeles notas de ánimo, aunque vivan en tu mismo pueblo. Las cartas y tarjetas pueden ser recuerdos que ellos leerán una y otra vez.
Enséñales una habilidad para lo cual tal vez los padres no tengan tiempo, como cocinar, tejer, coser, pintar y jardinería.
Ayúdalos con un proyecto, como por ejemplo hacer un álbum de la familia, organizar su colección de tesoros especiales, crear su diario de oración.
Ayúdalos a comprar o crear un regalo para una ocasión especial para sus padres o hermanos.
Tan a menudo como sea posible, asiste a sus juegos o presentaciones.
1 Karen S. Peterson, Grandparents Play Key Role, Study Finds, [Los estudios descubren que los abuelos juegan un papel importante], USA Today, reimpreso en el periódico San Antonio Express News, Abril 8, 2001, p. 1H.
2 Del sitio de internet: http://www.parenting-qa.com
3 Quin Sherrer y Ruthane Garlock, Adaptación de su libro How To Pray For Your Children [Cómo orar por los hijos], Regal Books, Ventura, CA, 1998, p. 219.
4 Quin Sherrer, Adaptación de su libro Listen, God Is Speaking To You [Escucha, Dios te está hablando], Servant Publication, Ann Arbor, MI, 1999, pp. 107-108. Usado con permiso.
5 Quin Sherrer Good Night, Lord [Buenas noches, Señor], Regal Books, Ventura, CA, 2000, pp. 178-179.