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Ora por su protección y su salud

Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos.

Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna.

Salmo 91:11-12

Orar es rodear con mis brazos a mis nietos cuando tienen miedo, agradeciéndole a Dios su protección. Es llevar en los brazos a una nieta con un cólico, respirando un continuo ruego por su alivio. Es incluir el consuelo de Dios con la curita sobre una rodilla raspada.

Evelyn Christenson, What Happens When We Pray for Our Families? [¿Qué pasa cuando oramos por nuestras familias?]

Todo padre y abuelo se preocupa por la seguridad y protección de los niños a su cargo, y por supuesto, tomamos precauciones normales contra el peligro. ¡Pero qué consuelo es saber que a través de nuestras oraciones, podemos ver la protección de la mano de Dios cuando están fuera de nuestro alcance para protegerlos!

Recientemente, (yo, Ruthanne) leí en nuestro periódico local la historia del secuestro de una niña de nueve años, cuando un domingo por la tarde estaba jugando fuera del edificio de apartamentos donde vivía. Unextranjero se le acercó y le pidió que le mostrara cómo operar la máquina de la lavandería. Cuando ella comenzó a acompañarle, la agarró y le ató las manos, la metió en su auto y salió a toda velocidad. De inmediato comenzaron a buscarla, pero sin obtener resultados. Después de tres días, ya las autoridades no guardaban muchas esperanzas de encontrarla viva.

Pero al cuarto día, un periodista encontró a una mujer y su hermana sentadas en las gradas de concreto cerca del lugar donde la niña desapareció. «¿Nos ves sentadas aquí?», dijo la mujer. «Estoy esperando ver mi nieta caminando hasta aquí. Eso es lo que espero y por lo que estoy orando. Estamos esperando que ella regrese».1

Esto es exactamente lo que sucedió antes de veinticuatro horas. El viernes, el quinto día después de la desaparición, a las seis y media de la mañana, el secuestrador de la niña la dejó a una cuadra del apartamento. Ella corrió por el edificio, tocó en la puerta de sus padres y se reunió con su familia. Mientras estuvo cautiva en una abandonada cabaña fuera de la ciudad, convenció al secuestrador que la llevara de regreso a su casa. Es fácil imaginar cuánta alegría sentiría esa abuela, junto a los otros familiares. Todos estuvieron de acuerdo que ese milagro sucedió en respuesta a las oraciones.

Hasta el jefe de la policía dijo: «De veras no puedo explicar cuál sería el proceso de pensamiento del secuestrador. En lo personal, recurro a mi fe. Y aquí tuvimos una intervención divina».

Cuando la seguridad de nuestros nietos está en juego, la realidad de lo que de veras es importante en la vida cae en su perspectiva. Es en momentos como estos, cuando de repente nos damos cuenta de lo desesperadamente que necesitamos la ayuda divina, que nuestra fe en Dios se prueba. Los abuelos de nuestra próxima historia encararon una prueba de esta índole

Ora por seguridad

La abuela Liz y su esposo, James, disfrutaron una salida con sus dos nietos para ir a visitar una atracción turística en Orlando. Pero antes de terminar el día, ellos estaban rogándole a Dios por la seguridad de los niños. «No podíamos imaginar la experiencia tan aterradora que nos esperaba esa tarde en la fragante Florida», cuenta Liz.

Luego de ver varios espectáculos y exhibiciones, los abuelos decidieron darle a Susie y Aaron, primos de cuatro años, un tiempo libre en el área gigante de recreo. Liz le comentó a James que casi no había niños ni gente por los alrededores, así que ella consideró que estaba bien dejarlos libres por un rato.

«Susie, que era una escaladora por naturaleza, inmediatamente trepó un palo y con rapidez desapareció por un largo túnel de plástico», informó Liz. «Tan pronto como desapareció, notó horrorizada que una gran multitud comenzaba a salir de un estadio cercano y lo que una vez era un área tranquila de recreo, de momento se llenaba con cientos de niños y adultos merodeando por los alrededores. En un instante, Aaron también desapareció de la vista. Estábamos en medio de un mar de seres humanos que se había tragado a nuestros nietos. Habían desaparecido».

Después de unos momentos, ellos vieron a Aaron en su trajecito rojo, y James logró alcanzarlo a tiempo para recogerlo en sus brazos. Pero no a Susie. Cientos de caritas, pero no la de Susie.

«Me horroricé al sentir que un oleaje de temores me cubría», dice Liz. «Son tantos los niños que secuestran en lugares públicos. Solo recientemente el periódico había publicado una historia acerca de una niñita de quien abusaron y asesinaron no muy lejos de Orlando. “Ay, James”, exclamé, “¡tenemos que orar!” Agarré con una mano al pequeño Aaron y con la otra a James, y en un círculo oramos en medio de la multitud. Oramos por el regreso seguro de Susie, pidiéndole a Dios que mandara ángeles que la protegieran».

«Estoy seguro de que Dios contestará nuestra oración», dijo ansiosamente James. «Vamos para notificar a la oficina del parque y ver si tienen alguna estación de niños perdidos en alguna parte».

Encontraron un asistente del parque, pero no sirvió de ayuda alguna. Era nuevo en ese trabajo y ni tenía idea de lo que ellos podían hacer para encontrar a la niña perdida.

«Dios, creo en ti, pero estoy muy asustada», oró Liz desesperada. «Por favor, por favor, permítenos encontrar a la niña antes de que algo malo le ocurra».

Después de dejar un informe en la oficina del parque, decidieron separarse y cubrir toda el área de recreo caminando en ida y vuelta. Sin soltar la mano de Aaron, Liz caminaba mientras oraba por Susie en voz alta, buscándola en medio de la muchedumbre.

«Pasaron veinte minutos, que parecieron horas», dice ella. «De repente vi a James que venía a mi encuentro sonriendo. Pero, ¿dónde estaba Susie? Entonces vi su cabeza detrás de él, venía en los brazos de la adolescente más hermosa que he visto. Cuando se aproximaban, la sonrisa de James se ensanchó al máximo. “¡Esta jovencita encontró a Susie!”, dijo jubiloso. «Se dio cuenta que nuestra niña estaba perdida y durante todo este tiempo cargó a Susie y nos estaba buscando».

Lágrimas de alivio corrieron por las mejillas de Liz mientras tomaba a Susie en sus brazos, abrazándola con fuerza «Gracias, Señor», sollozaba. Entonces cuando volvió para darle las gracias a la jovencita, ya había desaparecido entre la muchedumbre. Para Liz, ella fue un ángel protector.

Voz de aviso: «Vete a casa»

Hazel y su esposo Gene, fueron de compras un sábado cuando de pronto oyó una voz interna que le decía: Vete a casa. Se lo contó a Gene y este tuvo la misma impresión, así que corrieron de regreso. El teléfono estaba timbrando cuando entraron a la casa.

«Era nuestra hija menor llamando para decirnos que habían atropellado a nuestro nieto de dos años, Ray, y que su mamá iba para el hospital con él», dijo Hazel. «Entonces mi hija gritó: “Mamá, Ray no está respirando, ¡ora!”»

Los abuelos corrieron al hospital, pidiendo en conjunto que ninguno de los huesos de Ray tuviera fracturas, y que Dios le permitiera vivir. «Señor, no creo que pudiera vivir sin volver a escuchar a mi pequeño Ray llamándome “buela”, lloraba Hazel».

En el hospital le contaron los detalles del accidente. Archie, el hermano de su yerno que vive al lado de la familia, había vuelto a la casa con unos sacos de cemento en la parte posterior de la camioneta. Sus hijos y el pequeño Ray corrieron a recibirlo, pero Archie decidió mover la camioneta más cerca a la casa para descargarla y al dar marcha atrás, atropelló a Ray, y entonces, sin darse cuenta de lo sucedido, le volvió a pasar por encima al poner la camioneta en marcha.

Archie, horrorizado y dándose cuenta de lo sucedido, saltó de la camioneta y llorando recogió el cuerpo de Ray. La madre del niño, Linda, trató de quitárselo, pero en su conmoción nerviosa no lo soltaba. Linda empujó a Archie hacia el interior del auto, mientras él seguía llevando a Ray y tan pronto como pudo llegó al hospital. Aparentemente Ray nunca respiró hasta llegar al estacionamiento del hospital. Habían recorrido diez kilómetros y pasaron casi veinte minutos. Fue en este preciso momento que avisaron a los abuelos, Hazel y Gene, para que oraran.

«Créanme, oramos durante todo el camino hasta el hospital», dijo Hazel. «Cuando por fin pudimos ver a nuestro nieto, se veían con claridad las marcas de los neumáticos cruzando su cuerpo. La presión del camión había roto algunos de los vasos capilares creando manchas como las del sarampión. Para sorpresa de todos, los médicos no encontraron huesos rotos. Durante algunos días Ray cojeó, pero no padeció efectos negativos. Fue una respuesta milagrosa a nuestras oraciones. Dios le devolvió la vida y Ray creció convirtiéndose en un buen hombre.

Ora por la salud

Una abuela que conocemos dice que ella ora con frecuencia específicamente por la salud de sus nietos, ya que la religión de los padres no cree en buscar cuidados médicos cuando se enferman. Ella busca maneras de involucrar a los nietos en sus dos amores especiales: enseñar preescolares en la Escuela Dominical y prestar servicio voluntario en un hospital para ayudar y animar a los pacientes.

Cuando tiene la oportunidad, cuenta a los nietos historias emocionantes de cómo Jesús toca la vida de las personas, tanto en los tiempos de la Biblia, como ahora entre los pacientes a quienes sirve. Ellos escuchan con cortesía, pero lo que a ella le agrada es que a veces le hacen preguntas acerca de Jesús.

Jean es una abuela de oración, que había recorrido la mitad del mundo en un viaje cuando supo que su nieto Josiah, de dos años, estaba enfermo. Durante varios días tuvo una fiebre peligrosamente alta y los médicos no podían descubrir a qué se debía. Después de recibir el mensaje, tarde en la noche, Jean, su esposo y algunos amigos del viaje, se unieron en el cuarto del hotel para orar por la sanidad de Josiah. Después de un tiempo intenso y persistente de oración, Jean sintió paz en cuanto al caso.

Al siguiente día, supieron que la temperatura de Josiah había bajado, aunque los médicos aún no sabían qué se la causó. Aunque al principio Jean se perturbó por no estar en la casa para orar por él personalmente, aprendió que la oración a larga distancia también es efectiva. «Dios siempre está oyendo el clamor de nuestros corazones, no importa dónde estemos», dijo ella. «Esta situación me hizo recordar eso».

La vida está llena de desencantos, tristezas y sorpresas, sin embargo, tenemos que enfrentarlas dependiendo de Dios para sostenernos con su gracia y sabiduría. La abuela de nuestra próxima historia aprendió la realidad de la fidelidad de Dios al atravesar años de pesadumbre por causa de su familia.

Protección y restauración

Cuando Paul nació, Trena se conmovió al verse convertida en abuela. Sin embargo, desde el principio le preocupó la seguridad del niño y el ambiente en que estaba creciendo.

«Un mes antes de graduarse de la universidad, mi hija Lisa se casó con Dan. Esta fue una elección que a mí y a mi esposo nos atribuló. Dos años más tarde cuando Paul nació, nos preocupamos porque Dan no trabajaba, no ayudaba con el bebé, ni tampoco hacía mucho en la casa.

»Yo era dueña de una empresa que buscaba personas para servir de ejecutivos, y como durante varios años Lisa había trabajado conmigo, conocía muy bien el negocio. Le entregué la empresa y ella la operó desde la casa para cuidar al bebé. Debido a su buena experiencia y habilidad para el negocio, Lisa comenzó a ganar mucho dinero, pero parecía estar dejando de ser la hija amable que antes conocía. Se estaba reuniendo con gente que ofrecía muy poca confianza, y más y más me preocupaba la seguridad del bebé. Luego supe que fue durante este tiempo que Lisa había comenzado su espiral descendente con las drogas; algo que me había prometido que jamás haría.

»Iba a la casa de Lisa para cuidar a Paul, y a la una de la tarde todavía Dan estaba durmiendo. Si trataba de hablar con ella acerca del desempleo de Dan, se enojaba. Entonces comenzó a viajar durante los fines de semana; dijo que era “asuntos de negocios”. Pero yo sabía que era muy poco común estar desempeñando el nombramiento de ejecutivos durante los fines de semana. Me preocupaba mucho por el pequeño Paul y continuamente oré por su protección.

»Una semana, al volver a casa después de un viaje, encontré que Lisa había dejado a Paul con Dan para irse a vivir con un amigo. ¡Nuestro nieto estaba a solas con este irresponsable que no tenía trabajo, que jamás había pasado mucho tiempo con su hijo y que tenía fama de usar drogas! Mi esposo y yo nos quedamos pasmados. ¿Cómo podía Lisa ser tan irresponsable?

»Al final, ella admitió tener relaciones extramaritales y pidió el divorcio. Entregó el cuidado de Paul a Dan, excepto cada dos fines de semanas y una noche a la semana. Varios meses más tarde, ella vino a vivir con nosotros; estaba quebrantada con deudas que ascendían a miles de dólares y continuamente recibía llamadas de los acreedores. Con todo no había forma de razonar con ella. Le conseguimos una oficina y usando todos mis ahorros la ayudamos a restablecer el negocio, pero fue imposible.

»Dan se mudó a la casa de su mamá, en un pueblo cercano, llevándose al bebé. Ambos padres de nuestro nieto estaban usando drogas y nos sentíamos impotentes sin saber qué hacer al respecto. Llegó el momento en que un gran traficante de drogas comenzó a llamar a nuestra casa amenazándonos de muerte, especialmente a Lisa, si ella no le pagaba lo que le debía. Debido a las horribles historias que habíamos oído, le pagamos el dinero, aunque luego reconocimos que eso fue un error.

»Un día, leyendo la Biblia, encontré este pasaje: “Pero la descendencia de los justos se librará” (Proverbios 11:21, RVR95). Reclamé esta promesa y repitiéndola continuamente día y noche pedí la ayuda de Dios para hacer lo debido. A medida que la situación de Lisa se desarrollaba, Dios comenzó a mostrarme que estuve guardando odio, el deseo de vengarme y la tendencia de tratar de manipular y controlar las personas y situaciones. Me humillé ante el Señor, perdoné a mi yerno y a mi hija y pedí que Dios limpiara mi corazón.

»Diariamente comencé a reclamar y confesar estas promesas (basándome en Proverbios 11:21, RVR95 e Isaías 54:13): “Pero la descendencia de los justos se librará”. “El Señor mismo instruirá a todos tus hijos, y grande será su bienestar”.

»Encontré pasajes pertinentes a la salvación de mis seres queridos y de continuo los citaba en voz alta. Fui persistente: pidiendo, buscando, tocando y dando gracias a Dios.

»¡Uno tras otro comenzaron los milagros! Coloqué a Lisa en un centro de rehabilitación, porque ahora estaba encinta, ella y Dan estaban divorciados y aún él tenía a Paul. Me di cuenta que los padres de Dan toleraban el estilo de vida de Lisa, para de esa forma quedarse con el bebé. Cuando me negaron ver a mi nieto, les puse una demanda por derechos de visitas de los abuelos.

»En nuestro estado, si un abuelo contribuye económicamente para el cuidado del nieto, y emplea una gran parte del tiempo con ese niño, el juzgado lo premia concediéndole derechos de visita o custodia. Gracias a Dios, tenía guardados los recibos de todas las cosas que le había comprado a Paul durante los dos años anteriores, además de las cuentas de los médicos y algunas cuentas de las guarderías. Cuando fuimos al juzgado, tenía testigos y recibos. También le dije al juez que había puesto a Lisa en un centro de rehabilitación y que tenía seis meses de embarazo.

»El juez nos concedió los derechos de visita a los abuelos dos fines de semana al mes. Debido al odio que Lisa había expresado en mi contra durante las audiencias, este nos ordenó que fuéramos a consejería durante seis meses. Fue una lucha, pero mediante mucha oración, nuestras relaciones se sanaron. Por fin ella reconoció que Dan y sus padres estaban en su contra, y que sus propios padres sinceramente la estaban tratando de ayudar.

»Tan pronto como supe que Lisa estaba usando cocaína, desde el momento que concibió a su segundo hijo, comencé a orar por el bebé. Le pedí a Dios que protegiera a esa criatura en el vientre, y que permitiera que naciera físicamente completa con una mente clara y sin adicciones. Cuando Lisa salió de rehabilitación, la ayudamos a comprar una casa, y lentamente comenzó a pensar con lógica y claridad. Recuperó la custodia de Paul, y Dios restauró por completo nuestras relaciones, no hay madre e hija que se lleven mejor que nosotras. Creo que ella renovó su entrega al Señor, y ahora se siente más cómoda yendo a la iglesia.

»Shannon, nuestra hermosa nieta, nació perfectamente normal, un verdadero milagro. ¡Dios contestó cada una de las oraciones que hice por ella! Cuando Lisa volvió a trabajar, yo cuidé a Shannon durante año y medio. Ahora ella tiene casi tres años y prospera en una guardería cristiana, y Paul en el preescolar. Los domingos llevo a los niños a la iglesia y pasan conmigo por lo menos una noche a la semana. Es un gozo y un privilegio cuidar a mis nietos y orar por ellos.

»Lisa quiere mucho a sus dos hijos, y ahora, por fin se ha convertido en la madre que Dios quiso que fuera. Se casó con Andrew, un hombre con muchas cualidades excelentes. Pero lo principal es que él quiere a mi hija y a sus dos hijos, y los tres quieren y respetan a Andrew. ¡Qué gran bendición es para mí ver a Lisa, Andrew, Paul y Shannon! No solo Dios rescató a Lisa del abismo, sino que nos dio dos preciosos nietos y pronto llegará el tercero».

Cuando se atraviesa una prueba tan terrible como la de Trena, es fácil resignarse a preocuparse por quien estamos orando, y a veces ponerse realmente brava con ellos. Dios nos puede ayudar a sobreponer estos obstáculos y ver las oraciones contestadas, pero primero nuestras actitudes deben cambiar.

«En mi desesperación, tanto como en mi exasperación, con mi fe en Dios, llegó el momento en que estaba atormentada con preocupaciones», dice Trena. «Lo irónico fue que, lo sabía, sin embargo, no podía superarlo. Finalmente me vi derramando mi corazón en unos amigos que me escucharon y oraron por mí, mi hija y mis nietos. Dios preparó a la gente y el camino para que su Palabra se cumpliera en mi vida».

Un nieto especial

¿Qué debe hacer una madre cuando se entera que su hijo de veintiocho años, Forrest, su orgullo y gozo, dejó a su novia embarazada? Este fue el dilema que enfrentó una mujer que llamaremos María, la cual supo que una muchacha, Erin, se había propuesto casarse con su hijo. Aunque varias veces ella invitó a la pareja a comer en su casa, aún no se conocían muy bien.

Entonces nació el bebé. Con apenas dos kilogramos no solo era prematuro, sino que, además, tenía varios problemas médicos. Los facultativos la mandaron en ambulancia aérea a un centro médico cercano, donde inmediatamente la operaron para corregirle el esófago. Entre otros problemas, no tenía vejiga, su único riñón nada más funcionaba un sesenta por ciento y el hueso del brazo izquierdo no le había crecido y terminaba con una manita pequeña y torcida. Esta condición, síndrome Bader, ocurre debido a la falta de un gen que evita la formación normal de los órganos y huesos. Así que aquí estaba la pequeña Karen con una serie de defectos físicos y pesando solo dos kilogramos.

Cuando los médicos le pidieron autorización a Forrest para sacarla de la máquina que la mantenía con vida, él salió de la habitación y se echó a llorar. Los abuelos llamaron a intercesores de oración por todos los Estados Unidos. La gente hizo vigilias de oración en el recibidor y pasillos del hospital, hora tras hora.

Abuela María recuerda el angustioso dilema. ¿Acaso era mejor que esta criatura muriera y fuera al cielo? ¿O debían orar con fe, creyendo que tendría una mayor oportunidad de vivir que la que predecían los médicos? El diagnóstico más optimista era que constantemente tendría que usar una bolsa urinaria, y que no podrían reparar su brazo anormal.

Pero desde temprano su papá decidió que batallarían por la vida de la criatura, aunque él no tenía seguro médico. Un año después del nacimiento, sus padres se casaron. La pequeñita Karen pasó cirugía tras cirugía. De vez en cuando, durante los tres primeros años de su vida, tenían que meterla en máquinas, hasta en la casa, que la mantuvieran viva. Día y noche alguien la tenía que acompañar. No podía pasar por las etapas normales de gatear, parar y caminar, como la mayoría de los niños.

Una vez, cuando tenía dos años y medio, estaba en el hospital sufriendo otra crisis amenazadora, las cicatrices de una previa operación la hacían vomitar todo lo que ingería. Yo (Quin) me incliné encima de su pequeño cuerpo para orar por su vida. Durante años María y yo habíamos sido amigas y cuando estuve en su ciudad para dar conferencias en un retiro, me pidió que visitara el hospital para orar por Karen. Quise ofrecer mi apoyo de oración para la nieta de mi amiga, sin embargo, sabía que solo la salvaría un milagro de Dios.

En la actualidad ella tiene ocho años y está en segundo grado en una escuela cristiana, pero siguen los problemas médicos. Su sistema inmunológico es muy débil, así que cuando un germen o bacteria ataca su cuerpo, tiene que ir al hospital y encarar otra crisis. Pero tiene un espíritu tan feliz, una voluntad de vivir, que es una inspiración para todo el que la conoce.

Karen y su abuela María son inseparables. María le ha enseñado a ser sensible a la voz de Dios, y a memorizar pasajes. Cuando estaba aprendiendo a hablar decía: «Un Dios vino a amar a su pueblo». Entonces se envolvía con sus propios brazos para mostrar cuánto Dios la amaba.

Tiene ojos grandes y pardos, un pelo suave y castaño y nunca se reúne con desconocidos a causa de los «desconocidos» que la han rodeado durante las estadías en el hospital. Hace poco, en la clase de la Escuela Dominical de su abuela, se paró para presentarse: «Bueno, tengo una manita torcida, pero puedo leer muy bien. Y yo amo a Jesús». Todos la aplaudieron.

Una tarde, la bolsa urinaria de Karen estaba goteando y ella se mojó, se avergonzó mucho, sintió frío y se desanimó. Abuela María la fue a buscar a la escuela y se la llevó para limpiarla en su casa. Entonces las dos se fueron a la cama para calentarse y tener una conversación de abuela a nieta.

«Karen, hoy no pudiste controlarte y sentiste vergüenza y temor», le dijo María. «Pero tú sabes que ahí también está Dios. Él está allí para ayudarte en estas situaciones. Solo dile cómo te sientes y no permitas que nadie te avergüence cuando te pase algo que no puedes controlar».

«Está bien, Nana», dijo ella. Esa noche estaba impaciente por contarle a su hermanito cómo Dios nos acompaña aunque salgamos de nuestro control. Abuela María y papá John le han regalado muchas cositas para hacerla sentir muy querida y especial. María se agarra muy fuertemente al pasaje que dice: «Aquí me tienen, con los hijos que el Señor me ha dado. Somos en Israel señales y presagios …» (Isaías 8:18). Ella cree que Karen es señal y presagio, y cada día que vive es otra señal de la misericordia de Dios.

Otro adelanto de esta familia es que María y su nuera, Erin, ahora disfrutan de una estrecha relación. A veces hasta Erin asiste a la clase de estudio bíblico con su suegra. «Esta pequeña familia vive enfrentándose a una crisis todos los días», dice María. «Todavía no son vencedores, pero en verdad espero que un día lo sean. Esto no es una ilusión, Dios premia a quienes son diligentes en buscarlo».

Ahora la abuela María encara un desafío que arranca el corazón, «dejarlos ir» ya que Forrest planea mudarse con su familia a otro pueblo a una hora de distancia para estar más cerca a su trabajo. Karen tendrá que cambiar de escuela, y la abuela y la nieta no se verán tanto. Pero María tiene otros seis nietos por quienes velar mediante cartas, llamadas por teléfono y visitas. Y ella confía en que Dios ayudará a Karen a crecer fuerte y seguir superando cada obstáculo médico que encare. ¡Ella es una niña valiente que conoce a su Dios!

En su libro What Is a Family? [¿Qué es una familia?], Edith Schaffer nos recuerda que el término «en enfermedad y en salud» en los votos matrimoniales aplica a toda la familia. En un momento u otro a todos nos llegan tiempos de daños físicos o de enfermedades. Pero, escribe ella, «La familia debe tener un lugar donde se experimente y entienda el consuelo, para que la gente aprenda a consolar a otros. El consuelo está íntimamente relacionado con la palabra familia. Dios puede usarnos debido a las dificultades, enfermedades, incapacidades, tragedia, y no a pesar de ellas. Es de esta manera que podemos hacer algo que él nos tiene reservado, y lo cual no haríamos de otro modo».2

Cuando suceden las crisis en la vida, nosotras las abuelas podemos ser una fuerza estabilizadora mediante la oración y el ánimo que ayude a nuestras familias.

Oración

Señor, te pido tu divina protección sobre mis nietos. Te doy gracias porque eres su sanador, y puedes tocar sus cuerpos si están enfermos o heridos. Señor, te ruego que los mantengas alerta para que no caigan en situaciones peligrosas, y dame la urgencia de orar cuando estén en cualquier tipo de peligro. Te doy gracias por todas las formas en que has intervenido en sus vidas hasta aquí protegiéndolos y restaurando su salud. Amén.

Pasajes bíblicos de ayuda

Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia.

Salmo 46:1

El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida.

El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre.

Salmo 121:7-8

Yo soy el Señor, que les devuelve la salud.

Éxodo 15:26

Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente.

3 Juan 2

Le llevaban [a Jesús] todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba.

Mateo 4:24

Oración de las Escrituras

Señor, te pido por cada uno de mis nietos [nombres] que se acuesten y duerman en paz, porque solo tú, Señor, los haces vivir confiado [Salmo 4:8]. Señor, vuelve tu rostro a mi nieto(a) [nombre] y ten compasión de [nombre] pues se encuentra solo(a) y afligido(a). Crecen las angustias de su corazón; líbralo(a) de sus tribulaciones. Fíjate en su aflicción y en sus penurias, y borra todos los pecados de él (ella) [Salmo 25:16-18].

Citas bíblicas relacionadas al tema

Deuteronomio 31:6; 33:26-27; Salmos 23; 91; 121; Isaías 26:3-4; Mateo 28-20.

Oraciones de protección y salud

Aquí encontrarás algunas oraciones basadas en las Escrituras que puedes orar por la protección y salud de tus nietos:

Gracias, Señor, porque puedo proclamar esta bendición sobre mis nietos: El Señor protegerá a [nombres]; de todo mal protegerá sus vidas. El Señor los cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre [Salmo 121:7-8]

Gracias, Señor, porque tú eres fiel, y fortalecerás y protegerás a mis nietos del maligno [2 Tesalonicenses 3:3].

Oro para que a mi nieto(a) [nombre] le vaya bien en todos sus asuntos y goce de buena salud, así como prospera espiritualmente [3 Juan 2].

Te pido que mis nietos adquieran buenos hábitos de salud y no abusen de sus cuerpos, recordando que son «templo» de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ellos y por lo tanto son sagrados [1 Corintios 3:16].

«Yo lo libraré porque [nombre] se acoge a mí»; dice el Señor, protegeré a [nombre], porque reconoce mi nombre. [Nombre] me invocará, y yo le responderé; estaré con [nombre] en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Le colmaré con muchos años de vida y haré que [nombre] goce de mi salvación» [Salmo 91:14-16].

1 Sonja Garza, Girl’s Safe Return Amazes Expert [Regreso seguro de la niña asombra a los expertos], San Antonio Express News, marzo 11, 2001, p. 4B.

2 Edith Schaeffer, What Is a Family? [¿Qué es una familia?], Baker, Grand Rapids, 1975, pp. 98,99.