Aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.
Hebreos 4:14-16
Es fácil concentrarnos en las características negativas de los demás. Por el contrario, debemos verlos como Dios los ve. Busca los puntos fuertes y el potencial que no estén desarrollados en los miembros de tu familia. Tu fe en ellos puede ser el catalizador que los ayude a desplegar sus dones escondidos. Tu llamado durante dificultades en las relaciones familiares no es para contribuir al problema sino a la solución.
H. Norman Wright, Family Is Still a Great Idea
[La familia sigue siendo una gran idea]
El divorcio o la muerte en la familia causan angustia a nuestros nietos, al igual que a los padres y a los abuelos. Una abuela experimentaba el dolor de tener dos queridos nietos arrancados de su lado por causa del divorcio cuando la madre se los llevó y se mudó a un estado distante. Ella escribió:
«El dolor de su partida permaneció en los escondites de mi corazón hasta que decidí dejar que el Espíritu Santo se lo llevara y lo reemplazara con esperanza. En las siguientes semanas, Dios, en su misericordia, me demostró día a día, que él tenía el control de las circunstancias y que podría cuidarme y también a los tan queridos para mí. Comencé a sanarme y aprendí que un adiós no significa que sea algo definitivo».1
A veces hay una ventana de oportunidad para orar por la reconciliación de los padres, pero eso depende de la voluntad de los involucrados. Con el propósito de este libro en mente, nuestra oración principal se enfoca en el bienestar de nuestros nietos. Cuando los padres se divorcian, los niños pueden sufrir varias consecuencias como son:
• temor al futuro
• sentido de rechazo y soledad
• rechazo a Dios
• celos de amigos cuyos padres están juntos
• dificultad financiera
• culpa, creyendo que de alguna forma contribuyó al divorcio
• frustración en sus relaciones con los padres separados o el nuevo compañero(a)
• enojo que ellos mismos no comprenden
• las complejidades y desafíos de edificar nuevas relaciones en familias mixtas si uno o ambos padres se vuelven a casar.
Los abuelos, especialmente si viven cerca, pueden ser unos buenos oyentes y una fuerza estabilizadora en el ambiente de los niños, hasta que sus vidas recuperen alguna normalidad. Permítales hablar acerca de sus sentimientos y expresar sus frustraciones, si así lo desean hacer. Pero si no lo hacen, quédese a su disposición ofreciéndoles amor y abrazos incondicionales. Y siempre hágales saber que ora por ellos.
María estaba triste luego que su familia se desbarató con motivo de un divorcio. Tommy y Bunnie, su hijo y nuera, se casaron cuando solo tenían diecinueve años. Bunnie se convirtió en una mamá ama de casa cuidando del hijo y la hija que nacieron poco después del matrimonio, mientras que Tommy fue a la universidad. Pero en pocos años, Bunnie se cansó de que Tommy pasara tantas horas fuera del hogar debido a su trabajo y las clases. ¿Esperaba él que ella fuera la única que se ocupara de cuidar los muchachos? Las tensiones se amontonaron. El divorcio pareció inminente.
«Empapé este matrimonio deteriorado en oración e hice todo lo que me fue posible hacer para mantenerlo unido», dice María. «Pagué un consejero matrimonial, cuidé a los niños para que ellos pudieran tener salidas románticas, y le compré nueva ropa a Bunnie, hasta la guié al Señor».
El consejero le dijo a Bunnie que se fuera del estado y comenzara una nueva vida, lo cual devastó a María. «Dios, tú sabes que no quiero que se muden», oró ella. «¿Cómo podré perder a mis preciosos nietos? Pero Señor, quiero tu voluntad, porque sé que es lo mejor».
Ella sintió que Dios le murmuró a su corazón: Déjala ir; yo la voy a bendecir.
Con esto, María le dio su bendición y le dijo a Bunnie que sentía que Dios bendeciría su futuro. Cuando Bunnie vendió la casa y empaquetó las cosas para mudarse, María pensó cómo ayudarla. Compró juegos para que Tonya, de cuatro años, y John, de seis, jugaran en el carro y les preparó meriendas y golosinas para el viaje. Los despidió con sus oraciones, amor y un corazón triste. Pero sabía que Dios tenía el control e hizo todo lo que pudo para expresarle su amor a Bunnie. María nunca se puso de parte de uno de los dos, durante el proceso del divorcio nunca habló mal de Bunnie a los niños, ni a sus amistades y compañeros de oración.
Resultó que los niños se quedaron con la mamá sola durante unos años y luego volvieron a vivir con su papá y cerca de los abuelos. En el medio tiempo, María y su esposo le pagaron la universidad a Bunnie, y luego ella comenzó un negocio. Dios verdaderamente la bendijo. Más tarde se volvió a casar y tuvo dos hijos más, pero Bunnie sabía que tenía una amiga en su ex suegra.
Cuando Tonya y John volvieron para vivir con su papá, la abuela María se convirtió en casi una madre sustituta. Ella reconocía que Bunnie les había permitido regresar porque confiaba en María, y sabía que si sus hijos alguna vez necesitaban algo, la abuela se lo resolvería.
«Aprendí que los abuelos deben sacrificarse», dice María. «Mi hijo trabajaba por las noches, así que a menudo yo cuidaba a los niños aunque no fuera muy conveniente para mí. Durante varios años puse a un lado casi todas mis actividades sociales para estar con John y Tonya, llevándolos a los programas de la escuela y las actividades deportivas, trayéndolos a dormir en la casa. El divorcio me hirió emocionalmente, pero tenía que mantener mis ojos en la meta de velar por el beneficio de los niños en primer lugar. Aprendí que la oración y el perdón son dos ingredientes esenciales para ayudar a mantenerse después que una familia se divide».
La abuela María tiene otra meta importante: Velar porque los padres y los abuelos sean amigos. Y fue así. Cada vez que Bunnie vino a visitar a los hijos, María le prestaba el carro. Cuando los niños hablaban con su mamá Bunnie podía notar por su conversación que María no les había hablado mal de ella.
Diez años después que John y Tonya vinieron a vivir con su papá, Tommy se volvió a casar y tuvo dos hijos más. María y su esposo le pagaron a John y a Tonya los estudios universitarios. Ambos se graduaron y tuvieron éxito en sus carreras. Tommy y Bunnie permanecieron amigos, y no hay fricciones entre los nuevos cónyuges de ambos lados. María dice que el enfoque de sus oraciones era que todos ellos mostraran respeto entre sí. Cuando el nuevo esposo de Bunnie estaba renuente a conocer a la ex suegra de su esposa, Bunnie le aseguró: «Cuando conozcas a abuela María la querrás enseguida». Y así fue.
«No estoy diciendo que fuera siempre fácil para los niños ir y venir de un lado al otro», dice María. «Pero ellos se adaptaron bastante bien, y sabían que su abuela siempre estaba de su parte. Saturar en oración a una familia en medio de las condiciones de un divorcio, es a veces lo único que pueden hacer los abuelos. El divorcio fue una de las experiencias más dolorosas que tuvimos que sufrir, pero Dios fue fiel. Pude ver crecer a mis nietos, y hoy todos nos llevamos bien».
No todas las familias salen de un divorcio tan suavemente como esta, pero la historia de María brinda el ánimo y la esperanza ya que esto es posible. Tampoco los abuelos tienen siempre la capacidad financiera para ayudar a los nietos en tantas maneras como estos. Pero Dios es capaz de suplir lo necesario en cada situación en respuesta a la oración.
Los hijos de los divorciados tal vez vean la ruptura de sus hogares como lo peor que los haya impactado en la vida. A menudo sienten que no pueden hablar con uno de los padres sin estar traicionando al otro. Las abuelas necesitan dejarles saber a sus nietos que a ellos siempre les pueden hablar, en cualquier momento y a cualquier hora, respeto a la montaña rusa emocional que experimentan. Aunque no puedan suplir respuestas satisfactorias, cosa que sucede a menudo, la disposición de oír es importante.
En El libro de la abuela, Jan Stoop y Betty Southard cuentan la historia de una abuela que quería con desesperación consolar a su nieta sollozante, de tres años de edad, cuyos padres se estaban divorciando. Pero los intentos para consolar a la niña, acuclillada en el piso, solo resultaron en explosiones de ira. Por último, la abuela se tiró también en el suelo junto a la niña y se acostó quietamente hasta que cedieron los sollozos. Entonces le dijo: «Óyeme chica, vamos a hacer rositas de maíz». En ese momento la solución no fue hablar, pero la presencia tranquila de la abuela fue una influencia calmante. Las autoras escriben:
No existe un lugar cómodo para los niños que están experimentando la separación o divorcio de sus padres. Es como si estuvieran viviendo en un puente; ellos no pertenecen a ninguno de los lados de la corriente. Y como no pertenecen a ninguno de los lados, a menudo terminan por construir su propia casita de protección en alguna parte de ese puente, en algún lugar secreto de los que viven en ambos lados. Hasta la abuela puede estar excluida en esa casa, especialmente si se involucra en el pleito. Por otra parte, si la abuela es confiable, tal vez sea la única que pueda entrar.
Es difícil mantenerse fuera del pleito. Tú ves cosas y las entiendes. Pero recuerda, más que nada, los hijos que están en medio de un pleito familiar, necesitan un lugar seguro. Necesitan adultos que puedan estar ahí en la casita del puente con ellos.2
A veces, es una verdadera prueba para las abuelas no ponerse de parte de uno de los dos, si los nietos quieren hablar acerca de uno de los padres o de un padrastro o madrastra. Pero cuando escuchamos con sensibilidad lo que están diciendo, les enseñamos que pueden confiar en nosotros. Estamos entregándoles este mensaje: «Este es un lugar seguro. Nuestra conversación será confidencial».
Margaret es una abuela típica embelesada con su primera nieta, una bellísima niña llamada Sherry. El trabajo de su hijo lo obligaba a viajar constantemente viviendo en moteles casi todo el tiempo, por consecuencia durante dos años su esposa Sonja y la bebé con frecuencia se quedaban en casa con Margaret y su esposo Bill. Gradualmente la separación y otros problemas familiares causaron que el matrimonio se deteriorara. Poco después del nacimiento de la segunda nieta, las cosas empeoraron. La joven pareja se divorció y Sonja se fue con las dos niñas.
«Pasaba mucho tiempo cuando ninguno de nosotros sabía de Sonja ni las niñas», cuenta Margaret. «Durante los tres años que esto sucedió, Dios me comenzó a enseñar la importancia que tienen las oraciones de las abuelas. Un día estaba orando por las niñas (o quizás solo lloraba la pérdida) cuando Dios me interrumpió. En mi corazón le oí decir: Si de veras estás preocupada por las niñas, necesitas orar por la mamá.
De inmediato repliqué: Dios, ¿acaso no sabes que ella hirió profundamente a mi hijo, traicionó nuestra confianza y está exponiendo a las niñas a peligros inconcebibles? ¿Y estoy supuesta a orar por ella?
Margaret dice que sintió que Dios le respondió: Sí, después de todo es la madre. Aunque detestó admitirlo, supo que Dios tenía razón. Así que abrió la Biblia, buscó pasajes pertinentes y comenzó a parafrasearlos en oraciones de acuerdo a la situación. Durante este tiempo de vez en cuando Sonja se comunicó con Margaret y Bill desde un teléfono público, pero la única dirección que nos dio fue el nombre del pueblo adonde podíamos enviarle dinero.
«Dios le dio a Bill la sabiduría de reconocer que era importante, por el beneficio de las niñas, mantener abiertas las líneas de comunicación», dice Margaret. «Algunos tal vez decían que nos estábamos dejando usar, pero sabíamos que estábamos siguiendo las instrucciones de Dios. Una vez que llamó, convencí a Sonja para que me diera una dirección para envíos generales a donde le pudiera escribir. Le envié oraciones parafraseadas de la Biblia y le dije que si comenzaba a orar así diariamente, las cosas le irían mejor».
Más adelante, Margaret supo que su nuera llevaba esa carta en su cartera dondequiera que iba. Sus amistades se reían de que ella la leyera, pero entonces les contestaba: «No, yo sé que esto es cierto, y estas oraciones funcionan».
«Le dije que Bill y yo la queríamos, y que haríamos cualquier cosa que pudiéramos para ayudarla a arreglar su vida nuevamente, y que cuando quisiera volver le daríamos la bienvenida». Margaret dijo: «Para entonces, Dios me había dado un amor sobrenatural por Sonja. Él me enseñó que ella de veras quería a sus hijas, y que podía usar ese amor para sacarla del estilo de vida destructivo que estaba viviendo».
Mientras tanto, Dios le dio a Margaret un aliado inesperado. Una noche, de la nada, recibió una llamada de la hermana de Sonja, expresándole su preocupación. Ella y su esposo consideraron que, si Margaret y Bill querían quedarse con las niñas, estarían mejor con ellos. Todos parecían tener urgencia con este asunto. De nuevo Margaret le informó a su nuera que sería bienvenida en su hogar, y la hermana acordó tratar de convencer a Sonja para que esta aceptara la oferta. Margaret le contó a la hermana de Sonja sobre las oraciones basadas en la Biblia para que ambas oraran en mutuo acuerdo.
«¡Dios es tan fiel!» informó Margaret. «Una vez que comencé a orar de acuerdo a la voluntad de Dios, las cosas comenzaron a suceder. En menos de dos meses, Sonja y las dos nietas regresaron a la casa. Durante ese mismo tiempo, Dios me dio pasajes para enviarle a mi hijo. Le pedí que los leyera todas las mañanas cuando se levantara … y lo hizo. La misma semana que Sonja llamó para decir que quería volver a la casa, nuestro hijo llamó y preguntó: “Mamá, ¿podría volver a la casa durante un tiempo?” Admito que fui cobarde. Hasta que llegó no le dije que habíamos extendido la misma invitación a Sonja antes de conocer sus planes».
Este no es el cuento de Cenicienta donde por siempre todos vivieron felices. Por desgracia, aunque lo intentaron durante un tiempo, la pareja no pudo restaurar el matrimonio.
«No me corresponde culpar o juzgar por qué la reconciliación no fue posible», dijo Margaret. «Yo sé que la Palabra de Dios siempre funciona, y la falta no fue de Dios. Sonja se volvió a casar con un hombre de nuestro pueblo, así que tuvimos el privilegio de ver crecer a nuestras dos nietas cerca de nosotros. Ojalá que Bill y yo hayamos tenido alguna influencia positiva en sus vidas.
»Cuando Sherry tenía como siete años, un día se me escapó un comentario: “Ni siquiera las abuelas son eternas”. El terror que se reflejó en su cara me conmovió, fue como si Dios tomara una fotografía para darme un retrato permanente de ese momento. Él quiso enseñarme la importancia de mi papel de abuela, y cuánto Sherry, en especial, dependía de mí. Fue un pasmoso “momento de Dios”. Ahora que ya está por cumplir dieciocho años, planeo escribirle una carta para señalar este hito en su vida y decirle lo especial que es para mí. Sigo orando la Palabra de Dios por ella, pidiéndole al Señor que guíe sus pasos y la mantenga cerca de él.
»Nuestros dos hijos y una hija nos han dado nueve nietos. Una y otra vez se registran momentos en los cuales Dios me da la percepción de cómo orar por una necesidad, en particular por alguno de los nietos, o qué palabra específica decirles. ¡Qué privilegio es ser abuela!»
Rena, una amiga casada con un ministro que viaja todo el tiempo, acababa de llegar a los años del «nido vacío» y se entusiasmó pensando unirse a él en la mayoría de los viajes. Entonces recibió una llamada telefónica de su hija mayor, Elaine, que la devastó.
«Me dijo que su matrimonio había terminado, y ella se iba con nuestro nieto, Dyland, de cuatro años», nos cuenta Rena. «Como no tenía dónde ir, desde luego le dije que podía volver a la casa, a lo cual accedió. Tenía que buscar un trabajo de tiempo completo, y yo estaba totalmente opuesta a que pusieran a Dyland en una guardería, así que me convertí en su niñera desde las 7:30 a.m. hasta las 6:30 p.m. todos los días de la semana. Mi esposo y yo consideramos que nuestro papel, durante esta época, era ofrecer un amor incondicional a nuestra hija y nieto, y tratar de brindar estabilidad en sus vidas».
El nuevo papel de Rena no era fácil. Dylan estaba resentido con su papá, pero lo extrañaba. El divorcio lo traumatizó y, además, estaba confundido con los drásticos cambios que llegaron a su vida. «Nana, ¿cuándo voy a regresar a la casa?» preguntaba, seguido del esfuerzo que Rena hacía para explicarle que él y su mamá no volverían a la casa que él siempre había llamado su hogar. Entonces él se echaba a llorar y decía: «¿Mamá ama a su trabajo más que a mí?» Rena trataba de consolarlo lo mejor que podía, sabiendo que su dolor era verdadero y que sus explicaciones nunca serían suficientes para contestar todas sus preguntas.
«A veces, resentía tener estas responsabilidades en esta época de mi vida», decía Rena. «El cuidado de un niño exige mucho, es agotador y requiere un gran compromiso, era difícil lidiar con mis propios sentimientos mientras que al mismo tiempo trataba de apoyar a Elaine y cuidar a Dylan. Mi esposo se convirtió en un padre sustituto para Dylan, y durante años lo entretenía con historias que le inventaba acerca de “Beto, el pajarito atrevido del patio”».
Cuando se acercaba la visita de su papá, que ordenó el juzgado, Dylan comenzaba a llorar varios días antes e inventaba razones para no ir. Luego, como tres años después del divorcio, su padre resultó muerto en un accidente de automóviles.
«Dylan pasó un año muy penoso procesando emociones que para un adulto son muy difíciles, cuánto más para un niño de siete años», explica Rena. «Una vez escribió una nota que decía: “Mi papá tuvo su merecido”, y la colocó en la tablilla de su dormitorio. Después de varios meses escribió otra nota que decía: “Extraño a mi papá”. Esta fue una época muy difícil para todos nosotros».
A fines de año, Elaine conoció a un hombre maravilloso y se casaron cuando Dylan tenía ocho años. Desde luego, todos nos tuvimos que adaptar a la nueva situación, pero el esposo de Elaine es un buen padre para Dylan, y los tres asisten fielmente a la iglesia.
«Este joven ha sido una respuesta de la gracia de Dios a nuestras oraciones durante años», dice Rena. «Los pasajes que oré y a los que me aferré durante esos cuatro años fueron Isaías 54:11-14 y Jeremías 31:15-19, y Dios mostró su fidelidad. Muchas veces la gente me dice que Dios nos puso en sus corazones y estaban orando por nosotros. Dylan, que ahora tiene trece años, hace poco me dijo: “Nana, si no es por ti y abuelo, sería difícil decir qué creería ahora”. ¡Esto fue como oír una música celestial!»
Un día después que Elaine y Dylan se mudaron, Rena de repente sintió la presencia de Dios en su habitación. En su corazón sintió que el Señor le decía: Gracias por cuidar a tu nieto por mí. Entonces sintió la inspiración de escribir este poema:
Cercano estás Señor, solo a un paso de mí
Día a día, calladamente, a mi lado te siento caminar.
Alguna vez tu dulce voz escucho susurrando a mi oído
Gracias, Rena, fielmente me has servido
Sosteniendo a mi querido hijo que sufría.
Tú lo cargaste en sus terribles días,
y yo a ambos en mis brazos mantenía.
Pero eso ya pasó, aunque sus marcas indelebles por siempre quedarán.
Cuando la familia sufre un divorcio, los niños a veces tienen problemas mayores que los normales al llegar a la adolescencia, como descubrió la abuela Diane. Dos de sus nietos se separaron cuando su hija se divorció, Patty se quedó a vivir con su mamá y Justin se fue con su papá. Diane ora regularmente por todos sus nietos, pero en especial oró por estos dos, durante y después de la separación. Aunque Justin asistía a la iglesia con su papá y madrastra, cuando llegó a la escuela superior dejó los estudios y se alejó del Señor.
Una noche Diane soñó que veía a Justin frente a un juez en un juzgado; y era obvio que tenía un serio problema con la ley. Luego de despertarse, oró respecto al sueño y sintió que Dios le aseguraba que Justin se metería en un problema, pero este serviría para hacer que volviera al Señor.
Pasaron más de dos años. Entonces un día la hija de Diane llamó para decir que habían arrestado a Justin por tener en su carro marihuana y un equipo para el consumo de la droga. Ahora que estaba en su primer año de la universidad, lo trataron como a un adulto ante un juez, sin jurado.
«La ironía de su arresto fue que la policía encontró en el carro algo que ni siquiera le pertenecía», nos cuenta Diane. «Pertenecía a su hermanastro. Pero como después del divorcio había tanta amargura en la familia, Justin se negó a denunciarlo».
Al principio parecía que a causa de su lealtad tendría que cumplir prisión por un tiempo. Pero su abogado apeló al juez pidiendo misericordia, le dijo que para pagarse los estudios Justin estaba trabajando con su papá, y llamó a algunas personas que sirvieran de testigo, a favor del muchacho. Aunque sus padres se repudiaban, la crisis hizo que pusieran a un lado sus diferencias. Juraron ante el juez que apoyarían a su hijo y cooperarían con la corte como fuera necesario. Al final, le dieron a Justin una sentencia a prueba, haciendo posible que siguiera los estudios sin interrupción.
«Cada vez que lo llamen él tendrá que presentarse para hacerle un examen que pruebe si usa droga, y no se le permite tomar ni ir a los bares», dijo Diane. «También tiene que reportarse ante un oficial de probatoria dentro de un horario estricto. El juez le dijo que si violaba las reglas de probatoria de cualquier manera, o fallaba en el examen de las drogas, iría directo a la cárcel. Es probable que esta fuera la mejor lección de disciplina que aprendió. Creo que verdaderamente el susto que le ocasionó esta experiencia hará que mi nieto vuelva al Señor, mientras seguimos orando por él».
Connie nos cuenta cómo llegó a estar tan unida a su primera nieta, Stephanie, ya que la crió en cuanto sus padres se divorciaron. Pero a los trece años, cuando comenzó la adolescencia, luchó para ajustarse al nuevo padrastro y desarrolló problemas emocionales. Comenzó a visitar consejeros profesionales que le recetaron pastillas para la depresión, y se hizo adicta a los medicamentos. Entonces su mamá y padrastro la mudaron a miles de kilómetros de distancia a un centro de tratamiento para la adicción a las drogas.
«Estuve orando durante todo este tiempo para que Dios curara a Stephanie emocionalmente y también la mantuviera segura», dijo Connie. «Ella decidió ponerse en muchas situaciones peligrosas, pero gracias a la oración, Dios nunca la dejó de proteger».
Connie pidió que Stephanie siempre se comunicara con sus abuelos, y así fue. Durante esos cinco años ambulantes, no importaba dónde estuviera, Stephanie siempre llamaba a Connie y su esposo.
«A través de todo esto, pude confiar en Dios y rogar que obrara su voluntad en la vida de mi nieta», dice Connie. «La oración me mantuvo sana y cerca de él. Cuando tenía dieciocho años salió en estado y decidió quedarse con el bebé. Esta pequeña bendición la cambió, es un verdadero milagro de Dios que se obró de esta manera. Alabo y le doy gracias a Dios por las muchas respuestas a las oraciones por mi nieta mayor».
Cuando la abuela Blanche se enteró que su hijo y nuera se estaban divorciando, sintió como si un cuchillo le atravesara el corazón. Pero sabía que esta ruptura amarga afectaría a sus nietos aun más, y que ellos necesitarían sus oraciones ahora más que nunca.
Los tres nietos adultos se amargaron contra su mamá. Solo el más joven, que todavía vive con ella, permaneció leal. Una hija, en especial, odiaba a su mamá por las cosas dolorosas que le dijo de su esposo en un proceso jurídico.
Blanche ruega a Dios que guarde y proteja a todos sus nietos, que los ayude a superar su amargura, y que vuelvan a tener una estrecha relación con él. Diariamente ora por ellos usando pasajes e insertando sus nombres en lugares apropiados. Algunas veces parafrasea varios versículos en una oración, como esta de Proverbios 4:20-27:
«Señor, que mis nietos atiendan a tus consejos; que escuchen atentamente lo que dices. Que no pierdan de vista tus palabras. Ayúdalos a guardarlas muy dentro de sus corazones, porque ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo. Te ruego especialmente que los ayudes a cuidar sus corazones, porque de él mana la vida. Aleja de su boca la perversidad; aparta de sus labios las palabras corruptas. Señor, nivela los caminos de ellos y ayúdalos a fijar sus ojos en ti. Te ruego que no se desvíen ni a diestra ni a siniestra y que los apartes de la maldad. Amén».
Hace una docena de años que Lynette no ve a cuatro de sus nietos porque cuando se volvió a casar, varios años después de la muerte de su esposo, sus dos hijas se enojaron con ella. Las nietas no tienen permiso para comunicarse con su abuela de ninguna manera, y le devuelven las cartas y paquetes. Después de mucho sufrir, parece que el Señor la ha consolado: No puedes dejar de vivir, así que sigue con tu vida, parece que él le susurra.
Ella ora: «Señor, permite que alguna vez mis nietos sientan el deseo de verme. Mientras tanto, haz que sepan cuánto los quiero. Mi deseo más ferviente es que te conozcan y que pasen la eternidad conmigo. Decido perdonar en mis hijas el que la amargura les haga alejar a mis nietas de mí. Permite que llegue el día cuando todos nos reconciliemos, por tu amor incondicional y el gran perdón que se extiende a todos nosotros. Amén».
Aunque el divorcio puede ser traumático y trágico a los ojos de un niño, una muerte es doblemente dolorosa. Los hijos que han perdido a un ser querido, especialmente si se trata de uno de los padres o un hermano, necesitan nuestro cuidado, apoyo emocional, alguien que los escuche, nuestro ánimo. Pero más que nada, necesitan nuestras oraciones. Podemos convertirnos en una influencia estabilizadora para dejar una diferencia perdurable en sus vidas. La autora Irene Endicott escribe:
Los niños, hasta los más jóvenes, entienden la muerte si el tema se trata de forma sincera y sensible. Contéstales sus preguntas de esa manera. Tus nietos sufrirán visiblemente durante un año, por lo menos, y luego internamente durante muchos años futuros. En esos momentos necesitan más abrazos de los abuelos y tu aliento para hablar acerca de su mamá [o papá o hermano] recordando los buenos tiempos. Sé optimista acerca de su futuro, y asegúrales que estarán bien demostrándoles tu amor y consideración.
Pero sobre todo, escúchalos, no solo las palabras que dicen, sino también observa su lenguaje corporal y cómo dicen esas palabras. Tú, otro miembro de la familia o un consejero profesional deben tomar en serio sus temores y dolores y no racionalizarlos ni cubrirlos. Escuchar es tu regalo para ellos durante este horrible momento en sus vidas jóvenes.3
Bernice y su esposo, Henry, oran a diario por sus seis nietos, pero los de nueve y diez años, necesitan oraciones especiales. Hace cuatro años, el hijo de Bernice y Henry se mató en un accidente cuando aún tenía treinta y tantos años, dejando dos hijos huérfanos de padre.
«Le pedí al Señor que fuera un padre para ellos, y también le pedí que un día tuvieran un padre cristiano». dice Bernice. «Sin embargo, su mamá está saliendo con un hombre no creyente, que me estruja el corazón. Viene de visitas durante los fines de semana, y ella y los niños se quedan en la casa y no van a la iglesia. Mis nietos aceptaron al Señor y se bautizaron, pero ahora veo la lucha que tienen, ya que este hombre no quiere ir a la iglesia. A diario pido que Dios los proteja y que les dé su sabiduría».
Todos los días Bernice y su esposo se levantan a las cinco de la mañana, hacen una larga y rápida caminata, y vuelven a la casa para orar juntos en lo que llaman su «reunión matutina» con el Señor. Luego desayunan. A menudo, cuando uno de los seis nietos se queda a dormir con ellos, se les une para orar.
«En muchas ocasiones oramos con nuestros nietos», nos dice ella. «Y especialmente nos alegra que los hijos del hijo mío que murió, vivan tan cerca que nos puedan visitar, y que su mamá les permita venir».
Con frecuencia el niño culpa a Dios, a otra persona o hasta a sí mismo, por la muerte de un cercano miembro de la familia. Él necesita que constantemente se le asegure que la tragedia no fue su culpa. Si el ser querido era cristiano, es de ayuda hablar acerca de su nueva vida en el cielo. Orar con el niño a través de cada fase de este doloroso proceso es la mejor ayuda que un abuelo puede brindar. Abrazar al niño y dejarlo llorar ayudará a ofrecer consuelo y compañía. Otra consideración es motivar al niño para que hable con alguien que haya sufrido una pérdida similar, la cual haya superado sin amargura.
Hablar sobre recuerdos especiales ayuda a un niño triste que está conmocionado después de la muerte de un cercano miembro de la familia. Ver fotografías de un álbum lo puede ayudar a recordar al ser querido que ha perdido. A veces hacer un «libro de recuerdos» acerca de la persona es una salida a la pena.
El autor Jay Kesler nos recuerda que los abuelos tienen una oportunidad única de ayudar a la generación más joven a ver la mortalidad tal y cual es, al mismo tiempo que medimos las cosas con los valores eternos. Él escribe: «Podemos señalar a un Dios fiel y decir: “He vivido una larga vida, tengo muchas experiencias, y te puedo decir, tú puedes confiar en Dios. Puedes creer en él y él te cuidará”… . Como abuelas, con cariño podemos guiar a nuestros nietos a una comprensión de la muerte no como un final, sino como un principio, una puerta a la eternidad».4
Por devastador que sea el divorcio y la muerte para cualquier familia, tenemos un Salvador que alivia el dolor y consuela el corazón herido. Como parte del proceso de recuperación, nosotras las abuelas podemos proporcionar oídos para quienes sufren, y ofrecer nuestras oraciones al que tiene el poder de sanarnos.
Señor ayuda a mi nieto [nombre] a lidiar con su pérdida. Sé su consuelo, su fortaleza y su paz. Haz que no se sienta abandonado, ni que se culpe por la tragedia. Acércate a [nombre] mientras pasa por este proceso tan doloroso, haz que pase a través de este tiempo difícil confiando en ti más que nunca. Ayúdame a encontrar maneras de ofrecerle un amor y consuelo incondicional durante este doloroso período. Te ruego que le des a [nombre] tu gozo. Amén.
Me ha enviado a sanar los corazones heridos … a consolar a todos los que están de duelo, y a confrontar a los dolientes de Sión.
Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas,
aceite de alegría en vez de luto,
traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento.
Isaías 61:1-3
Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Mateo 5:4
El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre. Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras.
1 Tesalonicenses 4:16-18
Ten compasión de mi nieto [nombre], oh Dios; haz que [nombre] se refugie a la sombra de tus alas hasta que haya pasado el peligro. Padre, te pido que llenes de alegría a [nombre] en tu presencia [Salmo 57:1-2; 16:11].
2 Samuel 12:18-23; Juan 14:1-4; 1 Corintios 15:50-57; Apocalipsis 21:1-4.
Es importante recordar que el dolor toma tiempo. Los que han pasado por este proceso ofrecen las siguientes sugerencias:
• aceptar la realidad de la muerte (u otra pérdida)
• experimentar el dolor de la pérdida
• comenzar a adaptarse a la vida sin ese ser querido
• hablar de esa persona cada vez que así se desee (llorar y reír si quieres hacerlo)
• hacer algo para recordar al difunto (una contribución a la iglesia u organización benéfica en memoria de esa persona, establecer una beca en su honor, sembrar un árbol, o comenzar una tradición como celebrar todos los años el cumpleaños de esa persona).
1 Irene M. Endicott, Grandparenting Redefined [Redefinir el ser abuelo], Aglow International, Lynnwood, Washington, 1991, p. 73.
2 Jan Stoop y Betty Southard, The Grandmother Book [El libro de la abuela], Thomas Nelson, Nashville, 1993, pp. 211-212.
3 Irene Endicott, Grandparenting: It’s not What It Used to Be [Cuidados de la abuela: No es lo que solía ser], Broadman and Holman, Nashville, 1997, pp. 161-162.
4 Jay Kesler, Grandparenting: The Agony and the Ecstasy [El cuidado de la abuela: La agonía y el éxtasis], Servant, Ann Arbor, MI, 1993, pp. 182-183.