Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios.
Romanos 8:15-17
¿Cómo volver a reunir las familias que están separadas? ¿Cómo es posible que un grupo de individuos de diversos orígenes, experiencias y edades lleguen a convertirse en una familia? No tenía las respuestas, pero conocía a alguien que sí las tenía. Qué consuelo es saber que él [Jesús] experimentó lo que enfrentan las familias y, además, simpatiza y espera dispuesto a brindarnos la sabiduría y ayuda que necesitamos.
Catherine Marshall The Best of Catherine Marshall
[Lo mejor de Catherine Marshall]
Tal vez estemos, o no, muy unidos a los hijos de nuestros hijastros o a los hijastros de nuestros hijos, pero debemos estar motivados a orar por ellos porque sabemos que por alguna razón son parte de nuestra vida. Lo mismo pasa con los nietos adoptados. Podemos pedirle a Dios que nos dé su corazón y amor por ellos como si de veras fueran nuestros nietos biológicos.
Los hijastros y los hijos adoptivos a menudo se esfuerzan para sentir que los padres, hermanos y miembros de la familia en general, los aceptan. La cariñosa preocupación y oraciones fieles de las abuelas pueden ser una influencia fuerte y positiva en sus vidas.
Ruby nos dijo que cuando ella conoció a su futura «nuera», Sherry, y su pequeña hija de un año, Chris, sintió amor a primera vista. Joe, el hijo de Ruby, se casó con Sherry cuando la bebé había acabado de cumplir dos años, y en ese tiempo ellos se la dedicaron al Señor.
«Chris fue nuestra primera nieta, y la veíamos como un regalo llegado a la familia», dice Ruby. «Más tarde Joe la adoptó y la quisimos como si fuera de nosotros. Desde el momento que la vimos por primera vez, mi esposo y yo oramos todos los días pidiendo que Chris creciera amando al Señor con todo su corazón, con todo su ser, con todas sus fuerzas y con toda su mente» (Lucas 10:27).
Noemí es tal vez la abuela más famosa en el Antiguo Testamento. Es posible que cuando sus dos hijos murieron, ella perdiera toda esperanza de tener nietos. Pero cuando su nuera Ruth se casó con Boaz y dio a luz a Obed, su gozo fue completo, aunque el bebé no era su nieto biológico. Las Escrituras nos dicen: «Las mujeres le decían a Noemí: “¡Alabado sea el Señor, que no te ha dejado hoy sin un redentor! ¡Que llegue a tener renombre en Israel! Este niño renovará tu vida y te sustentará en la vejez, porque lo ha dado a luz tu nuera, que te ama y es para ti mejor que siete hijos”. Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo» (Rut 4:14-16).
Y en verdad, el nieto adoptivo de Noemí llegó a ser famoso. Fue el padre de Isaí, cuyo hijo David, llegó a ser el rey más grande en Israel. Y mediante el linaje de David llegó Jesús, el Mesías.
Una familia combinada es increíblemente compleja debido a las relaciones emocionales bajo tensiones. Los niños que han perdido a uno de los padres, ya sea por muerte, divorcio o abandono, tienen heridas emocionales que pueden causar repercusiones durante los años por venir. El perdón y la tierna aceptación son esenciales para mantener intacta a una familia combinada, como descubrió nuestra amiga Anna.
Cuando Anna se casó ya tenía más de treinta años y heredó dos hijastros, un niño de nueve años de edad y una niña de once, aunque ambos estaban resentidos con ella. Pero gradualmente comenzaron a llamarla mamá a medida que crecían. Después, se casaron y tuvieron sus respectivas familias.
Hace tres años, antes de las navidades, Anna y su esposo sufrieron un serio accidente automovilístico. Él se mató en el accidente y ella fue al hospital. Durante el año siguiente, Anna se esforzó para recuperarse de los daños que sufrió mientras que al mismo tiempo luchaba con el dolor luego de perder a su esposo. Pero tenía otro problema. Su hijastro, Duncan, parecía consumido por las rencillas y rechazos de su niñez.
Las relaciones entre ellos se hicieron más difíciles cuando él trató de quitarle la casa a Anna, aunque ella insistió en que no se mudaría. Las navidades siguientes, ella escribió una carta a los dos hijos expresándoles su dolor y confusión debido a la severa actitud de Duncan, quien también influyó en su hermana. Firmó la carta: «Tu madrastra». Esto fue como un despertador para Duncan. Él la llamó para disculparse, y hablaron durante un largo rato para dejar salir sus camadas de ira y amargura que Anna no sabía que él todavía sentía.
«Tú eres mi mamá … y siempre lo serás», dijo él por último. «No vuelvas a llamarte mi madrastra».
Luego de hablar con sus hijos, Duncan reconoció que ellos, también, habían estado afectados como consecuencia de su amargura. Necesitaba que su relación con Anna fuera más estrecha, y dieron los pasos necesarios para mantener una comunicación regular. Ahora los tres nietos adoptivos de Anna, que van desde diecisiete hasta veintiún años, se comunican con frecuencia por cartas y correo electrónico.
Cada uno de los hijos de Duncan se ha entregado al Señor, y el mayor acaba de casarse agregando un nieto político a la lista de oración de Anna. Todos ellos están agradecidos porque a través de los años, Anna oró, y lo sigue haciendo, fielmente por ellos. Ella ora el Salmo 91 para que reciban protección y pide que ellos se fortalezcan y estén firmes en el Señor, no importa cuáles sean las circunstancias que encaren.
«Me alegro que Dios haya restaurado a nuestra familia», dice ella. «Si no fuera así, no tendría una familia ni el gozo de estar conectada a estos nietos».
Jan y su esposo, Chuck, se consternaron cuando su hija, Roberta, soltera y en sus treinta, les pidió que oraran con ella acerca de adoptar un bebé. La pareja oró, pero estaban preocupados acerca de la condición espiritual de Roberta. Ellos creían que Roberta no debía adoptar hasta que el Señor ocupara el primer lugar en su vida para que así educara a la criatura de acuerdo a sus principios, lo mismo que ellos le habían enseñado.
Entonces, un día, Roberta se vio en el salón de emergencia de un hospital encarando una crisis médica. En su corazón, llamaba al Señor y regresaba a la fe de su juventud. No solo cambiaron sus prioridades, sino que, además, sintió que Dios la estaba curando de su problema respiratorio. Poco después comenzó a dar pasos en serio para la adopción, especialmente quería una niña. Así fue como Jan y Chuck oraron:
• Que Roberta supiera con seguridad si adoptar un bebé era lo que el Señor quería que ella hiciera como una mujer profesional soltera.
• Que el Señor abriera y cerrara puertas que le sirvieran de guía.
• Que cuando le ofrecieran la adopción, si así sucedía, ella sintiera paz respecto a lo que estaba haciendo.
Cuando hizo la solicitud a una agencia cristiana de adopción, la trabajadora social le dijo que tenían niños mestizos o negros. En seis meses, incluso antes de inspeccionar la casa y terminar con toda la documentación, Roberta recibió la noticia que había nacido una niña negra. La criatura era prematura de unas cuantas semanas, solo pesaba dos kilogramos y medio, pero parecía ser saludable. La madre había terminado todos los derechos paternos. Los médicos mantenían a la niña en el hospital durante una semana para estar seguros de que no tuviera problemas serios. Luego Roberta recibió a su hija y la llamó Nancy.
«Sabemos que esta bebé fue una respuesta a las oraciones por nuestra hija», dice Jan. «Más adelante, la trabajadora social nos dijo que cuando supo que la niña estaba disponible, ella sintió que el Señor le dijo: Esta es la niña de Roberta. Ella había orado pidiendo encontrar el hogar acertado para esta criatura; y ahora tenía la paz de saber que Roberta fue la escogida de Dios».
Jan y Chuck comenzaron a orar pidiendo que toda la familia aceptara a su nueva nieta y que no la hirieran por prejuicios raciales. Hasta comenzaron a orar para que algún día Nancy fuera un instrumento para reconciliar las etnias.
«Oro pidiendo que la amemos tanto como amamos a nuestras dos nietas naturales», dice Jan. «La primera vez que la vi, supe que no sería un problema. Ella me miró con esos ojos castaños y grandes como si me dijera: “¡Gracias por quererme!” Verdaderamente es una bebé bendita, contenta, pacífica y que irradia el amor de Dios».
Jan ora por Nancy las mismas oraciones que hace por sus otras nietas, que crezca conociendo quién es en Cristo y nunca ceda ante la presión de los incrédulos o normas mundanas. También emplea oraciones bíblicas, como esta: «Haz que Nancy viva una vida llena de amor, alegría, paz y todos los frutos del Espíritu. Que incline el corazón hacia Dios, para que siga todos sus caminos» (Gálatas 5:22; 1 Reyes 8:58).
Esta abuela ha escrito alrededor de veinte páginas de versículos que ora con regularidad por los miembros de la familia, especialmente sus tres nietas. «Llevo conmigo, dondequiera que vaya, estas páginas laminadas, hasta al gimnasio, para orar durante mi tiempo extra», nos dijo Jan. «A veces Dios me da ideas de cómo orar que no había considerado antes, así que siempre estoy añadiendo versículos. Por ejemplo, cuando una de las niñas va al dentista: “Señor, que tus manos estén con ella y líbrala del mal para que no le duela”» (1 Crónicas 4:10, RV).
En circunstancias normales, la mayoría de los padres se emocionan cuando saben que un nieto está por llegar. Pero en algunos casos, la sorpresa y consternación ocupan el lugar del regocijo. Donna y Larry se vieron en esta situación cuando un adolescente mayor, que asistía a la iglesia que ellos pastoreaban, abusó de su hija Jo.
Siguieron horas de agonía y oración. Por último, los tres decidieron que lo mejor para Jo sería ir a un hogar de madres solteras y dar la criatura en adopción. Este trauma sucedió a mediados de los años cincuenta, cuando era socialmente inaceptable que una joven adolescente tuviera una criatura fuera del matrimonio, y mucho menos siendo la hija del pastor. Al no querer someter a Jo a la vergüenza pública, decidieron no acusar al joven.
Al quinto mes del embarazo de Jo, Donna llevó a su hija desde la casa, en el centro de Texas, hasta un lugar en Oklahoma. Pero el lugar era frío e imponente, nada parecido a un hogar, donde una adolescente aterrorizada pudiera encontrar asilo seguro. Cuando Jo, al borde de la histeria, comenzó a gritar: «¡Te ruego que no me dejes aquí, mamá!», Donna se dio cuenta que tenían que confiar en Dios y buscar otra solución.
Las dos regresaron al automóvil y se dirigieron a la casa, mientras Donna oraba: «Por favor, Señor, guíame a un lugar seguro donde dejar a mi hija para que tenga su bebé».
Casi llegando a Fort Worth, una ciudad desconocida para ellas, Donna comenzó a conducir por las calles como si supiera exactamente a dónde iba. Dobló por una calle y vio una residencia con un letrero que la identificaba como un hogar para madres solteras. Donna detuvo el carro y subieron los escalones para ver cómo era el lugar que se convertiría en el refugio que buscaban.
«No era mi casa, pero tenía paz sabiendo que Dios nos había guiado hasta allí», nos dijo Jo, al recordar su experiencia. «Ese día mostraron mucha amabilidad a la asustadiza de quince años de edad y su mamá. Qué agradecida estoy con Dios por mis padres que no solo me amaban sino que también me protegieron y apoyaron. Ellos renunciaron como pastores de la iglesia y se mudaron a Fort Worth para estar cerca de mí durante este proceso. Papá era un meteorólogo del Buró del Tiempo de los Estados Unidos, así que consiguió una transferencia en el trabajo para Fort Worth, enseñando a nuevos reclutas. Pero continuó su ministerio como voluntario en pequeñas iglesias en un área de diez estados».
Antes de dar a luz, Jo firmó los papeles dando su bebé en adopción. Decidió, siguiendo el consejo de los directores del hogar, no ver el bebé después que este naciera, ni tampoco preguntar el sexo ni ningún otro detalle. En ese tiempo, la mayoría de las agencias de adopción consideraban que mientras menos la adolescente supiera acerca de su hijo, más fácil le sería olvidarlo todo y seguir su vida. Aunque Jo estuvo de acuerdo con este arreglo, jamás olvidó la experiencia, ni tampoco sus padres.
«Siempre sentí que había tenido un niñito, pero a veces me preguntaba si estaba vivo o muerto», dice Jo. «Mamá nunca habló mucho al respecto, pero papá creía que la criatura era un varón, y que estaba vivo. Él y mamá oraban diariamente pidiendo que algún día su nieto conociera a Jesús como su Señor y Salvador».
Desde luego, los rumores acerca de Jo la siguieron hasta Fort Worth. Dos años y medio después, cuando un joven llamado Darrell le preguntó a Jo sobre el chisme que había oído, ella le contó toda la historia. Pero eso no apagó su amor por ella. Pronto la pareja se casó y se mudaron para que Darrell terminara la universidad. El nacimiento del primer hijo de Jo sigue siendo un secreto que solo conocen su esposo, sus padres y hermana mayor.
Donna y Larry se regocijaron con el nacimiento de otros nietos y cada día oraron fielmente por cada uno de ellos. Pero siempre incluían al primer hijo de Jo en sus oraciones. Un día, que era el cumpleaños de este hijo, Larry habló de corazón con la hermana de Jo. «Recuerda que en alguna parte del mundo tienes un sobrino de veintiún años», le dijo a ella. «Creo que un día él va a tratar de encontrar a su familia. Cuando esto suceda, espero que tú apoyes a tu hermana».
Pasaron los años, y los tres hijos menores de Jo crecieron y llegaron a ser adultos. Cuando murió Larry a la edad de ochenta y siete años, la familia descubrió que Donna tenía la enfermedad de Alzheimer y la llevaron a vivir a un hogar de ancianos. En esta vida, a veces los abuelos no disfrutan el fruto de sus años de oración por los nietos que nunca han visto.
Pero un día, Jo tenía una cita para ir a almorzar con Laurie, una de sus hijas, y de repente sintió la necesidad de revelarle el secreto que durante tanto tiempo había escondido. Durante años, madre e hija habían tenido una relación problemática. Pero ese día a medida que Jo le abrió su corazón a Laurie y le confió el dolor de su pasado, madre e hija rápidamente desarrollaron un profundo amor y comprensión.
Esa noche, ya tarde, Laurie fue a la computadora yen la Internet comenzó a buscar alguna pista acerca del medio hermano que acababa de saber que tenía. A las dos de la mañana, luego de ir a cientos de listados, encontró un anuncio que parecía coincidir con todos los datos que Jo le había dado, incluso la fecha de nacimiento, la edad de su mamá cuando dio a luz y el hecho de que tenía raíces indígines cherokee. El anuncio también decía que la joven madre era una pianista muy dotada y que su papá era un pastor. «He disfrutado una vida muy buena, estoy casado con cinco hijos» concluía el mensaje. Firmaba con el nombre Michael y decía que ahora vivía en Fort Worth. ¡Solo hacía nueve días que había puesto el anuncio en la Internet!
Laurie llamó a su mamá para darle la asombrosa noticia y Jo le dio permiso para poner un mensaje anónimo. Pronto la correspondencia electrónica estaba llevando y trayendo mensajes entre Laurie y Michael, y Jo le contó a sus hijos lo que estaba sucediendo. Entonces Darrel, el esposo de Jo, mandó este mensaje: «Michael, estamos conscientes de las muchas veces que Dios ha guiado nuestras vidas, y no estamos completamente asombrados por los milagros. ¡Y considero que el horario de esta serie de sucesos ha sido precisamente un milagro!»
De inmediato llegó una respuesta: «Tú me haces sentir a gusto … yo soy el único cristiano en la familia que me adoptó. ¡Qué gozo es saber que Dios tomó los limones y los convirtió en limonada! Ahora oro para que el amor y el consuelo de Dios sean con Jo y ella termine por poner a un lado el pasado y se regocije sabiendo que Dios siempre está en control. Piensa en José en Egipto. Me gusta este versículo: “Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien”» (Génesis 50:20).
Después de recibir alguna sanidad emocional, Jo comenzó a comunicarse directamente con Michael. Por último, llegó el día en que toda la familia se reunió y ella vio por primera vez a su hijo de cuarenta y dos años. Por fin oyeron la historia de cómo Dios obró de maneras asombrosas para contestar las fieles oraciones de dos abuelos perseverantes.
Michael y su familia adoptiva vivían en el Oriente Medio, donde su papá trabajaba como ingeniero de petróleo, pero mientras estaban en el extranjero, murió la hermana menor de Michael. Cuando él tenía diecisiete años, su familia volvió a los Estados Unidos para descansar. Azotado por la tristeza y buscando respuestas, un día el joven fue a una librería cristiana en Seattle con la esperanza de encontrar un libro que pudiera contestarle sus preguntas acerca de la vida. Eran raras las veces que su familia iba a la iglesia, y él no sabía nada acerca de la Biblia. Pero las muchas oraciones de los abuelos a quienes nunca había visto estaban a punto de contestarse.
Andaba caminando por los pasillos de la tienda cuando vio un libro azul, encuadernado con tela de jeans llamado Good News for Modern Man [Buenas nuevas para el hombre moderno]. Cuando fue a la cajera, descubrió que no tenía suficiente dinero, pero una bondadosa señora que estaba cerca viendo su dilema le dio la cantidad necesaria. Por primera vez Michael comenzó a leer el Nuevo Testamento en una traducción moderna.
Leyó en Juan 1:1 que la Palabra era Dios. Un amigo le explicó que «la Palabra» era Jesús. «¡Yo no sabía que Jesús era Dios!» exclamó él. Leyó versículos que declaraban que Jesús no tenía pecado. «Yo tampoco sabía eso, quería ser como Jesús», declaró. Cuando su amigo le dijo que él debía invitar a Jesús en su corazón, replicó: «¡Lo haré!» Esa noche Michael se arrodilló delante de su cama e invitó a Jesús a venir a su vida. Al próximo día estaba lleno de gozo, y desde ese día, su vida cambió.
Hoy Jo disfruta de una maravillosa relación con su primer hijo y su nuera, tanto como con los cinco nietos que nunca supo que tenía. «A través de todos estos sucesos, aprendí la importancia de perdonar y creer que Dios puede obrar hasta en las malas cosas que nos pasan» dice ella. «Dios nos ama como nadie jamás lo hiciera, y si verdaderamente confiamos en él, entonces debemos creer que todo está bajo su control. Hoy nos regocijamos con las respuestas de Dios a los años de oración fiel de mis padres».
En circunstancias muy infelices, oyó Nora estas palabras que por lo general son emocionantes: «Vas a ser abuela». Su hija de dieciséis años, Colleen, estaba embarazada de un joven de veinte años que ya había sido padre. Nora y su esposo, Bert, le habían rogado a Colleen que no saliera con este joven porque sabían que no era bueno para ella.
Como muchas parejas con una adolescente embarazada, sin casar, Nora y Bert enfrentaron decisiones difíciles. ¿Debían criar al bebé en su hogar? ¿Debían casarse los padres? ¿Era una elección viable dar la criatura en adopción? Colleen nunca consideró el aborto porque creía que eso significaba matar a la criatura.
A medida que pasaban los meses, Nora batalló con las emociones. Resentía el hecho de que Colleen siguiera saliendo con el padre de la criatura. Imaginó que su futuro se limitaría a permanecer en la casa para ayudar a criar este nieto mientras que la hija terminaba la escuela, conseguía un trabajo y se casaba. Eso llevaría de cinco a diez años, calculó ella. ¿Estaba lista para eso? Sus otras dos hijas pronto terminarían la escuela y se irían, pero Nora estaría amarrada a la casa como una madre sustituta.
Oró desesperadamente, pidiéndole a Dios que le suavizara el corazón y le diera una respuesta a este dilema. Mientras tanto, Colleen se acercaba al Señor. A veces escribía versículos bíblicos que le hablaban a su corazón y los metía debajo de la almohada de su mamá. Casi a la mitad de su embarazo, cuando Colleen decidió no casarse con el padre de la criatura, Nora la llevó a una agencia de adopción para buscar consejos.
Nora siguió pidiéndole a Dios que cambiara su corazón y actitud y que mostrara a cada uno de ellos qué hacer. A medida que oraba y se disponía a seguir el propósito de Dios, su actitud se suavizó y la paz se apoderó de ella. Por fin podía decir con seguridad: «Señor, estoy dispuesta a ayudar a Colleen a criar esta criatura durante tanto tiempo como él o ella me necesite. Haré todo lo que sea necesario para derramar mi amor en mi nieto. Abro mi corazón y hogar a mi hija y su criatura».
Entonces se presentaron una serie de circunstancias que Nora creyó que Dios había ordenado. Una tía y un tío de Bert, que vivían cerca, visitaron unos familiares en otro estado y supieron de una pareja, parientes lejanos, que llevaban diez años de casados y andaban desesperados por adoptar una criatura. Vinieron a la casa y le contaron a Nora y Bert acerca de este prospecto.
Para entonces, Colleen supo que lo que ella quería era la adopción. Cuando supo que un familiar distante quería la criatura, consideró que era la familia cristiana ideal para criar a su hijo. Ella y el papá del bebé firmaron los papeles para la adopción, y ese verano nació un niñito de tres kilogramos. Nora y Bert serían los encargados de llevar al recién nacido a su mamá adoptiva, que había volado para recogerlo. Mientras conducían el auto para atravesar la ciudad, Nora apretó a su nieto contra su corazón, llorando la mayor parte del tiempo. Bert lloraba tanto que apenas podía manejar.
«Siento el profundo dolor que mi hija debe estar experimentando al dar a su hijo», dijo Nora. «Una vez que lo tuve en mis brazos, sentí que él nos pertenecía para siempre. Me destrozaba el corazón dar a mi primer nieto, pero sabía que lo estábamos llevando a una nueva mamá que anhelaba de todo corazón tener a este bebé».
Los padres adoptivos le pusieron por nombre Kyle y acordaron intercambiar cartas y llamadas telefónicas con Nora y Bert. Durante los dos primeros años, ellos se sintieron incluidos en todo: Su primera sonrisa, el primer día que comenzó a gatear, su primer diente. Atesoraban, en especial, las fotografías de Kyle.
Colleen, herida aún por el dolor de regalarlo, no participaba en las llamadas telefónicas. Pero comenzó a grabar cintas y escribir cartas para que se las dieran a su hijo cuando este fuera mayor y Kyle supiera cuánto lo amaba su madre biológica.
Mientras tanto, Nora y Betty, la madre adoptiva de Kyle, formaban fuertes lazos que las iban uniendo cuando oraban por teléfono por el bebé. Cuando Kyle tenía casi tres años, Nora le dijo a Betty que estaba planeando asistir a una conferencia en su estado. De inmediato Betty invitó a Nora a venir temprano y pasarse tres días de visita en su hogar para ver a su nieto. La primera noche que llegaron allí, Kyle gateó en la cama con ella para hablar. Nora sintió que había tocado algo de la gloria al compartir los abrazos de su único nieto.
A través de los años, Nora y Betty continuaron orando por teléfono por Kyle, y luego por la hermanita adoptiva. A la edad de nueve años, cuando él asistió a una reunión de la familia, conoció a su abuelo, tías, tíos y primos. Y también conoció a Colleen, su madre legítima. Una tarde ellos dos pasaron varias horas juntos, hablando y conociéndose.
A medida que Kyle iba creciendo, comenzó a disgustarle la escuela cada vez más y a los quince años mostraba señales de una gran rebelión. Muchas veces Nora y Betty oraron por él intensamente por teléfono. Cuando cumplió los dieciséis años, lo sorprendieron viendo pornografía en Internet. Su abuela intensificó las oraciones por él, para que se arrepintiera y cambiara su corazón. Sus padres establecieron las leyes: No habrá licencia de conducir ni automóvil hasta que no mejoren las notas escolares, consiguiera un trabajo y cambiara su conducta.
De nuevo Dios contestó las oraciones de una abuela que ora. La nueva novia de Kyle lo motivó para que volviera a la iglesia y estudiara más. Hoy, a los diecisiete años, Kyle tiene un trabajo de medio tiempo, sus calificaciones subieron, tiene un carro y está activo en la iglesia.
Colleen se casó con un cristiano maravilloso y dio a luz otro niño, cinco años después de Kyle. Ahora la abuela Nora tiene ocho nietos, y todos ellos tienen una relación con el Señor. Ora por ellos diariamente y mantiene un diario de sus oraciones y cómo Dios las contesta.
La intervención de Dios en nuestras vidas a menudo llega como una sorpresa. Como escribió el Rey Salomón: «Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo» (Eclesiastés 3:1). La historia de Sue es una de estas sorpresas que Dios programó.
Todo comenzó en un culto en memoria de una abuela que murió de un tumor cerebral. Como a ella le gustaba tanto el jazz y era una persona tan amante de la diversión, la familia de la abuela celebró un concierto de jazz al aire libre para festejar su vida.
Sue y su esposo, Bobby, no conocían a la familia, pero fueron al concierto invitados por un amigo cuyo hijo tocaba en la banda. De alguna forma los ojos de Sue se fijaron en un niñito de aproximadamente un año de edad que estaba subiendo las escaleras, tratando de llegar a la plataforma. Luego ella supo que era el biznieto de la fallecida.
Sue observó que la madre del bebé fue hasta las escaleras donde él estaba, lo cargó y lo abrazó fuertemente mientras él se reía a carcajadas y la madre le devolvía la risa.
«La relación madre e hijo era tan dulce y hermosa, casi sagrada, que me emocionó», dijo Sue. «Parecía que él confiaba en su mamá por completo. Ella lo mantenía a salvo pero lo dejaba disfrutar la vida a plenitud. Me volví a mi esposo para decirle: “Ese es el niño más hermoso que he visto”, y él estuvo de acuerdo».
Allí mismo, Sue oró en silencio: «Señor, quiero eso para mi hijo, Matt. Quiero que tenga una esposa como esa y un bebé como ese». Matt tenía veinticuatro años, y había estado en viajes misioneros al extranjero, y era un músico prometedor.
Seis semanas más tarde, Matt le dijo a Sue: «Mamá, anoche conocí a una muchacha, y creo que esta es la que busco».
«Dime, ¿cómo es, por qué es tan especial?» preguntó Sue.
Mientras hablaban, él dijo: «Mamá, esta parte de veras te va a gustar. Ella tiene un bebé». Él trajo a la muchacha la noche siguiente para presentársela a sus padres. ¡Era la misma muchacha que Sue había visto en el concierto!
«No me sorprendí, pero sí estaba muy contenta», dijo Sue. «Pero me mantuve tranquila. Sabía que era mejor permanecer fuera de la relación y no tratar de interferir. Comenzaron a salir, se comprometieron y un año y medio más tarde se casaron, cuando Conner tenía tres años».
Con el transcurso del tiempo, Sue y su esposo querían más y más a este niñito. «Él trajo más alegría a nuestras vidas de lo que pudimos imaginarnos», dijo ella. «Aunque tenemos otros dos niños, Conner es nuestro único nieto. Oramos por él, lo amamos y apenas podemos esperar las seis semanas entre visitas cuando conducimos durante seis horas para verlo».
Bobby, el abuelo, ha batallado con el cáncer, le amputaron un brazo y recientemente tuvo que llevar a su mamá a un hogar de ancianos. Con todas las angustias que su familia ha pasado, Sue y Bobby ven a Conner como un don especial de Dios que les trae gozo. Su risa, su sensibilidad para la gente con necesidades especiales, y su ingenioso entusiasmo le han dado a estos abuelos un nuevo motivo para vivir.
Matt produjo varios álbumes de música, y Conner aprendió las palabras de cada canción. Su canción favorita es la que Matt le escribió a Sue, la cual dice: «Un día tú serás la abuela de mi hijo». Cada vez que Conner la oye, grita: «¡Ese soy yo, esa es mi canción!»
Nuestra amiga Laura tiene cinco nietos adoptivos que no viven cerca, así que solo los ve ocasionalmente. Pero su oración por ellos es: «Señor, si tienes algo que decirles a esos nietos por medio de mí, por favor enséñame qué es. Luego dame el momento oportuno para hablarles. De lo contrario, te los encomiendo en tus manos, pidiéndote que los ministres de la mejor forma posible».
Si nuestros nietos tienen relaciones sanguíneas con nosotros, o no, nosotras las abuelas tenemos el gozo de orar por ellos, como hemos visto en las historias de este capítulo. Al hacerlo, compartimos el milagro de las familias nacidas no de carne y sangre, sino del compromiso y el sacrificio.
Gracias, Señor, por los nietos de mi vida, incluso los que no son biológicos. Te pido que crezcan y maduren para que lleguen a ser lo que tú quisiste que fueran. Te pido que satisfagas sus necesidades en todas las áreas de su vida: Espiritual, emocional, física y financiera. Ayúdame a ser un buen ejemplo para ellos. Te bendigo, Señor. Amén.
El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota.
Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!
Lamentaciones 3:22-23
Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios.
Salmo 141:3
Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.
Romanos 12:18
El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.
1 Corintios 13:4-8
Señor, oro por los padres que están criando a estos nietos especiales [nombres], que les des sabiduría, la sabiduría que desciende del cielo que es pura, pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera. Ayúdame y también ayuda a los padres a sembrar la paz para cosechar justicia en la generación más joven.
En fin, el fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz [Santiago 3:17-18].
Mateo 18:1-10; 25:40; Juan 10:10-11; 1 Timoteo 1:1-2, 18; 2 Timoteo 1:2; 2:1; Tito 1:4; Filemón 10.
A continuación encontrarás algunas guías para relacionarte con los nietos adoptados:
• En tu actitud, conducta y regalos, haz que cada niño sienta que él o ella es tan importante para ti como un nieto biológico. Una abuela sabia nunca muestra parcialidad hacia ninguno de sus nietos.
• Hazles saber que estás orando por ellos e invítalos a decirte cuáles son sus necesidades de oración, asegurándoles que todo lo que te digan lo mantendrás confidencialmente.
• Busca oportunidades de alabarlos por sus logros y rasgos positivos. Los niños adoptados o hijastros a menudo tienen un fuerte sentido de rechazo, y ellos, en especial, necesitan tu aceptación amorosa y apoyo de su autoestima.
• Cuando tienes que lidiar con su mala conducta, modera tus comentarios para corregirlos señalándoles las cosas de ellos que tú aprecias.
• Pídele a Dios que te permita caer en gracia a tus nietos y que te dé sabiduría para ser una influencia positiva en sus vidas.