Tú, oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y aún hoy anuncio todos tus prodigios. Aun cuando sea yo anciano y peine canas, no me abandones, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido.
Salmo 71:17-18
¿Te has dado a ti y a tu familia un sentido de valor en la gran marcha de la eternidad? ¿Un sentido de valor y bienestar de que no hay otra familia en todo el mundo exactamente como la tuya? ¿Le has advertido de su único lugar y tiempo en la historia?
JoAn Summers, Keepers of the Treasure
[Guardadores del tesoro]
Con frecuencia los abuelos llenan el importante papel de brindar estabilidad y apoyo moral a las familias. Dejan una herencia, un legado de algo valioso adquirido en el pasado. Como cristianos, lo que esperamos dejar es un legado espiritual.
Hace unos diez años, una noche de febrero, yo (Quin) vi un ejemplo gráfico de esto al asistir a un servicio en memoria del autor cristiano y pastor Jamie Buckingham, que fue mi amigo y mentor. Estaba Jackie, su viuda, parada al frente rodeada de sus cinco hijos y trece nietos, cuando uno de los pastores hizo un anuncio sorpresivo».
«Estamos aquí para conmemorar la vida de un amigo, padre y pastor especial», dijo él. «Pero también hoy es el momento de pasar el legado de la familia a la próxima generación. Moisés está muerto, Josué heredará la tierra prometida».
Entonces el hijo de Jamie, Tim, sostuvo a su hijo recién nacido Joshua Buckingham, mientras que el pastor nos guiaba en oración para dedicar al Señor al nieto más reciente. Mis ojos enfocaron a Jackie, que estaba parada al lado de Tim, sonriendo y dándole palmaditas al bebé. Sé que ella estaba agregando sus oraciones a las del pastor y demás miembros de la familia que la rodeaban.
Unos días antes, en privado, la familia había enterrado a Jamie; este servicio era para que los amigos celebraran la llegada al hogar celestial. Desde el mundo entero habían llegado líderes cristianos a Melbourne, Florida, para honrar a uno de los escritores cristianos más prolíficos. Luego que algunos de ellos dieron breves elogios, tuvimos otra sorpresa. En voz alta se leyó a la congregación la última voluntad y testamento de Jamie, recontando la herencia cristiana que sus padres le pasaron, seguido de una historia de sus propias experiencias con el Señor. Terminó con un desafío para que todos sus contemporáneos continuaran pasando su herencia espiritual de generación a generación.
Oí, cautivada, tratando de imaginar cómo sus hijos y nietos se sentirían al escuchar estas palabras mientras que ellos se estaban despidiendo del patriarca de la familia. El mensaje de Jamie les aseguraba que ya él estaba en la gloria con su Señor, y como ellos también habían decidido seguir a Jesús, algún día lo verían de nuevo.
Jamie y Jackie eran devotos abuelos de oración. Una vez los cinco hijos vivieron en una propiedad con muchos árboles que rodeaban «la casa grande» o Hebrón, nombre bíblico de una ciudad de refugio. Se oía el eco de las risas y conversaciones ruidosas de la familia mientras que los primos nadaban en la piscina y entraban y salían para ver a los abuelos. En la actualidad solo tres de los hijos con sus familias residen allí, pero sigue siendo un lugar con vida. Ahora Jackie tiene la responsabilidad de orar fielmente por sus catorce nietos.
«Ruego por su protección y le pido a Dios que prepare el camino para que su reino venga a cada uno de ellos», dice ella. «Le pido que quite los obstáculos que les impida encontrar lo mejor de Dios y hacerlo. En especial, oro para que sus padres tomen decisiones sabias en la crianza de estos niños. Todos los días oro diferente, pero los cubro a todos en mis oraciones diarias».
Como lo ilustra el modelo de Jackie, es necesario cambiar nuestras estrategias de oración según cambian las necesidades de nuestros nietos. Por ejemplo, una hija se mudó hace poco para otro estado luego que su esposo consiguió una transferencia en su trabajo, así que Jackie ahora ora a «larga distancia» por esos cuatro nietos.
Las abuelas, como Loida en la Biblia (2 Timoteo 1:5), sirven de modelos espirituales a sus nietos a medida que diariamente ellas demuestran la realidad de andar con Dios tanto en los momentos buenos como en los difíciles. Ya sea que estemos o no conscientes, estamos continuamente en el proceso de crear un legado que pasará a nuestros nietos y a la generación siguiente.
Nell nos contó sus recuerdos de la niñez cuando iba de visita a la casa de su abuela y aprendía la importancia de la oración.
«Cuando me quedaba a dormir en su casa, la primera cosa que hacíamos al levantarnos por la mañana, era orar», dice ella. «Y orar era lo último que hacíamos por la noche, igual que en cada comida. Mi abuela es la única persona que he conocido con verdaderos callos en las rodillas a causa de la oración. Para ella, eso era tan natural como la respiración. Con frecuencia me llevaba con mis primos a dar unas largas caminatas entre los árboles para visitar un pequeño riachuelo a donde íbamos a mojarnos los pies, y ella nos enseñó cómo hacer sombreros y barcos usando hojas y ramitas. Nunca olvidaré lo especial que era arrodillarse al lado del riachuelo sintiendo la brisa en la cara, mientras ella nos enseñaba cómo orar. ¡Qué herencia tan maravillosa!»
Hoy, Nell está pasando la herencia a su hijo y nietos, igual que a sus muchos estudiantes a quienes ha influido durante años de enseñanza. Ahora dirige el departamento de Educación Cristiana de una universidad grande, en donde prepara a maestros futuros, enseñándoles a sentir un aprecio por el valor de la oración.
Barbara, abuela de cinco nietos, dice que oró más por los nietos que por los hijos, porque ahora entiende mejor el poder de la oración. Pero también ora por las naciones alrededor del mundo. Durante los quince años pasados ha viajado por seis continentes en misiones de oración. Ella acredita a su abuela materna, a quien llamaba Nana, por la influencia espiritual dominante durante sus años de crecimiento.
Ya que su mamá continuamente entraba y salía de hospitales siquiátricos, Bárbara y su única hermana pasaron nueve veranos con Nana en Oklahoma. Este era el lugar favorito de ellas, la veía como «mi casa», aunque era una casa de campo de cuatro dormitorios pequeños, sin agua corriente, ni electricidad, ni baños interiores. A pesar de que Nana era pobre, sus nietos no lo sabían. Ella le enseñó a su nieta cómo cultivar un jardín, a medida que cuidaba sus propias frutas y vegetales y repartía algunas entre los vecinos. Los veranos que Barbara pasaba con Nana le enseñaron los principios de cultivar, sembrar, sacar yerba mala y cosechar. Buenas lecciones para aprender, tanto física como espiritualmente.
Nana les enseñó a sus nietas el temor al Señor y que la iglesia era un lugar para reverenciar a Dios. Todas las mañanas asistía al culto, y eso significaba que también Bárbara y su hermana asistían. Era normal comenzar el día hablando con Dios.
«Como no tenía una madre que me amara y consolara, Nana fue mi excelente sustituta», dice Barbara. «Siempre podía contar con ella. Abuela Nana tenía una alfombra al lado de su cama donde se arrodillaba para orar todas las mañanas y por la noche. La oía y me maravillaba con sus oraciones. Estoy segura que mi familia nunca supo, en esta vida, el efecto completo que esto ocasionaba en ellos».
Ahora Barbara pasa su legado a los nietos. Una vez estaba de visita en casa de su hijo, cuando su nieto mayor, Stephen, vino a la cocina donde ella estaba y le dio un fuerte abrazo. Mientras se alejaba, ella de repente le dijo: «Stephen, ¿puedo orar por ti? Creo que Dios quiere que tu abuela te bendiga».
«Seguro, abuela», respondió él.
Barbara oró, pidiendo que el propósito divino y la bendición de Dios se cumpliera en su vida y oró acerca de la universidad a la cual planeaba asistir el próximo año. «Cuando comencé a orar por la elección de una compañera en la vida, y a darle gracias a Dios porque ya él se la había elegido, oí que Stephen se reía en voz baja», dice ella. «Pero seguí orando. Luego mi esposo se unió a mí y pronunció la bendición del abuelo para su vida».
Algún tiempo después, Stephen escribió esto acerca de su abuela: «Siempre tuve el consuelo de saber que abuela me estaba cubriendo con oraciones, y que Dios velaba por mi vida», dice él. «Siento que Dios siempre ha estado conmigo y me protege, y gran parte de esto se lo debo a mi abuela. He podido mantenerme fuera de problemas en este horrible mundo gracias a sus oraciones y la intervención del Señor en mi vida. Todos los días le doy gracias a Dios por ella».
Amy creció con siete abuelos que la influyeron de varias formas en su vida. El hecho de que todos fueran grandes cristianos con diferentes expresiones de fe la ayudaron inmensamente. «Pensé que todos tienen la oportunidad de aprender de varios abuelos», dice ella. Pero al hablar con mis amigos, aprendí que ellos no tuvieron tantos como yo, ni que todos ellos tuvieron abuelos cristianos. Entonces comencé a apreciar mis bendiciones».
Tres abuelas en particular tuvieron un impacto espiritual importante sobre Amy, una de las cuales fue su bisabuela, Dale Evans Rogers. Amy la llama «Gigi».
«Siempre me sentía segura al abrir mi corazón con abuela Gigi, y ella nunca me criticó», dice Amy. «Me aconsejaba si así se lo pedía, pero nunca fue negativa. Ella había vivido dos vidas diferentes, una de no creyente y otra después cuando su hijo Tom los llevó al Señor y ella se convirtió en esta maravillosa cristiana que es. Su entrega al Señor era increíble. Era tan sabia, y tan llena de gozo, que la tenía en muy alta estima. Integridad es la palabra en que pienso cuando la recuerdo. Nunca pasó un día sin orar por sus hijos, nietos y biznietos, nombrándolos a cada uno».
Una vez, en que Amy tomó una decisión difícil que traería por consecuencia terminar con una amistad, abuela Gigi fue su mayor apoyo. «Cuando te parezca que lo has perdido todo, recuerda que no es así», le dijo. «Que no era lo mejor del Señor para ti. Apoyo tu decisión y estoy orgullosa de ti».
De su abuela Petersen, Amy aprendió la importancia de la constancia y cómo recompensa la disciplina. Esta abuela empleó una buena cantidad de años de madre del dormitorio en una escuela en Japón donde le servía de madre a muchos jóvenes. «Ella lee fielmente su Biblia, es muy sincera y tiene una vida cristiana inquebrantable», dice Amy. «Aunque solo tiene tres nietos, ora diariamente por ellos. Yo la quiero mucho».
De su abuela Fox, ella dice: «Nana es tan sacrificada. Daría la vida por cualquiera de nosotros en la familia, y todos los días ora por sus ocho nietos. Aprendí a quererla y respetarla cada vez más. El hecho de que mis tres abuelas sean tan diferentes, me ha ayudado a ser una cristiana mejor observando el modo de vivir de cada una».
Dale Evans tenía treinta y cinco años cuando regresó a los preceptos de la enseñanza cristiana de su mamá, los cuales había aprendido a los pies de los abuelos. Ella nos cuenta acerca de uno de sus antepasados que sufrió encarcelamiento por predicar el evangelio en las calles, en lugar de hacerse partidario de lo que dictaban las iglesias de Inglaterra. Pero la cárcel no le impidió seguir predicando desde las ventanas de la celda a la gente que pasaba por debajo.
«Sus genes están muy fuertes en mí», escribió Dale. «Desde que Jesucristo se convirtió en mi Señor y Salvador, creo que su herencia es responsable de que yo declare la fe cristiana en medio de un espectáculo, incluso al costo de un contrato. El Señor nos ha dicho que construyamos nuestros hogares sobre la roca sólida. Si tenemos una herencia espiritual, tenemos un fundamento firme para resistir la confusión que nos rodea. No saldremos volando cuando las tormentas se desaten como suele suceder».1
La hija de Billy y Ruth Graham, que también se llama Gigi, es la mayor de los cinco hijos que crecieron en una casa en las montañas de Carolina del Norte. Ella recuerda la fiel influencia de sus abuelos maternos, que vivían cerca. Allí, ella y sus hermanos pasaron muchos días placenteros. Se sentía libre para correr hasta un pequeño riachuelo y por un camino hasta la puerta trasera de la casa de sus abuelos, la cual nunca estaba cerrada. Como misioneros retirados, que ministraron durante muchos años en la China, la prioridad de ellos era estar allí para ayudar a criar los hijos de Ruth Graham. «Me esfuerzo en expresar lo agradecida que estoy por la influencia que mis abuelos ejercieron en mis valores y carácter», escribió Gigi unos años más tarde cuando se convirtió en madre de siete y abuela de quince.2
Aún recuerda las noches que pasaba en la casa de sus abuelos maternos. Temprano por la mañana se levantaba en una pequeña habitación del segundo piso y saboreaba el aroma del tocino, huevos y panecillos calientes que venía de la cocina de la abuela. A medida que bajaba del segundo piso pasaba por la esquina de la sala, donde siempre veía a su abuelo Bell orando arrodillado frente a su gran sillón.3
Los otros abuelos (Graham) vivían en una casa de campo de ladrillos rojos en una pequeña vaquería a solo dos horas de distancia; Gigi y sus hermanos disfrutaban ir allí de visita. La última vez que visitó con sus hijos a la abuela Graham allá en la finca, Gigi fue muy apesadumbrada sabiendo que esa sería la despedida final.
Pero la frágil abuela de pelo blanco estaba radiante de gozo al ver a los nietos y biznietos. Uno por uno fueron todos hasta su cama. Ella los abrazaba con sus débiles brazos repitiendo unos versículos especiales o bendiciéndolos, y con una voz muy débil agregaba: «Pásalo al otro». Murió unos días más tarde. La madre de Billy Graham dejó una herencia espiritual a todos los de su linaje, una herencia espiritual que la sobrevive.4
Yo (Ruthanne) tengo dos hijastras cuyos abuelos de ambas partes de la familia, le dejaron un maravilloso legado de fe en Dios. Melody, la hija más joven, nos cuenta sus recuerdos de las dos abuelas:
Uno de los recuerdos de mi niñez es recibir una tarjeta felicitándome por mi cumpleaños que envió mi abuela Rains con un billete de un dólar adentro. Como en ese tiempo vivía en Sudáfrica ya que había salido de EE.UU. a la edad de seis meses, no recordaba haber conocido a esta abuela distante. Pero sí recuerdo que esta mujer que me enviaba esto parecía conocerme y preocuparse por mí, y expresaba su afecto de la única forma que sabía hacerlo.
»Durante toda su vida y hasta que fue a un asilo de ancianos me envió, de vez en cuando, dinero en efectivo o cheques con mayores cantidades. Ya sea que el dinero fuera por mi cumpleaños o Navidad, gastos de estudio u otras necesidades, sabía que el dinero era solo un símbolo de su amor y oraciones por mí.
»Cuando mis padres regresaron de su misión en Sudáfrica, nuestra familia vivió en el sótano de la casa de abuela Rain durante parte del año de mi primer grado. Todas las mañanas después del desayuno, abuela se encontraba en su silla especial, leyendo la Biblia y orando. Todos los demás sabíamos que el resto del día no seguiría adelante hasta que ella pasara su tiempo de oración y lectura de la Biblia. De niña no le daba mucha importancia a sus sesiones de oración, pero luego, me convencí de lo mucho que me beneficié gracias a sus oraciones.
»Después que murió mi mamá, cuando apenas teníamos siete años, mi papá nos llevó, a mi hermanayamí, a pasar muchos fines de semana en Kansas para visitar a la abuela Rains, y también a la tía Eileen, que casi se convirtió en una madre sustituta para nosotros durante ese año. Era un lugar seguro que nos parecía poseer la estabilidad en nuestro mundo al revés y era un lugar donde nos sabíamos amadas.
»Para mí, abuela Rains siempre representó integridad. Cuando el negocio de abuelo prosperó y quiso construirle una casa nueva, ella insistió en que primero darían generosamente al nuevo edificio de la iglesia. «Primero la casa de Dios, luego la nuestra», le dijo a él. Cuarenta años más tarde, la pequeña congregación todavía disfruta los beneficios del orden de prioridades de abuela.
»Durante años, aunque ella no podía asistir, insistió que el grupo de mujeres de la iglesia se reuniera en su casa para el estudio bíblico semanal, y regularmente hospedó a los predicadores y misioneros que venían de visita. De alguna forma siempre se las arregló para dar “extras” a los miembros de la familia y amigos. Cuando tuvo que mudarse a un asilo de ancianos y llegó el momento de desalojar su casa, era notable las pocas “cosas” que había que resolver.
»Ahora, cuando trato de encontrar un equilibrio entre las demandas de la familia, la iglesia y el trabajo, los recuerdos de la abuela Rains me vienen a la mente. Recordar su ejemplo me ayuda a concentrarme en las verdaderas prioridades. No importa si tengo mucho o poco, con tal de que todo esté rendido al Señor.
»Abuela Garlock, por otra parte, quien con abuelo, fueron pioneros de la obra misionera en África a principios de los años mil novecientos veinte, era la heroína de todas mis historias favoritas de misioneros. Para mí ella representaba la idea: “Puedes hacer cualquier cosa que te propongas, con la condición que cuentes con Dios”. Una vez asegurada de que Dios la estaba llamando para hacer algo, ella sabía que sucedería; el “cómo” del asunto era incidental.
»Las visitas de abuela y las historias que oí de ella dejaron una impresión perdurable en mí. Ruth Eveline Garlock comenzó como una simple maestra de escuela en Nueva Jersey, pero se hizo misionera para trabajar en África donde ninguna persona blanca había ido antes. En 1932, al regresar a África con su esposo y dos hijos, ella ayudó a crear un alfabeto para traducir la Biblia en el idioma de los Dagombas, una tribu al norte de Ghana.
»Abuela Garlock podía hablar muchos dialectos africanos, administraba los asuntos de una remota estación misionera, ganó el respeto de los miembros de las tribus africanas locales, dio clases a sus hijos, y se reía con más entusiasmo que ninguna otra persona que haya conocido, todo lo cocía, y lo hacía todo en un solo caldero, también enlataba albaricoque (o cualquier otra cosa del jardín de abuelo) en cantidades asombrosas. Conmovía a la gente con su predicación, resistió numerosos ataques de fiebre tropical, inspiraba a los jóvenes a convertirse en misioneros, cantaba con gusto una octava más baja que las demás mujeres, durante horas intercedía en oración y enseñaba la Biblia para que nunca la olvidaras.
»Nunca la intimidaron los obstáculos, sencillamente siguió la dirección de Dios a través de los noventa y nueve años de vida. Ahora, cuando me siento frustrada con la enseñanza de mis hijos y las cosas que ya no puedo hacer … Casi puedo oír a abuela recordándome que Dios puede hacerlo.
»Otro legado importante que me dejó fue su vida de oración y estudio de la Biblia. Durante sus años de retiro, mis abuelos eran conocidos por su “libro de oración”, una simple libreta que contenía las peticiones de oración por las cuales oraban todos los días. Todos sus hijos y nietos estaban en la lista, con las necesidades específicas de cada uno. Amigos, pastores, misioneros, ministros y líderes gubernamentales también estaban incluidos. ¡Tener el nombre de uno en ese libro era un codiciado privilegio! Estoy convencida de que muchas de las bendiciones en mi vida actual son el resultado de los años constantes de oración de mis abuelos.
»Tengo la bendición de tener una de las muchas y muy marcadas Biblias de la abuela Garlock. Está gastada, manchada y subrayada, pero cómo disfruto estudiar los versículos que fueron especialmente importantes para ella, junto con las notas al margen. Dios era una realidad poderosa en su vida porque ella se sumergió en su Palabra, y las promesas de Dios la fortalecieron y sostuvieron. A veces me pregunto, ¿cómo puedo ser tan informal con esto?
»Mi rica herencia espiritual es una maravillosa bendición, aunque es difícil vivir el ejemplo que establecieron mis abuelas. Pero por ser verdaderas mujeres que conocí y quise, y no caracteres de un libro de historias, reconozco que si Dios pudo obrar en sus vidas, también puede obrar en la mía. Ruego que me sea posible pasar este legado a mis hijos y nietos».
Cuando los padres de Mitzi, ambos por los ochenta años, se mudaron cerca de nosotros, Dios le dio a la anciana pareja una visión fresca de la vida. Ahora, todos los domingos, cuatro generaciones se reúnen para comer después de ir a la iglesia, ya sea en un restaurante o en una de las casas. Cuando el grupo está en público, la gente se sonríe viendo a los biznietos correr para abrazar a Nana y Papa mientras la familia completa baja la cabeza para bendecir los alimentos.
«Tener a los abuelos y bisabuelos tan cerca significa que mis hijos tienen seis adultos diciéndoles cuán asombrosamente fabulosos son ellos», dice Roberta, la hija de Mitzi y madre de cuatro hijos. «Y ellos brindan una guía amorosa cuando los niños no son tan fabulosos. Los cuatro abuelos conocen de primera mano las necesidades de oración de mis hijos, pero también saben dónde están los pañales en mi casa. Mis hijos nunca tendrán que preguntarse cómo son abuelo o abuela ni Nana y Papa. Para ellos, abuela es una persona real que los besan y abrazan tiernamente y los impresionan haciendo como el Pato Donald. A veces, estoy muy cansada para reírme de sus chistes, pero no pasa así con abuela.
«Necesito a mis padres y abuelos, y diariamente agradezco al cielo que ellos estén tan cerca que los pueda tocar. Mis hijos han aprendido a cantar: Have You Ever Gone a-Fishing? [¿Alguna vez has ido a pescar?] mientras bailan alrededor de su bisabuelo (Papa) mientras él toca la guitarra, igual que una vez lo hice yo, y mi mamá antes que yo. ¡Qué legado tenemos!»
Una abuela hace una fiesta el día del cumpleaños de su fallecida madre. Invita a todos los nietos y entonces ella y sus padres cuentan historias acerca de la vida de su fiel matriarca. De esta manera los biznietos sienten que también la conocieron.
Yo (Quin) en el capítulo tres de este libro conté algo acerca de la relación de mi madre con mis hijos. Mi hija Quinett, la nieta mayor de la familia, siente que su abuela le impartió dos dones diferentes. Aquí está su historia:
«Un don que mamá Jewett me dio fue el de la hospitalidad. Ella siempre estaba alimentando a una multitud, y no solo para los almuerzos dominicales de la familia. Como se preocupaba por la gente, los reunía alrededor de la mesa por cualquier motivo, cumpleaños, celebraciones importantes, o para honrar un evento especial. Sabía que una mesa de comida reunía a la gente. Alrededor de la mesa se cimentaban las relaciones con los demás.
»Ya que nuestro Señor es un Dios de relaciones, todas nuestras amistades y familiares provienen de este pacto de conexiones. Y mamá Jewett sabía cómo hacer que esto sucediera. Se preocupaba no solo por enseñarme a cocinar, sino cómo disfrutar lo que cocino con la familia, amigos y todo el que visita nuestra casa. El don de la hospitalidad ahora ha pasado a la cuarta generación, mis hijos, a medida que trato de fomentar estas cualidades en ellos.
»El segundo don que recibí de ella es el de la alabanza y adoración. Aunque ella no tenía una voz de cantante profesional, mi abuela siempre tenía una colección de coros de alabanza que cantaba en voz alta. Unas navidades, cuando tenía ocho años, ella me dio una caja de instrumentos rítmicos. Al principio pensé que ese regalo debía ser para un niño más joven. Pero mis hermanos y yo usábamos esos instrumentos cuando hacíamos cultos de alabanza con mis padres en la casa. El que más nos gustaba a todos era la pandereta, y después cuando fuimos a la escuela bíblica, mi hermana y yo aprendimos a tocarla.
»Ahora mis hijos tocan estos mismos instrumentos rítmicos, aquí en nuestra casa y en la de mamá Quin. La importancia de la pandereta para mí es que mi abuela sabía algo acerca de la alabanza y adoración y también cómo tocar el trono celestial, y me lo impartió.
»A mi hija le puse Victoria Jewett para que este mismo don de hospitalidad y adoración continúe pasando hasta la próxima generación. Sé que mamá Jewett está en la gloria alentándonos para terminar la carrera en la tierra y llevar gloria al Señor».
La escritora Edith Schaeffer describe a la familia como un perpetuo relevo de la verdad. Ella escribe:
«Creo que podemos ver toda la carrera como una en la que la verdad debe pasarse cual bandera en una carrera de relevos», dice ella. «Somos responsables de “llevar la bandera” y ser muy cuidadosos para no dejarla caer, ni salirse de la pista, por nuestra responsabilidad con la próxima generación.
»Si los que conocían a Dios y tenían tanto que decirnos acerca de Él, siempre fuesen fieles y mantenido las reglas del relevo, no habría brechas. Cada generación aprendería de la anterior. Los padres y las madres les contarían a sus hijos e hijas. Debía haber un relevo perpetuo de la verdad sin interrupción.»5
Queremos hacer nuestra parte llevando la bandera en esta carrera para el futuro de nuestra familia, y esperamos que tú también compartas este deseo. Ojalá que cada uno de nosotros determine dejar un legado perdurable a los hijos de nuestros hijos, uno que siga hasta las generaciones que vendrán, un legado de amor, influencia espiritual y oración.
Señor, cuánto te agradezco la oportunidad de sembrar las oraciones por el futuro de mis nietos. Te ruego que ninguna de estas oraciones quede sin contestar. Pero tú las contestarás en tu tiempo y a tu manera perfecta. Te confío, Señor, a mis nietos y sus hijos. Gracias por la oportunidad que tengo de orar por ellos en tiempos buenos y en tiempos difíciles. Bendícelos con tu abundante amor. Te alabo por estos nietos que llenan y enriquecen mi vida. Amén.
¡Pero tengan cuidado! Presten atención y no olviden las cosas que han visto sus ojos, ni las aparten de su corazón mientras vivan. Cuéntenselas a sus hijos y a sus nietos.
Deuteronomio 4:9
Tú, Señor, eres mi porción y mi copa; eres tú quien ha afirmado mi suerte. Bellos lugares me han tocado en suerte; ¡preciosa herencia me ha correspondido!
Salmo 16:5-6
Mis labios pronunciarán parábolas y evocarán misterios de antaño,
cosas que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado.
No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera
del poder del Señor, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado.
Salmo 78:2-4
Señor, te pido que mis nietos [nombres] se despojen del lastre que los estorba, en especial del pecado que los asedia. Permite que corran con perseverancia la carrera que tienen por delante. Haz que fijen la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios [Hebreos 12:1-2].
Salmo 119:111; 127:3-5; Isaías 54:17; 61:8-9; Mateo 25:34; 2 Timoteo 1:5.
1 Dale Evans y Carole C. Carlson, Our Values [Nuestros valores], Revell, Grand Rapids, MI, 1997, p. 86.
2 Gigi Graham Tchividjian, Passing It On [La entrega], McCracken Press, NY, 1993, p. 23. © Gigi Graham Tchividjian. Usado con permiso.
3 Ibíd, p. 69.
4 Ibíd, p. 14.
5 Edith Schaeffer, What Is a Family? [¿Qué es una familia?] Baker, Grand Rapids, MI, 1975, pp. 105-107.