Epílogo

Cuando consideramos la influencia fiel en una familia, la «norma» por lo general es que los mayores pasen la herencia espiritual a los más jóvenes. Pero en algunos casos, son los jóvenes quienes influyen en sus mayores. Hace poco mi peluquera me contó una experiencia que tuvo cuando dos de sus nietas de tres años se pasaron la noche en su casa.

«A la mañana siguiente estábamos sentadas en el patio mientras comían cereal en una mesa de picnic», dice ella. «Estaba sentada en una silla de extensión con mis pies en alto cuando una abeja vino y se posó en mi tobillo y me picó. Soy alérgica a las picadas de abeja, así que enseguida pensé ir corriendo a la consulta del médico. “¿Ven este punto colorado que tiene el tobillo de Honey?”, les pregunté a las niñas. “Ahí fue donde me picó la abeja, y en pocos minutos mi pie se va a poner colorado y se va a hinchar. Tendré que llamar a sus mamás para que vengan a recogerlas enseguida y así podré ir a ver al médico”.

»Las dos primas corrieron hasta la silla para examinar la picada. «No, Honey, no», declaró Alex con insistencia, moviendo su cabeza. «¡Vamos a orar por ti y Jesús te sanará!

»Pusieron sus manos sobre mi tobillo, bajaron sus cabezas y oraron muy sencillamente, pidiéndole a Jesús que curara mi picada», nos cuenta Honey. «Cuando quitaron sus manos, la marca se había borrado, y nunca se inflamó como yo esperaba. Por el contrario, las tres pasamos un día juntas muy divertido. Les he venido enseñando que Jesús oye y contesta nuestras oraciones, pero me impactó su fe tan sencilla e ingenua».

Anna, una joven china amiga mía, fue la primera de todas, en su familia budista muy devota, en convertirse en cristiana. Se casó con un miembro de una familia cristiana y ella y su esposo Víctor, asisten a una iglesia denominacional en la cual él creció. Pasaron más de diez años antes de que tuvieran un hijo, que se llama Timothy, y quien de inmediato se convirtió en el gozo de toda la familia, especialmente de la anciana madre de Anna.

Durante años, Víctor y Anna oraron pidiendo que sus padres aceptaran a Cristo al mismo tiempo que les testificaban. Pero los padres eran intensamente fieles a las tradiciones religiosas de sus antepasados. Aunque en algunas ocasiones especiales habían visitado la iglesia de Victor y Anna, no se sentían cómodos asistiendo al edificio típico de una iglesia donde se mostraba una cruz.

«Después que nació Timothy, mis padres comenzaron a visitarnos todos los fines de semanas y a veces mamá se quedaba en nuestra casa», dice Anna. «Cuando me dijo que anhelaba quedarse más tiempo con su nuevo nieto, el Señor me dio una idea. Si en lugar de asistir a nuestra iglesia denominacional, comenzábamos a asistir a un grupo cristiano que se reunía en un salón de un hotel, tal vez mamá accediera a venir con nosotros. Y así fue, y papá no se opuso».

Cuando Anna llevaba a Timothy a la habitación del hotel que servía como el departamento de cuna, la abuela se quedaba con él. Sin embargo, las jóvenes que trabajaban en este departamento estaban preparadas para hacer algo más que cuidar a los bebés y pequeñitos. Contaban historias bíblicas acerca de Jesús y su amor, y les enseñaban a los pequeñitos algunos cantos sencillos. Pronto la abuela estaba oyendo las historias y aprendiéndose los cantos que luego le cantaba a Timothy.

«Cuando mamá tuvo que pasar una operación sencilla para sacarle un pequeño tumor en el cuello, le pedí a las tres obreras de la iglesia que oraran por ella», dice Anna. «El siguiente domingo, una de las obreras le dijo a mamá que estarían orando por ella cuando fuera al hospital. Entonces le preguntaron si quería invitar a Jesús a venir a su corazón».

La cariñosa jovencita y su simple presentación del evangelio conmovieron el corazón de la abuela budista y ella repitió una oración pidiéndole a Jesús que se convirtiera en el Señor de su vida. Dos días más tarde, los médicos descubrieron que la madre de Anna tenía una forma muy agresiva de cáncer y los tratamientos que le hicieron durante las próximas semanas no fueron efectivos. Sus días estaban contados, pero continuó asistiendo a los servicios de adoración con Anna y Victor, y pasó tanto tiempo como le fue posible con su querido nieto.

Durante sus últimos días de vida, uno de los hermanos de Anna ofreció traer a un ministro al hospicio para que orara por su mamá y la bautizara. «Mi hermano no es cristiano, pero en la iglesia ha oído de los milagros de sanidad, y su amor por mamá lo motivó a buscar ayuda del ministro», me dijo Anna. «Aunque no se sanara, mi hermano sabía que para mamá sería importante recibir el bautismo cristiano».

Cuando los miembros de los otros familiares vinieron a los funerales, se sorprendieron de ver que era un funeral cristiano. Muchos preguntaron: «¿Tu mamá se bautizó?» ya que para un budista, el agua del bautismo se considera una señal segura de que la persona es cristiana. Anna y todos sus hermanos y cuñadas sintieron satisfacción al poder decir: «Sí, mamá se bautizó».

Unas pocas semanas después del funeral, Anna recibió una llamada telefónica de una prima que le contó de un sueño que tuvo. «En mi sueño, un grupo de nosotros, incluyendo a tu mamá, andábamos juntos en una excursión, y el itinerario incluía una visita a un templo chino», dijo la mujer. «Cuando fuimos al templo, traté de darle a tu mamá algunos pebetes para quemarlos, sabiendo que ella siempre oraba cuando visitaba el templo. Pero esta vez me dijo: “No, no los quiero porque acepté a Jesucristo como mi Señor”».

Qué consuelo fue para Anna reconocer que su mamá está con el Señor, y que su pequeño Timothy fue el instrumento que Dios usó para llevar a su abuela a Jesús.

La realidad es que podemos animar a nuestros nietos mediante nuestro amor, oraciones y ejemplo. Pero la bendición completa el círculo, y vuelve para enriquecer nuestras vidas inmensurablemente.

Ruthanne Garlock