Félix Ramos, Félix Ramos Mendieta, o
Félix Medina, son la misma persona en realidad, son tres nombres de
guerra que utiliza Félix Ismael Fernando José Rodríguez Mendicutia,
agente de la CIA nacido en Cuba en 1941. Aquí junto al Che en La
Higuera.
DOMINGO 8 DE
OCTUBRE DE 1967 DE LAS
17.30 A LAS 19.30 HORAS
Del Churo a La Higuera van 4
guerrilleros, dos heridos, Willy y el Che, y dos muertos, Arturo y
Antonio. De los 13 restantes, 4 de ellos los enfermos y Pablito,
que se dirigen al sur, van camino de Tarija, de donde es Chapaco y
donde piensan guarecerse. Son felices en su fuga. Seis de ellos son
Ñato, Inti y Darío, bolivianos, y Benigno, Urbano y Pombo, cubanos;
diríamos que son la élite de los supervivientes. Estos seis se
dirigen esa noche al noroeste, llegan a 200 metros de La Higuera
aproximadamente a la una de la madrugada y resuelven permanecer
allí escondidos.
De los cuatro restantes, dos
están muertos y otros dos vivos, uno herido, el Chino, y Pacho, que
está sano y que cuida de su compañero.
Cavan una especie de cueva
donde tienen la esperanza de pasar desapercibidos durante todo el
día siguiente, aunque tienen certeza de que el Ejército irá a por
ellos.
Pombo me relata así lo que
hacen esa noche y cuáles son sus planes:
—Nos preguntamos
recíprocamente por Che. Nadie lo había visto salir. Ante esa
disyuntiva, aligeramos nuestras mochilas y comenzamos a subir la
loma para llegar al punto designado por Che para reagruparmos. A
las 21:00 horas llegamos y comprobamos que un grupo de nuestros
compañeros había estado allí, pues encontramos residuos decomida,
parece que para aligerar también sus mochilas. Entonces recordamos
que Che nos había manifestado su intención de romper el cerco en la
noche y dirigirse al río Piraypani para llegar a Vallegrande
buscando el camino a Puerto Breto.
Estas declaraciones son
confirmadas por Urbano en la entrevista que le hice:
—Adonde pretendíamos llegar
era al alto Beni por el puerto fluvial de Puerto Breto y
reorganizar allá nuestras fuerzas.
—¿Quiénes son aquellos que
fueron al Naranjal al punto de reencuentro donde los seis
sobrevivientes encuentran restos de comida y parte de sus mochilas
para alijerar su marcha?
—Sin duda, Chapaco, Moro,
Eustaquio y Pablito que, después que les salvó la vida el Che junto
a sus otros seis compañeros, de los cuales tres mueren en combate y
tres son heridos, y de haber roto el cerco por el sudoeste, se
esconden hasta que oscurezca. Van primero a la comandancia,
descubren que no hay nadie allí, y luego se dirigen al primer punto
de reencuentro. Llegan al Naranjal y, como fueron testigos oculares
de la prisión del Che, esperan más de dos horas la llegada de sus
compañeros y nadie llega. Piensan entonces que han sido o heridos o
muertos los restantes. Además, no tendrían condiciones de romper el
cerco por el norte y llegar al segundo punto de reencuentro el
tercer día junto al río Pyraimiri, entonces Chapaco los convence de
que es mejor dirigirse al sur, salir por donde ya salieron y
dirigirse hacia Tarija, adonde, si llegan, su familia los
socorrerá. Así lo hacen, y, en 4 días, recorren unos 100
kilómetros, llegando hasta la zona llamada Cajones, junto al río
Mizque. Aquí son encontrados por el Ejército el día 12 de octubre y
los exterminan más de un centenar de soldados.
—Por su lado, ¿qué hace Gary
Prado Salmón y el ejército?
—Dejan dos patrullas, una al
sur, junto al río San Antonio, el lugar donde confluyen las
quebradas la Tusca, Churo y Jagüey, y otra en lo alto de la
quebrada, al norte. El resto de la tropa, más de 150 combatientes,
abandona sus posiciones a las cinco y media de la tarde y se dirige
en caravana a La Higuera, adonde llega alrededor de las siete y
media de la noche.
Por otro lado, el ingreso a
La Higuera de soldados heridos y muertos constituye una larga
caravana encabezada por Gary Prado Salmón.
El Che es ayudado a andar
por soldados que se van turnando, pues el guerrillero no consigue
apoyar el pie derecho por la herida de bala. En el trayecto es
insultado más de una vez por los soldados quienes lo llaman
frecuentenente asesino, lo culpan de haber matado a sus colegas, y
le profieren amenazas a su integridad física. Sin embargo, no todos
tienen este comportamiento. El soldado Benito Jiménez, que va
herido levemente en la rodilla izquierda y en el rostro, y a quien
he entrevistado, narra:
—Más de una vez me he
aproximado a ayudarle pese a mi herida, que era muy leve. Lo que me
impresionó fue que el Che caminaba sin el menor signo de
desesperación. Se notaba que su herida le dolía mucho porque
arrastraba el pie derecho, hubo un momento en que me habló, me
preguntó por mi familia. Ahí intervino el capitán Prado y nos
prohibió hablar, ya no pude más conversar con él.
La caravana que salió de la
Quebrada del Churo, alrededor de las cinco y media de la tarde está
ingresando en La Higuera por el sur, en una extraño cortejo: una
procesión encabezada por los oficiales Mario Ayoroa, Andrés Selich
y Gary Prado Salmón, seguido de 2 guerrilleros muertos, Arturo y
Antonio, dos heridos, Willy y Che, algunos soldados heridos y más
de un centenar de soldados ilesos fuertemente armados. Trás ellos y
sus lados se van sumando campesinos que acompañan la caravana
cuchicheando entre ellos.
Todos comentan entre sí: "El
Che está preso".
Cuando oscurece, se
encienden tenues luces procedentes de lámparas a keroseno o de
velas en las casas, porque el pueblito no tiene luz
eléctrica.
Unas horas antes había
llegado a la aldea la profesora de escuela Julia Cortez junto con
su mamá. Mantienen un diálogo, de acuerdo con lo que ella misma me
relató en febrero de 2003. Le dice a su madre:
—Mamá, mira aquel hombre
alto.
—¿Cuál?
—Aquel que está siendo
cargado por dos soldados —responde asustada.
—Sí, ¿quién será?
19.30
HORAS
Los tres oficiales se reúnen
en la casa del telegrafista Humberto Hidalgo, una persona
importante en la comunidad. ¿Dónde colocar a los muertos y a los
prisioneros?
El telegrafista sugiere
transportar a los heridos a la Escuela de La Higuera, una casita de
adobe y paja con piso de tierra, y a los muertos a alguna de las
casas del pueblo.
Los oficiales se dirigen
entonces a la escuela, que tiene dos cuartos. Dejan al Che en la
sala de la derecha, sector norte de la escuela, y en la de la
izquierda colocan a Willy.
Los cadáveres de los dos
guerrilleros muertos son colocados morbosamente en el cuarto donde
está el Che.
Después de que los militares
dejaron a los guerrilleros en la escuela, Andrés Sélich, Ayoroa y
Gary Prado se dirigen a la casa del corregidor para comer. Más
tarde pasan a la casa del telegrafista, Humberto Hidalgo, y
efectúan un inventario de todas las pertenencias de los
combatientes, lo concluyen aproximadamente a las 11 y media de la
noche y el coronel Selich se hace cargo de su custodia.
Escuela de La Higuera custodiada por
soldados del Ejército. En el momento de la foto el Che estaba vivo
dentro la escuela. Foto: Archivo del autor
Entre el material aprehendido
como botín de guerra figuran, según las declaraciones del mayor
Miguel Ayoroa:
Fusiles
Garand y otra carabina, la pistola del Che y una daga, una radio y
transistores Philips. Entre efectos personales, la pipa del Che y
cuatro relojes de diferentes guerrilleros. Por último, un bulto
pequeño envuelto en una bolsa de polietileno, conteniendo dinero
que nos fue enviado, según el soldado que la trajo, por el teniente
Huerta, quien la había encontrado, el mismo que se gastó en
diferentes pagos a los guías campesinos, a los que habían
colaborado con sus bestias, algunas pequeñas cantidades a los
soldados para gastos personales, contribución a la escuela, creo
seis millones. En realidad existe una rendición de cuentas al
Comando de Ejército, presentada por el capitán Gary Prado, y
autorizada y aprobada por el alto mando.
Su manejo ha sido irregular,
anodino y arbitrario, no se ha citado en ningún momento la cantidad
de dinero que había en el morral de cuero del Che, que yo pude
tocar al día siguiente, donde vi, además de su diario y varios
documentos, un único reloj de los cuatro que cargaba el Che y
dinero en dólares y moneda nacional, cuya cantidad no puedo
precisar.
23:00
HORAS
A esta hora, en opinión de
Adys Cupull y Froylán González, se produce una conversación entre
el embajador americano Henderson y el Presidente de la República,
el general René Barrientos Ortuño:
El Presidente
boliviano, a través del embajador norteamericano, recibió un
mensaje de Washington, donde planearon que el Che debía ser
eliminado.
Entre los
argumentos que el embajador expuso al Presidente estaban los
siguientes: que para la lucha contra el comunismo y la subversión
internacional era más importante mostrar al Che totalmente
derrotado y muerto en combate, y que no era recomendable tener vivo
a un prisionero tan peligroso. Permitir esto significaría
mantenerlo en prisión, con riesgos constantes de que grupos de
fanáticos o extremistas tratasen de libertarlo. Luego vendría el
juicio correspondiente, la opinión pública internacional se movería
y el gobierno de Bolivia no podría hacer frente por la situación
convulsiva del país.
Prosiguen con su
relato:
El embajador
señaló que la muerte del Che significaba un duro golpe a la
Revolución Cubana y, especialmente, a Fidel Castro.
Y sentencian así:
Cuando, en
octubre de 1967, se recibió en la capital norteamericana la
información de que el Guerrillero Heroico se encontraba herido en
la escuelita de La Higuera, no fue necesario discutirlo. La CIA, el
Departamento de Estado, el Pentágono y el Presidente norteamericano
ya habían tomado la decisión hacía mucho tiempo.
LUNES 9 DE
OCTUBRE DE 1967, 00:30 HORAS
El subteniente Eduardo
Huerta, un joven de 22 años de edad y miembro de una familia
honorable de la ciudad de Sucre, conversa largo tiempo con el
Che.
Huerta, un tiempo después,
contó a los amigos que la figura y la mirada del Che lo habían
impresionado de tal forma, que en algunos momentos se sentía como
hipnotizado. El Che le habló de la miseria en que vivía el pueblo
boliviano, sobre el trato respetuoso que los guerrilleros dieron a
los oficiales y soldados hechos prisioneros por la guerrilla, les
hizo notar la diferencia de ambos.
Refirió Huerta que tuvo la
impresión de que quien le hablaba era un hermano mayor, por la
forma en que lo hacía. Cuando el Che sintió frío lo "abrigó", le
prendió un cigarro y se lo colocó en la boca, ya que tenía las
manos amarradas a la espalda. El Che le dio las gracias, le explicó
cuáles eran los propósitos de su lucha y la importancia de la
revolución.
El Che, al observar el
comportamiento del oficial, le pide que lo desamarre y que le ayude
a escapar, leamos lo que ocurrió.
Narró Huerta que sintió
deseos de colocarlo en libertad. Salió a observar cómo estaba la
situación fuera de la escuela, habló con un amigo de apellido
Aranibar, apodado "el Oso", y le pidió su ayuda.
Aranibar le dijo que era muy
peligroso y que podían pagar con la vida.
Entonces vaciló, tembló y no
actuó. Confesó que el Che le miró fíjamente y no le dijo nada más,
que él no podía sostener su mirada.
01:00
HORAS
En junio de 2001 encontré en
La Paz al actual coronel Totty Aguilera, que en 1967 era
subteniente, responsable del sector de comunicaciones. Le
pregunté:
—¿Cómo era su
respiración?
—Tenía el asunto de su asma,
su respiración era dificultosa, comenzaba a roncar, parece que le
tapaba la respiración, no podía dormir, parece que le cerraba la
garganta, se sentaba. No le permitía dormir esa dificultad de
respirar, le cerraba la garganta, se asustaba y despertaba.
06:00
HORAS
Félix Ramos, Félix Ramos
Mendieta, o Félix Medina, son la misma persona en realidad, son
tres nombres de guerra que utiliza Félix Ismael Fernando José
Rodríguez Mendicutia, nacido en Cuba en 1941.
En Vallegrande se produce una
discusión entre Félix Ramos y el mayor Saucedo Parada, Jefe de
Inteligencia del Ejército Boliviano.
Ocurre que Zenteno Anaya debe
ir a La Higuera en helicóptero, y las dos personas quieren
embarcar. Zenteno Anaya lleva al agente de la CIA, Félix
Rodríguez.
07:30
HORAS
En La Paz, a primeras horas
del día 9, llega al Cuartel de Miraflores el General Alfredo Ovando
Candia, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, y sube de
inmediato a las oficinas del departamento de operaciones, situado
en el segundo piso. Están esperándolo los generales David La
Fuente, Marcos Vásquez Senpertegui, Federico Arana Cerruto y Manuel
Cárdenas, a quienes les comunica que el Che está preso en La
Higuera.
Después llegan el Comandante
de la Fuerza Aérea, el general León Kolle Cueto, Horacio Ugarteche,
de la Fuerza Naval, Juan José Torres, Jefe del Estado Mayor y,
finalmente, el Presidente, el general René Barrientos Ortuño.
Después de estar todos
reunidos, Barrientos pide que los dejen a solas con el Comandante
en Jefe de las Fuerzas Armadas. Estos dos deliberan a puertas
cerradas, y al final de la reunión envían a Vallegrande un mensaje
cifrado: "Papi 600. Nada de prisioneros". Papi es el Che, y 600
significa mátenlo.
10:00
HORAS
A esta hora, Félix Rodríguez,
cuando está fotografiando el diario del Che, recibe un telegrama
cifrado de Vallegrande, cuyos términos son: "Papi 600. Nada de
prisioneros" Félix Rodríguez, al recibir el mensaje, se dirige a la
escuela en compañía del mayor Ayoroa. Le pide al Che que salga para
tomarle una fotografía, es desamarrado de las piernas, y sale sin
cualquier ayuda a dejarse hacer una sesión fotográfica.
Unos minutos después se
aproxima a Félix Ramos la profesora Julia Cortez, quien escuchó
minutos atrás por la radio que el Che había muerto en combate el
día anterior, 8 de octubre. Al oír esto concluye que sin duda lo
ejecutarían, y pregunta:
—¿A qué hora van a matar al
Che? Rodríguez queda sorprendido por la pregunta, porque el
telegrama lo había leído solo él, y después lo transmitió
únicamente a Zenteno Anaya.
—¿Cómo sabes que lo vamos a
matar?
—Porque la radio ha informado
que el Che está muerto como consecuencia de las heridas recibidas
en combate.
11:00
HORAS
A esta hora un soldado se
aproxima a la profesora Julia Cortez y le dice:
—El Che quiere conversar con
usted, me ha dicho que en el pizarrón hay faltas
ortográficas.
La profesora, intrigada por
lo que acaba de oír, va de inmediato. Ve al Che sentado en una
esquina, maniatado, y con dos cadáveres frente a él. Queda
impresionada y aterrorizada por el cuadro. Ella me cuenta en el
testimonio que me cede en 2003:
—Che, inmediatamente que
entré, me mostró lo que estaba escrito en el pizarrón: "Ángulo
lleva acento".
La interrumpo y vuelvo a
interrogarle:
—¿Había realmente la falta
ortográfica en el pizarrón?
—"No, está con acento", le
dije. "Ah, sí", comentó, y prosiguió, "Disculpe, señorita, sé que
no hay faltas ortográficas, lo que deseaba era conversar con usted,
por eso la mandé llamar".
—Ante esas palabras, que la
debieron dejar desconcertada, ¿cuál fue su reacción?
—Quedé intrigada por el hecho
de que un extranjero hubiera venido a mi tierra, y le pregunté:
"¿Por qué es usted guerrillero?", y me respondió: "Por convicción,
por principios filosóficos, políticos y muchísismos otros motivos
más". Luego le hice otra pregunta: "¿Tiene usted esposa?". "Sí", me
respondió. "Se llama Aleida", hizo una pausa y realizó el siguiente
comentario: "Es una pena que dé clases en una escuela tan
miserable, en Cuba no es así".
11:30
HORAS
Esta parte del relato me la
contó Julia Cortez. Cuando el coronel Joaquín Zenteno Anaya vuelve
del campo de combate, Félix Ramos le transmite el cifrado que ha
recibido y en el que se indica que el Che debe ser eliminado.
Zenteno se dirige entonces a la casa del telegrafista Humberto
Hidalgo, adonde manda a llamar al subteniente Eduardo Huerta, que
en ese momento estaba de turno junto al Che, y le dice:
—Teniente, ha llegado una
orden de la Presidencia de la República para matar al Che —le dice
con voz firme y autoritaria.
—Qué pena, mi coronel
—responde Huerta.
—Si es una pena o no, eso no
interesa, yo debo retornar dentro de pocos minutos a Vallegrande, y
usted es la persona que lo va a matar.
Huerta empalidece y enmudece
por algunos segundos. Finalmente responde:
—Discupe, mi coronel, no
puedo hacer eso.
—¿Cómo que no puede? ¡Es una
orden! —Me recuso a cumplirla, pues la considero indigna, inhumana
y anticristiana.
Zenteno Anaya, indignado por
la negativa, sube el tono de su voz, levanta la mano y, con el dedo
índice, amenazador, le dice:
—¡Si desobedece será
sometido a Consejo de Guerra! Es lo mínimo que le ocurrirá y
significará su baja del Ejército.
El joven teniente Mario
Eduardo Huerta Lorenzeti dirige la mano derecha a su cartuchera y
desprende el seguro que cubre su pistola.
Tiembla, pero consigue
sacarla, y le dice al coronel entregándosela:
—Deme de baja en este
instante...
El Che detenido en la escuela.Aquí ya
presenta el ataque asmático que sufrió en sus últimas horas.
—¡Salga de aquí!
¡Desaparezca de mi vista inmediatamente! —grita Zenteno Anaya y
permanece mudo en el cuarto del telegrafista.
Medita unos minutos y manda
a llamar a Félix Ramos.
—Sé que usted odia al Che,
que ha hecho mucho daño a su país. Si lo desea, puede matarlo usted
mismo.
—No, mi coronel. Mandaré
cumplir su orden a uno de los soldados, puede usted volver
tranquilo a Vallegrande.
—No. No me iré hasta que no
sea ejecutado el Che.
El jefe divisionario de
Vallegrande, después de estas dos negativas, reúne a 7 efectivos
entres sargentos, cabos y dragoneantes y les dice:
—El Che debe ser ejecutado.
Es una orden de la Presidencia de la República. Den un paso al
frente los que estén dispuestos a hacerlo.
Los siete dan el paso.
Zenteno se ve obligado a elegir, de modo que apunta con el dedo a
los sargentos Mario Terán Salazar y Bernardino Huanca:
—Tú —dirigiéndose a
Bernardino Huanca—, mata a Willy, y tú —señalando a Mario Terán—,
acaba con el Che.
Los dos responden al
unísono:
—¡A la orden, mi
coronel!
—Tú, Bernardino, puedes
dispararle a Willy en donde quieras; pero tú, Mario, no puedes
dispararle al Che en la cabeza. Es necesario que el mundo vea que
el cadáver que mostraremos en Vallegrande pertenece al Che, y un
disparo en el rostro lo desfiguraría.
Mario Terán cumple entonces
el juramento de matar al Che que le había hecho unos meses atrás al
entonces teniente César Peredo Maldonado en la hacienda La
Esperanza.
A continuación trasncribo
lo que el coronel César Peredo le relató a mi colaboradora, la
periodista Alejandría Carranza.
—¿Puede usted contar algo
al respecto de Mario Terán, el sargento que mata al Che? —
interroga la periodista.
—Le voy a contar una
anécdota...
—Cuénteme.
—Yo conocía a este
suboficial Terán, Mario Terán. Estuvimos nosotros en esta zona de
La Esperanza haciendo instrucción, preparándonos para el problema
este que hubo, para el conflicto. Y en un día de descanso nos
invitaron a tomar cervezas los del lugar. Trajeron sus cajas de
cerveza, nos reunieron a los oficiales, a los suboficiales,
sargentos y todos estaban bebiendo cerveza. Se acerca Terán a mi
persona y me dice: "Mi teniente, sírvase una copa". Me sirve una
copa de cerveza, y me dice: "Juro por Dios, yo lo voy a matar al
Che". Y bueno, le digo: "Sírvase usted también, no voy a tomar
solo". Él se sirve la copa de cerveza y tomamos los dos, pero
previo el juramento.
Mario Terán. Fotografía tomada el año
1967.
Foto: Archivo del autor.
12:45
HORAS
Mario Terán, después de
varias décadas de silencio, admite que ha ejecutado al Che en
declaraciones que le da al entonces capitán Gary Prado
Salmón.
Nuevamente me veo obligado a
aclarar algunas cosas previamente.
Desde finales de la década
de los 90 he intentado entrevistar a Mario Terán. Vive en Bolivia,
y finalmente logré conversar con él en tres oportunidades. En ellas
me declaró que me daría su testimonio a cambio de varias decenas de
miles de dólares. Como es obvio, no accedí.
Por lo tanto, como carezco
de las declaraciones del principal protagonista del asesinato del
Che, no puedo ofrecer una fiabilidad del 100 % en las afirmaciones
que hago. Así, lo que describo a continuación se basa en:
1. Testimonios que
he recibido de los heridos en el combate del Churo, a quienes he
entrevistado el 12 de octubre de 1967.
2. Testimonios que
he recibido en la década de los 80 de soldados presentes en La
Higuera el 9 de octubre.
3. Declaraciones de
campesinos moradores de La Higuera.
4. Testimonios de
amigos de Mario Terán, a quienes él ha contado su "valiente
hazaña".
5. Fotografías
tomadas del Che minutos después de su ejecución.
6. Fotografías
tomadas por mí la tarde del día 9 y la mañana del día 10.
7. Declaraciones
juradas ante un juez militar en 1968 con motivo del juicio que
siguió el Ejército al ex-ministro de Gobierno Antonio Arguedas,
quien entregara el diario del Che a Fidel Castro.
8. El testimonio que
me ofrece Julia Cortez.
Con un margen de error,
creo, mínimo, intentaré mostrar cómo se llevó a cabo la
ejecución.
El Sargento Bernardino
Huanca da un puntapié a la puerta del cuarto donde está Willy. Este
no tiene tiempo ni siquiera de incorporarse, recibe un disparo en
el rostro que lo mata instantáneamente.
Después, Mario Terán entra
al cuarto de al lado, donde está el Che.
Él, segundos antes ha
escuchado el disparo y se da cuenta de que ha llegado su hora. Está
sentado en la esquina, frente a la puerta, con las manos y pies
atados con fuertes sogas, se incorpora en milésimas de
segundo.
Mario Terán imita a
Bernardino Huanca, da un puntapié a la puerta, entra en la
habitación, y cierra la puerta con su propio cuerpo. El Che lo mira
fijamente. Se produce un silencio que dura algunos segundos. No
ocurre el disparo, pero Mario Terán lo apunta con su carabina
M1.
—¡Siéntate,
desgraciado!
—¿Para qué? ¿Me vas a
matar?
—¡Siéntate, desgraciado!
Tiempo después, Mario Terán declararía al Ministro de Gobierno,
Antonio Arguedas: "Su mirada casi me destruye, me dio la impresión
de que se venía encima de mí".
Terán vacila.
El Che sabe que sus minutos
están contados. Se exaspera. Se irrita.
—¡Dispare, va usted a matar
a un hombre! ¡Máteme! ¡Máteme...! Mario Terán sigue sin accionar el
gatillo.
El Che está furioso, lo
insulta.
—¡Hijo de puta, máteme!
¡Máteme...!
—¡El hijo de puta eres vos!
—el soldado parece despertar de su inmovilidad y dispara su
carabina. Se oye la detonación en toda La Higuera. El primer
disparo le hiere el antebrazo derecho.
El guerrillero lleva las
manos a la boca y se las muerde, como queriendo contener la
hemorragia.
Este tiro le hiere su
antebrazo, la raíz del muslo derecho, y le atraviesa la arteria
femoral, un vaso grueso de un calibre próximo a un
centímetro.
Un chorro de sangre mancha
la ropa de Mario Terán pues, cuando es herida una arteria, la
presión sistólica del ventrículo izquierdo hace que la sangre salga
a borbotones, algo muy diferente de lo que ocurre cuando se lesiona
una vena, la ausencia de presión de esta simplenente baña los
alrededores de la herida.
Vieja y antigua foto que muestra el cadáver
del Che junto a sus verdugos.
Bernardino Huanca es quien le da al Che el disparo final a
quemarropa.
La hemorragia y el impacto
marean al Che. Sus piernas no consiguen mantenerlo en pie y se
desploma. Cae pesadamente al suelo, aunque no ha perdido la
conciencia. Mario Terán piensa que la profusión de sangre debería
ser suficiente para provocar la muerte, de modo que sale del
cuarto, fuera hay una gran cantidad de soldados y pobladores de La
Higuera. Un compañero de armas, le dice:
—¡Cojudo, vuelve a entrar y
dispárale una ráfaga! Mario Terán obedece y entra de nuevo al
cuarto. El Che está en el suelo, retorciéndose de dolor. Al ver al
militar le dice:
—Apunte bien.
Se escucha una segunda y
una tercera detonación. Una de ellas le atraviesa la región costal
izquierda, sin herir el corazón, y la otra la base del cuello. La
bala se incrusta en la pared y desparrama de la misma un poco de
tierra.
En este momento entra en el
cuarto el sargento Bernardino Huanca, que encuentra al Che
desangrándose en el suelo, quien, balbuceando se despide de Celia,
de sus hijos y de Fidel.
Como Huanca observa que
está vivo, boca abajo y con estertores, le da un puntapié, con lo
que consigue colocarlo boca arriba. Le dispara a quemarropa a una
distancia no mayor a un metro, directamente en el corazón. El
orificio que le provocó me sirvió para, unas horas después,
identificar la causa de su muerte.
Ernesto Che Guevara luego de ser asesinado a
sangre fría.
Juan Pablo Chang-Navarro, el Chino.
Puede apreciarse la crueldad del maltrato físico al que fue
sometido. Es evidente también el tiro de gracia en la frente.
El helicóptero saliendo de La Higuera: Foto:
Archivo del autor.
¿Cuánto tiempo transcurre
entre los cuatro disparos que recibe? Difícil de precisar con
exactitud, pero no ha debido pasar más de un minuto, de modo que el
Che muere con pleno uso de razón, pues cuando el cerebro no recibe
un disparo y la muerte se produce por desangramiento, transcurre un
tiempo que está en proporción directa a la cantidad de sangre
perdida. Como el último disparo ha sido realizado directamente
sobre el corazón, deja de llegar sangre al cerebro, y el Che muere
en un máximo de 4 minutos.
Aquel tiro de gracia
atraviesa el corazón y los pulmones. Segundos después, un hilo
rojizo se descuelga de su comisura labial, luego, borbotones de
espuma sanguinolenta, resultado de la mezcla de sangre con el aire
de los pulmones... El Che ha muerto.
Mario Terán ha sido
protegido por el Ejército. Ha vivido durante muchos años junto a su
familia dentro de la Octava División en Santa Cruz de la Sierra,
donde ha instalado un pequeño bar. Actualmente su rostro no tiene
nada que ver con las fotografías publicadas en 1967, nadie que lo
hubiera conocido en esa época lo reconocería. Se ha dedicado a la
agricultura y tiene una pequeña hacienda en el oriente
boliviano.
Bernardino Huanca
desaparece del país temeroso de que pueda ocurrirle algo similar a
lo que le sucedió a Honorato Rojas, ejecutado por el Ejército de
Liberación Nacional en 1968. Vive actualmente en los Estados
Unidos.
Así, atado al helicóptero, trasladaron el
cuerpo del Che.
13:05
HORAS
El hombre que se negó a
asesinar al Che, el subteniente Eduardo Huerta Herrera, entra en la
escuela, se arrodilla llorando ante el cuerpo.
Más de una vez cometió el
error de comentar que estaba escribiendo sus memorias donde
denunciaba el asesinato del Che. En 1969 el Ejército quema el
archivo y lo mata en la carretera de La Paz Oruro simulando un
accidente automovilístico.
13:15
HORAS
El comandante de la VIII
División convoca una asamblea al aire libre, frente a la escuela.
Participan en ella todos los soldados y moradores que fueron
testigos del crimen. Sube a un estrado improvisado y dice:
—Ninguno de ustedes puede
contar jamás lo que vio hoy. Si no cumplen esta orden y, como
Vallegrande ha sido declarada Zona Militar por diez años, va a ser
preso y sometido a juzgamiento, no sé lo que va pasar con quien
abra la boca y relate lo que vio hace unos minutos.
Padre Roger Saller.
Foto: Archivo del autor.
14:05
HORAS
El párroco de Pukara, el
padre Roger Schaller, monta en una mula y parte con destino a La
Higuera.
Pukara es un pueblo con
cerca de mil habitantes, situado al noroeste de La Higuera,
aproximadamente a 10 kilómetros en línea recta. No hay carretera,
solamente una senda.
Minutos antes, los
campesinos contaron que el día anterior los militares apresaron al
Che y a otros guerrilleros. El sacerdote asienta constantemente las
espuelas en el animal para ir más rápido. Quiere verificar los
hechos.
15:35
HORAS
El helicóptero que llevó al
coronel Joaquín Zenteno Anaya a Vallegrande una hora antes vuelve y
aterriza a menos de cien metros de la escuela.
El difunto es transportado
en una hamaca hasta el helicóptero; detrás de él se forma un
extraño cortejo fúnebre compuesto por los moradores del pueblo y
algunos soldados.
Todos caminan en silencio y
con la mirada clavada en el suelo.
Esta vez el silencio es
total. El cuerpo del argentino-cubano es amarrado al patín derecho
del helicóptero, cuyo motor comienza a funcionar Cerca de las
cuatro de la tarde, el mayor Jaime Niño de Guzmán, que ya iba a
levantar vuelo, mira el padre Roger Schaller montado en una mula,
corriendo en dirección al helicóptero.
El padre se aproxima al
cuerpo, se arrodilla y le da al Che la extremaunción. Los párpados
del Che están abiertos, pone sobre ellos los dedos pulgar e índice
y los cierra.
Félix Ramos, que está al
lado del Mayor Niño de Guzmán, anota en su libro:
Me quedé en
el banco de lona del helicóptero, me estaba poniendo el cinturón de
seguridad cuando, de la nada, apareció un sacerdote, moviéndose
sobre una mula por la calle llena de agujeros. Venía tan rápido que
pensé:
"Será
decapitado por el motor". Pero se detuvo a poco más de un metro de
la hélice, que estaba en pleno movimiento. Dio un salto, se olvidó
del animal, hizo el señal de la cruz y dio su bendición al
Che.
UNA MISA DE
CUERPO PRESENTE
El padre Roger Schaller,
inmediatamente después de que partiera el helicóptero, va a la
escuela, quita el pañuelo que envuelve su rostro, coge del suelo la
cápsula de un proyectil, lo mezcla con tierra y la sangre del Che,
y lo pone en el pañuelo. Pide a uno de los moradores que le consiga
una mesa, la misma que es colocada en la calle, frente a la
escuela. Después convoca al pueblo para hacer una a misa de cuerpo
presente. Él mismo declararía después: "Celebré una misa de cuerpo
presente, pues en el pañuelo estaba la sangre del Che".
Sigue cuidadosa y
parsimoniosamiente los rituales litúrgicos establecidos y concluye:
"Recibe en tu Santo Reino el alma del Che, perdona a sus
enemigos".
—¡Todos ustedes van a ser
sometidos a confesión! —ordena.
Después entra en el
patíbulo, la escuela, y la transforma en "un confesionario, en la
casa de Dios".
Los sargentos Bernardino
Huanca y Mario Terán, cuando escucharon la última frase del padre,
se separan de la gente. Cuando es recogido el pañuelo y desmontada
la mesa, se aproxima al padre un soldado y le susurra algo. A
continuación, el padre manda a este recluta traer a los dos hombres
que estaban escapando y que terminaron con la vida del Che y Willy
para someterlos a confesión.