El Che en un momento de descanso luego del
trabajo voluntario, programa que él instituyó en Cuba y en el que
participó siempre como uno más de los trabajadores.
Como ya se vio en el capítulo
anterior, después de la caída del gobierno de Jacobo Arbens,
Ernesto Guevara se ve obligado a refugiarse en la Embajada
Argentina, donde permanece hasta el mes de agosto de 1954. En
aquella ocasión parte un avión a la Argentina, pero Ernesto rechaza
volver a su país y decide ir a México en busca de su destino.
Unos días después de su salida de la
Embajada Argentina de Guatemala, se encuentra con Hilda Gadea, se
despide de ella y le indica que se va a México. Hilda le da algunos
nombres y direcciones de personas que pueden ayudarle.
Antes de salir de Guatemala envía
una carta a su madre:
América será el
teatro de mis aventuras con carácter mucho más importante que lo
que hubiera creído; realmente creo haber llegado a comprenderla y
me siento americano con un carácter distintivo.
A su tía Beatriz le dice:
De todas maneras
estaré atento para ir a la próxima que se arme, ya que armarse se
arma seguro, porque los yanquis no se pueden pasar sin defender la
democracia en algún lado.
El 18 de septiembre llega a México,
donde comienza a trabajar de fotógrafo ambulante para poder
subsistir. En una carta enviada a su amiga Tita Infante le
menciona:
La fotografía sigue
dando para vivir y no hay esperanzas demasiado sólidas de que deje
eso en poco tiempo, a pesar de que trabajo todas las mañanas en
investigación en dos hospitales de aquí.
Consigue trabajo como médico y,
además, comienza a realizar estudios de investigación científica en
problemas relacionados con alergia.
En una carta enviada a su padre le
explica que como en el hospital solo le dan comida continúa
trabajando como fotógrafo.
En una nueva carta dirigida a su
amiga Tita, repite:
Estoy con un laburo
de órdago, pues tengo todas las mañanas ocupadas en el hospital, y
por las tardes y el domingo me dedico a la fotografía.
A comienzos del año 1956 el Che
busca desesperadamente a Ñico López, hasta que se produce el
encuentro de forma casual: un día, Ñico, al buscar atención médica
para un compatriota suyo en un hospital, encuentra de turno a
Ernesto. Ambos retoman la amistad, Ñico le cuenta que dentro de
poco debe llegar el líder del Movimiento 26 de julio: Fidel
Castro.
A finales de junio el guatemalteco
lleva a Ernesto a conocer a Raúl Castro, de quien queda encantado
por sus avanzadas ideas.
Un tiempo después el Che escribiría
refiriéndose a Raúl:
Me parece que este
no se parece a ningún otro. Por lo menos habla mejor que los demás,
y fuera de eso, piensa.
Nace una afinidad de pensamientos
entre el Che y Raúl, y este último le dice que le presentará a su
hermano Fidel, que debe llegar a México en cualquier momento.
Los dos amigos se ven casi todos
los días y Raúl le presenta a otros izquierdistas latinoamericanos
establecidos en México.
Hilda escribió un tiempo después
sobre Raúl:
Él tenía ideas
comunistas, era un gran admirador de la Unión Soviética... y creía
que la lucha por el poder llevaría a una revolución para el bien
del pueblo, y que esa lucha no iría a restringirse solo a Cuba, y
sí ocurriría en toda la América Latina, y contra el imperialismo
yanqui. Era estimulante hablar con Raúl, siempre alegre, abierto,
seguro de sí, muy claro en la exposición de sus ideas, con una
increíble capacidad para análisis y síntesis. Es por eso que él se
entendió tan bien con Ernesto.
Ernesto, dos años menor que Fidel,
se diploma como médico el 11 de abril de 1953 en la Facultad de
Medicina de Buenos Aires pero, casi instantáneamente, prefiere la
revolución a la práctica de la medicina.
Fidel Castro Ruz y Ernesto Guevara
de la Serna inician sus activas carreras revolucionarias con una
diferencia de semanas. El 8 de julio de 1953, cuando Fidel Castro
completa los preparativos para atacar la guarnición de Moncada,
Ernesto parte de Buenos Aires con destino a 70
Credencial como periodista de Prensa Latina
para cubrir las Olimpiadas panamericanas en México (1955).
Bolivia, será primera parte de un
viaje revolucionario. Su padre, Ernesto Guevara Lynch,
recuerda:
Cuando Che estaba
despidiéndose, él nos dijo a mí y a mi esposa que estaba partiendo
para una importante misión, para combatir por la liberación de los
países de América del imperialismo de Estados Unidos. (Tad Szulc,
Fidel, un retrato crítico, 385)
Son Ñico López y Raúl Castro
quienes propician un encuentro entre Ernesto —que aún no es el
"Che"— y Fidel en la calle Emparana nº 47, casa de María
Antonia.
Ernesto oye detenidamente el relato
de Fidel sobre su experiencia en el fracaso del Moncada y la
estrategia de crear un ejército expedicionario para derribar la
dictadura de Fulgencio Batista. A su vez, Fidel escucha con suma
atención a aquel joven que demuestra una inteligencia fuera de lo
común. Cuando Ernesto le dice que es médico, Fidel se sorprende,
pues no le encaja el perfil del personaje que tiene ante él. La
conversación dura toda la noche, y al amanecer Ernesto es aceptado
como futuro expedicionario en calidad de médico y con el grado de
teniente.
Al reunirse al grupo, Ernesto
expone a Fidel un principio, una condición básica: que, cuando
triunfe la Revolución, las cuestiones de Estado no lo limiten a
tomar otro rumbo en algún país de la América Latina,
preferentemente la Argentina, para luchar por una revolución
latinoamericana.
Fidel declara al respecto:
En la calle
Emparana 47, en nuestro primer encuentro, me dijo: "Fidel, voy a
pedirle una cosa", para que vea usted el presentimiento que tenía;
era un hombre que, a pesar de todo, tenía características muy
especiales, que nunca trató de preservar la vida, nunca se cuidó.
"Fidel —decía—, voy a pedirle una cosa, yo quiero que, cuando
triunfe la Revolución en Cuba, por razones de Estado ustedes no me
prohiban ir a la Argentina a hacer una Revolución". (Ignacio
Ramonet, Fidel Castro, biografía a duas vozes, 164)
Un tiempo después, Ernesto
comentaria sobre Fidel:
Si ocurrió alguna
cosa buena en Cuba desde Martí, fue Fidel Castro, él hará la
revolución, a una persona como a él, yo estaría dispuesto a ayudar
en todo.
Y Fidel, comentando su primer
encuentro, diría:
Cuando nos
encontramos, él ya era un marxista en sus pensamientos y un
revolucionario más avanzado que yo.
EL GENERAL ALBERTO
BAYO
Alberto Bayo es el nombre del
general de aviación que Fidel Castro necesita para preparar a sus
compañeros en el arte de la guerra de guerrillas.
Hasta 1955, su gente tiene un
entrenamiento amateur, y él requiere formar un ejército irregular,
pero bien preparado y profesional para poder derrotar a las fuerzas
armadas batistianas.
Fidel se entera de la
existencia de este militar especialista en guerra de guerrillas
leyendo en Isla de Pinos los dos libros escritos por el propio
Bayo: Tempestad en el Caribe y Mi desembarco en
Mallorca.
Fidel, inmediatamente después
de llegar a México, comienza a buscar la información necesaria para
encontrar al general de aviación que perdió un ojo en el norte de
África cuando enfrentaba a los guerrilleros moros en los años
20.
Fidel conocía todos estos
antecedentes del general español, por eso lo buscó y utilizó
después toda su oratoria para convencerlo de que debía ser él quien
preparara a sus futuros guerrilleros. Así, en su primer encuentro
con Bayo, y después de las presentaciones de rigor, le dice:
—Mi general, vengo a pedir su
colaboración para derribar el ejército de Fulgencio Batista.
—¿Con cuántos hombres cuenta?
—lo interroga Bayo.
—En este momento tengo pocos
hombres, pero en breve desembarcará en Cuba aproximadamente un
centenar de expedicionarios.
General Alberto Bayo a la izquierda del
Che. Foto: Consejo de Estado de Cuba
Bayo, después de escucharlo
con atención, responde:
—Siento mucho no poder
aceptar, soy instructor de la Escuela Militar de Aviación de esta
ciudad; fuera de eso, tengo una fábrica de muebles que requiere de
mi concurso.
Fidel se incorpora y,
gesticulando y elevando el tono de su voz, exclama:
—¡Usted es cubano! Tiene el
deber absoluto de ayudar a su pueblo a derribar al tirano
sanguinario, corrupto y ladrón.
Fidel no se detiene ahí. Hace
un discurso sobre los nobles móviles que lo mueven y de los
crímenes cometidos por Fulgencio Batista. Además, conocedor del
odio que siente por Francisco Franco, introduce en su alocución
unas pinceladas de desprecio por Franco. Bayo queda impresionado
con la firmeza de sus propósitos y objetivos. Le parece que frente
a él se halla un hombre dispuesto y decidido a todo para poner en
práctica su plan.
—Está bien, le ayudaré, pero
solo dispongo de tres horas diarias; como le dije anteriormente,
mis actividades profesionales no me permiten dedicarle más
tiempo.
Fidel hace uso de todo su
poder de convencimiento y prosigue:
—¡No, no y no! Usted requiere
dedicarnos su tiempo integral. Viajo dentro de unos días a Estados
Unidos a conseguir dinero y dentro de poco llegarán combatientes
cubanos a esta ciudad. De modo que dentro de unos ocho meses deberá
además ayudarme a encontrar el lugar ideal para los entrenamientos
—hace una pausa y prosigue—. Queremos de usted el día entero. Es
preciso que se desentienda de todos sus quehaceres; de todos
absolutamente, y se dedique de lleno a nuestro entrenamiento. ¿Para
qué quiere usted su fábrica de muebles, si dentro de muy poco ha de
venir usted con nosotros y hemos de vernos victoriosos en Cuba? ¿No
vamos a abatir indefectiblemente al dictador Batista? ¿A qué pues
dar clases aquí, a qué pues dedicarse a hacer prosaicos muebles si
dentro de muy poco hemos de vernos en la isla dorada donde usted
nació y donde yo nací, libres del monstruo que la
oprime?
En su libro sobre el
entrenamiento del ejército expedicionario de Castro, Bayo describe
así el encuentro:
Aquel joven
estaba contándome que esperaba derrotar a Batista en un futuro
desembarque que estaba planeando efectuar con hombres. "Cuando yo
los tenga", y con barcos "cuando tenga dinero para comprarlos",
porque, en el momento en que hablaba conmigo, él no tenía ni
hombres ni dinero... ¿No era una cosa graciosa? ¿No era una
jugarreta de niños? Lo que él estaba pidiéndome era mi compromiso
para enseñar tácticas de guerrilla a sus futuros soldados cuando él
los hubiese reclutado y cuando hubiese conseguido el dinero
necesario para alimentarlos, vestirlos y equiparlos, y para comprar
barcos para transportarlos hasta Cuba. ¿Qué asunto es ese?, pensé.
Este joven desea mover montañas con una mano. Pero, ¿qué me costaba
agradarlo? ¡Sí!, le dije. Sí, Fidel, yo prometo instruir a esos
jóvenes en el momento que sea necesario.
Apretamos las
manos; todo aquello me parecía totalmente imposible.
Bayo remata así:
Él me
subyugó. Quedé intoxicado con su entusiasmo, él transmitió su
optimismo para mí, aquel mismo instante prometí abrir mano de mis
aulas y vender mi fábrica.
En el momento de despedirse,
Fidel le dice: "Gracias de antemano, aunque no se debe agradecer a
un cubano por morir por su patria".
EL RANCHO SANTA
ROSA
Fidel busca desesperadamente
un lugar en México en el que entrenar a su tropa, que ya pasaba de
un centenar. Para ello le pide ayuda al profesor de sus futuros
expedicionarios, y este comienza a buscarlo.
Bayo encuentra el rancho Santa
Rosa y lo alquila por seis meses.
Fidel le había autorizado
pagar hasta 2900 pesos mensuales, de modo que Bayo, gracias a su
inteligencia, le ahorró al futuro vencedor 225 dólares
mensuales.
Y es allí donde Bayo hace
todos los preparativos para el entrenamiento que le tomará todas
las horas del día. ¿Qué pide como retribución? Nada.
ENTRENAMIENTO
Fidel y Bayo realizan el
reclutamiento de futuros combatientes con sumo cuidado. Los
candidatos son testados de diferentes formas y requieren hacer
méritos para ser aceptados.
Dice Pedro Miret:
Los hombres
necesitaban probar su estabilidad para que pudiésemos comenzar la
selección de aquellos que serían los líderes de grupos. Cuando
ellos quedaban quemados, en el sentido de que la policía comenzaba
a quedar sobre ellos, nos apresurábamos en sacarlos del país.
El entrenamiento del ejército
invasor de Fidel Castro se inicia a comienzos de 1956, cuando las
primeras cantidades serias de dinero empiezan a llegar a manos de
los conspiradores. Cada casa tiene un comandante responsable de la
disciplina, así como de la solución de cualquier problema.
En este momento llegó también
el primer cargamento de armas que es transportado al Rancho Santa
Rosa.
El general Bayo los entrena
todo el día y, como si estuvieran en una zona de combate, les
prohibe que lleven, entre otras cosas, colchonetas. Todos duermen
en el suelo, excepto él, por insistencia de Fidel.
El general español Bayo actúa
como jefe del campamento para poner en práctica su entrenamiento
pero, debido a su edad, no hace los recorridos diurnos y nocturnos,
aunque está sometido a las demás privaciones de la campaña, como la
escasa comida. A su lado, el médico argentino, Ernesto Guevara, es
jefe de personal.
Bayo les explica que el
guerrillero no usa jabón, pasta dentrífica ni cepillo de dientes,
es necesario que se formen hábitos. Por tanto, parte de los
ejercicios se realizan durante la noche, incluyendo la caza. Los
futuros guerrilleros hacen sus prácticas de tiro en la Escuela
Águila, Azteca o Gambito, donde entrenan con fusiles calibre 30,06
mm. En poco tiempo tres de ellos se revelan como los mejores
tiradores: Calixto García, Juan Almeida y el Che, quienes aciertan
un plato a 250 metros, tanto de frente como de perfil.
El Che, desde los primeros
días, demuestra una disposición y una fuerza de voluntad fuera de
lo común.
Melba recuerda lo que ocurrió
un día:
Fidel dijo
que estaba muy triste al ver que el Che, un argentino, un
extranjero, no se mostraba cansado, que él pasó por todas las
etapas de los entrenamientos, en cuanto que nosotros, los cubanos,
no habíamos conseguido... El habló con tanta tristeza que, después
de aquello, nunca más pensamos en quedar cansados. "No teníamos el
derecho de quedar cansados", dijo un expedicionario.
La instrucción militar se
iniciaba alrededor de las 12 de la noche y concluía al amanecer.
Durante esas largas horas efectuaban ejercicios físicos y cavaban
trincheras, entre otras cosas. También ejecutaban medidas de
enmascaramiento y realizaban estudios y prácticas con cartas
geográficas.
EL
CHE
Ernesto es inmortalizado como
Che en México por su amigo cubano Ñico López. Che es un patronímico
onomatopéyico, es una interjección característica usada comúnmente
en las pampas argentinas para llamar la atención del interlocutor.
De acuerdo con la entonación y las circunstancias, che, que es
señal de tuteo, puede significar mil cosas distintas: "¡eh!",
"muchacho", "amigo", "hola", "caramba", "¡no es posible!", "¿qué
está ocurriendo?". También es utilizado para llamar la atención de
alguien: "¿a dónde piensa que va?". O puede ser usado como
interjección afirmativa y cariñosa, por ejemplo: "che,
viejo".
El vocablo puede ser
originario de la palabra guaraní del noreste argentino para decir:
"mí", "mío", o en la palabra mapuche, que quiere decir: "hombre".
Otra teoría indica que el origen de la interjección se encuentra en
el idioma italiano: ¿Che cosa c'è...? (¿qué hay?). Y
puesto que muchos italianos emigraron masivamente a Argentina, su
c'è se habría convertido en "che". A pesar de que se trata
de un término vulgar, el uso de ese término distingue a los
argentinos de los demás pueblos latinoamericanos.
Fidel Castro dice acerca del
nombre con el cual es inmortalizado Ernesto: "Un nombre que lo hace
famoso, un nombre que él convirtió en un símbolo".
Una vez en Cuba, adquiere
definitivamente el nombre de Ernesto Che Guevara. Firma la nueva
moneda del Banco Nacional de Cuba, cuando es el presidente de esa
institución, como Che. Este es un patronímico con el que se
sentiría feliz toda su vida. En una carta enviada a un amigo le
dice al firmar al final como Che: "Mi nuevo nombre, del cual me
siento muy orgulloso".
En otra ocasión, poco después
del triunfo de la Revolución, le preguntaron qué le parecía su
nuevo nombre, y respondió:
Para mí, Che
significa lo más importante, lo más querido de mi vida. Y no puede
ser de otra manera, ya que mi nombre y apellido son algo pequeño,
insignificante, sin importancia. (I. lavretski, Che
Guevara, 8)
LA
CÁRCEL
A partir del mes de junio, la
policía cubana emprende una ofensiva directa contra el Movimiento
26 de julio (M-26), liderado por Fidel Castro. En verdad, a pesar
de los cuidados adoptados, se vuelve fácil "rastrear' el tránsito
de los principales personajes de la organización. Durante la
preparación del grupo se produce una delación y son apresados
veintiocho futuros expedicionarios.
En la noche del 20, Fidel se
encuentra revisando la casa de seguridad de Kepler y Copérnico
acompañado por Ramiro Valdés, Cándido Gonzales y Universo Sánchez.
En la casa se encuentran con Ciro Redondo y media docena de
reclutas más. De repente, los cubanos se dan cuenta, al mirar por
la ventana, que hay unos sujetos extraños revisando el carro de
Ciro, un traqueteado Packard 1942. Oliéndose lo peor, Fidel divide
al grupo, sale caminando con Universo y Ramiro, pero varias cuadras
son asaltadas por la policía. Fidel trata de poner resistencia y
sacar la pistola, pero la entrega al ver que los policías armados
usan como escudo a Universo y Ramiro.
Los policías hacen el
recorrido por el Distrito Federal mexicano, en el interior de un
automóvil, mientras los amenazan y les piden la identificación, a
lo que Fidel responde que se identificará cuando proceda y ante las
autoridades competentes.
Finalmente los llevan a la
Dirección Federal de Seguridad y, días después, a la cárcel de
Miguel Schultz, manejada por la Secretaría de Gobernación para la
deportación de extranjeros. Su solo nombre provocaba pesadillas en
los exilados y extranjeros residentes en México, sobre cuyas
cabezas pesaba el fantasma del artículo 33, que permitía su
deportación.
Fidel Castro recuerda cómo fue
apresado el Che:
"Ya sabemos
dónde tiene un campamento" —le dicen los policías a Fidel Castro—.
Estaban buscando hacía mucho tiempo (...) lo vieron con alguien que
había hablado allí, y midieron el lugar exacto donde estaba el
rancho, ya casi fuera de la ciudad. Allí había un grupo de unos
veinte compañeros y tenían armas. Entonces, yo les dije: "Les pido
una cosa, permítanme ir donde están ellos, para evitar un
enfrentamiento" y el jefe militar concordó. Entonces fui, llegué
solito y los compañeros quedaron contentos, creyeron que me habían
liberado... Ahí, les dije: "No, no, quédense quietos, no se
muevan", y les expliqué lo que ocurrió. Fue allí que apresaron al
Che. (Ignacio Ramonet, Fidel Castro, biografía a duas
vozes, 168)
Después de mucho esfuerzo por
parte del M-26, que contrata a dos abogados competentes, Fidel es
liberado junto a sus compatriotas.
Una vez en libertad, Fidel
visita a los combatientes en Veracruz y permanece unos días con
ellos. Se había decidido conservar las casas e iniciar allí las
actividades de preparación. En Ciudad de México solo quedarían unas
pocas casas-campamentos, utilizadas fundamentalmente para esconder
armas y provisiones, puesto que allí resultaba muy difícil realizar
cualquier tipo de actividad.
El Che en la prisión Schultz. Fotos:
Archivo personal del Che.
A pesar de que todos logran
salir, el Che tuvo problemas porque no lo dejaban salir de prisión.
Es allí cuando piensa que por su culpa, Fidel retrasa la partida
hacia Cuba. El propio Che, años después, describe esta parte de la
historia de forma un poco más detallada:
Fidel Castro
tuvo algunos gestos que, casi podríamos decir, comprometían su
actitud revolucionaria en pro de la amistad. Recuerdo que le expuse
específicamente mi caso: un extranjero ilegal en México, con toda
una serie de cargos encima. Le dije que no debía de manera alguna
pararse por mí la revolución y que podría dejarme; que yo
comprendería la situación y que trataría de ir a pelear desde donde
me mandaran, y que el único esfuerzo que debería hacerse es que me
enviaran a un país cercano y no a la Argentina, también recuerdo la
respuesta tajante de Fidel: "Yo no te abandono". Y así fue, porque
hubo que distraer tiempo y dinero preciosos para sacarnos de la
cárcel mexicana.