Liberados todos de la prisión de
Schultz, deben adoptar una vida clandestina con mayores cuidados y
precauciones que los meses anteriores: alquilan nuevas casas. Más
de 40 hombres llegan de Cuba y Estados Unidos a México,
distribuyéndose en los nuevos campamentos de Veracruz y esparcidos
por el interior a lo largo de la costa del Golfo de México.
A mediados de septiembre de 1956
Antonio del Conde, un mexicano amigo de los expedicionarios, le
dice a Fidel:
—Quiero ir hasta el río Tuxpan para
ver un yate que estoy compran do para mí.
Pero, cuando Fidel Castro ve el
yate, afirma:
—Este es el barco que me va a llevar
a Cuba.
Antonio replica arguyendo que el
barco es una embarcación de lujo pequeña e inadecuada para una
expedición, pero Fidel le dice:
—Si puedes prepararlo para mí, yo
iré a Cuba a bordo de tu yate.
El mexicano tiempo después comenta:
"Nadie conseguía decirle no a Fidel".
El yate es el Granma, de propiedad
del norteamericano Robert B. Erikson. Este simulacro de barco solo
mide 63 pies y tiene una única cubierta, como bien dice Paco
Ignacio Taibo II, "útil para una expedición de enanos". Granma es
la abreviatura de abuela en inglés, que Fidel considera conveniente
preservar. Es también el nombre de una diosa pagana entre los
santos de la hechicería cubana.
El Granma. Foto: Consejo de Estado de
Cuba
MIÉRCOLES 21 DE
NOVIEMBRE DE 1956
Desertan dos rebeldes y es lo
que induce a Fidel a tomar la decisión de partir en un par de
días.
El 23 de noviembre de 1956 se
da la orden: "Todos deben ir al río Tuxpan".
Faustino Pérez recordaría esos
momentos:
El miércoles
21 de noviembre, Smith nos anunció: "Mañana hay que salir para
Tuxpan... debemos estar por la noche para embarcar hacia
Cuba".
SÁBADO 24 DE
NOVIEMBRE
Un día después comienza el
transporte de los uniformes, del material para camuflaje,
ametralladoras, fusiles antitanque calibre 30.06 mm. (más de 50
fusiles de mira telescópica) y embalajes de munición.
Fidel recordó un tiempo
después:
Las armas las
guardamos en pequeños lotes, en moteles por la carretera de México
a Tuxpan.
Sabe que la decisición de
embarcar tiene que ser tomada cuanto antes, sin embargo, se va
postergando porque el yate no está listo, pese a que la mayor parte
del trabajo en los motores y de las condiciones de navegabilidad se
realizan apresuradamente.
El Granma en el desfile conmemorativo
de los 80 años de Fidel.
Foto del autor.
DOMINGO 25 DE
NOVIEMBRE DE 1956
Cubierto con una larga capa,
Fidel supervisa las operaciones de carga. Las provisiones son
escasas: dos mil naranjas, dos jamones rebanados, cuarenta y ocho
latas de leche condensada, una caja de huevos, cien tabletas de
chocolate y cuatro kilos de pan. Bajo una lluvia persistente, los
expedicionarios se concentran en Tuxpan.
Los voluntarios suben
atropellándose al barco porque corre el rumor de que no van a caber
todos. Después de tantos meses de espera, nadie quiere quedar
fuera. A la 1:30 a.m. del 25, con las luces apagadas, el barco
abandona el "espigón" que es solo una simple tabla apoyada en la
orilla. La navegación está prohibida a causa del mal tiempo.
Llueve.
El viento es fuerte. Sánchez
Amaya, uno de los expedicionarios recuerda: "En aquel pedazo de
tabla no se podía dar un paso".
Embarcaron 82
combatientes.
Durante media hora, el Granma
navega por el río Tuxpan hacia la desembocadura que se encuentra en
la boca del puerto, para luego salir a mar abierto sorteando un
faro y un puesto de la marina mexicana. Entre el amasijo de
hombres, al Che le cuesta encontrar las pastillas contra el mareo
—perdidas en un botiquín oculto entre los bultos de armas y
mochilas— y que todos habrían de necesitar en las siguientes
horas... El Granma va bailando sobre las olas, sometido a las
inclemencias del viento del norte que azota el Golfo.
Para los expedicionarios, el
horror comienza en el instante de entrada en el Golfo de México,
poco antes de nacer el día 25.
Saludan al mar abierto
cantando el Himno Nacional de Cuba, la Marcha del 26 de Julio, y
gritando: ¡Viva la Revolución!, ¡Abajo la dictadura de Batista! Fue
entonces cuando el mar los atacó. Inmediatamente, muchos quedaron
acometidos por mareos, náuseas y vómitos.
VIERNES 30 DE
NOVIEMBRE
La Red Urbana comandada por
Frank Pais y Celia Sánchez se prepara para recogerlos una vez que
los expedicionarios pisen tierra.
Celia, una mujer dinámica, no
solo tenía listos los camiones, alimentos, armas y combatientes
para incorporarse, sino que también tenía bien armada la red de
campesinos colaboradores en las faldas de la Sierra Maestra —en los
alrededores de Niquero— el lugar escogido para desembarcar.
El desembarco de los
expedicionarios estaba previsto para el 30 de noviembre, día en el
que se había planificado un levantamiento armado. Así, al amanecer
de este día, en las calles de Santiago de Cuba, los jóvenes
llegaron a tener el control de la ciudad y el enemigo, atemorizado,
se refugió en sus cuarteles y no se atrevió a salir hasta que
cesaron las acciones.
El Jefe de la Fuerza Aérea del
Ejército remitía a sus superiores una co municación que demuestra
que el Granma ya era rastreado con bastante precisión:
Le informa la
Patrulla Aérea nacional, búsqueda Yate de 65 pies, pintado de
blanco con cadenas (sic) que cubren casi todo el barco, en su
recorrido por toda la isla. Durante las horas comprendidas de las
05:45 hasta las 17:00 horas de hoy resultó negativa.
DOMINGO 1 DE
DICIEMBRE
Este día se hizo entrega a los
combatientes del armamento, compuesto por fusiles de mirillas
telescópicas, así como de las marcas Mendoza, Jonson, Remington y
Garand, subametralladoras Thompson, pistolas ametralladoras Star y
el parque correspondiente. Contaban también con un equipo de
radio-comunicación consistente en una planta receptora y un equipo
portátil de radio de los denominados wal kie talkie,
además de dos fusiles antitanques para los cuales solo tenían unos
nueve proyectiles.
Toma del cuartel de policía en Santiago
de Cuba el 30 de noviembre por la Red urbana. Foto: revista
Bohemia.
Poco antes se había
distribuido el módulo para cada combatiente, consistente en dos
uniformes verde olivo, una gorra, una mochila y un par de botas.
Los expedicionarios cambiaron las ropas de civil por los uniformes,
y la mayoría lanzó al mar la vestimenta que había utilizado durante
la travesía.
Después de haber pasado por
Caimán Brac, el barco puso rumbo a Cabo Cruz, buscando
insistentemente en el horizonte la luz del faro allí. En la
madrugada del 1 al 2 de diciembre el mar estaba turbulento y
fuertes olas batían la embarcación que navegaba lentamente, con
todas las luces apagadas rumbo a la costa.
DOMINGO 2 DE
DICIEMBRE
Durante toda la noche Fidel
busca con desesperación el Faro de Cabo Cruz que los orientaría
para desembarcar en sus proximidades y, además, donde los esperaba
todo el aparato montado por Celia Sánchez, pero no daban con
él.
La situación se hacía cada vez
más difícil. El combustible, los alimentos y el agua prácticamente
se habían agotado, y las primeras luces del alba de aquel 2 de
diciembre comenzaban a reflejarse sobre las crestas de las olas.
Fidel, entonces, ordena avanzar a toda velocidad hacia la
costa.
Al narrar el momento en que
asumió aquella decisión, explicó:
Ya era de día,
y yo le hice una pregunta casi por simple formalidad:
—¿Tienes la
seguridad absoluta de que esa es la isla de Cuba, el territorio
nacional? —fue la pregunta que hice.
Le dije:
—¿Tú estás
seguro de que ese es el territorio? Bueno, enfila derecho hacia la
costa a toda máquina.
No hacíamos
nada dando vueltas y vueltas allí al amanecer, y fue correcta la
decisión, porque cerca de allí andaban los barcos de guerra de
Batista.
El yate avanzaba rumbo a la
línea del litoral, que crecía ante los ojos de los expedicionarios.
El barco, con una sacudida y el crujir de las maderas, se detuvo
atrapado por el fango. Frente a ellos se extendía un tupido
manglar. Ese lugar, conocido como Los Cayuelos, se encontraba, sin
ellos saberlo, a solo dos kilómetros de una playa por la que
hubieran podido desembarcar sin contratiempos.
Ese día Raúl escribió en su
diario:
Se tomó en
línea recta y encallamos en un lugar lodoso, para meternos en la
peor ciénaga que jamás haya visto u oído hablar.
Alrededor de las 6 de la
mañana comenzaron a descender en aquel inhóspito pantano.
El bote auxiliar fue arriado
para transportar armas, pero por el mal estado en que se encontraba
no soportó el peso y se hundió en el cieno con su valioso
cargamento, incluyendo los fusiles antitanque. Después de haber
bajado el Estado Mayor lo hicieron los integrantes de los pelotones
de la vanguardia y del centro. Cuando desembarcaron los miembros
del pelotón de Raúl divisaron una embarcación de cabotaje y una
arenera, por lo que apresuraron la operación.
Recuerdo que
mi pelotón —relata Raúl— fue el último en descender. El primer
expedicionario en tirarse al agua fue René Rodríguez que, como era
muy delgado, el agua le deba al pecho y le decía a Fidel: ¡Ya di
pie, se puede caminar bien!
Cuando se
tiró Fidel, mucho más corpulento que él, Fidel se hundió en el
lodo. Mi pelotón fue el último en bajar y, de todos los
expedicionarios, el Che y yo los últimos en abandonar el
Granma.
Veinte años después, Fidel
Castro recuerda esos momentos:
Con el
decursar del tiempo, el yate Granma nos parece a todos cada vez más
pequeño y el trayecto de mil quinientas millas de recorrido desde
Tuxpan hasta Las Coloradas infinitamente mayor. A nosotros nos
parecía entonces un vehículo maravilloso para trasladar a nuestros
82 combatientes, y el mar tempestuoso un camino hermoso por donde
se regresaba feliz a la patria a cumplir una promesa.
Vieja foto que muestra el preciso
instante del desembarco del Granma.
Foto de autor anónimo.
En aquel
maldito manglar tuvimos que abandonar casi todas las cosas. Más de
cuatro horas sin parar apenas atravesando aquel infierno.
El manglar
posee en línea recta un largo de alrededor de dos kilómetros, por
lo que los expedicionarios solo habían logrado avanzar unos 500
metros por cada hora de fatigoso andar.
En cuanto tiene lugar el
catastrófico desembarque por parte de los 82 expedicionarios, en el
Ejército —según consta en documentos de la época el mismo día 2 de
diciembre, alrededor de las 02:00 horas—, el teniente Chinea recibe
el dato confidencial de que se ha producido un desembarco. De
inmediato da aviso al alférez de navío Pedro A. Balbis Gutiérrez, a
la sazón comandante del Guardacostas 106, que se encontraba en el
Puerto de Niquero. A la vez, también alerta a la jefatura del
Escuadrón 12.
El Che cuenta esta parte del
desembarco:
Apenas
bajamos con toda premura llevando lo imprescindible y nos
introdujimos en la ciénaga, cuando fuimos atacados por la aviación
enemiga. Naturalmente, caminando por los pantanos cubiertos de
manglares no éramos vistos ni hostilizados por la aviación, pero ya
el ejército de la dictadura andaba sobre nuestros pasos. Tardamos
varias horas en salir de la ciénaga, adonde la impericia e
irresponsabilidad de un compañero que se dijo conocedor nos
arrojara. Quedamos en tierra firme a la deriva, dando traspiés,
constituyendo un ejército de sombras, de fantasmas, que caminaban
como siguiendo el impulso de algún oscuro mecanismo psíquico.
Siguen las detonaciones de
los cañonazos y, más adelante, el ruido de un avión.
Cuando llegan a tierra,
encuentran al campesino Ángel Pérez.
Fidel le dice:
—No tema. Venimos para ayudar
al hombre del campo.
El guajiro los lleva a su
casa, donde les prepara un chancho con papa dulce. La mayoría de
los rebeldes tienen los pies heridos. Las botas nuevas les
aprietan. Otros las han perdido o desechado porque llevarlas les
hacía más daño que permanecer descalzos en su paso por el
manglar.
Raúl menciona el día 2 las
dificultades con las cuales tropiezan:
Avanzamos por
una manigua de mucha hierba, pero de pocos árboles. Había que
tirarse en el suelo a cada rato. Ese día no habíamos probado bocado
alguno de comida. Estábamos dando varias vueltas completamente
perdidos hasta que, valiéndonos de las orientaciones del primer
campesino, pudimos orientarnos algo. Dormimos todos extenuados esa
noche y sin comer. Faena inmensa la de ese 2 de diciembre.
El Estado Mayor de las
Fuerzas Armadas de Batista declara estado de emergencia en toda la
provincia de Oriente. Son colocados mil soldados en la zona de
conflicto. Se envían aviones y patrullas de reconocimiento. El yate
Granma es remolcado por un buque de guerra a un puerto de la
Marina. Como los expedicionarios han dejado abundante material
sobre el yate, Batista sabe desde las primeras horas del día 2
detalles sobre el Ejército Rebelde.
LUNES 3 DE
DICIEMBRE
Este día se dirigen exhaustos
hacia el este, hacia la Sierra Maestra.
Avanzan de noche y descansan
de día. A diario, los aviones de reconocimiento vuelan cerca de
ellos, pero sin ubicarlos. Caminan entre los cañaverales que les
sirven de alimento, pero a medida que avanzan van dejando rastros
importantes. No toman el cuidado de borrar sus huellas, botan al
suelo los bagazos de la caña chupada.
Al Che le preocupan las
huellas:
Salimos por la
noche y caminamos hasta las 12;30. Hacemos un alto en un cañaveral
tres horas. Se come mucha caña, se dejan rastros.