Este libro es una obra magnífica.
Escrito por el médico y periodista Reginaldo Ustariz Arze,
boliviano radicado hace años en el Brasil, expresa el punto de
vista de uno de los raros testigos que se encontraban próximos al
cadáver del Che, en Vallegrande, poco después de haber sido
asesinado por el Ejército de Bolivia, monitoreado por agentes de la
CIA de los Estados Unidos.
Durante muchos años Reginaldo Ustariz
Arze ha realizado una exhaustiva investigación. Ha entrevistado a
innumerables personas, que directa o indirectamente, estuvieron
envueltos con la gesta del Che Guevara. Completo el trabajo,
además, lo enriquece de modo notable con un acerbo fotográfico de
inestimable valor como son, principalmente, las fotos del Che
muerto en la escuela primaria de La Higuera.
Atrás del cuerpo del héroe
argentino-cubano se encuentra el doctor Reginaldo Ustariz Arze, que
logró que los militares retiraran a su víctima famosa de dentro de
una sala, de modo que, ante la falta de flash, el autor pudiese ser
fotografiado a la luz del sol junto al Che.
Transcurrieron 40 años desde que
Ernesto Che Guevara cerró, a los 38 años de edad, su heroica
carrera de guerrillero. Y, sin embargo, él permanece "resurrecto",
vivo, como paradigma de aquellos que comulgan con la utopía
libertaria. Jean Paul Sarte —que iba acompañado de Simone de
Beauvoir—, conoció al Che en Cuba y lo consideró "el ser humano más
completo de nuestra era". Y no faltan aquellos que, aún hoy, lo ven
como ejemplo del Hombre Nuevo del ideario socialista.
Los tiempos cambiaron. La Revolución
Sandinista fracasó. La guerrilla salvadoreña feneció y la de
Colombia se zambulló en un atolladero de discutibles operaciones de
sobrevivencia, como secuestros de inocentes, habiendo perdido de
vista por completo sus objetivos iniciales. Se cerró el ciclo de la
dictaduras militares en la América Latina, y los caudillos pierden
cada vez más apoyo y prestigio. Sin embargo, en nuestro Continente
se vive una primavera democrática.
Si hoy la coyuntura es otra y ya no
hay lugar para la lucha armada, no es por eso que el ideario
encarnado por el Che Guevara pierda actualidad. El proceso de
globo-colonización profundiza las desigualdades mundiales. Tan solo
cuatro ciudadanos de los Estados Unidos poseen una fortuna superior
a la suma de las riquezas de 42 naciones del mundo, con 600
millones de habitantes. En América Latina, 400 mil niños, con edad
inferior a cinco años, mueren de desnutrición por año.
En Brasil, los 10 % más ricos de la
población dividen entre sí el 47 % de la riqueza nacional; mientras
en la otra punta, los 10 % más pobres quedan con apenas el 0,17 %
de la riqueza nacional.
El mundo y América Latina exigen su
liberación. Caso contrario, nos dirigiremos todos hacia la
barbarie. La figura ejemplar del Che es un aliento a todos aquellos
que aún creen en la fuerza de la esperanza.
El mundo puede y debe ser diferente.
"Otro mundo es posible". Y la diferencia será marcada por el día en
que, como previó el profeta Isaías, hace 2600 años, la paz sea hija
de la justicia. Solo así saldremos adelante, tejiendo los vínculos
de la globalización de la solidaridad.
Empuñar las armas no es lo más
importante del ejemplo y de la herencia del Che. Como atestigua
esta obra, hay que resaltar su internacionalismo, su amor y
dedicación a los mineros de Chile, a los enfermos del mal de Hansen
en el Perú y de Guatemala, a los enfermos de México, a los
campesinos de la Sierra Maestra... En fin, hay en la vida del Che
un acentuado evangelismo de quien se despojó de todo, hasta de su
propia vida, para que otros tuviesen una vida de plenitud.
Infeliz el país que requiere de
héroes, decía Brecht. Pero más infeliz aún, podemos decir, de aquel
pueblo que tiene como héroes a figuras fútiles del entretenimiento
y de la opulencia. Es en ese vacío de paradigmas y horizontes
libertarios donde nuestros ojos son aún ofuscados por el polvo
levantado por la caída del Muro de Berlín. Resucitar al Che, como
hace el doctor Reginaldo Ustariz Arze, es prestar un servicio a la
esperanza de justicia y paz. Es hacernos creer que el ser humano es
un proyecto viable siempre que esté imbuido, como proclamó el Che
Guevara, de "fuertes sentimientos de amor".
Frei
Betto