SOLAMENTE de vez en cuando, o a diario,

pensándolo, o cuando menos lo pienso,

detrás de mí y en medio y por delante,

estoy arruinado, contrito, tapándome

con una manta el corazón

y mis muelas.

Me cae la flor de la bugambilia

y me cae el viento

y me cae mi madre

—y mi padre, y mi mujer y mi hijo—

y me levanto con el nombre ajado

y recojo mi lengua llena de hormigas.

Vivo bien.

No tengo queja de nada ni de nadie.

Sólo que a veces, cuando viene el agua

me mojo a media calle

y cada día me parezco más a un poste.

Alguien me va a decir alguna cosa,

la va a sacar de algún costal de mentiras,

y desde entonces voy a ser feliz y triste.

Hoy, de ladrón no paso,

ni paso de vivo.