QUIERO QUE me socorras, Señor, de tanta sombra

que me rodea, de tanta hora que me asfixia.

Quiero que me socorras. Nadie, de esta intranquila

supervivencia, de esta sobremuerte agotadora.

Quiero que me hundas, Padre, de una vez para siempre

en tu caldera de aceite.

Quiero, hijo, que me entierres, bajo piedra y lodo,

y una plancha de acero, sin un árbol.

Quiero que todos griten por mí,

quiero que me acompañen y me auxilien

antes de caerme a mis pies.

(Sobre mis zapatos me voy a caer

como si me quitara el traje.)



Quiero que tu divina presencia, Comecaca,

apuntale mi espíritu eterno.

Quiero que el coro de las estrellas

cacofónicas truene.



Quiero que el viento me recorra de norte a sur,

de este a siempre.

Quiero crecer como una piedra regada todas las mañanas

por el jardinero del sol.