Caderas

Yo no soy bonita

ni lo quiero ser

porque las bonitas

se echan a perder.

Un día te despiertas y allí están. Listas y esperando como un Buick nuevo con las llaves con el motor prendido. ¿Listas para llevarte a dónde?

Sirven para cargar al bebé cuando estás cocinando, dice Rachel dándole más rápido a la cuerda de saltar. No tiene imaginación.

Las necesitas para bailar, dice Lucy.

Si no las tienes puedes volverte hombre. Nenny lo dice y lo cree. Ella es así por su edad.

Muy bien, digo yo antes de que Lucy o Rachel se burlen de ella. Es bien tonta claro, sí, pero es mi hermana.

Pero lo más importante es que las caderas son científicas, sigo yo, repitiendo lo que Alicia ya me dijo. Por los huesos puedes saber si un esqueleto fue de hombre o de mujer.

Florecen como las rosas, le sigo porque obviamente soy la única que puede hablar con alguna autoridad; la ciencia está de mi lado. Los huesos un buen día se abren. Así nomás. Un día puedes decidir tener niños, y entonces ¿dónde los vas a poner? Deben tener espacio. Los huesos dan de sí.

Pero no tengas muchos porque el trasero se te ensancha, así es la cosa, dice Rachel, cuya mamá es ancha como lancha. Y nos echamos a reír.

Yo lo que pregunto es quién de las de aquí está lista. Tienes que ensayar para saber qué hacer con las caderas cuando las tengas, digo yo componiéndolas al caminar. Tienes que saber cómo caminar con caderas, la práctica, tú sabes. Como si una de tus mitades quisiera ir para un lado y la otra para el otro.

Eso es mecerlo, dice Nenny, como arrullar al bebé dormido dentro de ti. Y entonces comienza a cantar: a la ro ro niño, a la ro ro ya, duérmase mi niño, duérmase mi amor.

Estoy por decirle que es la cosa más idiota que haya oído jamás, pero mientras lo pienso…

Tienes que pescar el ritmo, y Lucy comienza a bailar. Sabe de qué se trata, aunque le cuesta mantener quieto su caboose.

Tiene que ser así nomás, digo yo. Ni muy rápido ni muy lento. Ni aprisa ni despacio.

Bajamos la rapidez de los medios círculos hasta una velocidad a la que Rachel, que acaba de entrar, pueda seguir moviéndose.

Quiero sacudirme como juchi-cuchi, dice Lucy. Está loca.

Yo me quiero mover como hebí-yebí, digo yo siguiendo su ejemplo.

Quiero ser Tahiti. O merengue. O electricidad.

¡O tembeleque!

Sí, tembeleque. Esa es buena.

Entonces es Rachel la que comienza:

Miren mis caderas

hagan como yo

la que no lo baile

es que se murió.

Lucy espera un minuto antes de su turno. Está pensando. Luego comienza:

Cadereo cadereo

todo baile es un meneo

quizá sí, quizá no.

Ondular ondular

las rodillas sin parar

quizá sí, quizazás.

Se equivoca en el quizá. Cuando me toca espero un poquito, respiro hondo y me aviento:

Hay caderas redondas como un salvavidas,

otras salen cuadradas como puerta de casa,

algunas son picudas como caballo flaco.

No me importa la forma que tengan mis caderas,

lo que quiero es tenerlas, que me aparezcan ya.

Ahora todo mundo está prendido menos Nenny que todavía tararea duérmase mi niño, duérmaseme ya. Así es ella.

Cuando los dos arcos se abren anchos como quijadas, Nenny salta delante de mí, tic, tic la cuerda, saltando los aretitos de oro que Mamá le regaló por su primera comunión. Nenny es del color de un pan de jabón para ropa, como la tejita café que sobra después del lavado, el huesito duro, mi hermanita. Su boca se abre y ella comienza:

Patito, patito

color de café,

si usté no me quiere

pos luego por qué.

Esa canción vieja no, digo yo. Tienes que hacer tu propia canción. Invéntala ¿sabes? Pero ella no entiende o no quiere. Es difícil saber cuál de las dos. La cuerda vuelta y vuelta y vuelta.

Dos y dos son cuatro,

cuatro y dos son seis,

seis y dos son ocho

y ocho, dieciséis,

y ocho veinticuatro

y ocho treinta y dos,

ánimas benditas

que se me murió.

Puedo ver que Lucy y Rachel están fastidiadas, pero no dicen nada porque ella es mi hermana.

Brinca la tablita

yo ya la brinqué.

Nenny, digo yo, pero no me oye. Ella está lejos, a muchos años luz. Ella está en un mundo al que nosotras ya no pertenecemos. Nenny. Yéndose, yéndose.

Bríncala de nuevo

yo ya me cansé.