Cuatro árboles
flaquititos

Son los únicos que me entienden. Soy la única que los entiende. Cuatro árboles flacos de flacos cuellos y codos puntiagudos como los míos. Cuatro que no pertenecen aquí pero aquí están. Cuatro excusas harapientas plantadas por la ciudad. Desde nuestra recámara podemos oírlos, pero Nenny se duerme y no aprecia estas cosas.

Su fuerza es secreta. Lanzan feroces raíces bajo la tierra. Crecen hacia arriba y hacia abajo y se apoderan de la tierra entre los dedos peludos de sus pies y muerden el cielo con dientes violentos y jamás se detiene su furia. Así se mantienen.

Si alguno olvidara su razón de ser todos se marchitarían como tulipanes en un florero, cada uno con sus brazos alrededor del otro. Sigue, sigue, sigue, dicen los árboles cuando duermo. Ellos enseñan.

Cuando estoy demasiado triste o demasiado flaca para seguir siguiendo, cuando soy una cosita delgada contra tantos ladrillos es cuando miro los árboles. Cuando no hay nada más que ver en esta calle. Cuatro que crecieron a pesar del concreto. Cuatro que luchan y no se olvidan de luchar. Cuatro cuya única razón es ser y ser.