Capítulo 10

Aparcó el coche a seis manzanas y tomaron un taxi hasta The Laurel, un lujoso condominio de treinta plantas de altura con una ubicación privilegiada en Upper East Side.

La imponente fachada de vidrio y piedra caliza del edificio era la primera impresión del lujo y comodidad que ostentaban los distinguidos pisos que la conformaban.

El conserje lo reconoció en cuanto lo vio acercarse, o al menos al que creía que él era.

—Señor Blake, qué gusto volver a verlo.

—Gracias…

—Leonard, señor —se apresuró a responder el diligente empleado.

—Sí, disculpa, Leonard, es que he estado bastante ocupado últimamente y la verdad me ha sido casi imposible volver a venir.

La mirada desconcertada del conserje le advirtió que algo no andaba bien.

—Ohm… ¿podemos hablar a solas, señor Blake?

Selene se disculpó en silencio y se alejó hasta la entrada de los ascensores desde donde tenía un buen ángulo de la conversación a través de los impecables cristales, pero sin alcanzar a escucharlos.

—Señor, disculpe si he sido indiscreto, pero no comprendo, usted estuvo hace dos días aquí, supongo que porque estaba con la morena, y ahora… lo siento.

—Olvídalo, no quiero que mi esposa se entere, ya sabes, ahora soy un hombre casado, ¿me comprendes, Leonard?

—Por supuesto, señor, espero no haberle arruinado la velada.

—Olvídalo, nada que un buen champagne y una joya no arreglen. Ahora, por favor entrégame la copia de la llave del penthouse, olvidé la mía en el coche.

—Con todo gusto, señor.

Para cuando subieron al ascensor, Ryan tenía un semblante diferente, se debatía entre decirle a Selene que se dirigían al nidito de amor de Ronan y Macarena, o callar hasta que ella lo descubriera de alguna manera.

El espectacular penthouse contaba con más de trescientos cincuenta metros cuadrados de puro lujo, dos salones, una cocina amplia, comedor, tres dormitorios y cuatro cuartos de baño.

Uno de los salones daba a una extensa y cómoda terraza, con una pérgola de madera, sillones preciosos y una chimenea; aunque lo más impresionante era la vista de la ciudad, que desde allí parecía reducida a pequeñas luces en el horizonte.

—Ponte cómoda —ordenó antes de dar un rápido vistazo y revisar las habitaciones con el propósito de verificar que no hubiese quedado alguna prueba de la infidelidad en aquel lugar.

Era insólito; su hermano, no conforme con todo lo que tenía, también quería asumir el control de su única propiedad, al menos en la ciudad.

—¿Qué te dijo el conserje?

—Que estuve hace unos días aquí, tendremos que echar un vistazo en las habitaciones ahora, o después de cenar, pero tiene que ser hoy, porque mañana llegará Lindsay Harris, una antigua amiga de mi madre que comprará este penthouse.

—Bien, por mí podemos hacerlo ahora mismo.

—Excelente, tú revisa los salones y los cuartos de baño, yo revisaré las habitaciones, la cocina y el comedor.

Durante más de tres horas hicieron una exhaustiva búsqueda de cualquier documento o prueba que los llevara a dar con el paradero de Ronan, pero no hallaron absolutamente nada.

Después de repasar la despensa y el refrigerador, constató que solo había sándwiches, y con el fin de evitar que alguien más supiera dónde se encontraban, decidieron preparar unos emparedados de jamón y queso para cenar.

La tensión entre ellos era cada vez más intensa, no podía evitar imaginar qué estaría pensando, porque parecía que su cerebro trabajaba a una velocidad que duplicaba la del suyo.

—¿Llevas mucho tiempo de noviazgo con… ella? —indagó de forma casual.

—Poco más de un año, su nombre es Kate.

—Disculpa, no pude evitar ver su foto en tu móvil, es hermosa.

—Descuida, es modelo de trajes de baño, y lo que más disfruta es que admiren sus fotografías —reveló con un gesto de hastío.

—Sí, definitivamente parece del tipo de mujer que un hombre como tú elegiría.

Sus palabras llevaban la nota mordaz de un dolor casi imperceptible en su ego.

—En realidad es una elección, y no sé a qué te refieres cuando dices “un hombre como yo”.

—Tal vez… atrevido, intrépido, despreocupado.

Ryan sonrió y comenzó a desabotonar con lentitud su camisa y, aunque entre sus intenciones no figuraba la de seducirla, era consciente del efecto que podrían causar sus calculados movimientos.

Sin quitarle los ojos de encima mostró con orgullo las imponentes obras de arte dibujadas sobre los estupendos pectorales, hombros y brazos tonificados.

En el hombro derecho llevaba el emblema de Harley Davidson, con un águila en colores rojo y negro; y en la parte frontal tenía un dibujo tribal, posiblemente maorí que abarcaba hasta el hombro izquierdo.

Apretó sus manos en su regazo porque creyó que se moverían solas para tocarlo. Era una imagen excitante y por demás erótica, quizás el sueño de muchas mujeres, tener a un tipazo tan atractivo y seductor como ese, sentado sin camisa frente a ellas.

Ronan tenía un cuerpo atlético, sin embargo, se notaba a simple vista que Ryan había trabajado sus músculos con esmero.

—Te faltó agregar bronceado, tatuado, y por supuesto sin una cuenta millonaria; algo así como una versión antagónica de mi hermano.

Percibió sus palabras más como un recordatorio del terreno donde se encontraba, que como una aclaratoria.

—Estoy agotada, me voy a la cama, hasta mañana.

—Puedes elegir cualquiera, excepto la que está al final del pasillo, yo estaré allí.

«Solo faltó agregar “esperándote”», pensó Selene con una frustración inquietante.

Terminó de recoger los trastos, los colocó en el lavavajillas y ordenó todo, para irse directo a la ducha, lo necesitaba.

Y no era precisamente debido al calor, estaba acostumbrado a soportar la temperatura infernal de Miami, sino, más bien, porque deseaba deshacerse del cúmulo de pensamientos que se arremolinaban en su cabeza y le impedían pensar con coherencia.

El timbre del móvil llamó de inmediato su atención, había esperado ansioso esa llamada telefónica.

—¿Vulcano?

—¿Qué me tienes?

—El viejo va rumbo a altamar en un yate con agradable compañía y todo incluido. Con respecto a la firma de inversiones, parece que no hay ofertas, ni ningún indicio de que NY Society Globe haya querido adquirir acciones de Nynversion Firm, mucho menos fusionarse en sociedad con esta, que al parecer no cuenta con todos los permisos para operar, espero que eso te sirva.

—Gracias, Paul, más de lo que crees, pero esto complica las cosas.

—Hay algo más.

—Te escucho.

—Patrick quiere hablar contigo… personalmente, dice que es importante, y que puedes avisarle cuándo y dónde, pero que te des prisa.

Patrick O´Neal era un policía que conocía desde su juventud, un buen chico que eligió un camino diferente al que había tomado Ryan, quería hacer las cosas bien, por eso se enlistó en policía, y hacía poco más de un año había sido ascendido a detective.

Patrick estaba agradecido con él, porque fue el único que lo ayudó cuando muchos le dieron la espalda. Y a pesar de que Ryan no estaba económicamente estable en ese entonces, lo socorrió a través de una fundación con todos los tratamientos y consultas médicas cuando le diagnosticaron cáncer a su esposa.

Se puso a su disposición y le aseguró que si llegase a necesitarlo, solo le avisara. Sin embargo, era él quien quería hablarle, y estaba seguro de que se trataba del secuestro de Ronan.

La deliciosa caída de agua tibia que asemejaba la de una cascada descendió con fuerza sobre su cabeza, y dejó escapar una exhalación profunda para soltar toda la tensión que había acumulado desde que llegó.

Miles de ideas iban y venían sin control, pero una de ellas se negó a abandonar su mente, era el rostro impasible y hermoso de Selene, sus redondeados y firmes senos, lo cuales deseaba tener entre su boca, así como esos labios voluptuosos y provocativos presos de los suyos.

Evocar su contacto fue como si una corriente eléctrica se hubiese extendido por todas sus terminaciones nerviosas y desembocara justo en su sexo.

Miró con interés la zona donde se erguía con orgullo más de dieciocho centímetros de pura dureza.

Pensó que quizás la única manera de volver a tener la cabeza en paz, al menos de momento, sería desahogarse, calmar su apetito sexual, y así centrarse en lo más importante.

Llevó la mano derecha a su falo erecto en su totalidad, lo sujetó con firmeza y con movimientos lentos, la resbaladiza espuma jabonosa hizo el resto provocándole una placentera sensación de caricia, mientras que en su mente los labios sensuales de Selene se abrían hambrientos para recibirlo, desnuda e inclinada, empapada por el agua de la ducha que caía sobre su larga cabellera oscura y con una mirada deseo en sus hermosos ojos.

No hizo mucho esfuerzo para que las imágenes eróticas lo envolvieran en una bruma de éxtasis que sacudió su cuerpo con un intenso clímax que lo dejó exhausto.

La noche de Selene fue menos grata, no pudo conciliar el sueño hasta poco después de las dos de la madrugada, cuando su cuerpo, agotado por la actividad del día junto con la cantidad de cavilaciones que pululaban en su mente, cayó en un profundo sueño.

Despertó sobresaltada a las seis y treinta de la mañana, sin saber dónde se encontraba. Su corazón acelerado le indicaba que podría haber algo fuera de lo normal, y en efecto así era.

Los recuerdos del día anterior la golpearon con la fuerza de un bloque de hielo sobre el rostro, y sin más se derrumbó en llanto.

Quería despertar de esa absurda pesadilla y regresar a su vida monótona y normal junto a Ronan, volver al resguardo de su piso y a las caricias salvajes que aliviaban cualquier sentimiento de inferioridad que podría tener.

Las manos varoniles recorrieron su espalda para calmar la angustia en la que estaba sumida, la fragancia a roble y vainilla inundó su olfato y se abrigó bajo la protección del tórax amplio, protegida bajo los brazos fuertes y cálidos más reconfortantes que hubiese sentido jamás.

Alzó los ojos y se perdió en la mirada intensa y transparente llena de ternura, paz y la seguridad que no había sentido antes.

“¿Es un sueño, o está sucediendo en realidad?”, pensó, sin querer despertar de ese hermoso sentimiento, deliciosas sensaciones y dulce mirada.

El placentero contacto de sus labios con los suyos le arrancó un gemido que avivó la llama de la pasión y se convirtió con rapidez en un voraz incendio que solo él podía apagar con sus besos, sus caricias y su cuerpo.

Metió sus manos bajo la camiseta oscura que escondía los sensuales pectorales y la sacó casi de un tirón, sus ojos quedaron fijos sobre los tatuajes que adornaban la extensión de la piel bronceada, él no era Román.

Dejó sus dedos puestos sobre la superficie del pecho que había adquirido una respiración agitada, él la observaba con deleite y ansiedad en partes iguales.

Ryan solo acudió para socorrerla cuando la escuchó sollozar, lo que jamás imaginó fue que ella en su delirio lo sedujera con tanta facilidad, sabía que no era a él a quien quería, sino a Ronan, por eso decidió dejarla hacer hasta que se diera cuenta de su error; lo consideraría como el único non plus ultra de su vida.

Tampoco contaba con que lo disfrutaría tanto, y que en ese momento hubiese dado cualquier cosa por ser quien ella quería, con tal de saborear las delicias de su cuerpo.

Estaba confundida, anhelaba que fuese su marido quien estuviese con ella en esa cama, pero, por otro lado, no deseaba separarse de él.

—¿Te sientes bien?

La voz aterciopelada de Ryan solo consiguió que algo estallara dentro de ella, dejando solo pedazos de sentimientos, frustraciones y desilusiones desparramadas en su interior.

—¿Me darías un abrazo? —suplicó con la voz entrecortada y lágrimas en sus mejillas.

El dolor en sus ojos anegados de angustia era real, no le cabía la menor duda de que ella sufría.

—Oh, chiquita, te daría lo que me pidieras con tal de verte sonreír —confesó casi sin pensar en las consecuencias de sus palabras; mientras que el nudo en su pecho oprimía con más fuerza que las de sus brazos al cuerpo femenino que había despertado no solo una formidable erección en cuestión de segundos, sino emociones que se le dificultaba controlar cada vez más.