Capítulo 11

Ryan convenció a Selene para hacerle una visita a su cliente. El propósito era el de investigar más acerca del posible fraude en el que sospechaba que su hermano y su cuñada estaban involucrados.

Les tomó tan solo diez minutos llegar hasta su residencia. Un espectacular ático con una extensión de más de ochocientos metros cuadrados, ubicado en un lujoso edificio de la calle 29.

Bill Raymond los recibió sin dudarlo, después de todo, se trataba de su agente de seguros, y su nuevo socio, eran razones suficientes para esperarlos casi con ansias para celebrar.

Después de una calurosa e inesperada bienvenida, los condujo hasta una de las tres espectaculares terrazas, con vista del Empire State Building, Chrysler Building, Met Life Building y el imponente edificio York Life.

El hombre de unos sesenta y un años con apariencia de presidente de una gigantesca corporación tomó asiento frente a ellos, después de pedir a su doméstica algunas bebidas refrescantes y galletas.

—¿Y bien? ¿Qué los trae por aquí? —inquirió impaciente con los ojos negros fijos sobre los de Ryan.

—Es un poco extraño, lo sé, sin embargo, tenemos entendido que ha surgido un pequeño inconveniente, ya sabes, parece que algo no está bien, y retrasarán el pago, ¿estabas enterado de esto?

Ryan había hecho su primer movimiento, esperaba encontrar las respuestas adecuadas, y para ello debía hacer las preguntas indicadas.

La repentina palidez en el rostro de Raymond le dio la pista que necesitaba.

—No lo sabía, me dijeron que todo estaría bien, hasta recibí una llamada del oficial de policía, ese tal Edmonds, me dijo que en menos de dos semanas tendría el cheque en mis manos.

—Al parecer surgió una pista, ¿me comprendes? —Volvió a incitarlo para que hablara, esta vez con un acentuado énfasis en sus palabras.

—En realidad no comprendo nada, cuando hablamos, me pediste que no discutiera esto con tu prometida, porque ella no estaba enterada de nada, y ahora la traes aquí y veo que lo sabe todo.

—No quería que supieras que ella también trabaja conmigo, es por su reputación como agente, pero ahora necesitamos resolver esto.

—¡Tal vez tú seas el indicado para resolverlo!, puesto que me aseguraste que tu amigo proporcionaría gente confiable que haría un trabajo impecable, y ahora… dejaron pistas.

Se levantó de su asiento y dio varias vueltas en círculos, frente a Ryan y Selene, que rogaban para que el hombre no decidiera jugarles sucio.

—Lo resolveremos, solo quería que lo supieras, y si por casualidad no recibes el pago a tiempo, no se te ocurra presionar a la aseguradora, ¿comprendes lo que digo? —aclaró para tranquilizarlo.

—Está bien, resuélvelo, Blake, sabes que no estoy solo en esto.

—Lo sé, ahora te agradecería que continuemos manteniendo esto en secreto, no queremos que nadie más se entere.

—Por mí no será.

—Eso creí, gracias por recibirnos, debemos marcharnos, tenemos una cita.

Salieron en silencio y, a pesar de que Ronan había quedado al descubierto con lo que confesó su cliente, decidieron guardar sus impresiones durante un buen rato.

—¿Le hablaste al perito valuador? —preguntó Ryan.

—Sí, nos espera en el café Mocaccino York.

—Sin duda alguna, el viejo Raymond quedó convencido de que era Ronan —conjeturó Ryan.

—Cierto, lo hiciste muy bien, hasta a mí me convenciste… creo que mi marido estaba metido en un serio lío, y también me implicó.

—Lo sé, ya veremos qué nos dice el experto que se encargó de la inspección del siniestro —zanjó él para evitar hablar más de la cuenta.

En virtud de que los domingos la empresa aseguradora WSY Insurance no laboraba, Selene telefoneó al ajustador de pérdidas para quedar.

Simon Davis, un hombre de mediana edad y baja estatura, aunque tenía gafas, acercaba el periódico de sus ojos a menos de cinco centímetros.

—¡Querida Selene! Qué gusto verte, creí que estabas de luna de miel

Dejó la prensa sobre la mesa y se incorporó para abrazar a la chica que lo rebasaba en estatura por varios centímetros, a pesar de que ella no tenía más de 1,73 cm.

—También me da gusto verte, Simon. Él es… Ronan, mi marido.

—Sí, lo vi en la sección de farándula del fin de semana, luce igual que en la fotografía —confesó haciendo un rápido escaneo desde la cabeza hasta los pies.

—Es un placer conocerlo, lamentamos molestarlo en su día de descanso, es que nos… a mi esposa le urge aclarar un siniestro de uno de sus clientes antes de marcharnos a nuestra luna de miel.

—Tomen asiento, ¿desean algo de tomar?

—Estamos bien, solo queremos saber acerca del avalúo que le hiciste a la propiedad del señor Raymond, ¿lo recuerdas? —inquirió Selene con especial cuidado.

Al sujeto le fue imposible ocultar la expresión de sorpresa que apareció en su rostro, la cual disfrazó con una tos falsa. Bebió un poco de agua, y se inclinó hacia adelante.

—Ya la entregué, es mucho dinero, y con seguridad en unas semanas habrá cobrado la indemnización, ¿no comprendo a qué viene todo esto?

Era indudable que el tema le causaba incomodidad. Evadía la intensa mirada de Ryan y tamborileaba sus dedos sobre la superficie de la mesa.

—Solo quiero saber si la empresa de seguros encontró algún indicio que llevara a plantear alguna duda acerca del robo.

—¡Eso no es posible! No soy el único que hace el estudio, sabes que la policía emite también un informe.

—Al cual tú tienes acceso —lo interrumpió Selene.

—Sí, y no puedo entregártelo.

—Pero sí decirme lo que dice el fulano informe, ¿cierto?

El hombre resopló vencido, sabía que de todas formas ella conseguiría la información en unos días, así que decidió ayudarla.

—Fue un robo, y el señor Raymond no tuvo nada que ver, ahora si me disculpan, debo irme.

—Una última pregunta. —La voz de Ryan lo paralizó—. ¿Alguien más lo ha contactado por este siniestro?

Era evidente que el viejo Simon no sabía mentir, y si el clima hubiese sido el infernal de Florida, habría justificado el sudor que comenzaba a resbalar casi sin control por su frente.

Volvió a tomar asiento, llevó su mano temblorosa al bolsillo de pantalón y sacó un pañuelo con el cual limpió el sudor de su rostro. Aspiró profundo y acercó un poco más la silla.

—Llevo más de veinte años como ajustador en el mercado asegurador, y es la primera vez que tengo la desgracia de caer en un agujero como este, no voy a arriesgar mi vida, ha sido tiempo suficiente como para que me jubile, y es justo lo que haré, suerte con esa gente.

—¡Fue un fraude! —exclamó Selene en voz baja después de que Simon se alejara con rapidez hacia su coche—. ¡Y Ronan está implicado!

El rostro impasible de Ryan no podía ocultar la zozobra por la difícil situación en la que se hallaban, era muy probable que su hermano hubiese estado involucrado en la fraudulenta declaración, y aun así expusiera a su propia esposa.

—Necesitamos unir las piezas de este maldito rompecabezas, porque si lo que dijo ese enano es cierto, mi hermano y tú podrían ir a la cárcel, tanto por este absurdo siniestro y fraudes a empresas aseguradoras, como por estafa con la firma de inversiones.

—¡¿De qué demonios hablas?! Yo no he hecho nada, y estoy segura de que Ronan… ¡maldición, si ya no sé con quién carajo me casé!

—Cálmate, debemos evitar llamar la atención.

Selene aspiró profundo y se ajustó las gafas oscuras antes de devolverle la mirada, en realidad se preparaba para escuchar lo que quizás no estaba en condiciones de asimilar.

—La firma de mi hermano no tiene ninguna propuesta para formar parte de NY Society Globe; por el contrario, ha estado operando sin los debidos permisos, lo que podría acarrearle severas sanciones, a eso me refiero. ¿Conoces a los socios?

—No, son accionistas que actúan por medio de apoderados, ellos autorizaron para Ronan a presidir la firma y figurar en todas las transacciones.

—Eso es muy conveniente para alguien que no quiere figurar públicamente —dedujo, en tanto que observaba cada una de las expresiones en el rostro de Selene, quizás en busca de inocencia.

—Buen punto, por otro lado, en el supuesto de que ambos delitos sean ciertos, ¿por qué alguien así pediría un rescate, y no las pruebas que lo incriminan?

—Solo por dos razones: la primera, para saldar una deuda con Ronan, mi abuelo… o conmigo; la segunda, es que en realidad sabían que yo regresaría, y no se conformarían solo con el dinero del rescate… sino también aprovecharían para cobrar venganza.

Ya no le cabía la menor duda de que Lombardo estuviese detrás de todo, además el secuestro de Ronan garantizaría que Ryan regresara a la ciudad.

Cogió el móvil y de inmediato telefoneó a Paul.

—¿Recuerdas el lugar donde discutimos la última vez? —indagó esperando que no hubiese olvidado la memorable disputa entre ellos.

—Sí, ¿qué pasa?

—Nos veremos allí en cuarenta y cinco minutos, por favor lleva contigo a mi chica.

—Entendido.

Selene pasó de estar preocupada a angustiada, y en cuestión de segundos a iracunda.

—¿Qué sucede contigo? ¿Atravesamos por una situación por demás difícil y peligrosa y tú… quieres ver a tu novia?

Si no hubiese estado tan tenso, con seguridad se habría echado a reír, pero verla furiosa sin motivo aparente, le agradó, ya que según pintaba podrían ser celos.

—Dame tu móvil.

—¿Para qué?

—Por favor, dame el móvil.

Con un mohín le entregó el teléfono y Ryan escribió con rapidez en el dispositivo.

—Allí tienes mi número, si algo sucede, no dudes en llamarme. Te enviaré en taxi al penthouse, me esperarás allá.

Selene lo miró sorprendida con una chispa de irritación en sus ojos.

—Hace apenas unas horas, no querías que estuviese sola, y ahora, te deshaces de mí para poder ir con tu amigo y tu chica sabrá Dios a dónde, mientras que…

—Después te lo explicaré, te lo prometo —la interrumpió con un casto beso en los labios antes de cogerla de la mano y acomodarla en el asiento trasero de un taxi.

Se dirigió a un teléfono público y desde allí telefoneó a Patrick, tenía que saber lo que él tenía, antes de dar el próximo paso.

Llevaba apenas diez minutos sentado en una banca frente al río Hudson, una hermosa vista matutina en un día un poco nublado enmarcaba el horizonte.

Divisó a unos diez metros la figura del sujeto que se acercaba con rapidez, por un momento dudó, hasta que lo reconoció, era Patrick.

—Veo que los años han sido benevolentes contigo —comentó el hombre regordete de piel oscura, antes de darle un fuerte abrazo.

—También me alegra verte, aunque luces un poco diferente —reveló Ryan al notar la obesidad del que una vez fue uno de los mejores jugadores de fútbol de la escuela secundaria.

—Sí, lo sé, mañana comenzaré una dieta, no… es broma —confesó con una carcajada y se sentó a su lado.

—¿Cómo están Anna y las niñas?

—Están bien, ella son lo único que necesito en mi vida, así que lo tengo todo.

—Me alegra escucharlo, suelta de una vez eso que tienes que decirme, no tengo mucho tiempo.

—Lo sé, ¿por qué no me avisaste del secuestro de tu hermano? —preguntó mirándolo directo a los ojos.

—¿Tú cómo lo sabes?

—¿Por qué mejor no me preguntas cómo ahora mismo estropeas parte de mi investigación?

—No comprendo a lo que te refieres.

—No he podido dar con las evidencias que me lleven a detener a El bulldog y a sus amigos pandilleros, y cuando estoy a punto de hallar algo, entras a casa de Ronan, sustraes evidencia importante para mi caso y vas por ahí en busca de pistas que debería haber encontrado yo, ¿ahora me comprendes?

—No sé a cuáles pistas te refieres.

—Sí que lo sabes. Como yo lo veo, tenemos una sola oportunidad para sacar el blanco trasero de tu hermano sano y salvo de las garras de la mafia, que además no vaya a prisión por los cargos de estafa agravada, y de una vez, capturar a esos tipos por todos los delitos que podrían llenar con facilidad una hoja completa.

—Está bien, pero hay algo más —pidió Ryan.

—Tienes mi atención.