Sin siquiera darse cuenta de pronto estaba frente a la entrada de cuidados intensivos. Se inclinó un poco para ver adentro y se percató de que la cama que había ocupado Ryan se encontraba vacía.
—¿Busca a alguien, señorita?
Dio un respingo al escuchar la voz de la chica tras ella.
—Sí, a Ryan Blake.
—El señor Blake fue trasladado a una habitación privada en el área de hospitalización.
—Gracias.
Le tomó apenas tres minutos llegar hasta donde se encontraba Ryan, y tuvo que armarse de valor para hacer el intento de pasar.
Iba a tocar, pero se percató de que la puerta se encontraba entornada, y podía escuchar voces y risas.
Estaba indecisa, no sabía si entrar en ese momento o dejarlo para después; aspiró profundo y se asomó por la hendidura. Su mayor sorpresa fue descubrir a Kate sentada al lado de la cama donde Ryan se encontraba acostado.
Tenía la mano de él entre las suyas y dedujo que le contaba algo divertido, ya que él sonreía por completo.
—Puede pasar, todavía queda tiempo para la visita.
La inoportuna información de la enfermera que después entrar a aplicar un tratamiento, y dejarla expuesta en medio de la puerta abierta, hizo que ambos fijaran su atención sobre Selene.
Ryan tragó grueso al volver a verla, se veía más pálida de lo normal, frágil y las ojeras bajo sus ojos evidenciaban la falta de descanso.
Se sintió terrible de imaginar todo lo que ella habría pasado mientras él estaba inconsciente, y un nudo en el pecho apretó con fuerza en su corazón.
Sus ojos parecían hablarle, la había extrañado y, desde el momento en que despertó, a la única persona a quien hubiese deseado ver era a ella.
Imaginó varios escenarios, pero jamás que su novia estaría presente cuando volviera a verla.
—Adelante, Kate me dijo que ayer se conocieron, ¿estás bien? —sondeó inquieto.
—Hola, sí, ayer nos conocimos, estoy bien, gracias.
Selene dio unos pasos, se quedó cerca de la entrada y esperó a que la enfermera se marchara.
La perspicaz chica giró su cabeza y los miró a ambos, tal vez en un intento por descifrar sus miradas.
—Veo que te has recuperado —aseguró tras unos segundos en silencio.
—Gracias por venir, Selene. Ryan se recuperará pronto. —Intervino Kate para deshacerse de la presencia de la intrusa.
Notó con desagrado la forma cómo él se había transformado en cuestión de segundos, desde el tono de su voz, hasta el imperceptible gesto de retirar su mano.
Era evidente que su cuñada representaba algo importante en la vida de su prometido.
—¿Has podido hablar con mi abuelo o has visto a mi hermano? —indagó él tras ignorar por completo el comentario de Kate.
Se sintió peor que cuando los vio desde la entrada, ¿cómo podría justificar que todavía no había visitado a su esposo?
—Sí, están bien —mintió—, aunque el señor Benjamín no recibe visitas.
—Hablé por teléfono con él esta mañana, y me dijo que cuando te viera te agradeciera todo lo que has hecho por nosotros, que en cuanto regrese a casa quiere tener una conversación contigo.
¿Qué tendría que hablar Benjamín Campbell con ella? ¡¿Y si ya se había enterado de su desliz?! Se sintió aterrada ante la sola idea.
—Descuida, no creo que sea tan malo —aclaró casi de inmediato al percibir una expresión de angustia en su rostro.
Tener que fingir que no había sucedido nada entre ellos era muy difícil, pero tener que hacerlo delante de su prometida u otras personas, lo era todavía más.
Había una tensa expectación en la habitación y Selene evitó mirar sus hermosos ojos, sabía que ya no podría volver a estar cerca de él, al menos no de la forma como deseaba.
—Los dejo, disculpen la interrupción —zanjó para retirarse al menos con un poco de honor, ante una batalla que parecía perdida.
—Quisiera unos minutos a solas con ella, por favor —pidió Ryan a Kate.
La mujer hinchó su pechó y tras una mueca de desagrado, blanqueó los ojos y salió dando un portazo.
—No era necesario, tendrás problemas con tu prometida.
—No es mi prometida, nunca le pedí matrimonio —aseguró y clavó sus ojos sobre los de ella.
—Pero sí es tu novia.
—Eso no importa, y no le pedí que nos dejara solos para poder charlar acerca de ella, lo hice para hablar sobre nosotros.
—No existe un nosotros, Ryan, ¿no lo ves? —soltó tras tomar una bocanada de aire.
—Quiero una oportunidad, una para que puedas elegir con quién quieres quedarte, que lo hagas con el corazón, y no con tu cabeza.
—No lo creo, eso podría empeorar las cosas, no quiero complicarte más la vida y la de tu hermano, lo menos que pretendo es provocarles sufrimiento, además está Kate de por medio. Es una locura lo que me propones.
—Tal vez lo sea, y no por eso fingiré que nada ha sucedido entre nosotros.
Estaba decidido a enfrentar el momento, que por muy fugaz que pudiera haber sido, fue uno de los mejores de su vida, tanto por la experiencia de sentir a esa mujer de una forma tan íntima, como por la mixtura de emociones que despertaba aun sin proponérselo.
—No soy una mujer libre, además soy la esposa de tu hermano, lo siento.
—Acércate por favor —suplicó.
La emoción de volver a estar cerca de Ryan la tenían hecha un manojo de nervios, y la agitación desbordada se exteriorizaba a través de sus poros.
Se ubicó a un costado y se inclinó para probar por última vez la sensual boca del hombre que le había robado su corazón.
El delicado contacto se convirtió en un beso apasionado que despertó todos sus sentidos y puso su corazón a latir como tambor africano.
Ryan sintió que su pecho estallaría de emoción, y sus sentidos se agudizaron al punto de experimentar la primera erección desde que salió de la cirugía.
—Acabo de comprobar que mi cuerpo todavía responde a tu contacto —reveló con una ligera sonrisa, y acarició su rostro con añoranza de volver a tenerla con él.
Selene se sobresaltó cuando escuchó el sonido tras ella, Kate había regresado.
Era indudable que la cercanía entre ellos era inapropiada como cuñados, y terminó convenciéndose de lo que su instinto femenino había advertido.
Selene se apresuró a salir, cuando la voz de Ryan la detuvo cerca de la puerta.
—¿Vendrás mañana?
Kate abrió sus ojos azules y los miró a ambos, y aunque se esforzó por ocultar la ira que emanaba de ellos, le fue imposible.
Selene estuvo a punto de exteriorizar la felicidad que esas dos palabras produjeron en su alma y emocionaron su corazón.
Se mordió el labio inferior, y una fugaz sonrisa curvó su boca, antes de responder sin voltear.
—Por supuesto.
Salió presurosa de la habitación, pletórica y energizada, con la emoción contenida en su pecho y una pequeña llama de esperanza encendida en su pecho.
—¡Selene!
De pronto el grito de Kate a sus espaldas la detuvo a mitad del pasillo.
Se dio la vuelta y vio a la rubia acercarse con rapidez, a pesar de los tacones que parecían dos grandes torres bajo sus pies, lo cual le daba ventaja en estatura frente a ella.
Su rostro contraído con una sonrisa forzada evidenciaba que quizás era enojo contenido, y con mucha razón.
—Sé lo que tratas de hacer —aseguró Kate con desprecio.
—No tengo idea de lo que hablas.
—Déjame decirte algo, pigmea —se acercó hasta quedar a pocos centímetros de ella y la apuntó con su dedo índice—, no eres la primera que intenta interponerse entre él y yo, te garantizo de que las otras te llevaban gran ventaja, y he conseguido apartarlas a todas ellas sin ninguna dificultad, ni siquiera te molestes en seguir intentándolo porque me veré obligada a sacar lo peor de mí, y estoy segura de que no te agradará lo que sentirás.
—No pretendo quitarte nada.
—Qué bien, porque en el mejor de los casos te quedarás con solo uno de los gemelos, y ese no será mi hombre.
Ronan parecía distante cuando Selene entornó la puerta con cuidado. Sus rasgos se suavizaron y una sonrisa relajó las facciones de su rostro.
Era obvio que estaba feliz de volver a verla, y aunque no dijo nada hasta esperar que cerrara la puerta, Selene sintió que su corazón se saldría de su lugar y terminaría rebotando por los pasillos del hospital.
Llevaba una barba que no restaba ni un poco el atractivo que la había enamorado, y un brillo especial emanó de los ojos que la miraban con anhelo.
Tenía el rostro amoratado, y varios cardenales en los brazos y quizás en el resto del cuerpo. Su brazo izquierdo vendado reposaba a un costado de su cuerpo.
—Selene, has venido, mi dulce esposa —declaró e hizo un esfuerzo por incorporarse para recibirla.
—Ronan, ¿te sientes bien? —sondeó al escuchar tantas palabras de cariño juntas.
—Ahora que te veo sí, nadie me daba respuestas sobre tu paradero, y para colmo he perdido el móvil.
—Aquí estoy.
La leve expresión de desconcierto en el rostro de su marido fue lo que hizo que se percatara que lo había dejado con la mano extendida.
Sintió que su mundo iba a derrumbarse en cualquier momento, y que la vida junto a él no sería como la había imaginado.
Se apresuró a alcanzarla, con los sentidos agudizados al máximo, no pudo evitar establecer comparaciones entre esas manos de piel suave, y las de Ryan que eran ásperas y varoniles.
De inmediato se dio cuenta de que no sabía qué decir, ni por dónde comenzar.
—Me diste un buen susto —confesó con una media sonrisa.
—Lo siento, cariño. ¿Sabes cómo están Ryan y mi abuelo?
Tragó en seco al escuchar el nombre, ese del hombre que había conseguido hacerla sentir emociones que jamás imaginó que existirían.
—El señor Campbell está bien, supongo, porque tampoco recibe visitas, y Ryan sigue en observación.
—¿Te ha afectado? —Escudriñó con un dejo de escepticismo.
—¿Te refieres al secuestro de mi marido frente a mis ojos? —recordó para desviar la pregunta intencionada—. ¿O todo lo que tuve que pasar con tu hermano para conseguir dar contigo sin que la policía o tu abuelo se enteraran?, ¡por supuesto que sí!, en especial porque él estaba muerto desde antes de yo conocerlo, ¿no es cierto?
—Amor, perdona. No lo comprenderías, él quiso que fuera así, que nadie supiera de su paradero. Ahora hablemos de otra cosa, ¿has ido al loft?
—Pues sí, ¿por qué?
—Necesito que me traigas mi portátil, ¿podrías hacerlo?
—¿No te darán el alta hoy?
—No lo sé todavía —confesó con el ceño fruncido y una mueca de fastidio—. El oficial O´Neal estuvo aquí esta mañana, y no conforme con haberme interrogado, también ha prohibido que reciba visitas, como si yo fuese un criminal.
—Estoy segura de que es para tu protección.
—Como sea, tráela hoy —ordenó de forma tajante y desvió la mirada hacia la ventana.
Selene quedó en silencio, sabía que Ronan ocultaba los actos ilícitos en su portátil, lo que no se esperaba era que no quisiera hablarle al respecto.
—Tengo que irme, un cliente me espera —mintió tras hacerse insoportable su compañía.
—Bien, te espero esta tarde con lo que te pedí.
—Adiós.
Se acercó para darle un beso de despedida en la mejilla, y en una reacción que no esperaba de él, se inclinó y la cogió del rostro con ambas manos para besarla con fiereza.
Su instinto provocó un rechazo inmediato, y quizás por eso Ronan profundizó el beso, hasta esperar a que ella dejara de resistirse.
Se vio embargada por un sentimiento de repudio hacia sí misma; esos besos salvajes y rudos ya no eran tan excitantes como antes.
Ronan se separó de forma brusca y la miró directo a los ojos, buscaba la chispa que había encendido en ellos apenas unos días atrás.
—¿Ya no te gustan mis besos?
Los ojos entornados parecían escudriñar su corazón.
—No es eso.
—¿Qué es entonces?
—Estamos en el hospital… y en cualquier momento alguien podría entrar.
—Ya veremos cuando regresemos a casa, ahora ve.