Capítulo 25

Dio un último vistazo al espejo en la habitación y aspiró profundo. Era un día muy especial, por segunda vez contraería matrimonio, y con un hombre de apellido Blake.

Pero, a diferencia de la primera, vestía un sencillo vestido blanco que llegaba hasta sus rodillas, con encajes en la parte superior y mangas cortas, que se ajustaba a su silueta demarcando sus curvas de forma natural y elegante.

La boda se llevaría a cabo en la terraza del penthouse y con quien estaba convencida que amaba como nunca lo había hecho.

Habían pasado cuatro meses de locura. Tuvo que acompañar a su madre junto a Ryan a Florida, a donde se dieron una escapada de película.

La llevó a conocer su piso y la tienda, donde se sorprendió al ver la exhibición de motocicletas de varios modelos.

Habían acordado que Ryan vendería ese piso y comprarían uno más sencillo, porque el penthouse ya tenía compradora, era una mujer sociable con la que llegó a entablar una buena amistad.

Lo más difícil de abandonar Manhattan era su familia, ya que su trabajo podía desempeñarlo desde cualquier lugar del mundo.

Estaba fascinada con el clima y las playas de Miami, algo totalmente opuesto a su natal Nueva York.

Sarah se estaba poniendo al día con todo el trabajo de la fundación, y tras realizar tres viajes a Florida, también decidieron mudarse, excepto Allison, quien quiso quedarse a terminar sus estudios de diseño de modas en Manhattan.

El rumbo de sus vidas había dado un giro inesperado y drástico, y muy favorable para todos, en especial para sus padres. Ellos pasaron duros años en su matrimonio, y ahora tenían una renovada oportunidad de encaminar sus vidas hacia otro destino.

—¿Puedo pasar? —La voz de Camila al otro lado de la puerta la hizo sonreír.

—Por supuesto, adelante.

—Vaya, mírate, ¡qué cuerpazo, nena! —bromeó y corrió a abrazarla—. Me hace mucha ilusión saber que serás muy feliz, además de que ahora tendré un lugar a donde ir a pasar mis vacaciones de verano.

Selene soltó una carcajada y, con ella, parte de los nervios que tenía.

—Lo sé, y te esperaré ansiosa, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro.

—¿Cómo sabes que seré feliz?

—Cariño, solo basta observar cómo se miran para saber que se aman de verdad.

Douglas fue por ella y la llevó tomada del brazo hasta la terraza, donde la esperaba Ryan, junto a un grupo reducido de familiares y amigos más íntimos.

La decisión de Ryan de hacer una celebración discreta había sido tanto del agrado de Selene como también de los Moore, quienes preferían mantenerse con un perfil bajo, en especial después de descubrir que tenían casi tanto dinero como el viejo Campbell.

Esto le demostró a Douglas que el hombre a quien esta vez entregaría la mano de su hija era decente, honrado y trabajador; pues no se escudaba bajo los millones de dólares que poseía su abuelo y su familia, sino que prefería trabajar por su futuro, eso para él era más valioso que cualquier cuenta bancaria. Y si tomaba como referencia lo expresiva y enérgica que se había vuelto su hija, no había nada que refutarle a su nuevo yerno.

Selene sintió un nudo en la garganta, y el pecho oprimido. Una sensación de déjà vu nubló de pronto sus sentidos.

No obstante, cuando tuvo a la vista a Ryan, dejó escapar un exhalo de alivio. Estaba de pie, junto al hermoso altar que entre Allison, Camila y ella habían decorado, obviamente, con la ayuda de él y la de Paul.

Se veía estupendo, tan atractivo y sexi, que consiguió poner a latir su corazón a un ritmo casi vertiginoso.

Vestía un traje color gris plomo, y corbata, la cual sabía que no duraría mucho tiempo en su lugar, puesto que no paraba de ajustarla con evidente inquietud. Era irrebatible que su futuro marido no soportaba los formalismos.

La desazón de espera transformaba los segundos en minutos, y estos a su vez en horas, estaba ansioso por verla a su lado y convertirla en su esposa de una vez por todas.

De pronto, se quedó quieto al notar su presencia, con los ojos fijos sobre ella y una amplia sonrisa iluminó todo su rostro. Se veía radiante, hermosa y muy sexi.

La mirada intensa y tierna de Ryan la dejó casi en estado de hipnosis; lo amaba, y estaba convencida de que él era el verdadero amor.

Selene se ubicó a su lado, él la recibió con un dulce beso, y entrelazó su mano con la suya. El calor que transmitió su piel lo reconfortó de una forma indescriptible.

No podía creer que al fin iba a desposarla, que había conseguido a una mujer maravillosa, hermosa y que llenaba de alegría su vida.

Con el pecho agitado por la emoción aceptó, y le prometió convertirse en su compañero, el que le brindaría su apoyo incondicional para lo que fuese que ella necesitara. En su amigo, el confidente a quien podía recurrir cuando precisara de una opinión, un consejo, o tan solo alguien que la escuchara. Y, por supuesto, en su marido, el hombre que colmaría sus días de momentos inolvidables, llenos de amor y pasión.

Selene pronunció los votos propios de la ceremonia y, aunque estaba hecha un manojo de nervios, prometió ofrecerse a él como su amiga, compañera de vida y amante, pero, sobre todo, lo aceptaba porque le había enseñado a conocerse y valorarse a sí misma, a retarse, y también a amar sin reservas.

FIN