Y lo llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento de
tiempo todos los reinos de la Tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta
potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me es entregada, y a quien quiero
la doy: pues si tú me adorares, todos serán tuyos.
Y respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás.
Lucas, IV, 5-8.
Donde sólo estaba el suelo
Él hacía la construcción.
Como un pájaro sin alas
Subía él también, con las casas
Que brotaban a montón.
Pero lo ignoraba todo
De su notable misión:
No sabía, por ejemplo,
Que una casa es como un templo
Un templo sin religión
Como tampoco sabía
Que la casa que él hacía
Pudiendo dejarlo libre
Era su dominación.
De hecho, ¿cómo podía
Un obrero en construcción
Comprender por qué un ladrillo
Era más caro que un pan?
Los ladrillos se apilaban
Con pala, escuadra, cemento
Ya el pan que era su alimento...
¡Los ladrillos no se comen!
Y así pasaba el obrero
Con sudor y con cemento
Alzando una casa acá
Más allá un departamento
Una iglesia y justo al frente
Un cuartel y una prisión:
Prisión que lo apresaría
Si no fuera eventualmente
Un obrero en construcción.
Pero él desconocía
Este hecho verdadero:
El obrero hace la cosa
La cosa hace al obrero.
De modo que, cierto día
En la mesa, frente al pan
El obrero es asaltado
Por la súbita emoción
De constatar asombrado
Que todo en aquella mesa
–Los cubiertos, la botella–
Era él quien los hacía
Él, con la obrera humildad
De un obrero en construcción.
Miró todo alrededor:
Silla, catre, calderón
Vidrio, ventana, pared
¡Casa, ciudad y nación!
Todo, todo lo que había
Era él el que lo hacía
Él, con la obrera humildad
De un obrero que sabía
Ejercer su profesión.
¡Ah, hombres de pensamiento
Ustedes nunca sabrán
Cuánto nuestro humilde obrero
Aprendió en ese momento!
En esa casa vacía
Que él había levantado
Un mundo nuevo nacía
Hasta entonces impensado.
El obrero emocionado
Sus propias manos miró
Sus rudas manos obreras
De un obrero en construcción
Y mirando bien sus huellas
Tuvo entonces la impresión
De que nunca hubo en el mundo
Cosas iguales de bellas.
Fue inserto en la comprensión
De ese instante solitario
Que, igual que una construcción
Así creció el operario.
Creció en alto y en profundo
En anchura y corazón
Como todo lo que crece
Creció en serio, con razón
Y, con lo que ya sabía
–Ejercer su profesión–
El obrero adquiría ahora
Una nueva dimensión:
Descubría la poesía.
Y un nuevo hecho se vio
Que a todos los asombraba:
Lo que el obrero decía
Otro obrero lo escuchaba.
Así pasó que el obrero
De la obra en construcción
Que siempre decía que sí
Empezó a decir que no.
Y empezó a fijarse en cosas
Que antes apenas notó:
Descubrió que su marmita
Era el plato del patrón
Que su cerveza barata
Era el whisky del patrón
Que su viejo mameluco
Era el traje del patrón
Que su casa de madera
Era una enorme mansión
Que su calzado andariego
Era el auto del patrón
Que su día tan duro era
La velada del patrón
Y que era su fatiga
La amiguita del patrón.
Y el obrero dijo: ¡No!
Y el obrero se hizo fuerte
En su determinación.
Y como era de esperar
Comenzó la delación
Las bocas que cuchicheaban
Al oído del patrón.
Pero el patrón no quería
Ninguna preocupación
“Háganle pensar distinto”
Dijo entonces, y al decirlo
Se notaba que reía.
Al otro día el obrero
Al dejar la construcción
Se vio de golpe rodeado
Por los que lo delataron
Y sufrió, predestinado
Una primera agresión.
Le escupieron en la cara
Un brazo se lo quebraron
Y cuando le preguntaron
El obrero dijo: ¡No!
En vano sufrió el obrero
Esa primera embestida
Muchas otras le siguieron
Y vendrán otras seguidas.
Sin embargo, imprescindible
En la obra en construcción
Su trabajo continuaba
Y todo su sufrimiento
Se mezclaba en el cemento
De la obra que avanzaba.
Sintiendo que la violencia
No tuerce a la fuerza obrera
Un día quiso el patrón
Torcerlo de otra manera.
Y entonces fue a acompañarlo
Un día a la construcción
Subieron y desde lo alto
Le señaló la región
Apuntando con el dedo
A la vez que declaró:
“Te daré todo el poder
Y con él todo el placer
Porque a mí me fue entregado
Y al que quiero se lo doy.
Tiempo de ocio y diversión
Tiempo para la mujer
Y todo lo que acá ves
Será tuyo si me adoras
Y de una vez abandonas
Tu actitud de decir no”.
Dijo, y lo miró al obrero
Que pensaba y que veía
Pero lo que vio el obrero
Nunca el otro lo vería.
El obrero veía casas
Y entrando en las estructuras
Veía cosas, veía objetos
Productos, manufacturas.
Veía todo lo que daba
El lucro de su patrón
Y en cada cosa observada
Misteriosamente estaba
Su propia mano de obrero
Y el obrero dijo: ¡No!
“¡Estás loco!”, gritó el otro,
“¡Te estoy ofreciendo un reino!”
“¡Para nada!”, dijo él,
“Me estás dando lo que tengo”.
Y se hizo un gran silencio
Dentro de su corazón
Un silencio de martirios
Un silencio de prisión.
Un silencio hiperpoblado
De pedidos de perdón
Un silencio apavorado
De soledad y temor.
Un silencio el que se hizo
De tortura y maldición
Arrastrándose en el piso.
Un silencio de desmayos.
Y el obrero oyó la voz
De sus millones de hermanos
Los hermanos que murieron
Por otros que van llegando.
Una esperanza sincera
Se le prendió al corazón
Y en la calma de la tarde
Se agigantó la razón:
A aquel que fue un oprimido
La razón lo transformó
En obrero construido
Ex obrero en construcción.
O operario em construção
E o Diabo, levando-o a um alto monte, mostrou-lhe num momento de tempo
todos os reinos do mundo. E disse-lhe o Diabo: – Dar-te-ei todo este poder e a sua
glória, porque a mim me foi entregue e dou-o a quem quero; portanto, se tu me
adorares, tudo será teu. E Jesus, respondendo, disse-lhe: – Vai-te, Satanás; porque está
escrito: adorarás o Senhor teu Deus e só a Ele servirás.
Lucas 4, 5-8
Era ele que erguia casas
Onde antes só havia chão.
Como um pássaro sem asas
Ele subia com as casas
Que lhe brotavam da mão.
Mas tudo desconhecia
De sua grande missão:
Não sabia, por exemplo
Que a casa de um homem é um templo
Um templo sem religião
Como tampouco sabia
Que a casa que ele fazia
Sendo a sua liberdade
Era a sua escravidão.
De fato, como podia
Um operário em construção
Compreender por que um tijolo
Valia mais do que um pão?
Tijolos ele empilhava
Com pá, cimento e esquadria
Quanto ao pão, ele o comia...
Mas fosse comer tijolo!
E assim o operário ia
Com suor e com cimento
Erguendo uma casa aqui
Adiante um apartamento
Além uma igreja, à frente
Um quartel e uma prisão:
Prisão de que sofreria
Não fosse, eventualmente
Um operário em construção.
Mas ele desconhecia
Esse fato extraordinário:
Que o operário faz a coisa
E a coisa faz o operário.
De forma que, certo dia
À mesa, ao cortar o pão
O operário foi tomado
De uma súbita emoção
Ao constatar assombrado
Que tudo naquela mesa
– Garrafa, prato, facão –
Era ele quem os fazia
Ele, um humilde operário
Um operário em construção.
Olhou em torno: gamela
Banco, enxerga, caldeirão
Vidro, parede, janela
Casa, cidade, nação!
Tudo, tudo o que existia
Era ele quem o fazia
Ele, um humilde operário
Um operário que sabia
Exercer a profissão.
Ah, homens de pensamento
Não sabereis nunca o quanto
Aquele humilde operário
Soube naquele momento!
Naquela casa vazia
Que ele mesmo levantara
Um mundo novo nascia
De que sequer suspeitava.
O operário emocionado
Olhou sua própria mão
Sua rude mão de operário
De operário em construção
E olhando bem para ela
Teve um segundo a impressão
De que não havia no mundo
Coisa que fosse mais bela.
Foi dentro da compreensão
Desse instante solitário
Que, tal sua construção
Cresceu também o operário.
Cresceu em alto e profundo
Em largo e no coração
E como tudo que cresce
Ele não cresceu em vão
Pois além do que sabia
– Exercer a profissão –
O operário adquiriu
Uma nova dimensão:
A dimensão da poesia.
E um fato novo se viu
Que a todos admirava:
O que o operário dizia
Outro operário escutava.
E foi assim que o operário
Do edifício em construção
Que sempre dizia sim
Começou a dizer não.
E aprendeu a notar coisas
A que não dava atenção:
Notou que sua marmita
Era o prato do patrão
Que sua cerveja preta
Era o uísque do patrão
Que seu macacão de zuarte
Era o terno do patrão
Que o casebre onde morava
Era a mansão do patrão
Que seus dois pés andarilhos
Eram as rodas do patrão
Que a dureza do seu dia
Era a noite do patrão
Que sua imensa fadiga
Era amiga do patrão.
E o operário disse: Não!
E o operário fez-se forte
Na sua resolução.
Como era de se esperar
As bocas da delação
Começaram a dizer coisas
Aos ouvidos do patrão.
Mas o patrão não queria
Nenhuma preocupação
– “Convençam-no” do contrário –
Disse ele sobre o operário
E ao dizer isso sorria.
Dia seguinte, o operário
Ao sair da construção
Viu-se súbito cercado
Dos homens da delação
E sofreu, por destinado
Sua primeira agressão.
Teve seu rosto cuspido
Teve seu braço quebrado
Mas quando foi perguntado
O operário disse: Não!
Em vão sofrera o operário
Sua primeira agressão
Muitas outras se seguiram
Muitas outras seguirão.
Porém, por imprescindível
Ao edifício em construção
Seu trabalho prosseguia
E todo o seu sofrimento
Misturava-se ao cimento
Da construção que crescia.
Sentindo que a violência
Não dobraria o operário
Um dia tentou o patrão
Dobrá-lo de modo vário.
De sorte que o foi levando
Ao alto da construção
E num momento de tempo
Mostrou-lhe toda a região
E apontando-a ao operário
Fez-lhe esta declaração:
– Dar-te-ei todo esse poder
E a sua satisfação
Porque a mim me foi entregue
E dou-o a quem bem quiser.
Dou-te tempo de lazer
Dou-te tempo de mulher.
Portanto, tudo o que vês
Será teu se me adorares
E, ainda mais, se abandonares
O que te faz dizer não.
Disse, e fitou o operário
Que olhava e que refletia
Mas o que via o operário
O patrão nunca veria.
O operário via as casas
E dentro das estruturas
Via coisas, objetos
Produtos, manufaturas.
Via tudo o que fazia
O lucro do seu patrão
E em cada coisa que via
Misteriosamente havia
A marca de sua mão.
E o operário disse: Não!
– Loucura! – gritou o patrão
Não vês o que te dou eu?
– Mentira! – disse o operário
Não podes dar-me o que é meu.
E um grande silêncio fez-se
Dentro do seu coração
Um silêncio de martírios
Um silêncio de prisão.
Um silêncio povoado
De pedidos de perdão
Um silêncio apavorado
Com o medo em solidão.
Um silêncio de torturas
E gritos de maldição
Um silêncio de fraturas
A se arrastarem no chão.
E o operário ouviu a voz
De todos os seus irmãos
Os seus irmãos que morreram
Por outros que viverão.
Uma esperança sincera
Cresceu no seu coração
E dentro da tarde mansa
Agigantou-se a razão
De um homem pobre e esquecido
Razão porém que fizera
Em operário construído
O operário em construção.