La ciudad antigua

Hubo un tiempo en que la ciudad tenía pelos en las axilas

Y en que los parques usaban cinturón de castidad

Las gaviotas del edificio Pharoux no contaban en absoluto

Con el posterior invento de los kamikazes

Por lo demás, la metrópolis era inexpugnable

Con Joãozinho de Lapa y Ataliba de Lara.

¡Hubo un tiempo en que se decía: LU-GO-LI-NA

U, rubia; O, morocha; I, pelirroja; A, mulata!

¡Vocales! Acondicionador para el cabello de la poesía

Ya escribí, cierta vez, tu triste balada

Entre los sutiles minués del comercio inmediato

¡Las portadoras de éxtasis y de permanganato!

Hubo un tiempo en que un morro era apenas un morro

Y no un vendedor de chalecos ambulante

Guiñando intermitente el grito de socorro

A la libre competencia: un pequeño gigante

Que nunca se curvaba, o sólo en la ocasión

En que Melo Maluco piloteaba su avión.

Hubo un tiempo en que se exclamaba: ¡Asfalto!

Y se hablaba del verso libre como algo feo

Un tiempo en que, para hacerse ver, se decía bien alto:

“Entonces a las seis, bajo la marquesina del Paseo...”

Un tiempo en que se veía a la amada sepulcral

Descomponiendo su espectro con un helado en la Pascual.

Hubo un tiempo en que el amor era melancolía

Y la tuberculosis se llamaba consunción

De geométrico en la ciudad apenas había

Los remos y las regatas, al sol...

Pero en compensación, ¡qué abundancia divina

De agua, sueños, marfil, nalgas, pan, telas finas!

Hubo un tiempo en que se apareció como por maravilla

La flapper llena de it, la radiante miss

La boca en un corazón, la falda por encima de las rodillas

Siempre con piel de gallina en los hombros y en el cuadril

En los shimmies: la mujer moderna... ¡Oh, Nancy! ¡Oh, Nita!

Que se transformaron en una décima infinita...

Hubo un tiempo... y en serio les digo: había tiempo

Tiempo para la peteca y tiempo para el soneto

Tiempo para trabajar y para darle tiempo al tiempo

Tiempo para envejecer sin volverse obsoleto...

Por eso es que, para que vuelva el tiempo, el sueño, la rima

Preparé, de humor irónico, esta poesía que aquí termina.

A cidade antiga

Houve tempo em que a cidade tinha pêlo na axila

E em que os parques usavam cinto de castidade

As gaivotas do Pharoux não contavam em absoluto

Com a posterior invenção dos kamikazes

De resto, a metrópole era inexpugnável

Com Joãozinho da Lapa e Ataliba de Lara.

Houve tempo em que se dizia: LU-GO-LI-NA

U, loura; O, morena; I, ruiva; A, mulata!

Vogais! tônico para o cabelo da poesia

Já escrevi, certa vez, vossa triste balada

Entre os minuetos sutis do comércio imediato

As portadoras de êxtase e de permanganato!

Houve um tempo em que um morro era apenas um morro

E não um camelô de colete brilhante

Piscando intermitente o grito de socorro

Da livre concorrência: um pequeno gigante

Que nunca se curvava, ou somente nos dias

Em que o Melo Maluco praticava acrobacias.

Houve tempo em que se exclamava: Asfalto!

Em que se comentava: Verso livre! com receio...

Em que, para se mostrar, alguém dizia alto:

“Então às seis, sob a marquise do Passeio...”

Em que se ia ver a bem-amada sepulcral

Decompor o espectro de um sorvete na Paschoal.

Houve tempo em que o amor era melancolia

E a tuberculose se chamava consumpção

De geométrico na cidade só existia

A palamenta dos ioles, de manhã...

Mas em compensação, que abundância de tudo!

Água, sonhos, marfim, nádegas, pão, veludo!

Houve tempo em que apareceu diante do espelho

A flapper cheia de it, a esfuziante miss

A boca em coração, a saia acima do joelho

Sempre a tremelicar os ombros e os quadris

Nos shimmies: a mulher moderna... Ó Nancy! Ó Nita!

Que vos transformastes em dízima infinita...

Houve tempo... e em verdade eu vos digo: havia tempo

Tempo para a peteca e tempo para o soneto

Tempo para trabalhar e para dar tempo ao tempo

Tempo para envelhecer sem ficar obsoleto...

Eis por que, para que volte o tempo, e o sonho, e a rima

Eu fiz, de humor irônico, esta poesia acima.