22. DECLARAR

He logrado que Pipe me hable un poco porque le dejo grabar mi voz. Está obsesionado con los sonidos. A veces me grita que me calle porque entra una mosca a su cuarto y quiere escuchar el zumbido. Persigue a la mosca para escucharla mejor, trata de grabar pero no sabe muy bien cómo. Es un hombre pequeño lleno de hormonas que no sabe controlar y se mete a sus libros y su física y su acústica para calmarse. Siempre me asustaron los adolescentes. Me asusté de mí misma cuando lo fui, mamá nunca me explicó nada.

Le dejo grabar mi voz con la condición de que converse conmigo en español, como quiere su madre. Cuando hablamos de libros, contesta con frases cortas, palabras punzantes. Entonces pregunto sobre el sonido, qué hará con la grabación. Que la va a estudiar me dice, va a estudiar mi voz. Cómo es eso, pregunto, y me interesa. Ahí se entusiasma por explicar, pero hay palabras como larynx o vocal cords o soundbox o fricatives que no puede emitir en español. Me explica que los pulmones producen aire y tiene que pasar por la larynx para que creen vibration. Me quedo pensando en el trabajo que tenemos que hacer para emitir palabras.

Vibración, Pipe, son parecidas, le digo, es fácil. Me hace escuchar una grabación de Macarena. A mí me interesa lo que dice, le habla a Alejandro sobre unas inversiones, sobre los inquilinos de su departamento de Bogotá, de la cena con el embajador, pero Pipe me habla por encima sobre voces impostadas. Le interesa analizar el timbre, la intensidad de la voz de su madre. Dice que le falta fijarla en las cuerdas vocales para hablar sin esfuerzo. Me señala sonidos que no me parecen diferentes y recuerdo el accidente de mamá, cómo quise vomitar por los oídos. Pipe me dice que la gente abre la boca para emitir sonidos que los demás perciben pero no escuchan.

Mamá después de su accidente oía un silbido todo el tiempo. Constante, alto, incómodo. Tinnitus, dijeron los doctores. Lo escuchas, lo escuchas, preguntaba mamá y no entendía por qué yo no. Imposible que separe sus necesidades de las mías, porque las hijas estamos acá para cumplir. Yo trataba de adecuarme, presionaba mis oídos y hacía zuuuum con mi voz. Sentía obligación.

Mamá, en la cama del hospital, dijo muy alto porque no se escuchaba a sí misma:

—Hannah nunca me quiso porque lo único que quería era al hijo que vino a destiempo, demasiado cerca de la guerra y el escape. Uno que regaló y que nunca más pudo nombrar. A mí en cambio me nombró sin amor, Edna, Edna, Edna. Lo repito porque el silbido no me deja escucharlo. Edna no es un nombre para Ecuador.

Me pregunto cómo estudiaría Pipe un sonido que nadie más escucha. Rugidos, timbres, chasquidos, siseos. Pienso qué libro traerle para nuestro siguiente encuentro. Me mato pensando cómo llegar a este chico. Él, en cambio, me llega porque habla sobre nuestra vibración en el mundo. Hay algunos sonidos que mueren, otros quedan. Declaraciones.

El silbido que escuchaba mamá continuó hasta que me vino a dejar a Estados Unidos. El accidente fue volviendo del casino adonde había ido a apostar la poca plata que le quedaba de lo que le dejó el abuelo Ernesto. Pipe me dice que en casa, frente al espejo, repita a e i o u varias veces, que me ponga el dedo índice y anular en la garganta, que así voy a sentir las vibraciones, que así voy a entender los sonidos, el mundo. Me pregunto cómo será en el colegio este niño geek medio genio, me pregunto si graba a sus amigos. Si le hacen bullying. Siento un poco de tristeza por Macarena, no creo que vaya a ser el hombre de negocios o el doctor que ella espera. Creo que nunca va a hablar español como ella quiere, a él le interesan otras resonancias, no esta lengua que lo conecta con su madre.

En casa juego con Lola frente al espejo, ella repite a e i o u, pongo mis dedos en su cuello, busco la laringe, ella se ríe porque le causa cosquillas. A mí me da piel de gallina su vibración. Quisiera poder sacársela de adentro, llevarla conmigo en el bolsillo, es el único retumbo en la tierra que me tranquiliza. Ella se mata de la risa, vuelve a decir a e i o u, luego grita: mamá, you are crazy com una cabra, mamá, te trencas de riure, y salta y yo me quedo helada porque está hablando en catalán y eso me congela, le digo que es hora de ir a la cama, me pide que la deje quedarse un poco más. Vuelve a hablar en inglés y yo estoy con frío y sé que mete a su padre en la casa y yo no sé cómo sacarlo de acá. Cuando la acuesto en su cama y la tapo, acaricio su cabeza y también el cuellito. Pienso cuánto aire tienen que emitir los pulmones para que podamos hablar.

Declarar cuesta más, me dijo Pipe, hay que impostar la voz, manejar las cuerdas vocales. Beso a Lola, I love you, mamá, me dice y cierra los ojos. Yo cierro los míos, repaso ecos, declaraciones que me han invadido. Palabras impuestas que todavía escucho:

Declaraciones de Hannah

(Cuando murió el abuelo Ernesto)

Ahora me quedo sola, al fin.

Mi único deber es distribuir el dinero entre estas hijas que nacieron de mí, a pesar de mí.

Hijas que completan
los tres.

Mein augeblink

el mar en mi boca, pedazos de arena en los labios. Con él me metí al mar, nunca más estuve adentro, sólo encima en el barco. Yo nunca quise venir a Ecuador. Para entrar al mar, él me tomó de la mano. Me sumergí.

Mein augeblink

mi hijo que parí de mí.

Declaraciones de Adrià

Cuando vivía en Barcelona me gustaba mirar hacia arriba, a los balcones, donde la gente seca ropa o cuelga banderas.

Las burkas tendidas del Raval encienden las calles con sombra. Yo caminaba por ahí, no por Las Ramblas porque está lleno de guiris.

Barcelona es una ciudad de escaleras donde se tiende por donde no se ve o se tiende con las ganas de que se vea. Mi máma se quejaba de esa gente que tendía, que era de mal gusto, reclamaba la facha.

Yo ahora echo en falta, dicen que Nueva York es un caos, para mí todo está controlado acá.

Crean más colectividad un montón de bragas, calcetines y sábanas tendidas que todos estos yanquis que son más individualistas que la ostia, joder, te pasan por encima.

Les vales una puta mierda.

Declaraciones de mamá

Nombrarte Sara para que calce en todo lugar. Errante, camina por Egipto. Una matriarca que no tiene hijos.

Las hijas de este linaje se van, peregrinan a ningún lugar. Yo sé que es a ti a quien debo enviar. Es el deber.

El mío fue quedarme sin hermana, tener una que no es mía. Extranjera. Yo no me moveré de las montañas a pesar de tener un nombre que no es de acá. Edna, Edna. Hannah me nombró.

El único deber que tenemos las madres es nombrar a los hijos.