Capítulo 13
Un extraño escalofrío recorrió a Gameknight999. Sintió como si esparcieran copos de nieve diminutos por cada centímetro de su piel, y a la vez todo le quemaba por dentro; le afloraron gotas de sudor en los brazos y en el cuello. No era solo una sensación física, sino también emocional. Se sentía como en los últimos minutos de una batalla; se le aceleró el pulso, se le entrecortó la respiración y la adrenalina le corrió por las venas. Al mismo tiempo, no obstante, estaba paralizado por un miedo que le resultaba familiar, y sabía perfectamente de dónde provenían aquellas sensaciones… De un sueño. No, de una pesadilla.
—Gameknight, ¿estás bien? —le preguntó el Constructor. El muchacho de ojos sabios y experimentados se acercó rápidamente hasta donde estaba su amigo—. Estás pálido… y mira cómo respiras. Apenas tienes resuello. ¿Qué pasa?
Estaban en la aldea sobre la cámara de construcción a la que los había llevado la vagoneta, instalándose en la torre fortificada que protegía la entrada a la caverna. Gameknight estaba mirando la aldea por la ventana cuando lo asaltó aquella sensación.
—Ven, siéntate —dijo el Constructor mientras conducía a su amigo hacia una silla de madera que había en un rincón de la habitación—. Cuéntame qué ocurre.
Gameknight se sentó y se quedó mirando la pared de roca, en un intento de ordenar las emociones que recorrían su cuerpo. Hasta que empezó a temblar levemente por culpa del miedo que ondulaba cada nervio de su cuerpo. Un ruido proveniente de debajo de ellos desvió la atención del Constructor de su amigo: alguien había entrado en la torre y estaba subiendo por la escalerilla hacia el piso superior. El sonido de unas manos y unos pies ascendiendo por la escalera de madera se acercaba cada vez más. Entonces, la melena pelirroja de Cazadora apareció por el agujero en el suelo. Trepó el trecho que le faltaba y entró en la habitación. Se quedó inmóvil junto a la escalerilla, segura y fuerte, observando la escena.
—Gameknight, dime qué ocurre —repitió el Constructor con voz preocupada.
—Está aquí —musitó Gameknight.
—¿Qué?
—Es él… está aquí —gimió.
—¿Quién? —preguntó Cazadora desde la puerta.
Percibiendo el peligro, colocó una flecha en su arco y se dirigió rápidamente a la ventana, desde donde escudriñó la aldea en busca de enemigos.
Gameknight se agitó con violencia un instante cuando los dedos fríos del miedo estrangularon su corazón, y después la terrible sensación se fue desvaneciendo.
—Se ha reído con su risa espeluznante de enderman —dijo Gameknight, con la voz aún temblorosa—. Puedo sentirlo. Y creo que él a mí también. Sabe que estoy aquí, en este servidor. —Hizo una pausa para obligarse a respirar lenta y profundamente. La extraña sensación había desaparecido, pero el miedo seguía allí—. Viene hacia aquí, y siente mi miedo.
—Gameknight, no pasa nada, seguro que… —empezó a decir el Constructor, pero lo interrumpieron.
—El miedo… el miedo es bueno —dijo Cazadora con voz fortalecida—. El miedo indica que aún tienes algo que matar. No tienes que tener miedo del tal Erebus. Un enderman es igual que el siguiente, un monstruo más que matar.
—No lo entiendes —le espetó Gameknight—. Se trata de Erebus, el rey de los enderman, como él mismo se proclama. Dirige un ejército de monstruos despiadados y sanguinarios. Atacarán aldea tras aldea hasta destruir el servidor entero. En el anterior servidor conseguimos detenerlos, pero teníamos ayuda. Varios usuarios célebres de Minecraft acudieron a ayudarnos a combatir contra los monstruos. Ahora solo tenemos aldeanos… pero no será suficiente para cambiar las tornas, aquí no. Además, no podemos luchar contra Erebus en el mundo principal y contra Malacoda en el inframundo. No sabemos si están colaborando o van por separado, pero sea como sea, son demasiados monstruos para enfrentarnos a todos.
Se puso de pie, sintiéndose por fin mejor, y volvió a la ventana para estudiar la aldea, donde reinaba la calma. Observó a los PNJ que seguían haciendo sus vidas, afortunadamente ignorantes de la ola de destrucción que se les venía encima. Se dio la vuelta y miró al Constructor con la esperanza de que el muchacho tuviese alguna respuesta fruto de su gran experiencia.
—Necesitamos información —dijo el Constructor mientras cruzaba la habitación para situarse junto a Gameknight—. Tenemos que saber qué está haciendo Malacoda para averiguar qué peligro es más acuciante, si el rey del inframundo o el rey de los enderman. Debemos elegir un camino y enfrentarnos a uno de ellos ya. —Hizo una pausa para mirar a Cazadora, en cuyos ojos se adivinaban las ganas de aventura y de matar. Después volvió a mirar a Gameknight—. Tenemos que viajar al inframundo.
—El inframundo… —se lamentó Gameknight. Sabía lo que aquello significaba: hombres-cerdo zombis, blazes, cubos magmáticos y, por supuesto, los temibles ghasts. Era un lugar peligroso, una auténtica pesadilla… Estaba asustado, pero las palabras del Constructor aún resonaban en su mente como una vela encendida en la oscuridad. «No son las hazañas las que hacen al héroe…» Aún tenía muchos miedos que vencer, pero la hazaña no era en absoluto desdeñable.
—O hacemos eso —advirtió el Constructor—, o esperamos aquí hasta que llegue Erebus, y puede que entonces tengamos que enfrentarnos a dos ejércitos.
La imagen de dos grandes ejércitos invadió el cerebro de Gameknight: una vasta horda de criaturas del mundo principal a un lado y los monstruos del inframundo al otro. El pensamiento le hizo estremecerse. Sabía que el Constructor tenía razón. Miró a su alrededor y observó a los dos PNJ que tenía delante: el Constructor, con su amistad inquebrantable, su sabiduría y su compasión, y Cazadora, con su valentía inconmensurable y, a veces, irracional.
Suspiró y se dio cuenta de que sabía qué camino habían de tomar, y a dónde les llevaría.
—De acuerdo, Constructor… vamos al inframundo.
—Vosotros estáis locos —intervino Cazadora—. En el inframundo solo hay fuego y muerte. Ya hay suficiente muerte en el mundo principal, ¿para qué queréis más?
—Porque debemos averiguar el plan de Malacoda —repuso el Constructor—. Ya viste a todos aquellos monstruos del inframundo en la última aldea. Ha movilizado a su ejército para reunir a todos los constructores que puedan, y tiene que haber una razón para ello. Tenemos que averiguar cuál es.
—Vale, pues conmigo no contéis —soltó—. Tengo suficientes cosas que matar en este mundo. No necesito ir a ese escenario de pesadillas en llamas para encontrar algo a lo que disparar con mi arco. Podéis ir sin mí.
—Nos vendría bien tu ayuda —dijo Gameknight con suavidad, mirando al suelo avergonzado por tener que pedirle ayuda.
—No, me niego —contestó. Su melena roja y brillante voló por el aire cuando se dio la vuelta y se encaminó al agujero del suelo. Se aferró a los peldaños y bajó por la escalerilla hasta el piso inferior.
Gameknight y el Constructor la observaron descender por la escalera y la oyeron cerrar la puerta de un portazo cuando salió al exterior.
—Me temo que no podemos contar con ella para nada —dijo Gameknight, esbozando una media sonrisa.
El Constructor se rio y le dio una palmada en la espalda a su amigo.
—Puede que no… Venga, acabemos con esto. Vamos a echar un vistazo, a ver qué hacen ahí abajo, en el inframundo. Volveremos enseguida.
Gameknight asintió con aprensión y siguió al Constructor al piso de abajo, bajando detrás de él por la escalera secreta que conducía a la cámara de construcción.
Una vez allí, a Gameknight lo asaltaron el ruido y el estruendo. Habían convencido al constructor de la aldea para que pidiera a los PNJ que fabricaran armas y armaduras, cientos de espadas de hierro y armaduras para el gran ejército que pronto se alzaría para luchar contra la marea enemiga que iba a invadir el servidor. Por toda la cámara de construcción se veían PNJ fabricando artefactos de guerra. Las pilas de armas y armaduras se amontonaban en los rincones y debajo de los raíles, y los cofres rebosaban de material.
Mientras el proceso de fabricación continuaba, Gameknight vio cómo llegaban vagonetas a la caverna con PNJ dentro, algunos con una expresión de optimismo pintada en la cara; comunidades enteras habían acudido a la llamada del Constructor. Pero otros PNJ parecían haber perdido toda esperanza. Eran los Perdidos, aldeanos sin constructores que buscaban un nuevo hogar. El Constructor se había convertido en una leyenda entre los PNJ. Los que no tenían hogar ni aldea acudían allí para que el Constructor los adoptara y pudieran entrar a formar parte de una comunidad de nuevo. Cuando llegaban a la caverna, se arremolinaban en torno al Constructor; todos querían apoyarse en su nuevo líder. Gameknight retrocedió para que los PNJ pudieran rodear a su amigo. Vio cómo el Constructor desprendía un resplandor azul claro cuando aceptaba a los nuevos PNJ bajo su cuidado. Los rostros de los PNJ se iluminaban a su vez de orgullo y júbilo.
Gameknight999 sonrió.
Se alejó para inspeccionar algunas de las espadas que estaban fabricando los PNJ mientras observaba cómo el Constructor charlaba con el constructor de la aldea. El muchacho y el viejo PNJ iban vestidos iguales, pero el constructor de la aldea mostraba un enorme respeto y deferencia ante los años de experiencia y la sabiduría del Constructor. Tras una breve conversación, el Constructor subió los escalones y se acercó a Gameknight.
—Los excavadores van a empezar a buscar obsidiana en las minas —explicó.
Gameknight vio a una veintena de PNJ con picos de hierro al hombro que desaparecían por la entrada de una mina; otros tantos armados con espadas los seguían de cerca. Siempre era peligroso descender al nivel de la lava, puesto que era territorio de los monstruos. Los mineros y los guerreros miraron a Gameknight una última vez y se irguieron al comprobar cómo el Usuario-no-usuario se despedía de ellos.
—Necesitamos la obsidiana para construir un portal al inframundo —dijo el Constructor—. Yo me quedaré al mando. Tú deberías tratar de dormir un poco. Tienes un aspecto horrible.
—Vaya, gracias —dijo Gameknight con una sonrisa.
—Además —prosiguió el Constructor—, creo que vamos a necesitar hasta el último resquicio de energía para viajar al inframundo. Descansa un rato. Yo subo en cuanto empiecen a fabricar el portal.
Gameknight asintió, dándose cuenta de pronto de lo cansado que estaba.
El inframundo… Solo pensar en bajar a aquel reino de humo y llamas lo turbaba. Pero sabía que no podía quedarse escondido en aquella aldea hasta que Erebus lo encontrase. Tenía que hacer algo para inclinar la balanza hacia su lado o estarían perdidos. Con un suspiro, dio media vuelta y subió los escalones que ascendían a la superficie. Descansaría un rato, aunque mientras caminaba podía imaginarse a los monstruos del inframundo afilándose las garras mientras esperaban su llegada.