Capítulo 22
Gameknight levantó la mano despacio, con los dedos separados, pero antes de que pudiese cerrar la mano en un puño para hacer el saludo a los muertos, un sonido empezó a bullir dentro de él. Se originó en lo más profundo de su alma, en los rincones más oscuros de su ser, donde residía la sombra de su escurridizo coraje. Era un sonido gutural, como el gruñido de una bestia herida, pero pronto se convirtió en un aullido de rabia, en una negación rotunda a aceptar lo que ocurría.
—Nooooo… —Primero empezó como un mero quejido, pero se fue acentuando hasta convertirse en un grito de guerra—. ¡NOOOOO!
Bajó el brazo y miró a todos los aldeanos de la caverna.
—¿Qué haces? —dijo Cazadora—. Tienes que rendir homenaje a los muertos. —Ella seguía con el brazo levantado y el puño cerrado—. Todos tenemos que rendirle tributo al Constructor antes de poder continuar.
—¡No! No está muerto. Malacoda lo necesita para algo. ¡No está muerto! —gritó Gameknight, y los muros de la caverna devolvieron el eco de su voz.
—Pero es como si lo estuviera —dijo Cazadora mientras bajaba el brazo para apoyarlo en el hombro de Gameknight.
—No pienso asumir eso —le espetó él—. ¡Bajad los brazos, todo el mundo! El Constructor no está muerto.
Los aldeanos lo miraron perplejos y un poco preocupados, pero bajaron los brazos. Algunos murmuraban entre sí, sin entender muy bien lo que estaba haciendo el Usuario-no-usuario.
—Gameknight, tienes que aceptar que…
—No, no pienso aceptarlo —interrumpió—. Sé que esto aún no ha terminado. Todavía tenemos algo pendiente, y rendirse a la derrota no es la solución. El Constructor sigue con vida y podemos salvarlo.
Un silencio sepulcral se extendió entre los PNJ de la cámara, mientras se miraban unos a otros con incredulidad. Gameknight se acercó más a Cazadora y le habló en un susurro.
—Sabemos dónde está.
—¿Dónde? ¿En el inframundo? —contestó ella en voz alta y desafiante.
—Sí… en la fortaleza del inframundo. Malacoda lo tiene allí, estoy seguro.
Los aldeanos escuchaban el debate y la tensión crecía en la sala.
—¿Y qué crees, que podemos entrar allí sin más y traerlo de vuelta? —preguntó con sorna.
—Bueno… yo…
—Sabes que estarán esperándonos, y que un grupo de cincuenta soldados no tiene nada que hacer.
—Lo sé —contestó a la defensiva. La frustración y cierto enfado se apoderaron de él—. Pero podemos…
—Necesitamos un plan. Un plan de verdad. No podemos colarnos allí y rezar para que no nos vean, porque lo harán. Tenemos que tener un plan de verdad, meditado y eficaz. ¿Quién va a trazarlo? ¿Tú?
—He estado pensando en cómo… —empezó de nuevo, cada vez más molesto por que no lo escuchara.
—¿Y cómo vamos a movernos lo suficientemente deprisa como para librarnos de los ghasts? ¿Cómo vamos a huir de todos esos monstruos del inframundo? ¿Cómo, a ver?
Ya había tenido bastante.
—Cazadora, ¿qué tal si te callas y me escuchas? —le espetó indignado.
La multitud dio un respingo en la cámara de construcción. Gameknight bajó la voz y se acercó más a ella para hablarle al oído.
—Tengo un plan —dijo—, he estado pensando en varias cosas de las que me di cuenta en el inframundo. Y ya casi he resuelto el rompecabezas. Pero Cazadora, yo no tengo el coraje suficiente para llevar esto a cabo. No soy tan fuerte ni tan valiente como tú. Estoy aterrorizado, lo he estado desde que llegué a este servidor, y estoy cansado de tener miedo. —Hizo una pausa para ordenar sus pensamientos, y continuó—: Creo que sé cómo llegar hasta esa fortaleza, pero yo no tengo madera de líder, nunca la he tenido. Da igual cómo me llamen estos aldeanos… Yo no soy esa persona.
—¿Así que tienes un plan?
—Sí, lo tengo, pero todavía no sé cómo podemos movernos con rapidez para esquivar a Malacoda. Sé que hay una forma, y está al alcance de la mano… Es como si solo tuviera que abrir los ojos para verlo más claro.
—¿Qué quieres decir?
Una vagoneta emitió un sonido chirriante desde uno de los túneles oscuros. Venían más aldeanos; la llamada del Constructor aún resonaba por Minecraft.
—No estoy seguro —contestó, dirigiendo la mirada a los túneles, donde el chirrido resonaba en las paredes de piedra y llegaba hasta la caverna.
Varios PNJ se acercaron a los recién llegados y los ayudaron a bajar de las vagonetas, y después se los llevaron a los túneles superiores para buscarles un hogar donde vivir. Justo entonces encajó la última pieza del puzle de Gameknight. Eso era lo que había cambiado del servidor anterior a este, y sería la clave del éxito. Una niña, la más inocente de los PNJ, salió de una vagoneta con un cerdo. Llevaba la mascota atada a una correa. Entonces, Gameknight comprendió por fin qué era lo que había cambiado después de la última pesadilla con Malacoda. Los servidores habían sido actualizados. La correa le recordó el avance de la actualización que había visto en YouTube, el último vídeo. La Fuente les había enviado la solución, y el Usuario-no-usuario no había sido capaz de verlo hasta ahora. Sonrió a la niña, se giró y miró a Cazadora, con una sonrisa cada vez más amplia.
—Lo tengo —dijo—. Tengo todas las piezas. Están unidas por un hilo finísimo, pero están ahí. Solo necesito que tú nos lideres.
Se movió deprisa y con agresividad por la caverna hasta plantarse delante de él.
—Yo tampoco soy ninguna líder, y lo sabes —le espetó—. Soy una asesina, y esta gente no va a seguirme. Me tienen miedo… Todo el mundo me tiene miedo.
«Yo no.»
La sala se quedó en silencio.
—Pero aquí hay un líder —dijo en voz baja.
Gameknight recorrió la sala con la mirada hasta volver a Cazadora.
—¿Dónde?
Se acercó a él, lo agarró del brazo y lo guio hasta un rincón de la caverna. Los aldeanos se apartaban para dejarles paso a medida que atravesaban la concurrida cámara, con todos los ojos puestos en los dos. Se dividieron como las aguas de un mar inmenso, y todas las caras expectantes miraban al Usuario-no-usuario con esperanza y un resquicio de preocupación. Cazadora lo llevó hasta el rincón más alejado y se detuvo delante de una pileta de agua que habían puesto allí para que los aldeanos bebieran, y señaló la superficie.
—Los líderes no eligen ser líderes, los eligen aquellos que los siguen —dijo con voz segura y firme—. Mira a tu alrededor. Estos PNJ tienen fe en ti. Confían en ti y están dispuestos a arriesgar sus vidas para conseguir algo que es más grande que ellos. Esto no lo van a hacer por mí… lo harán por ti.
Señaló con el dedo a su reflejo en el agua.
—Ahí tienes a tu líder —dijo, con una voz llena de confianza.
Gameknight miró la superficie del agua, esperando descubrir en ella algún misterio oculto, pero lo único que vio fue su reflejo, que le devolvía la mirada, y a Cazadora a su lado. Veía el gesto de expectación en su cara, sus ojos marrones cálidos que lo miraban, y entonces recordó las últimas palabras del Constructor.
«No son las hazañas las que hacen al héroe…»
Las palabras de su amigo resonaron en su interior. «¿Puedo hacer esto? ¿Puedo enfrentarme a esta amenaza… y enfrentarme a mis miedos?» Tratando de aferrarse a aquella posibilidad, pensó en Malacoda y en Erebus, los monstruos que creaban el caos en su interior. Pero entonces volvió a fijarse en los ojos cálidos de Cazadora, en su cara enmarcada por su cabello rojo vibrante. Derrochaba confianza y fe en él. Apartó la mirada de la de ella y miró sus propios ojos, azules como el acero, y en lo más profundo de aquellas pupilas aterrorizadas adivinó la mirada azul y brillante del Constructor, llena de fuerza y seguridad. ¿Cómo podía salvarlo? Él no era fuerte, no era un héroe. Solo era un niño, un don nadie.
«No son las hazañas las que hacen al héroe…»
En su interior podía oír la fe ciega que el Constructor tenía en él. Su amigo contaba con él, y tenía que hacer algo para ayudarlo. No podía fallarle, tenía que salvarlo aunque estuviese muerto de miedo. Algunos aldeanos se acercaron y se situaron junto a él; todos miraban la pileta de agua y a él, expectantes. La fe y la esperanza depositadas en el Usuario-no-usuario no eran fáciles de borrar. «A lo mejor sí que puedo con esto.»
Pero… Malacoda… Aquellos ojos, aquellos ojos rojos y terribles. ¿Cómo iba a enfrentarse a aquel monstruo y además a Erebus? Sabía que sus dos pesadillas estarían esperándolo en el inframundo. No podía vencerlos a los dos. No era lo suficientemente fuerte. Pero entonces se fijó en los aldeanos que lo rodeaban. Notó cómo se acercaban muchos más, cómo se pegaban a él para mostrarle su apoyo silencioso. Todos sabían que estaba asustado —veían el miedo en su rostro—, pero aun así creían en él. Formaba parte de una comunidad, ya no era un individuo, ya no era un griefer. Tenía a un montón de gente dispuesta a ayudarlo, a cargar con parte de su miedo y a insuflarle un poco de valor a cambio. Estaban juntos en esto y, por primera vez en mucho tiempo, Gameknight999 no se sentía solo.
«No son las hazañas las que hacen al héroe, sino la forma en que vence sus miedos.»
A lo mejor sí que podía superar el miedo, a lo mejor sí que podía centrarse en el presente y ser el héroe que el Constructor necesitaba. Notó la mano de Cazadora en su hombro y se giró para mirarla a la cara enmarcada en aquella melena pelirroja.
—Puedes hacerlo —dijo. Podía ver la compasión en sus ojos—. Podemos hacerlo… todos juntos. Solo tienes que guiarnos.
Miró a su alrededor. Todos los ojos de los aldeanos estaban fijos en él. Vio a la niña con el cerdo atado a la correa; le sonreía desde el otro lado de la caverna con una expresión de esperanza y emoción. Miró la correa y luego a la niña de nuevo y notó cómo lo invadía la confianza en sí mismo. Podía hacerlo… No, podían hacerlo. Volvió la mirada a Cazadora y asintió con la cabeza.
Ella sacó su arco encantado y reluciente del inventario, lo levantó en alto y gritó:
—¡El Usuario-no-usuario nos guiará en la batalla final!
La caverna entera irrumpió en gritos de júbilo, y muchos aldeanos le palmearon la espalda, alzando sus espadas emocionados.
—¡Muy bien, silencio todo el mundo! —gritó Gameknight, intentando poner orden en el feliz caos. Despejó una zona del suelo y empezó a colocar bloques de piedra. Cada uno simbolizaba una pieza del rompecabezas, una fase de su estrategia—. Tenemos que movernos rápido para poder atacarlos donde menos se lo esperan. Y lo primero que necesitamos es diamante, muchos diamantes. Esto es lo que vamos a hacer…