Capítulo 25

EL CONSTRUCTOR

Peón dirigió a su ejército por aquel reino humeante. Las zonas incandescentes de infiedra y los ríos burbujeantes de lava desprendían un humo negro repleto de hollín que cubría el terreno y dificultaba la visión. A pesar de todo, el ejército de PNJ corría por el inframundo hacia el círculo de piedra. A lo lejos se veían los monstruos saliendo de la inmensa fortaleza. Algunos cerraban filas para enfrentarse a ellos, pero la mayoría simplemente vagaban por el centro de la isla gigantesca, como si esperasen a que ocurriera algo.

Un grupo de hombres-cerdo zombis les salió de repente al encuentro. Los arqueros abatieron a los monstruos antes de que estuvieran a tiro, de modo que el frente de PNJ apenas tuvo que desacelerar el paso y siguió su camino hacia la fortaleza. Sabían que los ojos de Malacoda estaban fijos en ellos, y que estaría preparado para recibirlos… tal y como habían planeado. Avanzaban despacio, pues sus piernas cortas y rechonchas no les permitían moverse más deprisa. Esprintaban, corrían y luego esprintaban de nuevo, y así iban cruzando el inframundo liderados por Peón. Tenían que estar allí a la hora exacta que habían acordado, de lo contrario el plan fracasaría.

Escudriñó el terreno en busca de una señal de que todo iba según lo previsto. «¿Dónde estás, Usuario-no-usuario? Espero que estés ahí cuando te necesitemos, o podemos darnos por muertos», pensó mientras un escalofrío le recorría la espina dorsal.

Hizo avanzar a las tropas aún más rápido y continuaron el avance, cruzando la llanura de infiedra en zigzag para rodear las lagunas de lava y los bloques en llamas. Los monstruos de la planicie habían empezado a evitarlos ahora que sabían que acercarse a ellos significaba la muerte.

A medida que se acercaban a la fortaleza, empezaron a oír a las criaturas que se habían congregado delante de ellos. La respiración mecánica de los blazes, los gemidos de los zombis y los ronroneos de los ghasts inundaban el aire. Como era de esperar, Malacoda había puesto a los blazes y a los ghasts al frente. Sus cargas ígneas eran un arma de largo alcance que resultaba devastadora al descubierto, que era donde estaban ellos.

—¡Modificad la formación! —gritó Peón.

Los soldados intercambiaron posiciones corriendo. Los espadachines se adelantaron a primera línea, y los arqueros y los lanzadores de nieve retrocedieron. Los guerreros de la avanzadilla se quitaron los petos de hierro y los sustituyeron por unos de diamante. Sacaron las pociones de resistencia al fuego y se las bebieron, tras lo cual sus cuerpos empezaron a brillar levemente. Era su escudo contra el fuego. Aquellos guerreros tendrían que resistir el tiempo suficiente para que los arqueros y los lanzanieves pudieran abatir a los enemigos desde su posición.

Cuando estuvieron cerca de la congregación de monstruos, se detuvieron y los arqueros abrieron fuego. Ráfaga tras ráfaga, las flechas atravesaban el aire. Los arqueros apuntaban a los ghasts, como antes, en grupos de seis, sincronizados para atacar al mismo blanco y abatirlo en cuestión de segundos. Al mismo tiempo, un borrón blanco de bolas de nieve voló por el aire y se precipitó sobre los blazes. Cuando recibían el impacto de las bolas de hielo, gritaban de dolor y sus llamas internas chisporroteaban. Algunos lanzaban también sus bolas de fuego a los PNJ, que chocaban contra los guerreros acorazados de diamante de la primera línea. Algunas cargas ígneas sobrepasaron a estos y cayeron entre los arqueros. Los gritos de pánico y desesperación se elevaban desde el ejército al consumirse los PE de los aldeanos. Muchos perecieron en aquel primer ataque, pero cada vez que moría un arquero, dos más ocupaban su lugar de modo que el torrente de flechas mortíferas no cesara.

La primera línea aguantó la primera descarga de bolas de fuego mientras las de nieve mermaban las filas de blazes. Pero entonces, un grupo gigante de ghasts apareció como salido de la nada entre el humo, por el flanco izquierdo. Las caras infantiles estaban encendidas de rabia. Dispararon una lluvia de esferas mortíferas sobre los arqueros. A veces, una misma bola de fuego engullía a varios guerreros de golpe. Desde lo alto llegaban más ataques, que ahora se precipitaban sobre los lanzadores de nieve. Los arqueros se giraron para enfrentarse a los nuevos enemigos, pero eso permitió a los ghasts de detrás atacarlos sin miramientos.

Entonces, los hombres-cerdo zombis y los esqueletos cargaron también contra los espadachines de primera línea. De la secuencia orquestada de ataques que había sido hasta entonces, la batalla se convirtió en un combate donde los aldeanos luchaban cuerpo a cuerpo contra los monstruos. Estaban luchando por sus vidas. Las filas intentaban aguantar, pero los atacantes eran demasiados. Estaban superados.

Peón intentó dirigir a las tropas para tapar los huecos en sus filas, pero no tenía suficientes PNJ para librar una batalla como aquella a campo abierto. La marabunta de monstruos que tenían frente a ellos era demasiado numerosa… «¿Dónde está el Usuario-no-usuario?» Observó a sus nuevos amigos y vecinos arriesgando sus vidas, sacrificándolas por una causa común. Los gritos de agonía y miseria resonaban por el campo de batalla, y los monstruos no dejaban de arremeter contra ellos. Intentó replegar a las tropas, pero varios grupos de hombres-cerdo zombis se habían situado en la retaguardia.

No tenían escapatoria… estaban rodeados.

«¿Dónde estás, Gameknight999?»

Los monstruos los acosaban por todos los flancos. Los ghasts lanzaban sus cargas ígneas desde arriba, que caían sobre los PNJ que luchaban por mantenerse con vida. Los blazes que habían sobrevivido al ataque de bolas de nieve también los atacaban, lanzando con precisión sus bolas de fuego, que siempre daban en el blanco. Un grupo enorme de cubos magmáticos se lanzó contra ellos y estrelló sus cuerpos gelatinosos contra los guerreros con armadura de diamante de la primera línea. Las espadas cortaban en dos los cubos elásticos, con lo que solo conseguían que se reprodujeran. Una comitiva de hombres-cerdo zombis los atacó por el flanco derecho. En sus afligidos gemidos se adivinaba una nota de emoción ante la perspectiva de matarlos. Aquello era un caos. Peón miró a su alrededor y vio cómo su ejército, o mejor dicho su pueblo, desaparecía sin remedio. Los gritos de dolor y pánico se sumaban a la cacofonía de la batalla. Era horrible.

«¿Qué hago…? ¿Qué hago?»

Y entonces, de repente, de la bruma del inframundo surgió un grito de guerra.

—¡POR MINECRAFT!

El grito no provenía de sus tropas, sino de otro sitio. Y no lo entonaba una voz, ni siquiera cientos de voces: era un millar de voces iracundas que gritaban como una sola. Entre la humareda apareció el mismísimo Gameknight999, ataviado con una armadura de diamante y montando un poderoso corcel. Pero no estaba solo. El resto de su ejército también iba a caballo, unos animales espléndidos que cabalgaban entre la bruma.

La caballería empezó a disparar sus arcos desde las monturas, apuntando a los ghasts de detrás, cuyos PS desaparecieron antes de que pudieran darse cuenta de lo que ocurría. En cuestión de segundos, el vasto ejército de Gameknight hizo jirones las fuerzas aéreas enemigas, y después se concentró en la infantería. Dejando a un lado los arcos, los jinetes y las amazonas desenvainaron sus espadas y cargaron contra los monstruos que seguían en pie. Como un machete, penetraron entre las filas delanteras, abriendo un sendero de destrucción entre las fuerzas enemigas. Los monstruos intentaron huir, pero los caballos eran demasiado rápidos. Rompieron las líneas de batalla, derribando a los hombres-cerdo zombis en cuestión de segundos, sembrando la destrucción entre los blazes y echando abajo el muro de cubos magmáticos. Atravesaron por completo la horda enemiga con su formación mortífera, destrozando por completo la resistencia.

En lugar de darse la vuelta para volver a cargar, la caballería prosiguió su camino hacia la fortaleza y dejó que las tropas de Peón acabaran con los monstruos. Ya sin ghasts ni blazes, el resto de monstruos que habían logrado mantener la posición sucumbieron enseguida, y a los que huyeron les perdonaron la vida.

Gameknight se movía como un autómata, sin pensar ni temer a nada; vivía el presente y nada podía detenerlo. Era una máquina de matar, aquellos monstruos recordarían su espada y su arco durante mucho tiempo. Miró por encima de su hombro y vio que Peón tenía dominados a los últimos monstruos de la horda, luego volvió la vista al frente y se concentró en el siguiente objetivo.

—¡Peón, danos alcance cuando puedas! —gritó, y centró sus sentidos en la fortaleza—. ¡A la fortaleza!

—¡POR MINECRAFT! —gritó Cazadora junto a él. Su caballo blanco y negro corría con una fuerza que parecía infinita.

Muchos otros se sumaron al grito de guerra, rumbo a la ciudadela.

A lo lejos, pudo ver muchos monstruos vagando por la isla. Los blazes conducían a los PNJ hasta los pedestales de obsidiana y los colocaban delante de las mesas de diamante. Había un grupo de aldeanos en el centro de la isla, rodeados de blazes. Seguramente eran rehenes y los estaban usando para obligar a los constructores a acatar las órdenes de Malacoda. Justo entonces, vio a la bestia gigante en persona, que salía flotando de la fortaleza sosteniendo algo entre los tentáculos. Gameknight sabía perfectamente qué era, y espoleó a su caballo para que corriese más rápido, con Cazadora a su lado.

—¿Estás preparada? —le preguntó.

—Sí —contestó ella, y acercó aún más su caballo al de él. De un peligroso salto, saltó de su montura y cayó de pie en la grupa de la de él, sujetándose a los hombros de Gameknight para no caerse. Él agarró la brida del caballo sin jinete para que los siguiera—. ¡Vamos allá!

En cuestión de minutos recorrieron la distancia que los separaba de la fortaleza. Ninguno de los monstruos reparó en ellos al principio, pues esperaban al ejército que habían visto derrotar a sus tropas hacía un rato; no obstante, cuando estuvieron más cerca, el resonar de los cascos llamó la atención de los monstruos. Las alarmas se dispararon por toda la fortaleza, pero no había monstruos en el castillo oscuro. Estaban todos en la isla de piedra, apiñados, a la espera.

Malacoda depositó el bulto en el pedestal central: era el Constructor. A lo lejos, Gameknight solo consiguió intuir las palabras del monstruo.

—Ahora activa la mesa de trabajo que tienes ante ti —ordenó el rey del inframundo con su voz de trueno.

—No —respondió el Constructor.

Con un tentáculo, indicó a los blazes que incineraran a dos de los rehenes, cuyos gritos de indescriptible agonía se elevaron en el aire.

—¡HAZLO!

—No.

Otra sacudida de tentáculo. Más gritos de dolor, seguidos de los ruegos de los supervivientes. La aflicción inundó el rostro del Constructor mientras depositaba las manos sobre la mesa de trabajo. No podía soportar que nadie más sufriera por su culpa. No tenía elección. Miró a su alrededor y vio que los otros doce constructores habían activado ya sus mesas de diamante, y un anillo de cubos azules refulgentes rodeaba la isla. Las lágrimas les corrían por las mejillas, rodeados de las posesiones de las víctimas, diseminadas por el suelo, que habían perecido para obligarlos a hacer lo que se les ordenaba. Suspiró, invocó sus poderes de construcción y los dirigió a la mesa de trabajo. El cubo azul cobró vida de repente y empezó a dirigir rayos azul cobalto a las demás mesas, hasta que se hubo formado una telaraña de energía. El Constructor sabía lo que simbolizaba aquel color: un portal… un portal inmenso.

Justo entonces oyó un estrépito a sus espaldas: era el sonido del acero entrechocándose, el rumor de una batalla. Se giró sin dar crédito a lo que veía. Gameknight999 galopaba hacia él a lomos de un corcel, en cuya grupa iba de pie Cazadora, con un ejército inmenso de PNJ a caballo a sus espaldas. La caballería se estrelló contra los monstruos y las espadas empezaron a hundirse en la carne enemiga. Los monstruos se giraron para enfrentarse al frente que se acercaba a ellos y consiguieron ralentizar su avance… pero no el de Gameknight y Cazadora. Atravesaron la isla de piedra en cuestión de segundos. El caballo apartaba a los monstruos a su paso como si fueran plumas. Cuando se acercaron lo suficiente, Cazadora saltó del caballo y aterrizó sobre el pedestal de obsidiana.

—Pero ¿qué estáis haciendo aquí? —preguntó el Constructor, presa de la incredulidad.

Por toda respuesta, ella sacó un pico de diamante y empezó a golpear la mesa de trabajo azul. Malacoda, que los observaba desde lo alto, no daba crédito a lo que ocurría.

Antes de que pudiera reaccionar, Cazadora había destruido la mesa de trabajo de diamante. Agarró al Constructor de un brazo, miró abajo y lo empujó del pedestal.

Pero aunque hubiesen destruido la mesa de diamante, el proceso de formación del portal no se interrumpió. El campo morado de distorsión se iluminaba cada vez más por toda la isla, y las partículas azul oscuro empezaron a flotar por el aire.

El Constructor cayó de forma abrupta sobre un caballo sin jinete.

—¿Pero esto qué es? —le preguntó a Gameknight, que cabalgaba junto a él.

—Hubo una actualización del servidor y conseguimos caballos… Así que ahora tenemos un ejército de caballería —contestó el Usuario-no-usuario, dándole una palmada afectuosa a su caballo. Levantó la vista hacia Cazadora—. ¡Vamos, salta!

Esta calculó el momento preciso, corrió hasta la cornisa del pedestal oscuro y saltó, volando por el aire, con la esperanza de aterrizar en la grupa de la montura de Gameknight. Pero antes de que hubiese completado la parábola, unos tentáculos fríos y viscosos rodearon su cuerpo y se la llevaron hacia arriba: Malacoda.

—¿Habéis venido a verme? —preguntó el monstruo.

—Hemos venido a detenerte, y lo hemos conseguido —espetó ella—. He destruido tu mesita de diamante y he estropeado tus planes.

—Eres una ignorante —atronó Malacoda—. El proceso ya ha comenzado. Una vez iniciado, no se interrumpirá.

Cazadora miró hacia abajo y no pudo creer lo que vio. La isla relucía con luz morada, y un millón de partículas diminutas danzaban por todo su perímetro. Vio a Gameknight y al Constructor cabalgando entre la horda enemiga, mientras multitud de garras intentaban atraparlos.

—¡Corre, Gameknight! —gritó. Se le saltó una lágrima—. ¡¡¡Corre!!!

Él levantó la vista y sus miradas se encontraron. Acto seguido, miró a su alrededor y comprobó que la transformación continuaba. Sabía que tenían que salir de la isla o la horda de monstruos los arrastrarían con ellos, y aquello era una muerte segura. Suspiró, miró a su amiga por última vez y abandonó la isla al galope, aplastando con los cascos de su montura a todo el que se interpusiera en su camino.

—¡Todo el mundo fuera de la isla! —gritó Gameknight a su ejército.

Los guerreros a caballo salieron de la isla justo cuando se originaba el portal. Gameknight volvió la vista atrás y vio cómo los miles de monstruos se precipitaban hacia él y desaparecían en la niebla morada. Malacoda aún flotaba sobre el centro de la isla, con Cazadora forcejeando entre sus tentáculos. Gameknight sacó el arco, hizo que el caballo se detuviera y apuntó al ghast, pero no era capaz de disparar sabiendo que podía herir a su amiga.

Justo entonces, una marabunta de monstruos del mundo principal salió de la fortaleza y cruzó hasta la isla: zombis, arañas, creepers y enderman, liderados nada más y nada menos que por Erebus. El rey de los enderman desapareció en una nube de bruma y reapareció en el portal de obsidiana en el centro de la isla. Malacoda flotaba junto a él.

—¡Has fracasado estrepitosamente, Usuario-no-usuario! —siseó Erebus, que añadió una de sus espeluznantes risas.

Extendió uno de sus brazos largos y oscuros y le acarició los rizos a Cazadora. Esta se estremeció y dirigió una mirada suplicante a Gameknight.

—¡Dispara! —gritó—. ¡¡¡DISPARA!!!

Pero él no pudo, y bajó el arco.

—Nuestra batalla aún no ha terminado —rio el enderman—. Volveremos a encontrarnos, te lo prometo, y entonces terminaré lo que empecé en el reino de los sueños. Hasta entonces adiós, Usuario-no-usuario.

El rey de los enderman abandonó el pedestal de obsidiana y se lanzó al portal, desapareciendo de su vista, aunque su horrible risa aún se oía por todas partes.

Malacoda también soltó una carcajada atronadora, y miró fijamente al Usuario-no-usuario.

—Has fracasado, como predije —dijo el rey del inframundo con una sonrisa escalofriante que se extendía por su rostro maligno y pueril—. Y ahora la Fuente será mía. Adiós, imbécil.

Malacoda descendió lentamente hasta el portal para desvanecerse entre la niebla morada y de su vista. Durante todo el tiempo, los ojos aterrorizados de Cazadora estuvieron clavados en los suyos… hasta que también desapareció.