Capítulo 26

LA FUENTE

Los guerreros acorazados rodearon al Constructor, y los gritos de júbilo y alegría se oyeron en todo el inframundo. Todos querían darle una palmada en la espalda, abrazarlo o simplemente estar cerca de él. Había sobrevivido a algo inconmensurable tras haber sido prisionero de Malacoda, y ahora sonreía ampliamente y las lágrimas le corrían por las mejillas.

Los PNJ cautivos huyeron de la fortaleza y se unieron al grupo. Llevaban la ropa hecha jirones y estaban al límite de sus fuerzas. También lucían amplias sonrisas, conscientes de que la posibilidad de sobrevivir ahora era real, pero muchos necesitaban ayuda para mantenerse en pie, pues sus PS estaban casi agotados.

—Gracias a todos por venir a salvarme —dijo el Constructor con la voz rota por la emoción—. Hemos hecho algo muy grande que llegará a los oídos de todo Minecraft.

Un vítor se alzó de la multitud, que levantó las espadas y los arcos sobre sus cabezas. Peón se acercó al Constructor y le dio una palmada en la espalda, con una sonrisa firme en su gran rostro cuadrado. Los ojos verdes le brillaban de alegría al mirar al Constructor; el PNJ fornido y musculoso estaba radiante de felicidad.

Gameknight se quedó al margen de las celebraciones, con el corazón en un puño. Se alegraba de haber salvado al Constructor, pero había sido a costa de Cazadora y le pesaba la pérdida de su amiga. Aunque a veces le desesperaba y tenía un temperamento irascible, siempre a punto de estallar, la echaba de menos, y sentía que le habían arrebatado a un ser muy querido. La rabia le bullía dentro, la rabia por su pérdida, pero mezclada con una furia venenosa hacia sus enemigos, Malacoda y Erebus. No había conseguido detenerlos y ahora estaban de camino a la Fuente.

«Hay que detenerlos —se dijo—. HAY QUE DETENERLOS.» Los pensamientos atronaban su cabeza.

—¡Hay que detenerlos!

Las celebraciones se interrumpieron de forma abrupta cuando la voz de Gameknight resonó en el inframundo. Se giraron para mirar al Usuario-no-usuario, con la confusión pintada en los rostros pixelados y aún sonrientes. El Constructor se acercó a él, preocupado, y Peón lo siguió de cerca.

—¿Qué has dicho, Gameknight? —preguntó su amigo.

—He dicho que hay que detenerlos —contestó Gameknight, sin poder ocultar su irritación—. No me entendáis mal. Me alegro mucho de que hayamos podido salvarte, amigo, y estoy en deuda con todos y cada uno de los que estáis aquí, pero hemos perdido a alguien muy especial… Cazadora. Y Minecraft sigue en peligro.

Al oír su nombre, las manos empezaron a alzarse en el aire, con los dedos separados.

—¡Por Cazadora! —gritó alguien, y más manos se elevaron.

El Constructor miró a Gameknight con compasión y levantó también la mano con los dedos estirados.

Las lágrimas arrasaron la cara de Gameknight al mirar el mar de rostros vueltos hacia él y los puños en alto de los aldeanos. Esperaban que se sumara al saludo de los muertos, pues la persona más cercana al fallecido siempre era la última en rendirle homenaje. Lentamente, levantó el brazo, con la mano temblando de tristeza. Con los dedos separados, se giró y miró hacia el punto donde la había visto por última vez, en el centro del portal que aún brillaba con luz morada. Pero de repente le invadió una ira incandescente que amenazaba con devorar su alma.

«No, me niego a aceptarlo —pensó—. No voy a dejarla morir.»

Bajó la mano rápidamente, sin cerrarla en un puño, dio media vuelta y se enfrentó a sus guerreros.

—Se niega a hacer el saludo —murmuró alguien.

—¿Otra vez?

—¿Qué está haciendo?

—¿Por qué?

Las preguntas se extendían por la multitud mientras Gameknight mantenía la vista fija en el suelo, perdido en sus pensamientos. Reflexionó sobre todo lo que había vivido en aquella aventura en Minecraft y se dio cuenta de que todo tenía como objetivo prepararle para la decisión que estaba a punto de tomar. Aprender lo que significaba sacrificarse por alguien, enfrentarse a sus miedos, pensar solo en el presente y entender lo que significaba ser un héroe, todo aquello —todas aquellas lecciones— había sedimentado dentro de él, y sabía lo que tenía que hacer.

—No está muerta —dijo, suavemente primero y luego alzando la voz—. ¡NO ESTÁ MUERTA!

La multitud guardó silencio.

—Solo porque se la haya llevado esa criatura maligna no significa que esté muerta. —Escudriñó las caras de su ejército con la indignación pintada en los ojos azul acero—. Voy a salvarla, y voy a salvar Minecraft. Cruzaré el portal que lleva a la Fuente y los detendré como sea. ¿Quién está conmigo?

La sorpresa se extendió por la multitud y todos retrocedieron varios pasos.

—Gameknight, nadie ha llegado jamás hasta la Fuente —explicó el Constructor—. Está prohibido. Es donde reside el Creador, y las reglas de programación no nos permiten ir hasta allí.

—El Creador… ¿Te refieres a Notch? —preguntó Gameknight.

El Constructor asintió.

Peón miró fijamente a Gameknight, y otros hicieron lo propio.

El Constructor se acercó a Gameknight999 y le habló en voz baja.

—Si cruzamos ese portal, moriremos. Todos lo sabemos, es una blasfemia hacia Minecraft, tenemos la certeza de que cualquiera que acceda a la Fuente morirá. No hay posibilidad de sobrevivir, ni para los PNJ ni para los usuarios. Nuestro periplo acaba aquí.

—Pero esas reglas no son reales… No pueden serlo. Acabáis de ver a un millar de monstruos atravesar el portal. ¿No creéis que a ellos también les estaría prohibido? Ellos han accedido a la Fuente sin problemas. Tenemos que seguirlos y terminar esta batalla.

—No lo entiendes —dijo el Constructor—. Nuestro objetivo era impedir que los monstruos llegaran a la Fuente… y hemos fracasado. Hemos mermado sus filas y hemos hecho todo lo que hemos podido, pero no podemos seguirlos más allá, sería un suicidio. Por lo que sabemos, Cazadora estará ahora muerta por haber pasado a la Fuente y haber violado esa regla. Minecraft la ha eliminado. En nuestro imaginario, ese portal es como… como la muerte. —Miró el portal y se encogió de miedo—. Es un ataque a todo lo que los PNJ consideramos natural y seguro. Como un monstruo a punto de devorarnos de un bocado sin darnos ninguna esperanza de sobrevivir. No podemos hacer lo que nos pides, ni tú tampoco puedes, pues para ti también significaría la muerte. Cruzar ese portal sería como intentar nadar en la lava —sentenció, y bajó la mirada hacia al suelo—. Ese portal es la muerte.

—No lo creo, Constructor. De lo contrario, los monstruos habrían perecido. Escucha la música de Minecraft, ¿te dice que esas criaturas han muerto al cruzar el portal? ¡No! Siguen vivas. —Se acercó más a su amigo y le miró a los ojos azules—. Cuando todos los demás te dieron por muerto, yo conservé la esperanza. Nadie creía que pudiésemos salvarte, solo Cazadora y yo, y aun así lo intentamos, sin miedo a arriesgarnos. —Se giró y observó el mar de rostros pendientes de él—. Nuestra amiga está ahí fuera, y esto no es solo por Cazadora, es por todos los seres que habitan Minecraft. No podemos cejar en nuestro empeño de salvarlos. Eso sería rendirnos… Y nunca vamos a rendirnos a Malacoda y a Erebus.

Hizo una pausa para que sus palabras calaran hondo, esperando una respuesta. El silencio reinante era atronador… agobiante… desesperanzador.

Gameknight suspiró.

—Ha sido un honor ser el elegido para liderar este gran conflicto y pasar a la historia de Minecraft, detener a los monstruos del mundo principal y a los del inframundo, y salvar a todos los habitantes de los planos de servidores. Todos accedisteis a arriesgar vuestras vidas para venir al inframundo y salvar al Constructor; ahora os pido que hagáis lo mismo por Cazadora y por todos los seres vivos de Minecraft. Tenemos que llegar hasta la Fuente y detener a los monstruos.

El Constructor levantó la vista un momento, pero volvió a mirar al suelo y agitó la cabeza. Muchos de los PNJ siguieron su ejemplo y bajaron la mirada.

—Gameknight, queremos continuar la lucha, pero lo que nos pides es una muerte segura y todos lo sabemos. A veces hay que pararse y alegrarse por lo que se ha conseguido. Nadie te culpa de este fracaso. Las cosas son así —dijo el joven PNJ con voz triste.

Gameknight cruzó el puente de piedra y recorrió el camino que lo separaba del Constructor.

—A veces podemos llegar a ser mejores de lo que imaginamos que podíamos ser. Tú me enseñaste eso. Pero primero tenemos que aceptar la posibilidad de que podemos superar los obstáculos, de que podemos tener éxito. Una vez que aceptamos que podemos hacer algo, solo hay que pensar cómo hacerlo.

Retrocedió y se percató de que Peón se había acercado a él. Percibió su silueta grande y robusta junto a él. Una media sonrisa iluminaba su semblante serio, y se adivinaba un leve brillo en sus ojos verdes.

—Mira, Constructor —prosiguió Gameknight, un poco más alto esta vez para que todos pudieran oírle—. Cualquiera puede ser un héroe, incluso un griefer como yo. Solo hay que aceptar que es posible. Recuerda, no son las hazañas las que hacen al héroe, sino la forma en que vence sus miedos. —Hizo una pausa y recorrió con los ojos la multitud de rostros que lo miraban—. Un PNJ al que respeto y cuya amistad es lo que más aprecio en el mundo, un PNJ cuyas lecciones me han enseñado a ser mejor persona me enseñó esto —continuó, levantando la voz—. Puedes ser quien quieras ser y hacer lo que te propongas, solo tienes que aceptar que es posible e intentarlo hasta que lo consigas. —Después se inclinó y le habló al Constructor al oído—: Como Pescador.

El Constructor lo miró.

—Gameknight, no lo hagas. No quiero verte morir, no estoy seguro de que pueda soportarlo. Quédate en este servidor, con nosotros, por favor…

El Usuario-no-usuario agitó la cabeza y observó al ejército vencido, para después volver a mirar al Constructor. Su amigo le devolvió la mirada, suspiró y volvió a mirar al suelo mientras una lágrima le caía por el rostro.

Gameknight999 soltó otro suspiro. Se acercó al Constructor, le levantó la barbilla y le miró a los ojos. Por primera vez no vio en ellos aquel brillo de esperanza: estaban turbios y llenos de tristeza y remordimiento. Otra lágrima rodó por la mejilla del PNJ, que apartó los ojos y miró de nuevo al suelo con los hombros gachos. Gameknight999 volvió a observar al ejército de PNJ y vio la misma imagen repetida: los ojos que una vez habían brillado de esperanza estaban ahora arrasados por la derrota. Habían tirado la toalla.

El último en apartar la mirada fue Peón. Miró al Usuario-no-usuario con ojos pétreos. El pelo casi rapado y la barba emitían un reflejo rojizo por la luz de la lava. La leve sonrisa había derivado en una mueca seria y fruncía el entrecejo como si estuviese librando una batalla interna. Miró al Constructor y volvió a mirar a Gameknight. Los ojos le brillaban de rabia, pero al final se apagó también; había perdido la batalla. El corpulento PNJ bajó la cabeza también y miró al suelo, derrotado.

Gameknight estaba solo.

Notaba la tensión de los PNJ, pero ninguno estaba dispuesto a seguirle y tentar a la destrucción. Muy bien, pues tendría que hacerlo solo.

«Empecé esta aventura solo —pensó—. Y así tendré que terminarla.»

Pero entonces se oyó una voz; una voz infantil. Buscó el origen de la misma y vio a una niña pequeña que se abría paso entre la multitud. Tenía la ropa hecha jirones de trabajar en la fortaleza de Malacoda. Aunque parecía agotada, caminaba erguida y se abría paso entre los guerreros y los caballos. Cuando llegó hasta él, vio que tenía el cabello largo, rizado y pelirrojo como el de Cazadora. Lo miró con unos ojos marrones y esperanzados.

—Yo iré contigo —dijo con voz débil.

Un murmullo se extendió entre los aldeanos. Algunos intentaron hacer retroceder a la niña, pero ella se adelantó con un gesto de determinación en el rostro.

—No puedes venir conmigo —replicó Gameknight al ver lo menuda que era—. Habrá muchos…

—Me llamo Tejedora, y voy a ir contigo —dijo—. Intenta impedírmelo y verás.

—Pero no puedes ir —murmuraron algunos PNJ.

—El código de programación…

—Morirás…

—Te borrarán…

Los aldeanos empezaron a enumerar las razones por las que no podía ir con el Usuario-no-usuario, pero ella los ignoró y siguió avanzando.

—No me importan las reglas, los programas ni las líneas de código —dijo la pequeña—. Si muero cuando cruce el portal, que así sea, pero no voy a quedarme aquí mirando cómo se destruye todo.

La niña miró a los adultos avergonzados y con la cabeza gacha que la rodeaban mientras se abría paso entre la multitud, desafiante. Caminó decidida hasta el Usuario-no-usuario, con una expresión de esperanza y determinación en el rostro.

Gameknight sonrió. Aquella niña tenía el mismo arrojo y la misma tenacidad que Cazadora, si no más. Su melena pelirroja brilló cuando se retiró varios mechones del rostro. Sabía quién era.

—Es tu hermana, ¿verdad? —preguntó, mirándola fijamente.

La niña asintió con la cabeza y sonrió.

—No puedo dejarla ir ahora que por fin la he encontrado —dijo con la voz impregnada de confianza—. Prefiero morir que quedarme aquí sin hacer nada. Es mi hermana… Es todo lo que tengo.

Gameknight dio un paso adelante y le puso una mano en el hombro a la niña. Debía de tener la misma edad que su hermana.

«Mi hermana… Echo de menos a mi hermana.»

La cogió de la mano y la llevó a través del puente de piedra hasta el umbral del enorme portal, cuyo perímetro estaba rodeado de partículas moradas y brillantes. Se giró para mirar por última vez a aquella gente que ya consideraba sus amigos. Después, dio media vuelta y se enfrentó al portal. La puerta absorbía las partículas de teletransporte, que rozaban su piel como arrastradas por una corriente invisible. A través de la bruma morada del portal solo se adivinaban siluetas difusas: árboles cuadrados, colinas y montañas a lo lejos. Las imágenes se desdibujaban allá donde la niebla morada se hacía más espesa y turbulenta.

Miró por encima de su hombro una vez más. Todos los personajes lo miraban… todos excepto el Constructor, que seguía con la vista fija en el suelo. Gameknight soltó la mano de Tejedora y retrocedió hasta la mitad del puente de piedra, donde estaba el Constructor.

—Constructor, has sido como un hermano para mí —dijo con la voz ahogada por la emoción—. Siempre valoraré los momentos que hemos pasado juntos, y nunca olvidaré las lecciones que me has enseñado… si es que sobrevivo. Guardaré en lo más profundo de mi corazón la reconfortante melodía que siempre tarareas, la llevaré cerca cuando camine hasta la Fuente y la cantaré siempre que la esperanza amenace con abandonarme. Gracias por ser mi amigo.

—Si cruzas ese portal, morirás —dijo el Constructor—. Por favor, no lo hagas.

—No lo entiendes… No tengo elección.

Se giró de nuevo hacia el portal, agarró a Tejedora de la mano y avanzó. La niña dio un paso, pero vaciló y tiró de la mano de Gameknight.

—¿Estás bien, Tejedora?

—Tengo miedo —dijo con voz temblorosa—. Tengo un mal presentimiento… muy malo. Oigo en mi mente el sonido del portal, y es aterrador. Suena como un monstruo rechinando los dientes, como un engranaje roto. Usuario-no-usuario, creo que sabe que voy contigo… es como si estuviese esperándome. —Se detuvo y miró a Gameknight con sus ojos marrones aterrorizados—. Tengo mucho miedo.

—Tejedora, no tienes por qué hacerlo. Puedes quedarte aquí con los demás. Será lo…

—¡No! —exclamó. Se irguió y encaró el portal con el entrecejo fruncido por la determinación—. ¡No voy a abandonar a mi hermana!

La niña dio un paso adelante, y luego otro, y otro más, hasta que estuvo en el umbral del portal, con las partículas moradas rodeándole los tobillos. Gameknight se colocó junto a ella y miró atrás. Vio que el Constructor levantaba la mano en el aire, con los dedos estirados y las lágrimas surcándole las mejillas. Dedicó una última sonrisa a su amigo, se giró y miró a Tejedora. Esta le devolvió una sonrisa débil y aterrorizada, y cerró los ojos mientras cruzaban el portal. En el instante en que la niña tocó el campo de distorsión con el pie, empezó a gritar presa de la mayor de las agonías. Sus gritos atravesaron el alma de Gameknight, pero no podía hacer más que agarrarla muy fuerte de la mano mientras su propio cuerpo se retorcía de dolor y rezar por que sobreviviera… por que sobrevivieran ambos.