adorno

INTRODUCCIÓN

 

 

 

En 1857 John Ruskin escribió un librito titulado Técnicas de dibujo. Es un manual para principiantes que, aplicando el ojo crítico al asunto de la creación, está destinado a ayudar al pintor en su práctica, al contemplador curioso, al amante del arte normal. Ruskin empieza animando a sus lectores a mirar la naturaleza, mirar una hoja, y luego copiarla a lápiz. Incluye su propio dibujo de una hoja. Luego pasa de la hoja a una pintura de Tintoretto: observen las pinceladas, dice Ruskin, vean cómo dibuja las manos, miren cómo presta atención a las sombras. Paso a paso, Ruskin acompaña a sus lectores a través del proceso de la creación. Su autoridad no procede de su técnica como dibujante, porque, aunque fue un buen artista, no estaba excepcionalmente dotado, sino de lo que sus ojos han visto, y lo bien que lo han visto, y su capacidad de transmitir esa visión y convertirla en prosa.

Sorprendentemente, hay pocos libros así acerca de la ficción. Aspectos de la novela, de E. M. Forster, publicado en 1927, es canónico por buenos motivos, pero ahora nos parece impreciso. Admiro los tres libros de Milan Kundera sobre el arte de la ficción, pero Kundera es novelista y ensayista más que crítico; a veces deseamos que sus manos se manchen un poquito más de tinta con el texto.

Mis dos críticos de novela favoritos del siglo XX son el formalista ruso Viktor Sklovski y el formalista-estructuralista francés Roland Barthes. Ambos eran grandes críticos porque, siendo formalistas, pensaban como escritores: atendían al estilo, a las palabras, la forma, las metáforas y las imágenes. Pero Barthes y Sklovski pensaban como escritores distanciados del instinto creativo, y se veían arrastrados, como banqueros cleptómanos, a saquear una y otra vez la mismísima fuente que les nutría: el estilo literario. Quizá debido a ese distanciamiento, a esa pasión agresiva, llegaron a conclusiones acerca de la novela que me parecen interesantes, pero desatinadas, y este libro establece una polémica sostenida con ellos.

Y ambos son, a fin de cuentas, especialistas que escriben para otros especialistas; Barthes en particular no escribe como si esperase ser leído y comprendido por un lector común (ni siquiera por uno que se esté entrenando para no ser tan común...).

En este libro intento plantearme algunas de las cuestiones esenciales acerca del arte de la ficción. ¿Es real el realismo? ¿Cómo definimos una metáfora afortunada? ¿Qué es un personaje? ¿Cómo reconocer el uso brillante del detalle en la ficción? ¿Qué es el punto de vista y cómo funciona? ¿Qué es la simpatía imaginativa? ¿Por qué nos conmueve la ficción? Son preguntas muy antiguas, algunas de las cuales ha resucitado el trabajo reciente de la crítica académica y la teoría literaria, pero no estoy seguro de que estas las hayan respondido muy bien. Espero, pues, que este libro plantee cuestiones teóricas, pero las responda de una manera práctica... o, digámoslo de otra manera, haga preguntas de crítico y ofrezca respuestas de escritor.

Si existe otro argumento fundamental en el libro es que la ficción es tanto artificio como verosimilitud, y que no es difícil unir ambas posibilidades. Por eso he intentado ofrecer el relato más detallado posible de la técnica de ese artificio (es decir, cómo funciona la ficción) para volver a conectar esa técnica con el mundo, como Ruskin quería conectar la obra de Tintoretto a la forma que tenemos de mirar una hoja. Como resultado, los capítulos de este libro tienen tendencia a chocar unos con otros, porque todos están motivados por la misma estética: cuando hablo de estilo indirecto libre, en realidad estoy hablando de punto de vista, y cuando hablo de punto de vista, en realidad estoy hablando de la percepción del detalle, y cuando hablo de detalle estoy hablando de personajes, y cuando hablo de personajes en realidad estoy hablando de «lo real», que es lo que se halla en el fondo de todas mis indagaciones.