Kazimierz se sentó a esperar en la banca de plaza del liceo. Venía decidido a hacerse del puesto de conserje. El conocimiento de la posición y los movimientos de los astros le aclaró cuál era su lugar en el universo. Por lo pronto, esa banca. Más tarde serían los pasillos, los baños de una escuela en una rutina apenas superada por un planeta que podía girar millones de veces sobre la misma órbita sin darse permiso de una locura espacial, de una juerga que lo llevase a otra galaxia y le otorgara mil días a los años y mil horas a los días; o que se detuviera de una vez por todas para crear la eternidad. Revolución le llamaban los astrónomos a cada repetición sin cambio. ¿Por qué los hombres armados le daban un significado opuesto a la palabra? A Kazimierz le vino una idea. Se presentaría ante la directora como especialista en revoluciones.

Tenía media hora esperando cuando alguien se sentó junto a él.

Anoche te armamos una ceremonia luctuosa, dijo Kazimierz. Ludwik fue tu viuda. Lo abrazamos mucho.

El reloj que traes puesto, señaló Feliks, creo que era de mi tienda.

Nunca da la hora correcta. O tal vez sí, porque su dueño no se rige con nuestros horarios.

En prisión los relojes son objetos repulsivos. Si las autoridades tuvieran cabeza, pondrían un enorme tictac en cada celda. Nadie se salvaría de volverse loco.

¿Y quién necesita presos locos?

Feliks se acercó a la muchacha de la recepción. Vengo por el anuncio, señorita. Ella señaló la banca. Él regresó a la espera.

Pareces más un alumno de la primaria que un maestro de liceo. Kazimierz le palmoteó un muslo. ¿De qué piensas dar clases?

Vengo por el puesto de conserje, dijo Feliks con la mirada en el suelo. En la celda teníamos un retrete para todos. ¿Y quién crees que lo fregaba a diario? Los domingos premiaban a los recién llegados con la limpia de fosas sépticas. Vi a más de un camorrista caer desmayado. Además, ¿de veras supones que el puesto de conserje es para lustrar la porcelana? Feliks bajó la voz al continuar. No, amigo mío, esa es la tapadera. El conserje vigila a los estudiantes, delata a quien haga una pinta contra el gobierno, al que dibuje en la letrina una caricatura del líder, al que con la excusa de estreñimiento se encierre a leer prensa extranjera.

¿Por qué no vamos a beber algo? Hay que festejar que sigues vivo.

Eso digo yo. ¿Quién pierde el tiempo en buscar empleo?

Ambos salieron pasándose el brazo sobre el hombro, como aquel día en que no murieron. Eran dos compañeros de andanzas que planeaban distraerse uno al otro, emborracharse, traicionarse el uno al otro, para volver a solas en la primera oportunidad y hacerse del puesto de conserje.