Capítulo 22

Un corazón que se desgarra

Sophia entró a la recámara de su hijo. Era raro que, para las once de la mañana, Liam no estuviera levantado. John ya había ido a preguntar por él dos veces. Carol no había sabido darle razón y fue que Sophia se atrevió a entrar al cuarto de Liam. Desde muy temprano ella ya había recibido los paquetes de The Galleria con docenas de vestidos de Prada, Valentino y Christian Dior y se había encargado de arreglarlos en primorosas cajas para entregarlos a Isabella. No se sorprendió tampoco cuando recibieron de Tiffany’s tres anillos de compromiso con la nota del dueño de que podían tomarse el tiempo que quisiesen para elegir el anillo que se quedarían. Sophia no se atrevió a mirar los anillos. Solo miró las cajas azules con lazos blancos y supo inmediatamente que Liam estaba pensando en algo más. Pero al darse cuenta por Carol que su hijo no estaba levantado y que John estaba preocupado, su instinto de madre pudo más. Al abrir la puerta, vio la cama desarreglada y a Liam sentado frente a su chimenea, con las cortinas cerradas y la mirada perdida en la nada.

—¿Liam? —Sophia se acercó y se agachó a la altura de los ojos zafiro de su único hijo para darse cuenta de que estaba casi ausente y tenía a su lado una botella carísima de whisky.

—Sigo vivo, madre, ya puedes irte… —Liam estaba con la mirada perdida y no quería salir de su cuarto. Se sentía derrotado.

—No me voy a ir y no me vas a empezar a hacer berrinches de niño adolescente a estas alturas… —Sophia tomó la botella de whisky, se dirigió al baño seguida por Liam y tiró lo poco que quedaba en el lavabo.

—¡Mamá, no te metas en lo que no te importa! —gritó Liam histérico mientras regresaba a donde estaba sentado—. ¿Por qué mejor no te vas? ¡Vete a Houston, allá estabas muy bien!

—Mira, niñito maleducado… —Sophia, sin alterarse, le dio algunas palmadas en las mejillas sin llegar a golpearlo y lo miró a la cara—. No porque las cosas no te estén saliendo como querías vas a faltarme al respeto y te vas a hundir como un puberto… ¿Me estás oyendo? Me sorprende tu conducta… ¿No que mucho porte, no que mucho orgullo, no que mucha casta? ¡Sácala, Liam! —gritó Sophia—. ¿O te vas a quebrar solo porque al primer intento la chica te rechazó?

—¿Cómo lo sabes? —Liam se indignó ante lo que su madre le decía.

—Liam, por Dios… cuando tú vas… yo ya voy y vuelvo… no soy estúpida. ¿Tú crees que no me doy cuenta de que todo el chistecito de que te prestara a Joseph y de que te sacara una American Express negra y de que te pidiera vestidos en las boutiques donde yo compro en The Galleria era para impresionar a una mujer? ¡Por favor, hijo! ¡Una cosa es que yo a veces quiera hacerme la tonta contigo y otra cosa muy diferente es que en verdad sea una tonta…!

—Mamá… —Liam intentó disculparse, pero Sophia lo interrumpió.

—Me haces el favor de levantarte, te bañas, te pones presentable, arreglas los asuntos de la hacienda con John que ya vino a buscarte dos veces y te espero en mi recámara. No quiero volver a verte hacer numeritos de este estilo… ya estás bastante grandecito, Liam, y, cuando termines, vienes a hablar a mi cuarto.

—Tengo que ver cómo va la filmación primero… —Liam quiso excusarse, quería ver a Isabella antes…

—¡Tú y yo sabemos que la filmación en el rancho te vale un reverendo cacahuate! —sentenció Sophia con voz dura—. Así que no me pongas de pretexto que quieres ver cómo las cámaras filman a Chris Moyes-Belli. Si estabas haciendo todo este teatrito es por alguien y no lo ibas a resolver tomando whisky a las once de la mañana, ¿verdad?

—No… —Liam bajó la mirada. Si había una sola persona en la vida ante la cual tenía que cuadrarse, esa era su madre.

—Bien, ya nos vamos entendiendo. Entonces te espero en una hora en mi recámara. Por cómo veo la situación tenemos dos opciones Liam. La primera es que te quedes aquí, bebiendo y quebrado, luciendo fatal y dándole un aspecto horrible al apellido Lewis y a ti mismo. La segunda es que saques la casta que tienes y presumes y arreglemos esto juntos. ¿Qué va a ser, Liam? —Sophia lo miró y le levantó las cejas.

—La segunda.

—Bien. Una hora, Liam, una hora.

Charles discutía con Hannah los ángulos en los que filmarían a Rooney con Chris. El actor se sentía incómodo porque todo el mundo sabía que Liam Lewis lo había golpeado en la fiesta del 4 de julio y que lo había sustituido en algunas escenas. Chris se sentía totalmente humillado, pero no le quedaba de otra más que cumplir con el contrato. Rooney y Charles sufrían por no poder demostrar su amor, pero buscaban entre toma y toma la manera de guiñarse el ojo o de mover los labios y decirse “Te amo” entre escena y escena. Hannah, por otro lado, estaba al borde del infarto.

—¡Isabella, te voy a asesinar! ¿Por qué tenías que dejarme sola?

—¿Sola? —John llegó detrás de ella y la castaña pegó un brinco por el susto—. ¿De qué hablas? ¿Dónde está Isabella?

—Ah… John… no te he visto en días… ¿Y lo primero que haces es preguntarme por Isabella?

John sonrió. Desde el 4 de julio, Hannah y él tenían un “romance de verano”. Se veían a escondidas y se daban besos fugaces o se tomaban de las manos y caminaban por los prados cuando Hannah terminaba el trabajo. A veces, John tomaba prestado el caballo de Liam, Starlight, y llevaba a Hannah a dar paseos por el rancho. Parecían novios, pero aún no lo eran oficialmente. Habían prometido no decir nada a nadie hasta que John se decidiera a hacer la pregunta.

—Lo siento, nena, es que no sé tampoco dónde está metido Liam… se me hace raro, normalmente a estas horas ya despachó todo, pero es como si la tierra se lo hubiera tragado…

—¿Y tú y yo dónde nos vamos a perder hoy? —le dijo Hannah coqueta al pelirrojo que se acercó a darle un beso fugaz en la boca.

—Déjame que Liam arregle las cosas del rancho del día de hoy y yo te busco al rato, mi diosa del amor, ¿de acuerdo?

—De acuerdo… —dijo Hannah lanzándole un beso antes de que Charles le gritara—. Me voy… búscame al rato.

—¡Liam! —John gritó a su amigo al verlo en el despacho al ser la tercera vez que lo iba a buscar.

—Lo sé, lo sé… ya estoy arreglando lo de hoy y antes de que otra cosa pase, dime si hay novedades porque tengo que estar con mi madre en 15 minutos…

—Nada… nacieron tres becerros nuevos, Starlight está impaciente… últimamente no lo has hecho correr…

—Hazlo correr tú, no creo poder estos días salir a cabalgar, tengo cosas que hacer… —dijo Liam mientras checaba facturas, números y oía hablar a John—. ¿Cómo va la filmación?

—Bien… Chris Moyes-Belli está haciendo tomas con Rooney…

—¡Ese miserable! —dijo Liam con desprecio—. Lo bueno es que solo quedan sus tomas y se largará por donde vino…

—Sí… bueno… me voy, es hora de que hables con tu madre… ¿Crees que hoy en la noche podamos tener una “noche de chicos”?

—No sé, amigo, tal vez… depende de algo que hable con mi madre…

—¿Algo que ver con música o con mujeres? —Liam lo miró con una sonrisa.

—Las dos. —John se carcajeó.

—Yo te aviso al rato.

—Bien… ¿Puedo entonces cabalgar con Starlight?

—No necesitas permiso… hazlo.

—Suerte con tu madre… —John presintió que Liam la necesitaría cuando su amigo dejó el despacho.

Sophia esperaba a Liam sentada en una elegante mesa que tenía en su recámara donde le gustaba tomar el té o el café en la intimidad de su alcoba. Había pedido a Carol que llevara café bastante cargado para su hijo. Ocasionalmente, ella también fumaba y presentía que aquella plática iba a ser trascendente para Liam. Cuando su hijo entró, le señaló la silla que estaba frente a ella. La ventana y el balcón que estaban al lado de la mesa hacían que de lejos vieran la filmación, pero de cerca estaba el jardín que Sophia quería que siempre hubiera en la Hacienda. Era un rincón acogedor.

—Bien, hijo, empieza por encender un cigarrillo y préndeme uno a mí también porque esta plática lo va a ameritar.

—¿De veras? —Liam se sorprendió ante la petición de su madre.

—Sí… yo sé que sí. —Sophia inhaló el humo y habló—: Bien…, hijo, te conozco. A mí no me puedes tapar el sol con un dedo… y esta historia y esta plática no la podemos iniciar sin hablar de Charlotte…

—Mamá…

—Lo siento, hijo. —Sophia fue muy clara—. Te lo dije no una, te lo dije mil veces… esa mujer era tan falsa… y te entercaste. Te encaprichaste con que la amabas y que querías casarte con ella. Siempre te he dicho: “Nunca confíes en nadie que no cierra los ojos cuando te besa”.

—¡Mamá! —Liam enrojeció.

—Es la verdad. Yo también fui joven y si te lo dije es porque sabía de lo que estaba hablando. Y Charlotte no cerraba los ojos cuando la besabas y cuando yo le hablaba esquivaba mi mirada… esa mujer no era de confiar… no era leal… no era cristalina… Pero te encaprichaste. Y tuve que aceptarlo. Así somos las madres. Porque yo sabía que, si no la aceptaba, te ibas a alejar de mí y te casarías de todas maneras. Pero el destino fue bueno contigo y te permitió ver la clase de mujer con la que pretendías casarte.

—No digas que el destino fue bueno conmigo, mamá. —Liam bajó la mirada.

—¡Lo fue, Liam! —Sophia le levantó la barbilla a su hijo y le acarició el pelo con ternura—. Tú en ese entonces ganaste al perder. Y no lo viste. Te libraste de un futuro lleno de traición, de mentira, de hipocresía. Y no supiste valorar la suerte que tuviste.

—¡Nunca has entendido cómo se destrozó mi mundo, mamá! —Liam intentó levantarse, pero Sophia lo detuvo.

—¡No, Liam! Te dije que esta plática iba a ser difícil y que tenías que sacar la casta para no quebrarte ahora. Prende tu cigarro, Liam, apenas estamos comenzando.

Liam obedeció. Algo lo impulsaba a seguir escuchando a su madre. Sophia guardó silencio y le dio un sorbo a su café mientras miraba de lejos la filmación de la película.

—¿Puedo seguir?

—Sí… —Liam suspiró.

—Entiendo que tu mundo se haya destruido, hijo, porque todos hemos pasado por eso. Te aseguro que la sensación fue tan horrible que creíste que no tendrías fuerzas para pararte de la cama al día siguiente… y juraste que todo era escoria.

—Algo parecido… —Liam bajó la mirada y recordó las noches de chicos con John.

—Y pudiera apostar mi cabeza y mis millones que, conociéndote como te conozco, juraste que no volverías a ser romántico… ¿o no?

Liam casi se atragantó con el café. No cabía duda que su madre lo conocía como nadie. ¿Pero a dónde quería llegar Sophia con eso?

—¿Y si así fuera… qué?

—Bueno… ¿No crees que ya es hora de que dejes de ser un patán? ¿No crees que ya te pasaste, Liam?

—Mamá…

—No creas que porque vivo en Houston y solo vengo por días no me doy cuenta de la situación, Liam, hace más de tres años de lo de Charlotte… y tu corazón no sanaba ni un poquito… hasta hace poco… y no te atrevas a negármelo…

Liam guardó silencio. Era cierto. Todo lo que su madre le estaba diciendo era cierto, palabra por palabra. Y no pudiendo contenerse más, se levantó y la abrazó.

—¡Tú ganas, mamá! ¡Ya no puedo más! ¡Tienes toda la razón! ¡Toda!

—No se trata de ganar, Liam…

—Pero estoy perdiendo, madre, estoy perdiendo…

Sophia, con paciencia infinita, hizo que Liam se sentara de nuevo.

—Liam, te lo dije, no te vas a quebrar ahora. Ni tú lo vas a permitir ni yo te lo voy a permitir. Es Isabella.

—Sí… —Liam lo aceptó y sintió cómo su corazón se quitaba un peso tremendo de encima—. Sí, mamá. Es ella. Llegó en un momento equivocado…

—Al contrario, Liam, llegó en el momento justo…

—Mamá, es que tú no sabes… —Liam tenía ganas de llorar delante de su madre como cuando era pequeño y tenía que rendirle cuentas de sus travesuras y sabía que iba a irle muy mal—. He sido con ella un patán… el peor… cuando llegó a pedir prestado el rancho le hice la peor de las majaderías… y lo toleró… la insulté, le hice cada grosería que fue casi un milagro que no saliera huyendo…

—¿Y por qué no huyó, hijo?

—Porque le hice prometerme que durante toda la filmación ella tendría que venir diariamente a hacerme reportes diarios. Que esa era la promesa y el trato para que yo le prestara a Charles Weinstein el rancho Lewis.

—Ya veo… —Sophia se quedó viendo al horizonte—. Y, ¿cuándo te diste cuenta que la amabas?

—Es que… ¡no lo sé! —Liam se llevó las manos a la cabeza con desesperación—. No sé en qué momento en específico me enamoré de Isabella… de mi lindura… —Su voz cambió de desesperada a una ternura infinita al recordar a la castaña—. Tal vez fue a primera vista cuando la vi cubierta de lodo… tal vez fue cuando ella no quiso acostarse conmigo a cambio de prestarle mi rancho… —Sophia lo miró y movió la cabeza—. ¡Lo sé, mamá, lo sé, soy un asco! Tal vez fue cuando me di cuenta de que me daban unos celos horribles de que estuviera enamorada de Charles, tal vez cuando la besé por primera vez….

—Ok, ok… —interrumpió Sophia—. Ya entendí. Prácticamente estás enamorado de cada momento, hora, minuto y segundo que has pasado al lado de Isabella…

—Sí. Sí, lo admito. ¡Sí, estoy enamorado de Isabella como un completo idiota y ahora que me he lanzado sin red de protección al abismo para conseguirla, para quererla, para amarla, para decirle que me dé una maldita oportunidad de decirle que la amo, que me deje estar a su lado, que no importa que ame a Charles, que me deje reemplazarlo, todo está saliendo mal! ¿Será que ahora sí me quedaré solo para siempre, mamá? ¿Solo con el recuerdo de Isabella por haber sido tan estúpido de no haber visto lo obvio desde el principio?

—Liam… —Sophia se emocionó ante las palabras de su hijo—. Tienes que decirle todo esto a Isabella. Y ya no puedes estar con juegos. El dinero ayuda. Yo te puedo ayudar. Pero si ella no escucha estas palabras que me acabas de decir, de nada te servirá preparar la cita más hermosa del mundo…

—Supongo que tienes razón, mamá, como siempre… —Suspiró Liam.

—Mi pequeña estrella fugaz… —Sophia abrazó a Liam y le dijo en voz baja—. Cuentas conmigo para hacer a esa princesa castaña la más feliz… la quiero de nuera… y ahora, Liam, ve… Ve por ella.

Liam salió de la habitación de su madre con nuevos bríos. Haciéndole prometer que guardaría los vestidos y las cajas con los anillos de compromiso de Tiffany’s, corrió hacia donde estaba la filmación. No podía esperar a ver a Isabella. Tenía que verla para decirle que esa noche no habría reporte, que la esperaría, pero para ir a cenar porque tenía algo importante que decirle. Haría preparativos para confesarle y decirle todo lo que había hablado con su madre. ¿Por qué no? Llegó corriendo y justamente acababan de terminar una escena importante y Chris se estaba retirando a su remolque-camerino. Rooney, sorprendida, preguntó.

—¡Liam, no corras! Aquí estamos…

—Rooney… —Liam apenas podía hablar por el esfuerzo—. ¿Y Charles?

—Con Hannah en la otra locación. Allá también está John.

—¡Gracias!

Maldiciendo su suerte, corrió los dos kilómetros que lo separaban de la otra locación y llegó donde estaban Charles, Hannah y John. Cuando John lo vio llegar, Hannah y él intercambiaron miradas que Liam no pudo descifrar y no le importaba. Se acercó a Charles.

—¡Charles! ¡Por fin te encuentro!

—Sí, Liam, dime… ¿qué pasa? ¿Por qué tan agitado?

—Eso no importa… ¿Dónde está Isabella?

—Mmm… pues… —Charles titubeó y volteó a ver a Hannah mientras Liam los miraba a los dos.

—¿Qué? ¿Dónde está Isabella? —Liam insistió y John lo miró con cara de “no sigas preguntando”. Por fin, Hannah, ante el silencio de su director, abrió la boca.

—Isabella ya no está en la filmación, señor Lewis.

—¿Qué? —Liam casi gritó y John cerró los ojos sabiendo que se iba a armar todo un escándalo. Charles terminó de hablar ante el espanto en las pupilas azules de Liam ante tal declaración.

—Es cierto. La gatita ya no necesitaba estar aquí en el rancho. La filmación se acaba en tres días porque Chris ya avanzó mucho el día de hoy. Necesitaba que estuviera de regreso en Los Ángeles porque…

Liam se dio media vuelta. Ni siquiera terminó de escuchar a Charles. Lo único que su mente procesó fue que Isabella ya no estaba en el rancho. No estaba en Fort Worth. No estaba en Texas. Isabella se había ido. “Te amo” había llegado demasiado tarde.