Capítulo 54
Kim escuchó la grabación por segunda vez. Todas las actividades en la habitación se habían detenido; todos los ojos estaban fijos en el teléfono.
El grito era escalofriante para sus oídos. Kim pensó que vomitaría.
Arrojó el teléfono al otro lado de la mesa y salió a grandes zancadas de la habitación.
A los veinte pasos sintió el golpe del frío nocturno. Caminó alrededor de la fuente, con los puños apretados contra los costados. Sentía la urgencia de golpearse la cabeza. Su petición de una prueba de vida le había causado cierto dolor, y ese no era su trabajo. Se suponía que debía proteger a esas niñas. Ya tendrían que estar de regreso en casa. Eran niñas. Amedrentadas y desnudas y, ahora, lastimadas.
—Me cago en las mil... gruñó y dio una patada.
—No es una pelea justa. El árbol no le ha hecho nada.
Kim se volvió y descubrió a Matt Ward apoyado a un lado de la casa.
—¿Qué quiere?
Él se encogió de hombros.
—Solo quería mirarla hacer un buen berrinche. Este no ha sido de lo mejor.
—Trato de no manifestar mis frustraciones frente a mi equipo. Es malo para el espíritu.
—Vale, y cree que han venido detrás, soltando petardos. Escucharon exactamente lo mismo que usted.
—Gracias por recordármelo.
—Sin embargo, ellos no salieron corriendo de ahí como niños malcriados. Es una excelente manera de apoyar a su equipo, inspectora detective. Aún están ahí, contemplando el móvil.
Kim se volvió a él. Cada gramo de su cólera estaba dirigida a ese hombre.
—No sabe nada de mi equipo, así que váyase al diablo.
La expresión del hombre no cambió.
—¿Qué problema tiene?
Ella estaba atónita por la falta de emoción en las respuestas de Matt Ward.
—¿No oyó eso? Qué corazón frío tiene, hijo de...
—Lo oí. Y lo volví a escuchar.
—Así que sabe que las lastimaron debido a que pedí una prueba de vida.
Él puso los ojos en blanco.
—Vaya, supérelo. Nunca me imaginé que usted sería de los que se martirizan. Por supuesto que pidió una prueba de vida. Si yo hubiera llegado antes, habría hecho lo mismo. Bájese de la cruz y escuche, porque en mi naturaleza no está el tratar de hacer que la gente se sienta mejor: nadie ha lastimado a esas niñas.
—¿A qué se refiere?
—Esos gritos eran de horror, no de dolor. Hay una diferencia.
—¿Cómo lo sabe?
Él no se inmutó.
—Confíe en mí, lo sé. —Mientras él se apartaba de la pared, ella lo seguía mirando con dudas.— Pero olvida lo más importante. —Kim ni siquiera se molestó en preguntárselo, porque sabía que se lo iba a decir de todos modos.— Ahora sabe que están vivas. Las dos.
Matt le dio la espalda y volvió al interior de la casa. Ella lo observó alejarse.
Ya había decidido que el tipo no le gustaba. Había en él un frío y desconcertante desapego emocional. Durante su conversación, en ningún momento cambió de cariz.
No le caía bien, no confiaba en él, pero, maldita sea, esperaba que tuviera la razón.