Truly
Era la primera vez que había preparado una presentación y no tenía una papelera a mi lado por si me daba por vomitar. Volví a repasar los documentos de Artemis. Estaban muy bien, incluso aunque lo dijera yo misma. Los había preparado de una manera mucho menos objetiva de lo que solía hacerlo, más emotiva. Y me parecía bien. Pero no iba a estar cómoda hasta que averiguase de qué idea quería hablarme Noah. Si me hubiese enviado el correo que me había prometido, habría podido añadir y llevar a cabo los cambios. Iba a hacer la presentación esa misma tarde. No había tiempo suficiente.
Deslicé la pantalla de mi móvil. Seguía sin tener ninguna respuesta a mi pregunta sobre su sugerencia.
—¿Lista?
Di un salto cuando entró. Se había ofrecido a venir y hacer una revisión final antes de marcharme a las oficinas de Artemis.
—Bueno, lo estaría si me hubieses enviado la idea que me dijiste. Me pone de los nervios no haber terminado esto a falta de solo unas horas.
Frunció el ceño antes de tomar asiento, pero no respondió.
—¡Noah!
—¿Qué? —preguntó, como si no hubiese escuchado ni una sola palabra de lo que le había dicho.
—Cuando te vi en casa de Abigail y Rob el sábado, dijiste que tenías una idea para la presentación de Artemis y que querías hablarme sobre ella.
Él asintió.
—Ah, sí. El sábado. ¿Qué tal la cita?
—Estuvo bien. ¿Qué idea era? Me la ibas a enviar por correo. —Noah siempre estaba al teléfono. No entendía por qué no me había respondido a los mensajes.
—¿Bien? ¿Qué significa eso? En una escala del uno al diez, ¿cómo la calificarías?
¿Por qué estaba hablando del sábado por la noche cuando se suponía que debía estar ayudándome a preparar la presentación?
Quería olvidarme de esa noche. Verlo justo antes de irme a cenar con otro hombre había sido muy raro. Tampoco era que estuviese sucediendo algo con Noah. Sí, nos habíamos besado. Y también había ocurrido aquella… situación en el probador. Pero nada desde entonces. Tampoco había decidido de repente que era la mujer de su vida y me había declarado su amor. De hecho, me había fastidiado más de la cuenta que no hubiera mostrado ninguna reacción cuando se había enterado de que tenía una cita.
¿Y por qué estaba tan interesado ahora?
—Un siete. Y ahora, por favor, ¿puedes decirme qué hay mal en la presentación? —No estaba segura de que el siete fuese el número correcto. Más bien un cinco con dos, pero supuse que un número más alto podía evitar que me hiciese más preguntas.
—Siete. Vale. —Se acercó y cogió la presentación. Apoyó el tobillo en la rodilla de la otra pierna y pasó las páginas, revisándolas de arriba abajo.
—Así que un siete significa que habrá una segunda cita.
—¿Estás jugando a hacerte el hermano mayor?
Levantó la mirada y me observó con el ceño fruncido.
—Creo que sabes que los dos estaríamos en la cárcel si fuese tu hermano. Entonces, ¿eso es un sí a una segunda cita?
—¿Y a ti qué te importa? —pregunté. Parte de mí, una gran parte, esperaba que me pidiese que no tuviera más citas.
—Eso es lo que estoy intentando averiguar —murmuró. Se echó hacia delante y dejó la presentación de un golpe delante de mí, para señalar después la página tres—. Ahí. Falta un punto.
—¿Estás de coña? ¿Un maldito punto? ¿Y por eso me has hecho entrar en pánico?
—La gramática es importante, Truly. Y siempre he pensado que eras una perfeccionista.
—Eres un gilipollas. —Ya había visto que faltaba el punto, y le había pedido a mi asistente que hiciera los cambios en las copias que iba a llevarme. Noah necesitaba un nuevo trabajo si seguía llamándome y enviándome mensajes los sábados solo por esas cosas.
Él se rio.
—Tienes la boca muy sucia. —Enarcó las cejas, y yo ignoré el vuelco que me dio el corazón.
Negué con la cabeza.
—¿Lo repasamos en la sala de juntas? —Rodeé el escritorio.
Él se levantó, dio un paso hacia mí y se colocó demasiado cerca.
—Estás guapa hoy. —Me colocó el pelo por detrás del hombro, exponiendo mi cuello.
—¿Noah? —Di un paso atrás y él bajó las manos. Me había besado. Eso era todo. Había sido un momento de locura y ya había pasado.
Abigail tenía razón. Tenía que salir con tíos en vez de perder el tiempo pensando en Noah. Ya había pasado por aquello.
—Repasemos la presentación. No puedo permitirme cargarla.
—Sabes que lo vas a hacer bien —dijo, mientras me seguía—. Se te están dando mejor estas cosas, y pronto no me necesitarás.
Me detuve de pronto frente a la puerta de la sala de juntas.
—¿Me estás diciendo que no vas a volver a hacer esto?
Se quedó tan cerca que pude sentir su aliento en mi mejilla y el calor de su cuerpo a mi lado.
—Me quedaré aquí mientras tú quieras —dijo en voz baja y tono serio, y una pequeña parte de mí que mantenía oculta de la luz quería creer que se refería a mi vida, y no solo a ayudarme con la fundación mientras Abigail estuviese fuera.
Inspiré hondo y abrí la puerta.
—No estoy lista para que te marches. Todavía no.
El problema era que, cuanto más tiempo se quedaba, menos posibilidades había de que quisiera que se marchase.
Tal vez fuese el momento de admitir la derrota. O al menos, de pensar en otra estrategia.