6

Truly

—Debes de quererlo de verdad —le dije a Abigail, mirando al hombre que jugueteaba con el micrófono.

El pub no era lóbrego: las paredes eran de un color gris claro luminoso, las sillas y los bancos estaban cubiertos de piel marrón y el suelo era de baldosas pulidas. Se parecía más al vestíbulo de un hotel que a un pub inglés tradicional. Pero mi hermana era más de ostras y champán que de patatas y Coca-Cola. No era de las que disfrutaban con los concursos en pubs.

—Bueno, lo considero una forma de negociación. Yo vengo a esto, que a él le encanta, y él cocina, lo que me encanta a mí, porque significa que así no tengo que hacerlo yo. —Encontramos una mesa vacía junto a la ventana y nos sentamos—. Y la verdad es que no está mal: tienen Cloudy Bay y servicio de mesa.

Yo me reí por lo bajo.

—Entonces, es un concurso de alto nivel.

—Exacto. En fin, te he traído porque te gustan los juegos de preguntas y respuestas, y porque eres la persona más lista que conozco.

Abigail llamó a uno de los camareros y pidió una botella de pinot noir y un mojito sin alcohol.

—Espero que Rob se beba la mayor parte de esa botella, porque es demasiado para mí —dije.

—Sí. Y probablemente Noah también lo haga.

El corazón me dio un vuelco.

—¿Noah?

—Te dije que venía, ¿no?

Había irrumpido en mi despacho a las seis, había insistido en que me tomara la tarde libre y después prácticamente me había llevado de los pelos hasta el coche. Ni siquiera me había dicho adónde íbamos hasta que me había puesto el cinturón y había salido a la calle principal.

—No hay ningún problema, ¿no?

—No. ¿Por qué habría de haberlo?

Me las había arreglado el domingo. Incluso verlo a principios de semana, cuando me había encontrado con él en el hospital, no había estado mal. Había sido breve, y me había dado cuenta de que había dejado de pensar en él mucho más rápido que cuando lo había visto en la comida. Pero ya era suficiente. No quería seguir tropezándome con él. Sabía lo vulnerable que era a su lado, y no quería volver a sentir lo mismo por él. Solo quería que volviera a marcharse a Nueva York, donde todo quedaba a tres mil millas de distancia, en vez de seguir rebotándome una y otra vez en la cabeza.

—Si no supiera que Rob iba a cabrearse un montón, me tomaría media copa de vino. Dicen que no hay ningún problema, y me vendría bien. Hoy he revisado con Lisa mi agenda y todas las cosas que tengo que hacer antes de irme de baja se me están acumulando. Solo con verlo me he puesto de los nervios.

No era típico de Abigail sentirse abrumada. Las dos tendíamos a comprometernos de más, pero esa vez Abigail estaba trabajando con una agenda que tenía una fecha final fija y cero flexibilidad: el bebé no podía reprogramarse.

—¿Estás bien? —Me había ofrecido a ayudar, pero poco podía hacer, y las dos lo sabíamos. Nuestros trabajos no coincidían. Abigail era el rostro de la fundación, y yo la necesitaba—. Lo entiendo, todavía queda mucho por hacer. Pero lo principal es que mantengas el ritmo. Tienes cinco meses antes de que nazca el bebé.

No me había dado cuenta antes, pero tenía ojeras y, por su cara, se notaba que estaba en tensión. Normalmente no solía delatar tanto el estrés que sentía.

—Dios, ahora que estoy a punto de ser madre, me pregunto cómo lo hizo mamá.

—¿La has visto? —le pregunté.

—Sí. Rob y yo fuimos el lunes una hora. No tenía ni idea de quién era yo.

Se me hizo un nudo en el estómago. Nuestra madre seguía viva, pero la mujer decidida y vivaz que había creado y dirigido la Fundación Harbury había perdido la partida contra la demencia hacía mucho tiempo.

—La última vez que estuve allí le conté algo sobre cómo iba la recaudación de fondos. Ya sabes cuánto le gustaban los detalles. Pensé que podía llegar a ella de alguna manera.

—¿Y qué tal? —inquirió mi hermana.

No pude responder. Me limité a negar con la cabeza.

—Le encantaría lo que estamos haciendo para el centro de rehabilitación este año.

—Eh, chicas —nos llamó Rob, interrumpiendo la conversación antes de que se pusiera demasiado triste—. Habéis conseguido buenos asientos, buen trabajo. Con vosotras dos en el equipo, esta semana vamos a ganar.

No pude evitar sonreír. Rob estaba alegre el noventa y nueve por ciento del tiempo. Suspiré y evité mirar a Noah, que irradiaba calor, mientras Abigail se enjugaba las lágrimas.

Rob frunció el ceño.

—¿Va todo bien? ¿He dicho algo malo?

Di unas palmadas sobre una de las sillas vacías que había entre Abigail y yo.

—No, siéntate. Hemos pedido vino.

Noah besó a Abi en la mejilla, se sentó a mi lado y se agachó para besarme también. Fue casi demasiado. Estaba demasiado cerca. Su olor, su calor, su cuerpo duro eran abrumadores. Ese era precisamente el motivo por el que tenía que evitarlo lo máximo posible.

—Eh —dijo—. No sabía que estarías aquí.

—Y yo tampoco. Es decir, no tenía pensado venir, y tampoco sabía que tú estarías aquí. —Joder, debería escribírselo todo para que quedase claro. ¿Por qué me ponía tan nerviosa?—. Abigail me ha traído de los pelos. A veces es más fácil no discutir.

Noah se rio por lo bajo.

—Yo, como a Rob le gusta recordarme, estoy desempleado, así que no tengo excusa para decir que no.

El camarero llegó y Abigail ni siquiera dejó que su mojito tocara la mesa para pedir otro.

—Es verdad —añadió Rob, sirviendo el vino en las tres copas—. En paro. Desempleado. Una estadística. —Negó con la cabeza, como si estuviese decepcionado—. Espero que no pidas el paro: no quiero que me suban los impuestos…

—Estoy bastante ocupado —dijo Noah para callar a Rob.

—¿Algo interesante a la vista? —pregunté, observándolo mientras giraba un posavasos con la mano. Siempre había algo más bajo la superficie con Noah, y había que indagar para descubrirlo. Era una de las cosas que más me gustaban de él.

—Voy a invertir en emprendedores. Me gustaría darles a las empresas en las que creo una oportunidad, al igual que me la dieron a mí con Concordance Tech. Y estoy mirando otras cosas más, solo tengo que pensar…

—No creas que vas a librarte de ese descenso —le interrumpió Abigail—. Ya he creado tu página de recaudación de fondos.

—Estoy deseando hacerlo —contestó.

Noah no era de los que se echaban atrás. No me habría colado por nadie que fuese así. Y siempre le había gustado esforzarse al máximo en todo. Tampoco se trataba solo de los deportes extremos. Era como si cada una de sus facetas me estuviera invitando a enamorarme de él.

Unos golpecitos en el micrófono llamaron nuestra atención hacia la parte delantera de la sala, donde uno de los camareros estaba repartiendo fichas blancas para las respuestas.

—Tenemos que pensar en un nombre —dijo Rob, señalando con el lápiz el espacio en blanco en la parte superior de la hoja—. La última vez éramos «Los toros».

—Qué nombre más horrible —opinó Noah.

—Es porque…

—No me importa el motivo —replicó—. Es un nombre de mierda. ¿Qué tal «Trivina Aguilera»?

Yo me reí.

—O el «Trivago de Oz» —sugerí.

Noah sonrió, y yo traté de no emocionarme por haberlo divertido.

—O «Los Triverables» —contratacó él—. ¿O «Trivia Newton-John»?

Me reí a carcajadas.

—Vamos a por «Triviales».

Esperé que Abigail se riera, pero cuando miré, ella estaba centrada en la barra. Rob parecía irritado cuando anotó «Los Triverables» en la parte superior de la hoja.

—Venga, chicos. Tenemos que tomarnos esto en serio. —Señaló hacia Noah y hacia mí con la cabeza—. Esta semana, con vosotros dos, cerebritos, podremos ganar.

—Vale, vamos a ganar —dijo Noah con un tono tan firme que no dejó lugar a dudas—. Pero eso no significa que no podamos divertirnos.

—Primera ronda —anunció el hombre que llevaba el micrófono—. Cultura general. ¿Para qué fruta se utiliza el segundo nombre de «granadilla»?

Noah y yo respondimos al mismo tiempo.

—Fruta de la pasión.

Lo miré, y él me sonrió.

Rob entrecerró los ojos con mirada suspicaz, pero sabía muy bien que no debía poner en duda nuestra respuesta, y la anotó.

Observé a Abigail con disimulo, pero tenía los ojos cerrados. Cuando hizo una mueca, me agaché hacia ella y le di unas palmaditas en la mano.

—Eh, ¿estás bien? —le pregunté.

Ella forzó una sonrisa.

—Pues claro. Creo que necesito comer algo. Voy a pedir algo de picar.

—Pudong, que significa «banco este»…, ¿es el distrito financiero de qué ciudad?

—Fácil —dijo Noah, levantando la barbilla como para retarme.

—De Shanghái —contesté, asintiendo.

Él puso los ojos en blanco. Sabía que tenía razón. Madre mía, cómo había echado de menos lo bien que me hacía sentir Noah, como si ser la hermana lista estuviese bien. No parecía considerarme una cerebrito, sino una igual.

Volví a mirar a Abigail, que estaba charlando con el camarero sobre la carta.

—Nombra el pueblo pesquero ficticio de Gales que sale en la obra Bajo el bosque lácteo.

Puse los ojos en blanco. Todo el mundo sabía eso.

—Lo he leído pero nunca lo he escuchado, así que lo mejor que puedo hacer es deletrearlo —dijo Noah—. L-l-a-r-e-g-g-u-b.

—¿Cómo coño te acuerdas de cómo se deletrea eso? —preguntó Rob.

—Porque es «bugger all», que os den por el culo a todos, pero al revés —expliqué.

Rob subrayó esa respuesta como si pudiera conseguir más puntos por ella o algo así.

—Joder, esta noche ganamos seguro.

—Sin lugar a dudas —añadió Noah, mirándome a los ojos y sonriendo de esa forma que me hacía sentir como si fuese la única mujer en su mundo.

Noah era afable y encantador, hacía que todo el mundo se sintiera como si fuese su amigo, pero en el fondo había una determinación férrea que, según pensaba yo, le hacía ser implacable cuando quería, un negociador implacable, una autoridad firme. Esa combinación le hacía tener éxito, le permitía acostarse con mujeres y marcharse sin pensárselo dos veces, y lo convertía en mi kryptonita personal.

Abigail estaba un poco pálida cuando volvió de la barra.

—¿Necesitas tomar el aire? —le pregunté.

Se detuvo y parpadeó varias veces seguidas. El corazón comenzó a latirme con rapidez. Algo iba mal. La agarré justo cuando empezaba a caerse.

—¡Rob! —grité al agarrarla del brazo. Estaba consciente, pero era como si no le funcionasen las piernas—. Está bien. Siéntate. No intentes levantarte. —Levanté la mirada cuando Rob se puso al otro lado.

—Una ambulancia —dijo Noah al teléfono—. Está embarazada y se ha desvanecido. Para el Crown and Horses, en Haverstock Hill. ¡Daos prisa!