12

El disimulo

Escucharla decir eso fue una puta mierda.

Buscó y agregó el contacto en el celular, pero como no quería quedarse a oír la conversación se despidió con la mano.

—No te vayas, ¿podrías quedarte un rato más? —pidió la chica en un susurro.

—De hecho, tengo que revisar un caso importante. —Jo lo miró con pesar, con ojos tan suplicantes que el muchacho suspiró y se rascó la cabeza—. ¿Qué más da? Podría dejarlo para más tarde.

—Gracias. Andrew, gracias de verdad.

Él suspiró hondo y volvió a sonreír, tomó asiento en una silla al lado de la cama y se quedó en silencio, oyendo el tono de llamada.

Después, una voz que no quería escuchar lo incomodó más.

—¡Jo, qué gusto verte!

—Te dije que aprendería a usar Skype —dijo con una gran sonrisa mientras sostenía el teléfono en sus manos.

—¿Acaso llevas puesta una…?

—Sí, es el atuendo que regalan en los hospitales. —Jordan abrió mucho los ojos, ella alejó la cámara un poco y la bata azul se vio por completo en la pantalla.

—¿Cómo? ¿Qué haces en un hospital?

—Me caí de la casa del árbol. —Se sobó la cabeza como recordando el golpe—. Me dijeron que morí por unos minutos… —Andrew y Nathan no necesitaban ver la pantalla para saber que Jordan tenía la cara desencajada.

—Dios, ¿cómo te pasó algo así?

—Por distraída.

—Mmm… lo supuse desde aquel pelotazo.

—Entonces somos dos los despistados porque, que yo recuerde, tú también te llevaste tu parte ese día.

—A decir verdad, te protegí. Vi cuando la pelota venía en tu dirección y me atravesé. —Ella soltó una carcajada, sabía que no era verdad. Nathan y Andrew pusieron los ojos en blanco al mismo tiempo—. Eso sonó a que no me crees.

—Por supuesto que no, no intentes quedar como un héroe.

—Te muestro mi capa cuando gustes, aunque no me queda claro si quieres ver mi capa o solo reírte de ella —bromeó.

—Jordan, tú te verías bien con lo que sea, pero sí, seguro me reiría.

—Bien, es un trato; en otro momento en el que no esté en la oficina te mostraré mi otra identidad. —Se quedó en silencio considerando si alargar la conversación o no—. ¿Sabes? Hay algo importante que debo hablar contigo.

—¿Como qué?

—El sábado te llamaré.

—Estaré lista y esperando esa llamada —dijo con inquietud.

—Llamaré después de las cuatro, mi madre quiere que la lleve a recoger algunas cosas para una fiesta que dará.

—¿Una fiesta?

—En realidad, no es una fiesta, más bien es una cena en su casa.

—Si estuviera allá, ¿me invitarías? —Jordan la miró pensativo y con una expresión extraña se desentendió.

—Me tengo que ir. Lo siento, tengo trabajo, ¿hablamos el sábado?

—Está bien.

—Cuídate mucho, preciosa, me alegró verte. Un beso.

Jo casi acercó sus labios a la pantalla, pero Jordan ya había cortado la llamada.

Andrew arrugó la nariz. Sintió celos. Estaba siendo un idiota. Probablemente, ese tipo era su novio y, claramente, él no tenía oportunidad. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien tocó a la puerta.

—Adelante —resopló Jo.

Andrew recibió la bandeja con el desayuno y se lanzó descuidadamente en la silla para contemplarla mientras comía. Ella parecía incómoda, refunfuñaba mientras pellizcaba el pan con sus dedos y se lo metía a la boca. Él no quería mirarla, pero tampoco lo podía evitar. Sacudió la cabeza y mordió el interior de su mejilla; le molestaba verla así. Todo había estado bien y ahora no lo estaba.

—Jo.

—¿Sí? —dejó escapar entre mordiscos.

—¿Por qué no me dijiste que tenías novio? —Ella miró atentamente la bandeja y sacudió la cabeza.

—Porque no tengo. —Se encogió de hombros y se alejó del sándwich. Andrew la miró con atención y se apoyó de un lado de la silla.

—¿No tienes nada con Jordan? —preguntó directamente.

—No, no tenemos nada —contestó y disparó devuelta—. ¿Por qué te importa?

—Nah… pura curiosidad. —Hizo una mueca—. Tal vez no esté en lo correcto, pero pareciera que no estás contenta con eso.

Él tenía razón. Efectivamente, quería más de Jordan, pero ella ahora estaba lejos. ¿Funcionaría una relación a distancia? Debía comprobarlo, no se rendiría tan fácil.

—Salimos un par de veces, todo fue muy apresurado y no pudimos conocernos lo suficiente, pero me gustaría que me diera una oportunidad. Jordan me gusta. —Andrew trató de ocultar su decepción, aunque agradecía que fuera sincera.

—¿Y él te corresponde? —Se rio por la pregunta, la curiosidad era evidente en la voz del muchacho. Andrew le agradaba mucho, pero no podía permitirse complicar la relación con Jordan. Su plan no debía desviarse.

Le contestó lo que ella misma quería creer.

—Por supuesto, somos uno para el otro.

Él lamentó las palabras en el momento en que dejaron la boca de Jo, se levantó de la silla y sin darle tiempo a reaccionar se acercó mucho.

—Me alegro por ti —susurró en su oído, luego besó su mejilla. El aroma de su colonia la envolvió. Estaba luchando con el deseo de enterrar la nariz en su cuello y aspirar esa fragancia tan divina cuando él se alejó—. Vendré luego, descansa un rato, señorita.

Y salió con un escueto adiós del lugar.

—Veo que el regreso a Starry Ville no ha sido del todo malo.

La voz de Nathan hizo que se enderezara de golpe, como si la hubiese pillado en algo; lo que era ridículo porque solo estaba pensando en que le hubiera gustado que Andrew no se fuera tan pronto.

—No empieces, el rockerito es guapo y simpático, pero solo es mi compañero de piso.

—¿Viven juntos? Esto cada vez se pone mejor… —Alzó las cejas con picardía.

—¡Solo es un amigo!

—Un buen amigo. Guapo, simpático y también dijiste que te hace reír.

—¿Estás haciendo una lista?

—No, todo lo grabo aquí. —Se tocó la sien con el dedo.

—Nada, deja la locura, estás viendo cosas donde no las hay. Ya demasiado tengo con haber regresado de la muerte. Una relación con Andrew lo complicaría todo, te lo aseguro.

—¡Oh, venga, hermanita! Eres inteligente, ¿te diste cuenta de que se puso celoso de Jordan? —Jo lo miró con molestia y le lanzó lo primero que encontró. Nathan se echó a reír cuando la almohada pasó a través de él.

—No te rías, Nathan. Fue extraño lo que sentí cuando vi su expresión.

—Parece que lo lastimaste. —Ella lo miró un tanto preocupada—. Tranquila, eso no debe importarte porque él no te gusta, ¿no es así? —Su voz destilaba sarcasmo. Jo fingió un bostezo y se recostó.

—No, no me gusta.

—De acuerdo, hagamos que te creo. Duérmete, que yo seguiré haciendo mi lista.

—Nathan...

—¿Qué?

—Ya cállate.

***

La mujer le brindó una alegre sonrisa.

—¿Nos vemos pronto?

—Seguro.

—Nada me gusta más que estar contigo.

—Y a mí también, cariño. —Dejó que ella lo besara sabiendo que en las escaleras de esa casa alguien los podría ver. El tema de que los descubrieran lo ponía nervioso, así que se separó y juntó las cejas.

—No pasa nada. Fue un arrebato —dijo apoyando las caderas en la barandilla.

—Yo no tengo nada que perder, pero no me gustaría que te juzgaran.

—Por supuesto…

—Todos hablarían de ti.

—Lo sé, tendré más cuidado.

Él no estaba casado, las solteras de Starry Ville morirían por hacer cola delante de su puerta con tartas de manzana y comida de todo tipo, pero ese hombre no disfrutaba de nada a menos que viniera de ella, de la que sí estaba casada y con la que mantenía un romance clandestino.

—Sin duda fue bueno venir a verte, pero ya me tengo que ir.

—Lo sé. Anhelaba que te quedaras, pero entiendo tus razones.

—Lo que tenemos es así, una cana al aire.

—Qué romántico. —Arrugó la frente con desagrado—. No es que quiera escuchar cosas empalagosas de ti, pero es horrible que describas lo que tenemos como una «cana al aire».

Él intentó controlar la carcajada.

—Una cana, una aventura, un rollo, un lío; es lo que es y no puede cambiar hasta que no te quites ese anillo.

—¿No te ibas?

—Me echas porque tengo razón. —La expresión de ella se volvió fría; él suspiró.

—¿Qué es lo que te pasa ahora?

—Nada, nos vemos luego. —Y se marchó.

Ella permaneció inmóvil por unos segundos, el aroma a obstinación quedó impregnado en el ambiente hasta luego de cerrar la puerta. Ese hombre la iba a volver loca. Se sentó en el mueble y miró a su perro, que llegó a olisquear sus pies.

—¿Cómo diablos se lo digo? —El perro sacudió una oreja y se echó en la alfombra ignorando la pregunta.

Ella comenzó a pensar exactamente de qué manera le podría pedir el divorcio a su marido.

***

Era casi hora de cenar cuando Andrew regresó al hospital, se había marchado antes con la esperanza de evitar a Preston Jones, responder un interrogatorio sin sentido no le apetecía.

«¿Cómo puedo siquiera explicarle que su hija vive conmigo?».

Sacudió la cabeza mientras se bajaba del auto, pero ahí lo vio.

«¡Demonios!».

Sonrió manteniendo la calma.

—No vas a decirme que fuiste tú el que me llamó, ¿cierto? —preguntó Preston, caminando a su lado por el sendero que los llevaba a la entrada.

—No sé de qué me habla. —respondió con una mueca porque, aunque iba vestido de civil, se le veía el armamento que llevaba en la cintura.

—Vas a hacerte el loco entonces —murmuró con disgusto—. Tengo derecho a saber cómo fue que encontraste a mi hija, dentro de mi propiedad, a esa hora de la noche. —Andrew se detuvo con una mueca desagradable—. Yo que tú empezaría a hablar y buscaría un buen argumento para convencerme de que se cayó por un descuido y de que tú pasaste por ahí solo por casualidad.

—¡Tiene que estar bromeando!

—No, Andrew. No soy tan cruel como para bromear cuando mi hija estuvo a punto de morir.

—Señor Jones, ¿ha pensado que tal vez su hija y yo nos conocemos? —inquirió serio. Los ojos de Preston se entrecerraron.

—No, ¿de dónde la conocerías? Ella no vive en Starry Ville —contestó con recelo y desconfianza.

—Sí, ahora sí vive aquí. —Y con eso abrió la puerta principal y entró. Él no era de los que huía, pero la cara de Preston lo ameritaba.

—Espera… —Le dio alcance intrigado—. ¿Qué quieres decir con eso? ¿Sabes en dónde está viviendo?

—¿Por qué mejor no se lo pregunta a ella?

Andrew no tenía ánimos para una discusión y quería escapar de la inquisición lo más rápido posible.

—No puedo hacerlo —resopló—. No es de tu incumbencia, pero no soy bienvenido en esa habitación.

—Jo es una chica maravillosa —comentó—. La conozco desde hace poco, pero estoy seguro de que, si no le reprocha nada, ella aclarará todas sus dudas.

Preston lo miró de reojo y se detuvo en seco cuando una ligera sospecha se asomó a su mente.

—No estará viviendo contigo, ¿verdad?

—Sí, está viviendo en mi apartamento. —La expresión en el rostro de Preston se endureció—. Pero no ha pasado nada, ni pasará. —Lo intentó tranquilizar. Sin poder creer lo que el muchacho decía abrió los ojos de par en par.

—¿Cómo ocurrió tal cosa? ¡Mi hija no puede estar viviendo con un hombre!

—¿Con un hombre o conmigo? — Andrew frunció el ceño incómodo y molesto—. Entiendo desde hace tiempo que no le caigo bien, pero yo sería incapaz de faltarle el respeto a Jo. Antes que nada, necesita entender eso, señor Jones.

El hombre bufó.

—¿Qué pasa entre tú y ella?

—Nada —dijo sin fingir—. Sé que a ningún padre le gusta saber lo que le confesé, pero es la verdad. Ella no tiene interés en mí. Le alquilé una habitación, es todo.

Preston arqueó una ceja al oírlo, la desaprobación brotaba por cada poro de su cuerpo y era perceptible para Andrew.

—Estaré cerca, Key. —Hizo una pausa significativa—. Muy cerca y atento.

Entonces, llegaron a la puerta de la habitación y simularon una sonrisa de «aquí no ha pasado nada». Al entrar, Andrew pudo ver cómo el rostro de Jo se desfiguraba ante la imagen de verlos juntos.

—Oh, esto sí que será interesante —murmuró Nathan.