Imagen
Capítulo 20

Lucas remoloneó en la cama durante unos minutos antes de levantarse. Entre bostezos, se estiró como un león perezoso mientras la intensa luz del mediodía le recordaba que por lo menos había dormido catorce horas de un tirón.

«Me lo he ganado», pensó sin sentir ningún tipo de remordimiento.

Tras tres meses en la Secret Academy, había seguido escrupulosamente el agotador ritmo de la escuela, dando lo máximo en las clases teóricas y entrenando sin descanso en los programas de la Academia Virtual. Pero, por si con aquello no hubiera bastante, también había tenido que asumir un papel decisivo en la operación Meteora. La experiencia estaba siendo apasionante, porque los experimentos realizados les estaban llevando por caminos inauditos, pero noche tras noche había tenido que levantarse de madrugada para conectarse a la Academia Virtual con un lápiz de memoria y realizar inacabables pruebas relacionadas con el mineral. El secretismo de la operación era tal que las únicas alumnas que estaban al corriente de su participación eran Úrsula y Rowling, aunque Lucas nunca les revelaba los increíbles descubrimientos que estaban haciendo.

De un salto, se levantó de la cama y miró por la ventana. Era Nochebuena y el tiempo no había cambiado desde que habían llegado allí. En la isla seguía haciendo el mismo calor tropical del primer día.

Lucas se giró con la intención de dirigirse al baño cuando le pareció oír un leve gemido. Se acercó al habitáculo de Rowling, protegido por una mampara que lo rodeaba por completo, y sacó la cabeza por encima para mirar. Acurrucada en posición fetal dándole la espalda, Rowling estaba tumbada en su cama mirando algo similar a un pequeño trozo de cartón que sujetaba con la mano. Lucas tuvo la impresión de que estaba llorando.

—¿Estás bien? —preguntó Lucas.

Rowling se sobresaltó. Escondió precipitadamente lo que estaba mirando debajo de la almohada y se secó los ojos con disimulo.

—Estoy perfectamente —respondió con una radiante sonrisa, pero sus ojos tenían el inconfundible brillo de las lágrimas.

—¿Estabas llorando? —dijo preocupado.

—No, solo era un bostezo —se excusó—. Creo que voy a darme una ducha.

Resultaba evidente que mentía y que no le apetecía nada tratar el tema con él. Sin apenas mirarle, se levantó de la cama y se fue directamente al cuarto de baño.

Lucas se quedó de pie mirando como se alejaba sin saber qué debía hacer. Sus ojos se posaron en la cama, y su atención se fijó en aquella especie de trozo de cartón que Rowling sostenía con una mano.

«No debes hacerlo», se dijo, pero se encontró dirigiéndose hacia la cama de Rowling para descubrir su secreto.

Lucas lo cogió con cuidado y vio que no se trataba de un trozo de cartón, sino de una antigua fotografía. Estaba bastante arrugada y debía de tener un montón de años, pero aún se encontraba en buen estado. Había una pareja sonriente junto a un hermoso recién nacido rechoncho, de piel pálida y con el pelo anaranjado. El bebé debía de ser Rowling, y la pareja, con toda probabilidad, sus padres. La mujer era muy hermosa y tenía los mismos ojos verdes que ella, mientras que el padre era pelirrojo y pecoso, con una mirada tan peculiar que le llamó la atención. Lucas tenía la sensación de que ya había visto aquellos ojos de un color violeta azulado en otra parte, pero no consiguió recordar dónde.

De repente se abrió la puerta del aseo de Rowling.

—He olvidado… —empezó a decir, pero no terminó la frase.

Sus ojos verdes se clavaron en la fotografía que Lucas sujetaba con la mano derecha. Llevaba una toalla roja enrollada al cuerpo lo bastante grande para cubrir sus pechos y partes íntimas, pero demasiado pequeña como para ocultar sus largas y estilizadas piernas. Por un instante, Lucas admiró su piel decorada por miles de pecas, algo bronceada por los meses pasados en la isla, e intuyó que su tacto debía de ser cálido y sedoso.

—¿Qué haces? —preguntó Rowling.

Lucas salió de su ensoñación, dándose cuenta de que su amiga se sentía incómoda. Sin proponérselo, sus ojos volvieron a mirar la fotografía.

—¿Son tus padres? —le preguntó.

—Es el único recuerdo que tengo de ellos —respondió Rowling cogiéndole la fotografía de las manos—. Murieron cuando yo era muy pequeña…

Lucas se quedó pasmado. Llevaba tres meses compartiendo habitación con Rowling, y aquella era la primera noticia. Tras su sonrisa despreocupada, se escondía una chica misteriosa capaz de esconder a sus mejores amigos sus sentimientos más profundos. De golpe Lucas entendió la tristeza de Rowling cada vez que él y Úrsula se conectaban a internet para charlar con sus familiares por webcam.

—¿Por qué no nos lo habías contado? —le reprochó Lucas casi sintiéndose culpable.

—Los recuerdos no son agradables —contestó mientras volvía a guardar la fotografía con sumo cuidado—. Crecí en un orfanato y tuve varias familias de acogida, pero no acabé de cuajar en ninguna…

La expresión triste de Rowling le conmovió, y mientras se preguntaba si debía abrazarla, un lejano recuerdo acudió a su mente.

Había ocurrido justo después de haber recibido la invitación de ingresar en la Secret Academy. Un hombre de pelo blanco, un forastero en su barrio había estado siguiéndole. «Vete con mil ojos, chaval», le había advertido, y Lucas no le había dado ninguna importancia hasta aquel momento. Aquel hombre tenía el pelo canoso salvo por unos mechones pelirrojos que se resistían a tornarse blancos. Pero no era el pelo lo que se le había quedado grabado en la memoria, sino aquellos ojos de un color violeta azulado tan particular. Eran tan excepcionales que le costaba creer que pertenecieran a dos personas distintas.

«No tiene sentido, su padre está muerto… ¿Cómo demonios podría estar paseándose por mi barrio?», se preguntó desechando aquella absurda idea.

El recuerdo se le fue de la cabeza cuando Úrsula irrumpió en la habitación con la respiración entrecortada y la emoción reflejada en sus ojos castaños.

—El doctor Kubrick acaba de llegar a la isla en avioneta —les informó atropelladamente—. Esta noche se concederán los círculos de liderazgo para los cinco mejores en teoría y los cinco mejores en prácticas. Pero eso no es lo mejor de todo…

Úrsula hizo una pausa, como si quisiera darle emoción a la noticia.

—Mañana habrá una gran misión en la isla, una misión real, nada de conectarse a la Academia Virtual como hasta ahora —explicó—. Servirá para demostrar que ya estamos preparados para aceptar cualquier misión que se nos encomiende y para decidir quién será nuestro líder…

Más que una cena, fue un auténtico festín. Nochebuena se celebró con ricos manjares, muchas sonrisas, buen humor generalizado y turrones y dulces a mansalva. Pese a que en la Secret Academy había alumnos y profesores que provenían de países donde no se festejaban las Navidades, aceptaron de buena gana la celebración y se sumaron al jolgorio general. El doctor Kubrick, uno de los más activos, tuvo su momento estelar cuando se marcó unos pasos de claqué encima de la mesa. Milagrosamente logró completar el baile sin romper ni un solo plato, y todos los alumnos le premiaron con una gran ovación.

Cuando terminaron de cenar, Asimov y el doctor Kubrick subieron a la tarima para dedicarles unas palabras.

—Esta es una fecha especial para muchos de nosotros, y me siento muy feliz de celebrarla aquí —empezó el director—. Os amo como si fuerais de mi sangre y me gustaría que este sentimiento fuera recíproco. Quiero pensar que habéis encontrado en la Secret Academy una segunda familia.

El tono emotivo del doctor Kubrick arrancó aplausos entre alumnos y profesores. Entonces le cedió la palabra a Asimov, el jefe de estudios.

—Felices fiestas a todos —dijo—. Estoy gratamente sorprendido por vuestro rendimiento. Sois unos alumnos excepcionales, y no hay ninguno que haya defraudado las enormes expectativas que hemos depositado en todos vosotros. Sin embargo, nos comprometimos a destacar a cinco alumnos por su labor práctica y a cinco más por sus estudios teóricos. La decisión ha sido muy difícil, pero al final tenemos un veredicto.

El comedor enmudeció por completo. Lucas miró de reojo a Martin, que parecía muy seguro de sí mismo. Estaba sentado en la otra punta de la larga mesa, rodeado por sus fieles compañeros del equipo del fuego. Lucas, tal y como era habitual, había ocupado un asiento entre Rowling y Úrsula, sus dos mejores amigas.

—Por su impresionante trayectoria en la Academia Virtual deseo destacar a cinco extraordinarios alumnos destinados a convertirse en expertos y audaces agentes. —Asimov hizo una pausa para abrir un sobre—. Por favor, que suban al escenario… ¡Christie!, ¡Úrsula!, ¡Aldous!, ¡Lucas!, y… ¡Martin!

Rowling, rebosante de felicidad, les dio un fuerte abrazo pese a que ella no había sido seleccionada. Lucas y Úrsula subieron a la tarima muy contentos, aunque se encontraron en minoría, porque los otros tres premiados pertenecían al equipo del fuego. Tanto Christie como Aldous les miraron por encima del hombro, pero por mucho que se esforzaran nunca conseguirían ser tan repelentes como Martin, que les apartó de un empujón para ser el primero en subir a la tarima. El doctor Kubrick les hizo una reverencia con su sombrero de color blanco y prendió un círculo de liderazgo en el extremo derecho de su uniforme. Martin estaba pletórico, pero no podía cantar victoria, porque tanto Lucas como Úrsula empataban con él con dos círculos de liderazgo.

Todos los premiados regresaron a sus asientos mientras recibían las felicitaciones de sus compañeros.

—Voy a pinchar en teoría. El examen de geología me fue como el culo —dijo Úrsula.

—Confiamos en ti, Lucas —añadió Rowling con una sonrisa—. Yo no estaré entre los cinco mejores ni de chiste.

Lucas no las tenía todas, pero había estudiado mucho y quería confiar en sus posibilidades.

—Solo queda condecorar a cinco cerebros privilegiados que han mostrado magníficas aptitudes para el estudio y la investigación —dijo Asimov abriendo el segundo sobre—. Los escogidos son: ¡Tolkien!, ¡Martin!, ¡Akira!, ¡Herbert!, y… ¡Lucas!

Rowling y Úrsula pegaron un salto de la silla cuando escucharon su nombre. Lucas no podía creer que lo hubiera conseguido y se dirigió hacia la tarima entre palabras de ánimo y golpecitos en la espalda.

—Vas a comerte a Martin con patatas —oyó que decía Orwell.

Pero la realidad era que los dos estaban empatados a tres círculos de liderazgo y todo estaba aún por decidir.

El doctor Kubrick volvió a obsequiar a los premiados con una reverencia y prendió un círculo de liderazgo en sus uniformes. En esta ocasión, los miembros del equipo del agua habían destacado por encima de los demás alumnos con tres premiados. Tolkien, Akira y Herbert, más bien torpes y poco dados a la acción, eran unos empollones de cuidado, aunque la pugna por el liderato quedaba indiscutiblemente entre Martin y Lucas.

Tras felicitar personalmente a los cinco elegidos con palabras de ánimo, el doctor Kubrick pidió a Martin y a Lucas que no abandonaran el escenario. El director de la academia, feliz y sonriente, se colocó entre los dos, rodeándoles la espalda con el brazo.

—Sé que estáis preparados para realizar cualquier misión que se os encomiende, algo que va a ocurrir en el próximo trimestre —dijo dirigiéndose a todos sus alumnos—. La pregunta es quién, ¿quién será vuestro líder? ¿Quién administrará vuestro inmenso talento? ¿Quién se encargará de escoger los equipos que llevarán a cabo las misiones? No tardaremos en conocer la respuesta. La prueba será dura, será peligrosa… pero mañana, uno de los dos, Martin o Lucas, asumirá el cargo.

Imagen